Disclaimers: Xena: Princesa Guerrera, Gabrielle y todos sus personajes son absoluta propiedad de copyright de MCA/Universal y Renaissance Pictures. Aunque si pudiera viajar al pasado los registraría a mi nombre y no hubiese permitido que el grandísimo... "Señor" Robert T. Y CIA, Escribieran ese soso capítulo final, donde la guerrera se deja matar.
Advertencia de amor: Amor y dolor... nunca van separados.
Comentarios a: ffmorgan1@hotmail.com


EL RELATO FINAL

FFMorgan

El invierno desataba su furia sobre el camino, el aire frío calaba hasta los huesos, el solitario jinete cubrió su rostro con una manta de piel y apuro el paso del cansado caballo, el pueblo parecía solitario, todo el mundo había buscado refugio cerca de un buen fuego, se detuvo frente al establo desmontando lentamente, tomó las riendas del animal con delicadeza acariciándolo con gran afecto, entro al oscuro lugar, un hombre fornido se acercó, intercambiaron unas cuantas palabras, el solitario jinete sacó unas monedas y se las entregó en silencio, volvió a acariciar al animal y salió rumbo a la taberna, entro al lugar que se encontraba atestado de gente, miró de un lado a otro buscando un lugar donde poder sentarse a descansar, al fondo del salón en un rincón, encontró una solitaria mesa, descubrió su cuerpo retirando la manta de piel, todos los comensales guardaron silencio mientras observaban a la extraña que acababa de entrar por la puerta, una joven rubia, de cabello corto, menuda, ojos verde mar, fríos como el acero, una extraña vestimenta de guerrero cubría su bien torneado cuerpo, camino hacia la mesa entre los murmullos de la multitud, parecía no oír a nadie, se sentó en un rincón esperando que la atendieran, la mesera corrió a su lado, con una sonrisa nerviosa la saludo
- Buenas noches – un movimiento de cabeza fue la respuesta
- Quiero cerveza y algo de comer – pidió cortésmente sin mirarla
- ¿Algo en particular? – dijo temerosa la muchacha, la rubia alzó la cabeza mirándola por primera vez
- La especialidad de la casa – una sonrisa se dibujó en su cara, el frío de su mirada había desaparecido, dando paso a una calidez poco habitual en aquel perdido lugar
- Le traeré lo mejor que tenemos – dijo la joven respirando tranquila y sin miedo a la extraña mujer guerrera, corrió a buscar la comida, minutos más tarde regresó con el pedido, depositándolo en la mesa, otra sonrisa de la rubia fue su recompensa – si necesitas algo más... solo me lo pides y lo traeré de inmediato
- Gracias – susurró comenzando a comer, vació el contenido del plato con prisa, luego se dedico a beber la cerveza con más calma, observando a los presentes que ya habían dejado de prestarle atención, la mesonera se sentó tímidamente frente a ella
- ¿Cómo te llamas? – la curiosidad brillaba en su mirada
- Gabrielle – fue la serena respuesta
- ¿Eres una guerrera? – la rubia rió de malas ganas
- No... no soy una guerrera
- Por tus ropas yo pense que...
- Lo imagino... pero no lo soy... de hecho no sé que soy... – su mirada se perdió en el infinito – Alguna vez luche... – sus ojos se humedecieron – Tenía un motivo para hacerlo... ahora ese motivo... no está a mi lado
- ¿Un compañero?
- Una compañera... – dijo sonriendo triste – La razón de mi existir...
- ¿Qué paso con ella?
- Murió... y me dejó sola en este mundo...
- ¿Cómo se llamaba?
- Xena...
- ¡La princesa guerrera! – exclamó asombrada – Entonces tú debes ser... La bardo de Potadia... – Gabrielle sonrió al oír sus palabras
- Alguna vez fui una bardo... su bardo...
- He oído sobre ti...dicen que eras la mejor de todos, contabas las mejores historias... ¿Por qué ya no lo haces?
- Mis historias eran sobre ella... ahora no tengo nada que contar
- ¿Y tu dolor? ¿Acaso no es una buena historia?
- Mi dolor es mío... además nadie quiere escuchar historias sobre el dolor de una bardo…
- Yo si quiero... – la miró con intensa ternura – a mí me gustaría oírte... si quieres hacerlo... hay muchas personas aquí que querrían oír sobre el dolor de la gran bardo Gabrielle y su compañera Xena...
- ¿Las hay?
- Te lo aseguro... – afirmo levantándose de golpe y gritando a viva voz – Amigos... Amigos... – el silencio se hizo presente en el lugar – He aquí alguien muy especial... – señalo a la bardo - Ella es Gabrielle la bardo de Potadia... la compañera de Xena... la princesa guerrera – un murmullo generalizado se hizo presente – Todos hemos oído de la muerte de la gran guerrera, todos entristecimos al saberlo... nadie se ha preguntado por el dolor de su compañera, una vida entera peleando a su lado, ella lleva ese dolor en el alma... es una bardo, aunque no quiera admitirlo... los Bardos expresan sus sentimientos con palabras... ¿Quieren oír su dolor? – La pregunta encontró eco en los presente que comenzaron a gritar ¡Queremos oírla, queremos oírla! – Ves Gabrielle... – La rubia lloraba en silencio, la muchacha acarició su rostro con ternura – queremos oírte... adelante... comparte tu dolor con nosotros... eso te ayudará a sentirte un poco mejor... no curará tus heridas, pero alivianará tu alma... inténtalo, no tienes nada que perder – la tomó de la mano guiándola hasta un improvisado escenario que habían levantado varios comensales, la rubia se dejó llevar sin protestas, la ayudó a sentarse en un taburete - El escenario es todo tuyo Gabrielle... haz lo que mejor sabes hacer – beso su mejilla y la dejó sola, la bardo levantó la vista hacia los presente mirándolos uno a uno, respiro hondamente buscando fuerzas en su interior, secó sus lagrimas con la mano y con una triste sonrisa comenzó a hablar
- Mi nombre es Gabrielle... este es mi ultima historia como bardo... y quiero contarles acerca de mi dolor... – La sala enmudeció, se podía escuchar la respiración de cada uno, los ojos atentos a la joven y el corazón presto a sus palabras - ¿Saben lo que es perder al ser que mas han amado en toda su vida? Yo lo sé... yo la perdí... su nombre era Xena... la poderosa princesa guerrera... mi compañera de aventuras, de vida... mi amiga, mi hermana, mi familia, mi hogar, mi único y verdadero amor... ¿Alguna vez han visto a alguien que viva sin su corazón? Pues ahora la están viendo... el día que mi guerrera me dejó, mi corazón se hizo pedazos, se partió en dos, se desangró, ya no existe, ya no late, ya no es capaz de mantenerme viva, solo camino por ahí, pero el dolor que cargo es tan grande, que no existe nada en este mundo que me lo pueda quitar... nada... no me importa si es de día o de noche, si llueve o sale el sol, no me importa si vivo o si muero, no tengo nada más porque vivir, ... – su rostro reflejaba el dolor de sus palabras - ¿El amor del mundo? No me importa... nada vale la pena sin ella, nada tiene sentido sin ella... ella hacía de mis días algo maravilloso, cada despertar valía la pena solo por mirar sus hermosos ojos, solo por escuchar su voz, solo por verla sonreír, solo por tenerla cerca de mi, por tocarla, por sentirla, por amarla, por odiarla, por luchar a su lado, por desearla a cada instante, por temer perderla en cada batalla, por extrañarla cuando me dejaba sola y se perdía en lugares que ni conozco, por abrazarla, por cuidarla, por sentirme protegida entre sus brazos, por hundirme en su cuerpo y saborear su olor, por tocar su pelo, por discutir con ella por pequeñeces, por su cara de rabia, por su dolor, por su pasado, por su presente, por ser la mujer que ella había elegido para compartir sus días y sus noches... – el salón se inundó con la angustia de su voz, lloraba con el alma desgarrada en mil pedazos - ahora ya nada queda, abro los ojos y solo existe dolor y oscuridad, temor... porque la veo morir en mi mente una y otra vez, porque veo su cuerpo mutilado una y otra vez... y no quiero seguir sin ella... y no puedo seguir sin ella... dolor... angustia... rabia ... desesperación... ira... desprecio por la vida... esas son las emociones que hoy por hoy me colman, el amor que una vez sentí... se esfumo el día que ella dejó este mundo... han pasado casi tres años de su muerte... y el dolor es aun mayor que el primer día de sus ausencia... dicen que el tiempo todo lo cura... quizá pueda curar muchas cosas... pero el amor, ese que sientes en cada fibra de tu cuerpo, ese que corre por tus venas y te alienta a respirar, ese que te nutre, ese que te hace vibrar con el solo roce de la piel de tu amada, ese que te hace hervir la sangre con solo una mirada, ese que te revuelve el estómago con un toque de sus labios, ese que te hace sentirte la dueña del mundo, sentir que todo lo puedes, que no hay nada que no seas capaz de hacer si estas con ella... ese amor... es inmune al tiempo, a la distancia... a la muerte... ese amor no nos deja nunca y el tiempo solo logra acrecentar el dolor de la pérdida... yo lo se... yo lo vivo día a día... ya no quiero seguir... solo quiero cerrar mis ojos con fuerza y no volver a despertar sin ella a mi lado... este es mi dolor... el dolor que cargo hace tanto tiempo y que por primera vez... soy capaz de dejar salir ante otras personas... soy Gabrielle... y este fue mi último relato... que pasará conmigo... no lo sé, solo sé que aquí estoy aunque no quiera estar aquí. – se levanto del taburete sin poder contener las lágrimas que corrían por sus mejillas, nadie hablo una palabra, los ojos de todos estaban empapados, poco apoco los clientes se marcharon en silencio, dando suaves palmadas a la bardo antes de salir, el salón quedo vacío, solo ella y la mesonera quien se sentó nuevamente a su lado acariciando sus manos con infinita ternura
- ¿Cómo te sientes? – preguntó preocupada
- Mejor... – fue la respuesta de la bardo – es extraño... pero siento un gran alivio en mi pecho... el dolor sigue allí... pero al compartirlo parece que es más fácil sobrellevarlo – sonrió triste
- Te ves cansada Gabrielle
- Lo estoy... estoy muy cansada... demasiado cansada...
- Ven conmigo – dijo tomando su mano – Hoy vas a dormir... confía en mí – entraron a una pequeña habitación , la chimenea estaba encendida, era cálida, ayudó a la bardo a despojarse de sus ropas, acostándola en la cómoda cama, la arropó con ternura, aparto unos mechones de pelo de su frente y deposito en ella un suave beso - Duerme Gabrielle... lo necesitas... – la rubia cerró los ojos que le pesaban enormemente
- ¿Quién eres tu? – pregunto casi dormida
- Una amiga... he venido a llevarte con tu guerrera, pequeña bardo... solo duerme cariño... duerme.

El día amaneció soleado, dos jóvenes caminaban juntos charlando y riendo, de pronto divisaron un cuerpo entre los árboles, se acercaron con cuidado, tocaron el cuerpo para ver si se movía, no hubo respuesta, retiraron la manta que lo cubría y la vieron, parecía dormir tranquila, en paz, una suave sonrisa asomaba en su rubia cara, la llevaron al pueblo, la gente la reconoció, era la bardo que la noche anterior había contado su ultimo relato. Nadie volvió a ver a la mesera en el pueblo nunca mas, se dice por allí que anda en el Olimpo haciendo hechizos de amor y en un lugar que solo los que han partido de esta vida conocen, frente a un lago iluminado por la luna llena, una guerrera alta e imponente, está sentada cubriendo con sus poderosos brazos a una pequeña, rubia y menuda bardo que sonríe desde el fondo de su alma, la que ahora, nuevamente está llena de amor.

FIN



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