Las hojas de los árboles comenzaron aparecer. Las flores de los campos comenzaron a
florecer. Dando así la bienvenida a una primavera majestuosa y llena de color. En medio
de toda esa nueva vegetación, había un arroyo, y muy cerca de allí un campamento,
totalmente preparado y equipado.
- Xena es inútil jamás lo lograré-. Bufó. - Es imposible-. Una morena se sumergió
sacando dos peces y lanzándolos a la orilla.
- Gabrielle pon atención-. Se levantó acercándose a la joven, cuya agua le cubría por
las piernas-. Flexiona más las rodillas, y ladea un poco la cabeza, atenta-. Xena hizo
lo mismo a medida que se lo explicaba. Y no tardó en sumergir sus brazos atrapando una
larga anguila.
- Lo dejo, abandono-. Miró a Xena.- La pesca no es lo mío-. Salió del agua refunfuñando.
No todo el mundo puede hacer lo que tu haces guerrera. Por no decir nadie. ¿Vamos
Xena no me digas que no lo sabias a estas alturas?
Se sentó en una roca y observó como la guerrera salía del agua y limpiaba los peces. La
guerrera al sentirse observada levantó la cabeza y dio de lleno contra uno ojos verdes.
Terminó de prepararlos y se limpió las manos en el arroyo.
- Eh ahí abajo-. Gabrielle levantó la cabeza y se encontró a Xena de pie frente a ella.
- Eh ahí arriba-. Le siguió el juego. Ambas sonrieron.- Xena es imposible pescar con
las manos-. Vio como la guerrera enarcaba una ceja.- Bueno para ti no.
- Gabrielle llevas poco tiempo intentándolo-. Vio venir la protesta de la bardo.- Tres
días no son los años que yo tuve que aprender para lograr hacerlo.
- ¿Estuviste años para eso?-. Xena se puso en jarras.- Bueno, es que tú haces que
parezca fácil de hacer-. Aclaró.
- Tu caso es distinto, sabes que si no pescas no te quedas sin comer-. Gabrielle
asintió comprendiéndolo.
Xena hizo una mueca y un levantamiento de hombros.
- ¿Estas bien?-. Xena la miró y vio la preocupación en los ojos de la bardo.
- Sí-. Miró hacia Argo.- Solo que tendremos que parar en la próxima aldea, y asanchar
más la armadura. De paso cambiar las herraduras a Argo-. Concluyó.
Gabrielle comenzó a mirar los bíceps de la guerrera y los suyos propios, y un suspiro
se escapó de sus labios entreabiertos. Después un brillo de diversión apareció en sus
ojos. Xena al verlo esperaba ya lo peor.
- Por lo que se ve-. Gabrielle se levantó y toco él estomago de la guerrera.- La
comida a echo mella-. Dijo de carrerilla con ojos inocentes.
- ¿Me estas diciendo que estoy gorda?-. Preguntó Xena haciendo una mueca.
- Lo que estoy diciendo es...-. Dio un paso atrás.- Que estas fondona-. Y salió
corriendo y riendo, sabiendo que la guerrera no tardaría nada en seguirla. Y no se
equivocó.
Xena con grandes zancadas no tardó en capturarla, sosteniéndola con un brazo y con el
otro revolviendo la melena rubia.
- Nooo Xena-. Intentando zafarse.- No... Eso no Xena-. Vio un brillo de malicia
aparecer en esa mirada azulada. Dejó de removerle la melena, y se chupó un dedo y se
fue dirigiendo a la barda.
- Xena era broma-. Viendo el dedo acercarse.- No estas fondona, has aumentado músculo-.
El dedo alargado estaba a pocos centímetros de su oído. Cerró los ojos sabiendo lo que
se avecinaba. Pero el dedo no llegaba, sin embargo el amarre aun estaba. Abrió los ojos
lentamente y se encontró dos pares de ojos azules mirándola. Un brillo diferente
percibió Gabrielle en esa mirada. Y se estremeció y se dejó capturar por él.
¿Gabrielle cuándo te has convertido en la mujer que eres ahora?. Ha pasado tiempo y
sigues ahí siguiéndome, a pesar de los peligros que corremos en cada instante. ¿Por qué?
Esa respuesta no la se responder. No ahora no con todo lujo de detalles. Siempre has
sido hermosa, pero no es comparable a como lo eres ahora. ¿Es lo normal ver a una amiga
de esta forma? La primera vez que viniste a mí te vi como una cría, después como una
hermana pequeña a la que no me podía quitar de encima. Después te convertiste en mi
mejor y amiga y ahora... Quiero algo más.
Xena céntrate es Gabrielle y no quieres que se vaya de tu lado. Además parece que esta
hablando.
- ¿Decías?-. Preguntó dejando a un lado sus pensamientos.
- ¿Xena estas bien?-. Gabrielle la miró a los ojos intentando ver la respuesta en ellos.
Pero los volvía a cerrar, no mostrando expresión en ellos.
Ya esta otra vez, ¿Por qué se cierra a mí? ¿Acaso no confía suficiente en mi? ¿Acaso
a descubierto que mis sentimientos hacia ella han cambiado? Dios que no sea eso. Intento
no tocarla demasiado, dejarle su espacio, como siempre. Pero en ocasiones ya no puedo
controlarme. Necesito sentir sus fuertes brazos, sentir el tacto de su piel aunque sea
un poco, su calor.
- ¡Gabrielle eh!-. Xena sonrió.- Sigo aquí sabes.
- Estaba pensando-. No quiso que sonara tan serio, como sonó.
- ¿Estas bien? ¿Te preocupa algo?-. Le alzó el mentón cuando Gabrielle lo bajó.
- Estoy bien-. La miró-. Solo pensaba en hacer una visita a las amazonas-. Dirigió su
mirada hacia otro lugar. Ella no podía ocultar sus emociones, como lo hacia la guerrera.
Me miente.
- Me parece bien-. La miró.- Primero nos detendremos en la primera aldea a por víveres-.
Gabrielle asintió.
La guerrera volvió al campamento, justo a tiempo, para que no se le quemara la cena. La
retiró del fuego. Y colocó dos peces en cada cuenco, le pasó uno a la pensativa bardo
que se acababa de sentar en uno de los tronco cerca del fuego.
- Esta rico-. Dijo Gabrielle sonriendo mientras devoraba el pescado, satisfecha al
sentir las especias en su boca.
- Al estar contigo algo se me tiene que pegar-. Contestó haciendo sonreír de nuevo a
la bardo.
Cuando se convirtió en guerrera, se dedicaba a pescar, a cazar y a la sartén, no
dedicaba su valioso tiempo a darle sabor con especias. En cuanto conoció a Gabrielle y
vio su esmero desde el principio para hacer sabrosas comidas. Xena también se dio
cuenta, que Gabrielle se sentía bien, siempre que ella repetía plato, sus ojos brillaban
contentos. Fue entonces cuando comenzó a observar más sus movimientos y lo que echaba,
pensando que algún día, ella podría recompensar a la joven, con una buena comida.
- Me alegra haber contribuido hacer que la Princesa Guerrera se haga más perfecta de
lo que es-. Gabrielle la miró sin hacer una sonrisa, pero sí una burla con sus ojos.
- Yo no soy perfecta-. Se hizo la ofendida.
- Vamos Xena, toquemos tierra con los pies-. Se rió cuando la guerrera se desabrocho
las botas y toco con sus pies la tierra, irguiendo una ceja después.- Nadie te supera en
la lucha, porque eres la mejor. Tu mente es abierta y más astuta que cualquier animal.
Ni un felino puede superar tu agilidad y fuerza. Tus reflejos son increíbles, ves y
sientes y oyes las cosas antes que aparezcan. Encima sabes pescar y no pescar con caña,
no, sino con las manos. Y ahora incluso sabes cocinar. ¿Qué será lo siguiente eh
guerrera? ¿Escribir poemas?-. Y nadie supera tu belleza, pero eso si lo debes saber
¿no?
Xena se sintió incomoda al escuchar a la bardo, ella no era perfecta y quería que
Gabrielle lo supiera. Cometía errores como todo el mundo, pues era mortal. Y esos
errores a lo largo de su vida le habían cobrado factura.
- Gabrielle No soy perfecta-. Susurró de nuevo.
- Xena hablaba en broma-. Se acercó a la guerrera y se sentó en el petate, al lado de
ella.
- Lo sé, pero quiero que lo sepas-. Aseguró mirando fijamente al par de ojos verdes.
- Xena se que no eres una diosa-. Xena puso los ojos en blanco.- Pero se que para
muchos lo eres, o al menos una semidiosa-. Para mí lo eres.
- Vamos Gabrielle-. Bufó.- Dime una sola persona, una sola, que conozcas que crea que
yo podría se una semidiosa-. Agachó la cabeza esperando las palabras de la bardo.
Xena sabía que había hecho mucho mal en el pasado. Nadie la vería a ella perfecta y
menos como una diosa o semidiosa.
- Yo-. Susurro la bardo mirando al fuego.
Xena alzó la cabeza sorprendida, creía que sus oídos por primera vez habían oído mal.
- ¿Qué?-. Preguntó.
- Xena yo siempre té... Bueno que siempre té he visto como una semidiosa, tu fuerza y
habilidad se puede comparar perfectamente con la de Hércules-. Levantó la cabeza un
momento para ver los ojos de la guerrera, y vio en ellos sorpresa y dulzura. Y algo más
que no sabía describir.
La mano de la guerrera subió hasta alcanzar los pómulos de la bardo, los acarició
suavemente y notó como la bardo se inclinaba hacia esa caricia, hacia esa mano.
-Gabrielle yo...-. Comenzó a descender, hasta que sus sentidos se pusieron alerta. Un
intruso se acercaba, y había elegido el peor momento para presentarse. La guerrera se
puso de pie y rígida, dejando a una aturdida bardo.
Cuando salió de él, y vio el semblante de la guerrera, supo que tenían visita, y
maldijo en silencio, aquel o aquella persona que les interrumpía en aquel preciso
momento.
Gabrielle se levantó y cogió su vara, colocándose justo al lado de Xena esperando al
intruso. Entonces vio como la guerrera se volvía a sentar y dejaba su espada al lado
sobre el petate con cara de pocos amigos.
Gabrielle cerró sus ojos, y puso en practica lo que la guerrera le había enseñado
semanas antes. Tenía que sentir más allá de su propia respiración, más allá que el
ruido de la leña al quemarse. Y entonces lo oyó, oyó la voz de su intruso. Y sus ojos
se pusieron en blanco y bufó. Xena sonrió. Se sentó junto a Xena hasta que el molesto
intruso, entrara en el campamento.
- Joxer el Grande siempre tan campante-. La voz se iba acercando.- Buscando a un
ayudante, juntos acabaran con el mal, llevando a todo el mundo la pazzzzzzzz-. Entró en
el campamento y sonrió al ver a sus dos amigas por fin.
- Os he estado buscando-. Les aseguró.- Xena deberías ocultar más tus huellas, un niño
de tres años podrían encontrarlas-. Afirmó.
- Eso es evidente-. Contestó la bardo con sarcasmo. Le gustaba ver a Joxer de vez en
cando, era su amigo. Pero había venido en el momento menos indicado y aun seguía furiosa
por ello.
- Joxer no tengo que ocultar nada, por que no me escondo de nadie-. Contestó con una
voz de doble filo la guerrera.
- Ya-. Con un hilo de voz. Tiró su propio petate y lo acercó al fuego, se tumbó en él
y contempló las estrellas.
- ¿Qué aventura nos espera mañana amigas?-. Preguntó bostezando.
- Parar a cambiar las herraduras a Argo en la primera aldea que pasemos-. Respondió
Xena, antes de cerrar sus ojos. Pensando en lo que podría haber ocurrido si Joxer no las
hubiera interrumpido.
La noche pasó amena sin ningún contratiempo. O eso es lo que pensaban, unos ojos verdes,
observaban el campamento desde unos arbustos, mientras los habitantes de él dormían
plácidamente.
Joxer se lavantó al amanecer con velocidad, con necesidad de descargar en un arbusto,
salió corriendo. Y cuando llegó un chillido salió de su garganta, que hizo abrir unos
ojos azulados de golpe.
Agarró su espada y fue en busca de esa llamada, la barda y reina amazona la siguió
después de verla correr.
Allí se encontraron a Joxer con los pantalones y los calzones bajados, y los ojos como
platos y perdidos mirando a unos arbustos mucho más lejanos.
Gabrielle al ver las partes nobles de su amigo, giró su cabeza. Con la esperanza de
darle tiempo, para que se subiera los calzones al menos.
- Joxer-. Le sacudió con fuerza la guerrera. Joxer abrió los ojos más, abriendo la
boca y cerrándola, sin encontrar palabras que decir o voz con que decirlas. Un
chorrillo amarillento, comenzó a surgir, dando de lleno sobre las piernas de la morena
guerrera.
La guerrera se apartó pero ya era demasiado tarde, se miró con asco las piernas mojadas
y miró incrédula a Joxer.
- Santa Atenea-. Gruñó-. Pedazo de estiércol, boñiga de vaca-. Xena lo levantó
zarandeándolo, Gabrielle se dio la vuelta sin comprender el repentino cambio de su
amiga.
- Xena le vas a hacer daño-. Dijo sin comprender.- ¿Qué ha ocurrido?-. Preguntó
desorientada.
- ¿Qué, que ha ocurrido?-. Preguntó incrédula. Señaló sus piernas con uno de sus dedos-
¡Qué me ha meado, coño! Deshazte de ese pedazo de cabrón antes que lo mate-. Y se fue
refunfuñando hasta el lago.
Gabrielle se sorprendió de ver a su experta guerrera así. La había visto furiosa, dolida,
triste, violenta, pero aun así cuidaba mucho su lenguaje. Y más si estaba ella presente,
pero hoy había dejado ver su yo más vulgar. Las amazonas le habían asegurado, que cuando
ella se ocupaba de las reuniones reales y Xena estaba en la posada, y jugaban al rey y
perdedor, su vocabulario era más extenso por así decirlo. Y ella que estaba las
veinticuatro horas con la guerrera nunca le había oído decir tacos hasta ahora.
- Joxer-. Lo llamó con la voz más dulce que pudo. Los ojos de Joxer la miraron y
comenzó a relajarse. Al comprobar que estaba desnudo delante de la mujer que amaba, se
sonrojó y avergonzado se subió los calzones seguidos de los pantalones, sin, mirar más
los ojos de la barda.
- ¿Joxer que ha ocurrido?-. Miró a su amigo con preocupación.
- Había...-. La bardo agarró la mano del asustado Joxer y tiro de el hasta el
campamento. Entonces vio el desorden de sus pergaminos, y las huellas de animal, por
todo el campamento.
- ¡Xena!-. Gritó. Se acercó corriendo a sus pergaminos contándolos todos, y
comprobando si se habían llevado alguno.
- ¿Qué?-. Entró y vio las pisadas de animal, cuando fue al río, ni siquiera se había
percatado de ellas. Vio a su amiga sobre el petate, introduciendo de nuevo los pergaminos
delicadamente en su mochila.
- Han robado mis pergaminos-. Gruñó-. Me los podrían haber pedido-.
Xena se agachó sin hacer mucho caso a su amiga, y observó las huellas de animal. No
reconociéndolas. Al levantarse se encontró cara a cara con Joxer.
- Joxer mantente alejado de mí por un tiempo-. Gruñó-. O no respondo de mí-. Sus ojos
se enfriaron. Joxer tragó sonoramente. Y retrocedió una prudente distancia.
- Gabrielle recojamos el campamento-. La bardo comenzó a recoger, refunfuñando.-
¿Estas segura que se han llevado pergaminos?-. Preguntó seria, aunque amagando una
sonrisa. ¿Para que querían unas criaturas pergaminos? ¿Para limpiarse el trasero?
Como yo lo hice una vez uf jeje.
- Xena mira tres, quedan tres-. Les mostró los tres que quedaban.- Con lo que llego a
la conclusión de que me faltan otros tres, por que tenía seis sabes. Y creo que no he
perdido mi capacidad de contar. ¿Tu que crees guerrera?
- Vale Gabrielle, no te enfades-. Se acercó toda seria a la bardo, colocó sus dos manos
sobre los hombros de la joven.- Buscaremos a esas criaturas y haremos que te devuelvan
los pergaminos, si es eso lo que quieres. Aunque tenga que patear todos sus asquerosos
culos peludos.
- ¿Té estas riendo de mi verdad?-. Preguntó la bardo queriendo descifrar si el
ofrecimiento de la guerrera iba en serio.
- Gabrielle, si para ti es importante, los encontraré-. La bardo vio sinceridad en el
rostro de la guerrera. Xena quería enfrentarse a unas bestias que no conocía, solo por
recuperar sus tres pergaminos.
- Gracias Xena-. Sonrió-. Pero no hace falta, siempre puedo volverlos a escribir y
mejorarlos-. La guerrera asintió.
- Xena lo siento-. La voz de Joxer era débil-. No era mi intención. No me di cuenta-.
Agachó la cabeza avergonzado.
La guerrera puso mala cara al recordar lo sucedido y luego miró a la bardo que sonreía,
quitándole todo malo humor.
- Vale Joxer-. Dijo por fin-. Pero que no vuelva a suceder-. Joxer alzó la cabeza
contento y asintió-. Y Joxer, si oigo por alguna posada que Joxer el Magnífico meo a la
Princesa Guerrera. Date por muerto-. Joxer asintió de nuevo con ojos de terror,
totalmente convencido de que la guerrera cumpliría su amenaza.
La guerrera escuchó una dulce carcajada, y puso su cara de intimidación característica,
que nunca le fallaba con sus atacantes, excepto con una cierta reina amazona.
- Y tu, ni se te ocurra escribirlo en uno de tus pergaminos-. La señaló-. Oh... -. No
pudo concluir su amenaza, pues la reina amazona se acercó también intimidante.
- ¿Oh que guerrera sabihonda?-. Puso sus manos en jarras, esperando la contestación de
la morena guerrera. Que sonrió presagiando algo malo. Chupo su pulgar y lo agito en el
aire, haciendo a la baja rubia retroceder. Gabrielle asintió.
Comenzaron el trayecto y Xena iba deteniéndose de vez en cuando, sintiendo una
sensación. Sentía una presencia si, pero no era la de un dios, ni la de algún atacante.
No sabía si eran amigos o enemigos, pero no les habían atacados. Y la guerrera estaba
segura de que estaban ahí observándoles, estudiándoles.
- ¿Qué pasa Xena?-. Susurró Gabrielle sin que Joxer oyera.
- Alguien nos observa-. Gabrielle asintió y apretó más su vara dispuesta a utilizarla
si hiciera falta-. No sé qué, ni quién, ni con qué fin. Pero hay bastantes-. Concluyó
Xena, al ver que Joxer se acercaba.
- Estamos llegando-. Avisó señalando la pequeña aldea.
Al llegar hicieron lo de costumbre, Gabrielle se fue a la posada en busca de dos
habitaciones, y Joxer la acompañó. Xena llevó a Argo al herrero.
Cuando Xena entró en la posada, encontró a sus compañeros enseguida, sentados en una de
las mesas.
- ¿Tenemos todo lo necesario?-. Preguntó a Gabrielle.
- Sí-. Sonrió-. Y ya he pedido la comida y todo a un mítico precio de catorce dinares
los tres, las dos habitaciones, baños, el establo y comidas. ¿Qué te parece?-. Gabrielle
estaba orgullosa de la ganga que había conseguido.
- Fantástico como siempre Gabrielle-. Alabó.
Xena se sintió más tranquila al no sentir ya la sensación, quizás no entraban en las
aldeas, por peligro de que les viera la gente.
- ¿Joxer qué paso en el campamento?-. No había pensado más en el percance que asustó a
su amigo.
- No quiero hablar de ello-. Cuatro pares de ojos lo miraron asombrados.
- ¿Haber quien eres tu y donde esta el Joxer que conocemos?-. Pregunto Gabrielle
preocupada y quitando el hierro al asunto al mismo tiempo.
- No me creeréis-. Afirmó.
- Desembucha-. Ordenó Xena
- Me levante por necesidad... Ya sabéis-. Xena giró la cabeza recordando eso,
Gabrielle rió y recibió un codazo, que le hizo hacer un aullido de un perro lastimado-.
Pero vi como unos matorrales se movían, me acerqué un poco, y cuando los abrí ahí
estaba la cosa más horrible y maravillosa que he visto en mi vida.
- Joxer explica eso. ¿Cómo puede ser algo horrible y maravilloso a la vez?-. Preguntó la
bardo curiosa.
- Su cara y sus piernas eran las de un león, sus ojos y sus brazos humanos, y juntó sus
brazos dos alas se abrieron y ascendieron hacia el cielo, como las de un ángel-. Joxer
aleteó con sus manos explicando como la bestia voló con sus grandes alas.
- ¿Xena has visto alguna vez un animal así?-. Xena negó con la cabeza-. ¿Pero tampoco
has visto unas huellas como las del campamento?
- ¿Joxer estas seguro que no estabas aun dormido?-. Joxer asintió con total seguridad.
- Xena jamás en la vida he estado tan despierto-. Su voz era más segura que de
costumbre.
Al amanecer emprendieron el camino a la aldea amazona, y Xena volvió a sentir esa
presencia. ¿Por qué las perseguían a ellas? ¿Por qué había robado los pergaminos de su
bardo? ¿Qué eran esas extrañas bestias haladas? ¿Y qué estaban tramando?
Joxer se despidió en el cruce de la entrada de la aldea de las amazonas. Los varones no
eran bienvenidos allí, solo se les invitaba para procrear. Y precisamente Joxer no era
el espécimen que ellas iban buscando para esa faena.
Al entrar en el camino, las centinelas bajaron de los árboles, con sus respectivas
mascaras puesta, al reconocer a su reina se inclinaron y volvieron a levantarse.
- Mi Reina es un honor volver a verla-. La saludó Chilapa.
- El honor es mío al volver a veros-. Sonrió a todas las centinelas.
Se despidieron de ellas, y continuaron el camino hasta llegar a la aldea. Que tan solo
verlas se acercaron a saludarlas.
En otro camino, un joven larguirucho con un gorro de punta, iba cantando con alegría.
- Joxer el Grande, siempre tan campante. Buscando un ayudante...-. Un ser peludo y
halado, le cortó el paso. Sus piernas comenzaron a temblar, no aguandó el peso de su
cuerpo, y cayó de rodillas.
- No temas, no te haremos daño-. Joxer alzó la cabeza y vio como más criaturas haladas
descendían del cielo. Eso fue lo último que vio al desmayarse.
No muy lejos de allí en la aldea amazona, Gabrielle la bardo ejercía por derecho de
casta el puesto de reina. Y debía de atender reuniones con el consejo. Xena dedicó ese
tiempo a ir a la zona de entrenamiento. Donde debía reconocer que se lo pasaba bien, con
las demás jóvenes y no tan jóvenes entrenando.
- ¿Xena cómo lo haces? Cada día eres mejor-. Preguntó una de las jóvenes.
- No dejes de entrenar y mejorarás-. Aseguró.
- En otras palabras Krisia no te duermas en los laureles-. Dijo Eponin, todas rieron.
A Gabrielle le gustaba la cultura amazona, pero por mucho que se esforzaba para entender
las leyes, algunas se le escapaban. A veces a solas pedía consejos a Xena, dado que ésta
era una veterana guerrera, y las amazonas también lo eran.
Ahora tenía un gran dilema, una joven amazona con solo unos once veranos, había agredido
gravemente a una de diecinueve. Una de las leyes estipuladas era que debía o bien
desterrar a la amazona en cuestión, o dejar que un familiar de la víctima la asesinara
en la plaza, la tercera opción era que ambas familias lucharan en combate.
La primera opción la tenía descartada, solo era una niña, fuera de la nación moriría. La
segunda era aun peor, por no hablar de la tercera opción, esa solo acarrearía más muertes.
Necesitaba hablar sin duda con Xena, y necesitaba ir a ver a la pequeña agresora. Le
habían avisado de que estaba custodiada por dos veteranas amazonas, dado que la pequeña
se había resistido a ser encerrada y había actuado violentamente, empuñando un puñal.
Continuará...