Más
que un cemento olvidado
es
el cimiento de nuestro pasado,
la
imperfecta analogía
de
nuestra pleitesía
a
los blanquiazules colores
de
nuestros amores.
El
muro
no
es sólo cúmulo
sino
el músculo
que
arma la soledad
de
una sociedad
que
más que vapulearnos
reflejan
su cercana suciedad
de
expulsarnos.
El
Muro
es
el espacio empozado de nuestras
inquietas
almas que no se quejan
aún
con el paso amargo de las reyertas
que
huellas incurables nos dejan;
porque
para amar como amamos
no
es necesario tocar ni besar
sino
que en opacas noches batirnos
en
el filo de lo que es saber morir y saber matar.
Cuántas
botellas regadas
con
los infumables cigarros baratos
para
guarecernos de redadas
en
alegres y vanos ratos.
El
Muro
es
una casa de primer piso
que
odiamos
que
amamos
los
momentos que no nos quiso
pero
que adoramos
y
extrañamos.
El
Muro
graba
nuestro convulso lenguaje
que
los restantes
de
celular y buen traje
no
comparten.
Por
eso la idea de mi poema
porque
no encuentro mejor forma de expresarme
para
decir que el Cemento se enferma
y
de su agonía no sé cómo escaparme.
Para
saber amar como te amamos
no
es importante el paso amargo de los años,
porque
en ti sentamos no sólo el trasero
sino
las esperanzas y los recónditos secretos
de
las piedras inútiles
de
los nudillos dispuestos
de
los sueños frágiles
y los amigos siniestros.
MALACO