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REPASANDO A FULCANELLI

2.- La Figura de una obra de Trismosin: La Fuente Misteriosa al pie del Viejo Roble

(Apiano León de Valiente)

 

Este grabado aparece en "La Toyson d’Or". De Trismosin. Paris. Ch. Sevestre 1612. y es aludida por Fulcanelli, en "El Misterio de las Catedrales", Editorial Plaza & Janes, Editores, S.A. Edición 1991, Pág. 115.

Se trata de un jardín rodeado de setos. En su centro hay un Roble Hueco.

Al pie del Roble Hueco hay un Rosal con hojas de oro y rosas blancas y rojas.

El Rosal rodea al árbol y asciende por él hacia lo alto.

Al pie del árbol borbotea una fuente clara como agua, que se va infiltrando en la tierra y se pierde en la lontananza.

Hay varias personas que se desplazan buscando la fuente, entre esas personas hay cuatro ciegos que remueven la tierra, y otros, igualmente, que la buscan sin cavar. Estando la fuente ante ellos, no pueden encontrarla, excepto uno, que sopesa el agua en su mano.

El árbol alude a una existencia entregada al Arte de crecer y expandirse infinitamente, unido permanentemente a lo superior.

Ese roble es la expresión de la firmeza, de la decisión de elevarse hacia la Vida enaltecida, hasta donde lo permita el desarrollo de si mismo.

Simboliza el propio impulso de ascensión, que lo nutre y vitaliza desde la raíz de sus cimientos.

Él efectúa su propia combustión cuando absorbe del Sol la energía, y plasma cada fibra e hilo de su raíz o Mercurio Coagulado, para fabricar su alimento, el que cincela y multiplica todo su conjunto.

La raíz o simiente es la fuente de sus ramas y frutos. En todo ese crecimiento se cumple el principio de multiplicarse y corregir las partes obscurecidas de la Obra, propios de toda simiente mercurial, en la que están contenidas todas las cosas.

En el centro de toda simiente o trozo del Mercurio coagulado, está la manifestación del Origen que es, en último término, el único dador de Vida.

La parte vacía del roble hueco, alude a esa etapa del Solve et Coagula, en que la pequeña partícula de azufre licuado, se libera de su parte más densa, quedando en su centro un vacío, que posteriormente debe ser llenado con energía mercurial, por ello el espacio vacío del roble, simboliza a las acciones propias de la multiplicación y desarrollo e las distintas fases de la Gran Obra.

El Rosal de las hojas de oro, de rosas blancas y rojas, indica el largo proceso de la Obra, que se realiza en la tierra propia, campo que está oprimido hasta sus entrañas por las malezas.

Los componentes que integran a la materia del ser humano, serán sometidos y agitados por diversas combustiones. Esos componentes que son la tierra, el agua, el aire y el fuego, están prisioneros en lo profundo de las cortezas, motivo por el cual pierden, temporalmente, toda su fuerza, debido a la oscuridad que los mantiene atados y desordenados, en el centro mismo de lo sombrío.

Para rescatar a estos elementos, se precisa de constantes disoluciones y congelaciones o coagulaciones, llevadas a cabo a través del Solve et Coagula, y también se requiere de un Fuego Purificador, que descomponga a nuestros materiales imperfectos y purifique sus naturalezas.

Del mismo modo, es menester acrecentar el volumen e intensidad del Fuego Interior.

Los elementos incorporados al vaso: tierra, agua, aire y fuego, son expuestos a fuertes baños ígneos, y llevados a experimentar diversos grados de calor, para que su tierra se torne temporalmente roja por la cocción para que, luego, los cuatro elementos sean sutilmente exprimidos y depurados al máximo y, del sector así trabajado, se separe una pequeña partícula que, después de infinitas aplicaciones de calor, se ha de tornar blanca y que, después de otros tantos baños de fuego, se transforma en un cuerpo noble de etérea y enrarecida sustancia que, simbólicamente, está expresado en el rosal de hojas de oro y rosas blancas y rojas.

El Rosal que circunscribe al roble, es el epítome de la obra Hermética y, al mismo tiempo, es el emblema del desarrollo y orden alcanzado por los elementos tierra, agua, aire y fuego, incorporados a la materia.

El Rosal es el paradigma de un cuerpo superior, cuyos compuestos han logrado un alto estado de depuración y elevación espiritual, que evidencia en sí la unión de lo interior: materia mercurizada y Chispa Divina, con lo exterior o Alkahest.

El Rosal ha exteriorizado la naturaleza Divina que lleva dentro.

El Roble Hueco, por otra parte, evidencia su naturaleza inferior no desarrollada que, si bien ha logrado expresar, a partir de su raíz, partes de su naturaleza escondida, aún coexiste en él un proceso automático que rige su existencia.

Puede decirse que el roble es la expresión de un quehacer planificado para una naturaleza aún no completamente desarrollada.

Si bien, el roble cumple con el objetivo que le ha sido asignado, aún no manifiesta del todo su contenido interno, porque le constriñe, le estorba y entraba un proceso robotizado, que no deja funcionar cabalmente en él a la Fuerza y Energía proveniente del Origen, que le nutre y le da Vida.

Aunque limitado, el "Roble Hueco" representa a las acciones propias que llevan a la multiplicación y al desarrollo de las fases de la Obra.

Al pie del "Roble Hueco" hierve una fuente clara como plata, que va infiltrando la tierra y, en su avance, se pierde en el horizonte.

Desde lo incognoscible deviene la energía cósmica que, a través de diversos procesos une, ritualmente, a todas las partes o expresiones de Vida que están temporalmente separadas y contrapuestas en la Creación.

Este proceso unificador y energético está representado por la Fuente al pie del Roble Hueco. En esa Fontana, sita al pie del "Roble Hueco" se unen, confunden y funden el Mercurio Divinizado con el Mercurio Divinizador, llevándose a cabo una de las etapas del Solve et Coagula, esa virtuosa unión que tiene un eco o son indescriptible y apoteósico, propio de la Naturaleza Superior, vierte en el "vientre de la tierra" o Fuente Escondida el néctar de la Vida Eterna, esto es, en nuestro interior.

La Fuente Escondida resplandece con la sidérea imantación. Es capaz de disolver a los fragmentos oscurecidos, purificándolos para que retornen a su estado Original, a la Fontana Celeste o Divina.

Varios individuos buscan esa Fuente Escondida, entre ellos hay cuatro ciegos que remueven la tierra.

Esos cuatro tientapardes arañan la materia. Son los cuatro elementos (tierra, agua, aire y fuego) que, formando parte activa de la materia, la excavan y remueven en forma convulsa y desequilibrada.

La ceguedad de los cuatro elementos simboliza a la tierra que se ha endurecido y se resiste a ser removida, prefiere encenagarse y continuar dirigida por el poder automático que, por ahora, impera en ella, pues desconoce su Origen y la Energía de Vida que la sustenta desde la eternidad.

Otros cuatro buscan sin excavar pues, a sabiendas de que están conectados a la Fuerza Divina o Alkahest, omiten activar su fuerza escondida, o mercurio coagulado, y persisten en su actuar insulso, apegado a los sentidos externos no desarrollados, y adheridos, ellos mismos, a la artificialidad de la materia. Se creen protegidos y anhelan, erróneamente, encontrar en la superficie externa la tintura mercurial que llevan por dentro.

La referida Fuente está ante ellos... y no pueden encontrarla.

Para que esos ocho buscadores ubiquen la Fontana Misteriosa, deben empezar por asumir que la Fuente, como la materia, constituyen algo muy natural, inherente a su propia constitución desde que nacieron, nada hay que buscar.

Lo que acontece es que ignoran todo el contenido de esa Fuente, que es, ni más ni menos, la manifestación de Dios y que, gracias a la efulgencia que irradia pueden mantenerse vivos.

Estos buscadores, debido a su desorientación, no quieren silenciarse para escuchar el son de su lira, y prefieren atenerse al desarmonizado eco de su propio y estruendoso ruido superficial.

Hay una excepción, se observa que un hombre sopesa en su mano a esa Agua Sagrada, y ha tratado de escudriñarse y descubrirse a sí mismo. A comenzado el camino del iluminado, porque ha adentrado en su propio mundo interno.

Comprende que todo lo que fulge en el cielo está, también, esplendente en la tierra, y que el peso de su materia es el componente de todos los mundos, y que, finalmente, existe un peso o valor inextinguible, un contenido que se asienta y motiva en la gravidez espiritual, que nos hace infinitamente grandes, dentro de nuestro minúsculo contenido infinitamente pequeño.

 

 

(Este texto fue enviado por Apiano León de Valiente al webmaster y también a nuestro foro Alquimia. Le agradecemos infinitamente al Sr. Apiano su gentileza.)

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