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Renuncias: Xena y Gabrielle son de total propiedad de copyright de MCA/Universal y Renaissance Pictures. No tengo la menor intención de violar nada, en éste caso el derecho de autor. Esta historia fue escrita sin ánimo de lucro, sólo con la intención de contribuir con mi granito de arena para que no decaiga el espíritu Xenite.
Violencia: Por supuesto que la hay, pues sino para que cargar con objetos punzo cortantes y que la mayoría de los personajes son guerreras o dementes.
Sexo: Pues claro, ¿qué es la vida sin el sexo?. Si alguien tiene idea me puede escribir. Bueno si habrán escenas de sexo entre mujeres y posiblemente entre hombre y mujer. Si eres menor de edad pues no desesperes que todo llega a su tiempo y si esta prohibido leer éste tipo de lectura donde vives pues tu decides.
Dedicatorias: A todas las personas que se toman su tiempo en leer mi historia. Si quieres hacerme algún comentario o sugerencia siéntete en libertad de escribirme a yossmartin_7@hotmail.com.


ANTROPOFAGIA

Por: Yoss

Capítulo 2

Lo que se pensaba que sería un viaje de regreso de un día a galope tendido, duro en realidad dos días cuando por fin entraron a la aldea amazona el grupo de jinetes conformado por quince amazonas y una Ex Señora de la Guerra.

Gabrielle no podía mantenerse concentrada, estaba a la expectativa de la llegada de su amada guerrera para ese día y esa era la causante se su falta de concentración, durante las dos reuniones de esa mañana.

Durante su velada de la noche anterior invitó a cenar a su cabaña a Eponin, Solari y a Fania para conversar con ellas sobre la rutina completa a la que se dedicaban las guerreras durantes sus jornadas en "servicio", eso alegró de sobremanera a sus súbditas que se pasaron marcas explicando a la joven reina sobre la vida de las guerreras en esa nación.

La reina escuchó complacida todo, quería comprender mejor a sus "hermanas", aunque más o menos tenía una "idea" de lo que hacían las guerreras y que las motivaba. En esta última estancia con las amazonas se había sentido muy a gusto y sentía que el sentimiento de Xena era igual, pero también sabía que a la guerrera le gustaba estar en el camino cosa que Gabrielle admitía gustarle sobre todo porque debido a eso a conocido muchos lugares y muchas personas.

Tendré que conversar con Xena, pensó Gabrielle mientras estaba acurrucada en su cama un tanto después de que las chicas la habían dejado para que descansara ya que para el día siguiente había decidido hacer una visita al puesto de vigilancia por donde se supone regresaría el grupo comercial ese día y ese viaje duraría una marca y media a caballo, generalmente era menos tiempo pero optaron por ser cuidadosas y no poner en riesgo la salud de la reina, además no tenían ningún apuro.


Pensando en la alta y morena guerrera la joven reina quedó dormida con una media sonrisa en su rostro, su sueño fue colmado de imágenes de una Ex Señora de la Guerrera amando su cuerpo y ella misma siendo reciproca a ese acción.

Fuera la vigilancia por parte de la guardia real había sido redoblada, no había indicios de peligro alguno para su reina pero aún así no se arriesgaban a una sorpresa por lo que esa noche volvieron a iluminar los alrededores, encendiendo todas las antorchas colocadas para éste fin por toda la aldea y que rara vez encendían totalmente. Xena no se encontraba con la reina y ésta personalmente había encomendado su cuidado a la guardia real, ninguna quería enfrentar la furia de la guerrera si Gabrielle sufría aunque fuera un raspón.

*****

La mañana estaba despejada, con una brisa fresca en las afueras de Argalia, en donde un grupo de cinco persona estaban reunidos alrededor de una ahora humeante fogata, degustando su desayuno, luego de haber recogido el campamento para seguir su camino.

-Otra vez has acertado Erga- aceptó Tailus, uno alto y fornido hombre de cabellos oscuros de uno treinta veranos, que participó en la muerte de Maltius la noche anterior, mientras comía de su plato.

-Ya deberías saber que no me equivoco- reprendió la mujer de mirada inquietante y que reflejaba muchos años de experiencia.

-Ja, ja, ja- la risa provenía de Naida, la joven mujer de 25 veranos, que atrajo al desafortunado Maltius a su muerte y hermana de Tailus -Nunca aprendes Tailus, ese rubio a estado muy bueno- comentó la sexy mujer de cabellos oscuros.

-Es cierto, siento su fuerza, ese corazón estaba lleno de vitalidad- aportó a la conversación Baltos un pelirrojo delgado de mediana estatura de uno treinta y tantos -todavía palpitaba cuando lo partí para todos- dijo levantándose para servirse otra ración de la olla.

-Y sus sesos también- recordó Erga -Delto, has estado muy cayado- dijo Erga al hombre que por cuya apariencia se podría calcular en unos veintiocho veranos, de cabello castaño, alto, fuerte, de fría mirada verde.

-¡Ya sabes lo que quiero!- contestó molesto el aludido.

-¿Es que nosotras no somos lo suficiente complacientes para calentar tu tapete?- contestó lo Erga, abriendo sus piernas para acentuar sus palabras y mostrando una sonrisa lujuriosa.

-¡¡Sabes que no quiero estar esperando turno!!- contestó ahora si muy airado el alto hombre, levantándose y alejándose del grupo con andares que demostraban su mal humor.

-Me gusta tanto cuando se pone furioso- dijo ronroneando Erga, mirando a Delto subirse y entrar en una de las carretas que estaban cubiertas con gruesas lonas. -Y más me gusta contentarlo, recojan lo que falta, tiren esos huesos y esas tripas- se levantó, dejó su plato vacío a un lado y se dirigió hacia la carreta en donde se encontraba el enojado hombre.

-Anoche estuve preguntando por esas mujeres armadas- comentó Tailus mientras terminaba su plato.

-Amazonas, Tailus, amazonas- corrigió Baltos mirando la retaguardia de Naida mientras esta se levantaba y se inclinaba para limpiar los platos.

-Como se llamen, su territorio está a más o menos dos días de aquí- dijo Tailus recogiendo un cubo de madera con un desagradable contenido para irlo a tirar en el foso que habían cavado durante la madrugada. Delto y él se encargaron de cavarlo mientras los demás tomaban lo utilizable del cuerpo de Maltius.

-La alta de cabello negro, dicen que es Xena una Ex Señora de la Guerra- agregó Naida.

-¡Es impresionante!- dijo emocionado Balto- te imaginas la fuerza y vitalidad que nos proporcionaría su corazón- su mirada denotaba que estaba recordando a la increíble guerrera.

-Ya de por sí será difícil entrar en su territorio y por lo que escuché siempre andan en grupos, será muy difícil pero imaginen la fuerza que nos proporcionará cualquiera de ellas- las palabras de Tailus reflejaban su entusiasmo por ir en busca de Amazonia.

El repentino movimiento de la carreta en donde se encontraban Delto y Erga llamó la atención de las tres personas que intercambiaban información recogida durante su estadía en Argalia.

Durante la conversación de éstos, habían escuchados salir de la carreta uno que otro grito del alto hombre de ojos verdes pero lo habían ignorado, sabían que la mujer mayor de seductoras caderas lo contentaría, como siempre. Por el movimiento de la carreta no les quedaba duda de que eso era exactamente lo que había ocurrido allí dentro, sólo era cuestión de esperar un poco y comenzarían a escuchar gemir a ambos.

-Tailus termina con lo pendiente- ordenó Balto mientras se levantaba del suelo y tomaba a Naida por la cintura y la pegaba a su cuerpo, para luego arrastrarla hacia unas de las otras dos carretas.

-¡Eso no es justo!- se quejó fornido hombre de cabello negro, dando una patada al suelo pareciendo un niño castigado.

-Luego, cuando estemos en el camino podrás escoger entre ellas dos- ofreció Balto antes de entrar en la carreta después de Naida.

*****

-¿Por qué no hay señales de ellas?- fue la pregunta de Gabrielle mirando la planicie por donde deberían haber por lo menos aparecido el grupo.

Hacia dos marcas que habían llegado, ya era pasado mediodía y no había señales de las amazonas y de la guerrera campeona de la rubia reina amazona.

-Es posible que hallamos sido demasiado optimistas o simplemente se hallan entretenido en algo- la voz de Solari era baja y despreocupada con toda la intención de tranquilizar a Gabrielle.

Las amazonas en el puesto de vigilancia habían sido gratamente sorprendidas por la visita de la reina, que al ver que no se había noticias del grupo solicitó se el enseñara ¿cómo ser una vigía? entre los árboles.

Las guerreras que estaban en turno procedieron a cumplir el deseo de su reina y con mayor detalle le enseñaron como mantenerse oculta entre los árboles cuando detectaban la llegada de alguien a su territorio y la manera correcta de llegar a tierra sana y salva, al igual que le enseñaron el significado de los diferentes trinos.

Cuando estaba practicando los trinos sintió que su corazón dio un brinco en su pecho y su cabeza giraba inconscientemente hacia la planicie, buscó con la mirada pero no encontró movimiento alguno en esa área.

-Mayra, ¿Qué ves desde tu puesto?- preguntó Gabrielle mientras oteaba una y otra vez con una mano sobre sus ojos, a modo de hacer sombra ya que el sol aún estaba ardiente.

-Nada mi reina- contestó la amazona desde su puesto en uno de los árboles.

-¿Qué pasa Gabrielle?- preguntó Solari, mirando también hacia donde miraba la despampanante reina ver a nadie.

Volvieron a lo que estaban luego de un momento durante un cuarto de marca con Gabrielle sintiendo que su corazón palpitaba más rápido.

-¡Un grupo!- comunicó Mayra al ver ahora a un grupo de jinetes y una carreta.

-¿Son ellas?- preguntó ilusionada la rubia bardo, aunque su corazón estaba que se le salía del pecho anunciándole de quien venía en ese grupo.

-Parece que sí mi reina, son varios jinetes y una carreta, pero aún están muy lejos- contestó la delgada vigía.

-Gabrielle tenemos que subir a los árboles hasta estar seguras que son ellas- informó Solari, tomándola de un brazo para instarla a subir a uno de los árboles.

En menos de lo que podía creer posible estaba instalada entre las ramas de los árboles viendo como se acercaba el grupo, sacando de dudas a las doce amazonas presentes quienes eran.

Luego de casi una marca el grupo llegó al punto de vigilancia, encontrándose con la visión más hermosas a sus ojos, bueno al menos para las que no estaban comprometidas, su reina estaba ataviada con ropas amazonas y la máscara que la identificaba como tal. Gabrielle vestía una falda, un top a juego, botas hasta las pantorrillas, todo de cuero y su vara sujeta a su espalda con una correa también de cuero. Su atuendo dejaba al descubierto un cuerpo atlético, con curvas muy llamativas, una piel blanca y bronceada que cubrían músculos torneados aunque sin marcar, dándole una presencia que débil era lo último que se pensaría.

Xena pudo apreciar el brillo a través de los orificios de la máscara y sabía que tras ella había una sonrisa radiante antes de que la reina se descubriera el rostro, la sonrisa era exactamente como la que tenía la campeona de la reina amazona y que por más que quisiera no podía evitar. Su estómago sentía mariposas revoloteando desde hacía una marca, ya sabía a que se debía, lo había descubierto desde hacía mucho, Gabrielle.

El encuentro fue ceremonial ya que la que se encontraba en el punto de vigilancia era la reina en persona, todas estaban pendiente de la baja reina y la alta guerrera.

-Gabrielle- saludó con una inclinación de cabeza alta guerrera morena desde su montura.

-Xena, ¿estas bien?- preguntó la bardo un tanto preocupada, ya a un lado de Argo, con una mano sobre el cuello de la bestia y la otra sobre el muslo de su guerrera, a la cual miraba en busca de una respuesta, escuchando apenas risas apagadas.

-He estado mejor- contestó Xena mientras tomaba la mano de su bardo y la llevaba al encuentro de sus labios para depositar un tierno beso en ella, haciendo caso omiso del murmullo de risas -aunque estoy mejor que Ephiny- cabeceo con brillantes ojos hacia la carreta en donde se encontraba la regente sentada con una gesto irónico, pero que no perdía detalle al igual que todas las demás del intercambio de ambas mujeres.

La joven bardo dio una larga mirada a la alta guerrera sin preguntar al respecto, luego fue hacia donde se encontraba su regente y amiga para ver con sus propios ojos su estado. Ephiny hizo un rápido resumen del éxito de su misión, destacando la actuación de las jóvenes amazonas y de su lesión.

Durante el camino a la aldea amazona Xena montaba sobre su fiel Argo, Gabrielle en una blanca y hermosa yegua, iban a un paso casi de tortuga, lo que permitía a la alta y lastimada guerrera explicarle el por qué tenía las costillas golpeadas, raspones en brazos y piernas, mientras Ephiny tenía una rodilla hinchada que la imposibilitaba montar a caballo, al igual que raspones, por lo que tuvo que hacer el viaje de regreso en la parte trasera de la carreta.

-No lo puedo creer- dijo la rubia bardo muy sorprendida, mirando a su guerrera a los ojos con una chispa en ellos y casi flotando de felicidad, por saber que la guerrera había comunicado de su relación a otra persona.

-No vayas a reírte, no es gracioso.- susurró la avergonzada guerrera, tratando de dirigirle una mirada amenazante a su rubio amor.

-Si que es gracioso, muy gracioso- sonrío la bardo de manera burlona -por lo menos no se rompieron nada- a lo que Xena puso los ojos en blanco para luego reír o tratar de hacerlo ya que el dolor en sus costillas se lo impidieron.

*****

Al llegar a la aldea, la pareja se dirigió a la cabaña real, igual que las demás a las suyas a descansar, por ordenes de la reina y también ordenando que mañana en horas de la tarde tendrían una reunión para informar los resultados de la misión comercial, al resto de la aldea.

Xena desmontó con muchísimo cuidado para evitar lastimar sus costillas que a pesar de haber pasado un día y medio de lo ocurrido aún le molestaban. Mientras que a Ephiny la transportaban en camilla hacia su cabaña en donde ya la esperaba Jacta para seguir atendiendo a la regente, ya que Xena se ocupó de la rodilla de la rizada rubia en el trayecto, inmovilizándosela, colocándole ungüentos, paños de agua de caliente y té de hierbas para el dolor y la inflamación.

Una vez cerrada la puerta tras ellas dentro de la cabaña, ambas mujeres se lanzaron contra la otra para saciar la sequía de una por la otra.

-UMMM- se quejó la alta guerrera al sostener el peso de Gabrielle, que se había colgado de su cuello.

-Lo... lo... siento- se disculpó la rubia sin dejar de besar los riquísimos labios de la morena guerrera.

-Amor- ronroneó Xena cuando comenzó un reguero de besos por la mandíbula de la pequeña rubia hasta llegar a la rosada oreja -Necesito un baño y quiero dármelo contigo- informó susurrando y mordisqueando la pequeña oreja mientras sentía los labios de su bardo recorrer su cuello.

Se mantuvieron por unos minutos intercambiando besos y caricias pero ahora con un poco menos de pasión hasta que entre beso y beso se fueron despojando de sus ropas con caricias excitantes, luego de quedar como vinieron al mundo se dirigieron hacia el cuarto de baño dentro de la cabaña en donde había una bañera que permitía a ambas estar dentro pero algo incómodas.

-Tienes las costillas algo hinchadas y un moretón en el lado izquierdo- le dijo Gabrielle a Xena, que se encontraba sentada con las rodillas separadas, sobre los muslos de la guerrera dentro de la bañera mientras revisaba la zona dolorida de su amor.

-Eso imaginé- dijo Xena, que tenía los brazos sobre los lados de la bañera- la verdad es que ahora es una molestia en comparación al día de ayer- confesó la morena guerrera que no quitaba la mirada del hermoso torso frente a ella.

-Bien ahora a darse un baño- dijo la rubia mientras comenzaba a lavarle el largo cabello negro a su guerrera, mientras que ésta hacía lo mismo con la bardo, para de esa manera no demorar el baño y evitar una recaída de la rubia.

Luego del lavado de cabellos frotaron sus cuerpos con una pedazo de lino al que untaron jabón, aprovechando ambas para acariciarse y besarse provocando jadeos por parte de las dos mujeres cuando restregaban sus espaldas, torsos, brazos y piernas mutuamente, dejando para último sus partes íntimas.

Los gemidos y jadeos eran tragados por las hambrientas bocas de ambas mujeres cuando sus manos hicieron contacto con sus húmedos rizos y no sólo mojados por el agua de la bañera sino por la propia viscosidad de sus esencias. Para ese momento ambas mujeres hacían grandes esfuerzos por terminar la limpieza de sus cuerpos, tenían una mano entre las piernas de la otra lavando con tiernas caricias sus intimidades y la otra mano estaba en la cadera de cada una hasta que finalmente el deseo las venció.

Dos y tres dedos fueron introducidos en las intimidades femeninas que para estas alturas estaban totalmente dispuesta para recibir su anhelado premio, una y otra vez entraban éstos en la ardiente cavidad, primero lento, luego rápido mientras se aferraban una a la otra.

Ahora Gabrielle estaba apoyada sobre sus rodillas echada sobre Xena, meciéndose hacia arriba y hacia abajo, al mismo ritmo que imprimían sus penetrantes dedos, la rubia mujer aprovecha para frotar sus pechos contra los de la sonrojada guerrera que penetraba y era penetrada.

Los sofocados jadeos y gemidos se incrementaron igual que los movimientos de ambos cuerpos dentro de la bañera, provocando un chapoteo agitado del agua que ahora salpicaba el suelo de madera del cuarto de baño.

-¡Xeeeena!- exclamó Gabrielle abriendo los ojos verde azulados que se tragó por completo a la guerrera cuando esta abrió sus azules ojos al llamado. -Sííí, así- instó la rubia mujer.

-UMMM,.. Gabrieeelle,... no... pares- pidió la guerrera con los dientes apretados mirando a los ojos a su amada.

-¡OOHHH, Xenaaaaa!- medio que gritó Gabrielle cuando su cuerpo sintió la explosión del potente orgasmo pero sin detener el movimiento de sus dedos dentro de la guerrera.

-¡Gab,.... Gabrieeeelle, te amoooo- confesó nuevamente la orgullosa guerrera que era vencida en esta entrega por su pequeña bardo.

Los movimientos dentro de la bañera se fueron apaciguando al igual que las respiraciones de las mujeres enamoradas que estaban en ella y acababan de saciar, por el momento, su deseo.

Luego de caricias por la espalda y besos sobre los cabellos dorados, la alta guerrera logró calmar su alterada respiración, mientras que la bardo aprovechaba que su cabeza la tenía apoyada sobre el moreno hombro izquierdo de su guerrera para depositar tiernos besitos sobre la piel húmeda cuando logró controlar su respiración.

-Amor, será mejor salir y secarnos- pidió con voz suavemente, Xena, sin detener sus caricias.

-Te amo Xena- declaró la hermosa rubia al levantar la cabeza de su apoyo con una gran sonrisa en su rostro.

La morena guerrera acarició el bello rostro y dio un beso suave sobre los labios mientras suspiraba de felicidad. Acto seguido instó a la bardo a levantarse para salir de la bañera, ayudándola ya que la rubia tenía los músculos de las piernas agarrotados por la posición en la que había estado, cuando ambas lograron salir de la bañera, se envolvieron mutuamente en toallas para dirigirse a la cama, en donde procedieron a secarse la una a la otra hasta quedar totalmente secas.

Xena puso un poco más de leña en la chimenea para mantener un ambiente cálido dentro de la cabaña, entonces volvió a la cama junto a la bardo que la esperaba bajo las sábanas.

-Amor, voy a pedir la algo de cena- dijo la guerrera dándole un beso a la hermosa mujer en la cama -para luego continuar demostrándote cuanto te he extrañado- concluyó de forma sugerente al pasar un dedo por uno de los pecho de Gabrielle y guiñando una orbe azul- acto seguido se puso una camisa de dormir y se dirigió a la puerta para llamar a una de las guardias que se encontraba a cierta distancia por los alrededores y solicitar comida para ambas, luego de haberlo echo regresó junto a la mujer de su vida.

*****

Al atardecer de ese día el grupo de come hombres encontró a los dos compañeros de su ahora alimento, descansando a orillas de un riachuelo fuera del camino que los llevaría hacia su aldea y a un par de marcas más adelante estaba el cruce que habían utilizado las guerreras para regresar a su territorio.

-Oh, hola, ¿ustedes estuvieron en Aragalia, verdad?- preguntó Naida desde la carreta, de manera casual e inocente, a los dos cansados hombres que estaban terminando de preparar su cena.

-Si, también les recuerdo- contestó Leandro, pero en realidad a la que única que recordaba era a la atractiva mujer.

-¿Nos permitirían compartir este lugar esta noche?- preguntó Naida con una sonrisa seductora en su rostro, mientras los demás miembros de su degenerado grupo se saboreaban mentalmente.

-Por supuesto, hay espacio suficiente- aceptó Palemón inmediatamente, aunque mentalmente calculaba la pocas o muy escasas oportunidad de poder hacer suya a la sexy mujer, la "vieja" no era problema pero sí los tres hombres con ellas.

-De casualidad ¿han visto a un amigo nuestro?, un rubio, que estuvo con nosotros- preguntó Leandro.

-Lo recuerdo- contestó raudo Delto -pero no lo hemos visto desde que salimos del pueblo.

Luego de las presentaciones en las que no faltaron miradas entre Leandro y Naida, el grupo recién llegado sacó a la olla para calentar su cena, entonces sólo les quedaría una última ración para el desayuno. La provisión había sido calculada para cuatro comidas ya que no les era necesario comer carne humana todos los días, también que esa era la cantidad que podrían mantener casi fresca para sus propósitos y además había muchas probabilidades de encontrar "algo" en el camino.

-Naida, sácale toda la información con respecto a las amazonas- ordenó Erga mientras limpiaban los platos utilizados en el riachuelo. A la mujer mayor no le había pasado desapercibida el intercambio de miradas con Leandro, es más ella le ayudó entreteniendo a los chicos para que no se dieran cuenta, era algo que hacían la una por la otra en ocasiones.

-Esta noche me quedaré con Delto, debe de estar agotado luego de haber liberado su enojo contigo varias veces esta mañana- dijo Naida codeando a la otra mujer.

-Oh sí, y no sabes con cuanta saña, sobre todo después de haber comido- confesó la mujer mayor con una sonrisa lasciva -Yo me encargo de Tailus y Balto- concluyó uniéndose a la risa de Naida.

La mujer joven aprovechó un momento para acordar el encuentro con Leandro esa madrugada cuando ya todo estuvieran durmiendo. Tras una entrega con Delto, éste quedó profundamente dormido y ella lo conocía tan bien que sabía que no despertaría hasta el día siguiente y luego esperó un poco más para salir al encuentro del desalineado hombre.

En tanto Erga había cumplido con su parte del trato y había rendido a ambos hombres, uno por vez ya que la idea no era que sus nuevas presas se enteraran de lo que ocurría allí dentro, así que utilizó su boca para tal menester, la mañana "activa" que habían tenido los hombres cooperó para que quedarán rendidos hasta el día siguiente.

-Ummm, pensé que no vendrías- susurró Leandro a Naida en el oído al rodearla rudamente con sus brazos apenas la dispuesta mujer llegó al punto acordado, entre unos árboles a una distancia prudente del campamento en donde todos dormían en sus carretas.

Ella no contestó, se dedicó a juguetear con el hombre, provocándolo y dándole a probar en pequeñas cantidades hasta tenerlo donde lo quería, suplicando. Esto lo aprovechó para comenzar a sacarle la información que necesitaba y hasta que no tuvo más nada que decirle se concentró en su placer y no le proporcionó al hombre el orgasmo hasta que obtuvo el suyo primero, terminado el asunto recompusieron sus ropas, regresaron al campamento y cada quien fue a su carreta a descansar.

El nuevo día comenzó algo tarde para los viajeros, el día y la noche anterior había sido agitado para todos, excepto para Palemon, que llevaba buen tiempo de no haber probado del fruto de la pasión, en Argalia no había tenido suerte, su feo rostro no lo ayudó para nada, en su aldea tenía una mujer que era igual de atractiva que él.

Desayunaron, cada grupo su provisión, los dos hombres próximos a ser el plato del día fueron al riachuelo a asearse, dejando al grupo siniestro sólo.

-Como a dos marcas estaremos en el cruce que va hacia Amazonia, pero no pudo darme detalle de cómo llegar- dijo la Naida -dice que no conoce a nadie que halla ido por ese camino, pero ha escuchado que la entrada de su territorio está custodiado y no se le permite la entrada a nadie, sólo entran mujeres y con la aprobación de las amazonas.

-Entonces ¿cómo llegaremos allí?- preguntó Baltos, mientras comía de su plato.

-Podemos probar suerte con los centauros- Nadia sorprendió al grupo con esa información.

-¿Centauros?- preguntó con tono de regocijo en la voz, Erga.

-Si, comparten el lado este de la frontera- comunicó la informante.

-Esto no podemos dejarlo pasar, quiero probar esa carne- dijo la ahora ansiosa mujer.

-Sería como cazar caballos, no tenía idea de que estuvieran por estos rumbos- Delto mostró su incredulidad en su voz.

*****

Tras cabalgar junto los dos grupo durante el día y haber pasado el cruce hacia Amazonia, acamparon nuevamente en donde en esta ocasión el licor se hizo presente durando varias marcas desde el atardecer.

Erga una mujer con conocimiento del uso de diferentes hiervas y de ritos que la ayudaban a conseguir sus objetivos más difíciles, había preparado la bebida de Palemon para esa noche.
Mientras ellos aparentaban beber a la par de los otros dos hombres, Erga tuvo recuerdos de hace mucho, mucho tiempo atrás.

Tenía muchísimos años caminando sobre esta tierra luego de haber sido curada de una fiebre mortal que azotaba el territorio en el que vivía en aquella época. Un desconocido llegó a su pequeña aldea, cuando sólo quedaban diez personas con vida, incluyéndose, el hombre le ofreció cura a las mujeres que estaban con vida pero estas no aceptaron ya que lo que querían era reunirse con sus familias en los Campos Elíseos.

Erga había perdido a toda su familia pero quería vivir por lo que aceptó inmediatamente sin importarle cual sería el precio de esa cura ni como sería proporcionada. Esa misma tarde salió de la aldea llevándose sólo sus ropas y algunas cosas para su uso.

Recuerda que el desconocido le dio una sopa espesa a tomar y luego cayó en un pesado sueño durante toda la noche. Al despertar a media mañana del día siguiente, lo hizo dentro de una carreta se incorporó en un codo para orientarse cuando en ese momento un lado del cuero que cubre la carreta se destapó revelando la figura del hombre que le había prometido cura.

-Hola, ¿mejor?- fueron las escuetas palabras de hombre de unos cincuenta veranos, parado frente a ella.

Eso la hizo darse cuenta con asombro que si sentía un gran mejoría pero no del todo bien, movió sus extremidades y la cabeza percibiendo la falta de fuertes dolores que habían sido síntomas de la enfermedad que había acabado con su aldea.

-¿Cómo puedo pagarte?- preguntó la mujer de la misma edad que el extraño.

-En unos dos días te sentirás como una jovencita, llena de energía y vitalidad como nunca antes- hizo una pausa -en cuanto al pago, ya he tomado algo por adelantado o no te has percatado- informó con una sonrisa que mostraba la falta de unos dientes y las paños interiores de Erga en una de sus manos y con la otra señalaba entre las piernas de ésta.

La mujer se mostró incrédula mirando sus paños interiores en manos del hombre que la había ayudado, luego metió una manos entre sus piernas, encontrando sus partes íntimas con viscosidad y una sensación que casi había olvidado.

No hubo más palabras en ese momento, el hombre se retiró y Erga quedó pensativa sobre el "precio" por su cura, al principio se sintió agraviada pero al pasar del tiempo pensado sobre eso decidió que no estaba mal, nada mal, se lo comunicó a su salvador y éste con el pasar del tiempo le enseñó todo lo que debía saber hasta que una mañana cuando despertó se encontró sola en el mismo sitio que habían acampado la noche anterior. Su primer impulso fue buscarlo pero luego pensó que así ella podría escoger a su próximo compañero.

Los pensamientos de Erga volvieron al presente cuando Leandro cayó hacia atrás inconsciente por la bebida preparada para que surtiera ese efecto, el plan era "abastecerse" y decirle a Palemón que los centauros habían llegado y llevado a Leandro con ellos, así ellos se "ofrecerían" para ir en busca de su amigo si éste los guiaba hacia el territorio centauro. Luego de haber conseguido su objetivo se harían cargo del feo hombre.

-¡Llévenlo a la carreta!- ordenó Erga, a Delto y Baltos.

-Siiiiiiiii, lleeevennlooo- dijo Leandro ebrio, mientras su mirada mareada veía como entre los dos hombres cargaban a su amigo y lo metían a una carreta.

-Bien, pongan los postes- volvió a ordenar Erga mientras sacaba su cuchillos de carnicero junto a Naida.

-¿Quéé hacennn?- preguntó Leandro, desde su asiento totalmente mareado, mientras veía el ir y venir de sus compañeros de viaje.

Tailus lo amordazó sin siquiera resistencia de parte de la víctima, luego él y Baltos lo levantaron por los pies llevándolo hasta los postes preparados para eso. Delto amarró los tobillos mientras el Leandro era alzado en vilo por los otros dos, en tanto Naida y Erga ataban sus muñecas extendiendo los brazos hasta los postes con muy poca resistencia.

No había pasado una marca desde que Palemon había caído inconsciente cuando este medio despertó con muchas ganas de orinar y el sonido de unos golpes, a duras penas se sentó en la carreta, extrañado del lugar en donde se encontraba. Totalmente mareado se medio giró apartando parte de la lona de cuero, encontrándose con una visión que no llegaba a comprender, su cerebro estaba lento, trató de enfocar la mirada mejor.

El golpeteo que había escuchado era del hacha que Tailus había utilizado para abrir la cabeza de Leandro y así poder sacar los sesos para ingerirlos directamente de ella, estaban en eso, sentados alrededor comiendo. Palemon no podía emitir palabra para lo que veía, podía ver el rostro desfigurado de su amigo sobre un tronco, algo al lado del grupo llamó ahora su atención, era el cuerpo colgado de lo que imaginaba era de Leandro con el pecho abierto como un canal y del cual colgaban los órganos internos que al ser cortados caerían dentro del cubo en el piso.

Las risas lo sacaron de su parálisis total, el grupo estaba terminando con su plato exótico el cual acompañaban de una de copa que contenía la sangre de Leandro, que terminó su camino de la manera más brutal y despiadada que jamás imaginó.

Palemon aprovechó para deslizarse fuera de la carreta cuando todos estuvieron haciendo comentarios frente al cuerpo colgado, dando la espalda a la carreta en donde se encontraba, no podía registrar las palabras todo era tan confuso, pero el miedo que sentía le daba claros indicios que tenía que alejarse de allí. Sus piernas no le estaban ayudando en absoluto, su mente adormecida y su vista neblinosa tampoco pero decidió jugársela y ahora estaba arrastrándose sin rumbo fijo adentrándose en el bosque, alejándose de las risas y el sonido del hacha.

Era posible que su casi eterno estado de embriaguez lo haya ayudado a salir del estado de inconsciencia en el que estaba pero las hierbas en polvo echadas a su vino si estaban teniendo su efecto.

*****

El día había transcurrido sin contratiempos en la aldea amazona, ya se sabía de la llegada del grupo. Esa mañana Gabrielle había aparecido en su puerta con su camisa de dormir aún puesta, solicitando un desayuno para dos a una de sus guardias, también ordenó una reunión en la sala del consejo luego del almuerzo con todas las integrantes de la misión comercial, el consejo de ancianas y todas las amazonas que quisieran escuchar el informe de la misión.

-Será mejor levantarnos- propuso Xena al oído de la satisfecha mujer que estaba de espalda y era rodeada por sus fuertes brazos.

-Nooo- fue la renuente respuesta apenas audible por parte de la rubia. Todavía sumida en el sopor sexual en el que flotaba luego de la excitante noche y parte del amanecer cuando Xena intentó levantarse para comenzar el día.

La feliz y relajada guerrera sabía que tenía una sonrisa de oreja a oreja en su rostro, trataba de recordar si alguna vez en su vida se había sentido tan completa, en todos los sentidos. Recordó a las personas con la que de una manera u otra tuvo alguna relación pero ninguna se comparaba a lo que sentía ahora, todas inclusive con el que pensó estar enamorada se acercaba lo más mínimo a lo que sentía estando con Gabrielle.

Su relación en la cama también superaba con creces cualquier relación sexual que hubiera tenido anteriormente, ¿será que ahora hago el amor?, no es que no desee a Gabrielle, claro que la deseo y muchísimo, hay deseo, hay lujuria pero también hay amor. Xena trataba de analizar sus pensamientos, encontrar las respuestas a lo que sentía.

Bueno Xena, para éstos momentos todas en esta aldea y hasta sus fronteras saben que la Princesa Guerrera se está acostando con su reina. Ese pensamiento borró la sonrisa de la alta mujer en un santiamén. ¡Tengo que hablar con Ephiny!

-Vamos amor, antes de que envíen una partida de búsqueda dentro de poco- trató de engatusar la guerrera con la cara enterrada en el cuello de la bardo. -Además, hay que ver como amaneció Ephiny.- sabía que era un golpe bajo pero tenía que hablar con la mujer cuanto antes.

-¡¡¿Ephiny?!!, ¿desde cuándo te preocupa tanto Ephiny?- inquirió la bardo levantándose sobre su codo izquierdo y girándose para encarar a la guerrera de negros cabellos.

-Umm, ¿celocilla, mi reina?- contra atacó la curtida guerrera.

-No- contestó tajantemente la reina en cuestión -No has contestado mi pregunta- insistió la rubia bardo, con una dorada ceja arqueada.

-Recuerda que su golpe fue en la rodilla- le recordó la guerrera de bellos ojos azules, pero esa respuesta no provocó variación alguna en Gabrielle -si esa hinchazón no baja a más tardar para mañana, tendremos que hacer una cirugía- era cierto, no lo había comentado pero era una posibilidad.

-¡¡¡Por Artemisa!!!- de un salto Gabrielle se puso en pie de un salto, dejando a Xena sorprendida en la cama, bajo las sábanas -Vamos, apúrate- urgió la reina amazona mientras se dirigía a la habitación del baño.

Xena meneó la cabeza, no era exactamente como quería que se levantaran de la cama pero por lo menos ya había logrado que su perezoso amor lo hiciera. Se levantó para seguir a la rubia, poder así asearse y depositar todos lo besos que hubiera querido dar en la cama pero ahora lo importante era darlos a la persona que era la causante de que tuviera la necesidad de darlos.

*****

-¡¡¡¡Maldita, maldita!!!!- gruñía entre dientes Baltos, maldiciendo a Erga mientras buscaba entre los arbustos del área que le correspondía, era casi mediodía y no encontraban a Palemon.

Cuando todo estaba hecho esa madrugada el grupo terminaba de recoger los "residuos" inservibles, Naida fue a la carreta en busca de un manto para cubrirse del la fría brisa de la madrugada entonces se dio cuenta de la huída de Palemon y dio la voz de alarma.

Tras media marca de recriminarse entre ellos y sobre todo a Erga, comenzaron la búsqueda pero hacia el camino y no hacia el bosque lo que le regalo al fugitivo marcas de distancia a su favor, las cuales eran necesarias en las condiciones en las que estaba. Otro factor a su favor fue que sus perseguidores no tenían ni idea de seguir durante la noche las huellas notorias que había dejado su cuerpo al arrastrarse por el suelo.

-Hay que seguir buscando, hasta encontrarlo- ordenó Erga, mientras servía los platos de comida para los demás.

-Será mejor que cierres la boca, vieja decrépita- dijo furioso y acalorado Baltos, derramando parte del contenido de su plato.

-Calma, no todo ha salido mal- intercedió Delto, colocando una mano sobre el hombro del colérico hombre.

-Delto tiene razón, Palemon a huído hacia donde el nos dijo que es el territorio de los centauros- informó Naida mientras saboreaba algo en la boca.

-Es cierto, además estamos acercándonos- dijo Erga -todavía esta bajo el efecto del polvo, su rastro es errático y eso le impide avanzar más aprisa.

-Si no lo encontramos para el atardecer, suspenderemos la búsqueda hasta mañana- fueron las palabras firmes de Tailus que no había hablado hasta ahora y no era porque no le faltaban ganas de agarrar por el cuello a Erga.

Desde hacia un tiempo él y Delto habían hablado sobre abandonar a la autoritaria mujer mayor pero sólo se los impedía sus bastos conocimientos, que poco a poco le iba enseñando a Naida. No harían nada hasta que su hermana hubiera aprendido todo lo que sabía la vieja Erga, luego se librarían de la ella, antes no y ese era su pacto, si Baltos no lo aceptaba bien podía quedarse con Erga.

En tanto Palemón había llegado a un río poco profundo en donde se había introducido para refrescarse y hundir su cabeza en la fría agua en busca de un cura para su desenfocada vista y saciar su sed.

Por su mente le venía rápidas visiones que lo tenía confundido y muy asustado, el sonido de un hacha, risas, sangre, algo que parecía el cuerpo de una persona abierto en canal como un cerdo y el rostro de lo que parecía ser Leandro.

Palemon se quedó allí como por media marca, no reconocía donde estaba, luego se levantó tambaleándose, corrió lo más rápido que pudo con piernas temblorosa y mirada nublada, volvió a adentrarse en el bosque, tratando de encontrara ayuda.

Al atardecer hicieron un alto en una colina resignados a seguir la búsqueda al día siguiente cuando Tailus vio movimiento en la llanura bajo la colina y mirando detenidamente pudo vislumbrar a Palemon en huída entre la alta hierba.

Enseguida los tres hombres fueron tras la presa fugitiva que estaba recuperando el control de su cuerpo que al escuchar pasos a la distancia volteó y vio a sus perseguidores, entonces la histeria se cebo con él, el sólo verlos le hizo recordar con mayor realidad lo que durante el día le venían como imágenes a su cabeza.

-¡¡¡AYUDA!!!- comenzó a gritar en desesperación -¡¡POR ZEUS, AYÚDENME!!- Palemon rogaba por ayuda entre sollozos, el carro de Apolo volvió a pasar trayendo un tenue anochecer.

-¡¡¡DETENTE, O SERÁS ABATIDO!!!- fue el grito varonil de advertencia, proveniente de un fuerte centauro castaño que apuntaba a Palemon con un arco.

La impresión hizo caer de rodilla al agotado fugitivo, no podía creer lo que veía, nunca había visto un centauro y sinceramente en ese momento no sabía que era peor, sus perseguidores o éste ser mitad hombre mitad caballo. Definitivamente era amenazador, esos músculos por todo su cuerpo y ese arco daba una visión muy intimidante.

Los perseguidores entraron en el claro del bosque a toda carrera casi pasando sobre el extenuado Palemon pero la sorpresa no se las dio el hombre de rodillas sobre el suelo boscoso sino la criatura frente a él.

-¡¡ALTO!!- ordenó el castaño centauro apuntando ahora a los nuevos intrusos, estaba confuso, no sabía que estaba sucediendo, ¿qué hacen estos hombres en nuestro territorio?

-Tranquilo, no pasa nada- intervino Tailus rápidamente para interferir los pensamientos del centauro -no hay necesidad de que nos apuntes- dijo el alto hombre de fríos ojos verdes.

-¡No se muevan!- advirtió en tono amenazador el vigilante centauro.

-Esto es sólo un asunto entre éste ladrón y nosotros- habló Baltos de forma tajante pero sin dejar de admirar la maravillosa criatura que no dejaba de agitar la cola y echando una rápida mirada alrededor, percatándose que el centauro estaba solo.

-¡¡No les creas, ellos son unos asesinos!!- Palemon con voz suplicante y temerosa.

El terror de Palemon le hizo correr hacia el centauro en busca de protección, esa acción tomó por sorpresa al vigilante que no disparo y vio pasar el hombre a su lado para situarse tras él, ese instante de desconcentración era lo que necesitaban los otros hombres que cayeron sobre el centauro como depredadores sobre su presa.

El centauro de castaña melena pudo disparar su arco, antes que fuera inmovilizado hiriendo a Delto en un hombro haciéndolo gruñir de dolor, cayendo delante del embravecido centauro que se defendía fieramente contra los dos fuertes hombres que lo atacaban.

¡Por Zeus, no son normales!, pensaba desconcertado el centauro al intercambiar golpes con los dos hombres, sus fuerzas no eran las de hombres normales, tengo que irme de aquí, pensó mientras lanzaba patadas con sus patas traseras para quitarse a Tailus que le sujetaba a duras penas la espada que tenía a su espalda para que no pudiera desenvainarla.

-Delto, levántate y ayúdanos antes que vengan más- ordenó entre dientes Baltos mientras daba fuertes patadas a las patas delanteras del centauro e intentaba alcanzarlo con su cuchillo.

El fuerte centauro alcanzaba en ocasiones a Tailus que estaba prendido de la espalda del centauro y prácticamente montado sobre su lomo, en tanto Delto rodaba por el suelo de un lado para otro evitando ser pateado por la magnífica criatura.

-¡¡NOS ATA....- intentó gritar el castaño centauro pero su boca fue tapada por una fuerte mano que se llevó varias mordidas que hicieron enfurecer aún más a Tailus que ni así lo soltó.

Palemon miraba todo desde unos arbustos cercanos en los que se escondió, vio claramente como en un pequeño resbalón en la hojarasca y fue suficiente para que Baltos le asestara la puñalada letal una y otra vez en el musculoso abdomen.

Tailus no soltaba a su presa ni quiera cuando el guerrero centauro dobló las patas delanteras haciéndolo irse de bruces contra el suelo mientras se ahogaba en la sangre que se el acumulaba en la boca, hasta que lo soltó pensando que ya no se levantaría más.

Grande fue la sorpresa de todo cuando el aguerrido centauro volvió a ponerse sobre sus cuatro patas e intentaba darse a la fuga con las pocas fuerzas que le quedaban pero no fue muy lejos ya que nuevamente fue apresado por los hombres y apuñalado en la garganta que lo hizo caer en cámara lenta hasta caer completamente sobre la hojarasca que cubría el suelo de es parte del bosque.

El fugitivo escondido entre los altos arbusto miraba aterrado como la mirada moribunda del centauro se encontraba con la suya y esta se iba quedando vidriosa al irse la vida del cuerpo, luego respingó cuando los tres hombres comenzaron a beber de la sangre que salía a chorros del cuello degollado para luego hundir el cuchillo esta vez en el pecho del centauro, buscando su corazón, sacándolo para luego ser comido entre los tres asesinos desnaturalizados.

Con tal manjar frente a ellos se olvidaron por completo de Palemon que nuevamente se alejó de la dantesca escena, al igual que su mente, comenzó a caminar como un zombi pero con el rostro bañado en lágrimas, miró al cielo, vio la luna creciente y la siguió.

*****

A media noche se dio la voz de alarma por la falta de un vigía cuando todos sus demás compañeros se reportaron a la hora que estaba estipulada pero pasó una marca cuando en verdad sus compañeros tomaron en serio la ausencia del "casanova".

-¿Están seguros que no está haciendo una de las suyas?- preguntó malhumorado el capitán de los vigías al ser despertado de tan placentero sueño después de haber pasado esa tarde con su esposa.

-Seguros Magnor, el nunca había faltado a la hora de reportarse- dijo dándose cuenta de la mirada incrédula del capitán -bueno ha llegado hasta media marca tarde pero nunca una marca entera, además siempre insinuaba que esa noche sucedería- concluyó Darles algo incómodo por la confesión.

-Lleva una patrulla, busquen a ese sinvergüenza y cuando lo encuentren ¡me lo traen! -ordenó furioso el altivo capitán centauro de melena cobrisa -esté con quien esté, esta vez no se saldrá con la suya- concluyó dando un fuerte colazo, luego se dio media vuelta y regresó con su esposa.

-Ahora si que no se libra de esta- comentó Librius amigo de Arter, el desafortunado centauro.

-Ya era tiempo, siempre se monta a las mejores- dijo Darles con una sonrisa burlona.

-Ya escucharon- ordenó Librius molesto por el comentario tan poco delicado para con las chicas.

-¿Con quién creen que este?- se escuchó un voz preguntar sobre el ruido de cascos contra el suelo.

-Apuesto que es con la pelinegra de costura- fue la contestación de otra voz entre risas.

-Creo que está con la rubia, la nueva escriba- dijo otro entre carcajadas.

-¡Pero si es muy joven!- dijo Librius al recordar a la jovencita de unos dieciséis veranos.

-¿Es que no has visto esas ancas y esa grupa?- pinchó otro centauro a Librius.

Era conocido por todos que Librius era un fiero guerrero pero un total caballero en cuanto se refería a las damas, no entendían como podía mantener tal amistad con un centauro como Arter que no respetaba estatus alguno de las hembras y hacia caso omiso de los sermones de parte de su amigo.

Mientras que el grupo de centauros de dirigían a la zona que tenía que patrullar Arter, los tres depredadores habían dado buena cuenta del centauro. Entre los tres cargaron al pesado y gran centauro sobre sus hombros y luego de un rato de cargar con el cadáver lo dejaron sobre el suelo y regresaron para ocultar la zona de lucha.

A media noche ya estaban reunidos con las dos mujeres que no podían creer la suerte que tenía, se les hizo agua la boca por probar la carne de centauro y sus efectos. Cuando Erga se dio cuenta de que los hombres ya habían comido el corazón del centauro monto en cólera durante un buen rato cosa que a ninguno de los tres le importó.

Baltos alegó que de no haberlo echo se hubiera perdido los efectos "benéficos" que proporciona "su frescura" sin mencionar que ellos fueron los que lucharon contra el fuerte centauro y que les hubiera tomado mucho más tiempo traerlo consigo sobre sus hombros.

A Erga no le quedó de otra que tranquilizarse antes de que saliera el tema de su reciente ineptitud a la hora de drogar con sus famosas hiervas y su sabiduría.

-Es, es increíble -dijo asombrada Naida mientras tocaba al ensangrentado centauro colgado de las patas.

-Sientes el poder al sólo beber su sangre- le informó Delto tocándose la herida en el hombro.

-Y su corazón aún caliente, ¡Dioses!- dijo Tailus muy exaltado -Eso si es fuerza, energía, vida- terminó de decir mientras se miraba los brazos cubierto de sangre mientras abría y cerraba los puños, sin siquiera sentir dolor en las claras marcas de los dientes del centauro en sus manos.

-Oh sí, ya lo creo que fuerza y energía era lo que tenía -comentó Baltos frotándose la mandíbula en donde Arter asestó de lleno un derechazo.

-¿Y los demás?- preguntó una ansiosa Erga.

-No vimos a ningún otro -respondió Baltos mientras se sentaba en un banquillo.

-Es posible que estemos en los límites de su territorio y por eso no han vistos a ningún otro de su especie -dijo pensativamente Naida.

-Será mejor hacer esto rápido y alejarnos, ya sabemos donde encontrarlos -opinó Delto tomando una pala para empezar a cavar una fosa.

-Vamos Naida, tomemos lo que necesitamos para irnos de aquí -urgió la mujer mayor.

-Ya quiero comparar lo que he sentido hoy con la de esa Ex Señora Guerrera -dijo Taylus elevando el rostro hacia el cielo nocturno mientras cerraba los ojos e inspiraba profundamente sintiendo como corría por sus venas la vitalidad de guerrero centauro. Pronto guerrera, pronto.

Continuará...


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