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Mercurio Radiante

(Página de Alquimia y Hermetismo)

LAS ACUSACIONES DE EUGÈNE CANSELIET A

RENÉ GUÉNON

(Sergio Fritz)

Podemos decir que las críticas a un autor, pueden clasificarse de internas y externas, y, por otra parte, de fundadas e infundadas.

Respecto a la última categoría digamos que la mayoría de las críticas hechas al corpus guénoniano, si se las estudia con detención, no tienen mayor solidez. La coherencia interna de la idea de Tradición como la fortaleza de sus acusaciones al mundo moderno parecen tener asideros sólidos, por lo cual parte de los "enemigos" de Guénon han debido recurrir al siempre poco filosófico argumento ad hominem; y así, para cuestionar la obra del metafísico francés, han atacado sus ambivalencias, v.g., como la de ser masón y escribir en una publicación que ya desde su nombre es antagónica a tal esoterismo. Ciertamente nos estamos refiriendo a La Francia Antimasónica.

Críticas fundadas las hay, por supuesto, pues errar es humano, y Guénon era muy humano, más allá de su lenguaje frío e impersonal. Entre ellas está la que ahora abordaremos, y la cual en su momento hizo Ananda Coomaraswamy, seguido por Marco Pallis, para quienes los juicios de Guénon sobre el Buddhismo eran más bien débiles e incorrectos. Además está la corrección severa y determinante que le han hecho autores católicos como Jean Borella y Jean Hani, cuestión que sería bueno tratar próximamente.

Respecto a la primera distinción - es decir, entre críticas internas y críticas externas- fácil es deducir que definimos por internas las manifestadas dentro de la escuela guénoniana. Allí encontramos los juicios efectuados por los citados Pallis, Hani, Borella y Coomaraswamy, y, en cierta forma, por autores que se han nutrido de las fuentes guénonianas para después crecer por sí mismos con cierta notoriedad, como lo son Julius Evola y Frithjof Schuon.

Las externas provienen de una pléyade de personalidades tan distintas, que no pretendemos aquí abarcar, pero que van desde católicos tradicionalistas, neo-derechistas, paganos, hasta teosofistas, izquierdistas, psicologistas (como Ken Wilber, quien, sin embargo, hace suyos varios palnteamientos de RG) o New-Age.

Aquí vamos a tratar una - o, en verdad, varias acusaciones - del todo sólida hecha por un autor no guénoniano ni guénonizante, tan conocido como el autor de la muy certera Crisis del mundo moderno, y poseedor de una cultura envidiable (aunque reducida al espectro occidental).

Nos referimos a Eugène Cansèliet, discípulo del misterioso Fulcanelli y uno de los renovadores de la Alquimia durante el siglo XX.

*

Eugène Cansèliet (1899-1982), amigo de André Breton, Anatole France, Paul Le Cour, y en su momento de los guénonianos hermanos Chacornac, hará de su vida un Magisterio dedicado por entero al Arte Real o Alquimia. Si bien es cierto que su nombre siempre aparece ligado al de su Maestro, Fulcanelli, Cansèliet tiene la cualidad de brillar por su propia luz. Libros como L´Alchimie et son livre Muet; Deux Logis Alchimiques en marge de la science et de l´Historie; y el fundamental L´Alchimie expliquée sur ses textes classiques (trad.cast: La Alquimia explicada sobre sus textos clásicos, Luis Cárcamo editor, Madrid. 1981), son obras que demuestran el gran saber en torno al Hermetismo alquimista que manejaba su emisor, como a la vez son recipientes del fino gusto literario, profundamente antiguo y despierto, de Eugène Canseliet.

En el último de los citados textos, encontramos un Capítulo Tercero, intitulado "Solicitaciones engañosas o insensatas", con unas interesantes reflexiones en torno a lo que precisamente no es Alquimia. En pocas - pero profundas - palabras, se cuestiona a Gaston Bachelard, René Guénon, Julius Evola y Carl Gustav Jung.

Leamos lo que el discípulo de Fulcanelli dice: "Si, con Gaston Bachelard, se está sumamente alejado de la alquimia real, se permanece a la misma distancia astronómica, con René Guénon, quien no vio nunca la antigua ciencia de Hermes, sino a través del deformante espejo de su híbrida obsesión hinduista y próximo oriental" (La Alquimia explicada sobre sus textos clásicos, op.cit., p.70).

Católico tradicional; anglófobo; hombre para el cual latín y griego no son simples elementos decorativos, propios de burgueses cultos, sino, por el contrario, sustentos sólidos del Espíritu; amante del viejo Canto Gregoriano; y contrario a las modas orientalistas como la cremación ( la cual ha ido suplantando la sacra inhumación, ¡incluso en los ambientes supuestamente católicos!); Cansèliet no podía comprender cómo un francés, originalmente cristiano, y estudioso de la Tradición, como lo fuera René Guénon, se hiciera musulmán y olvidara su Fe y cultura de un día para otro...

Para Cansèliet, y parece diferenciarse en esto a su Maestro Fulcanelli - más tolerante; quizás, más pagano- , no hay en la actualidad otra Tradición que la Cristiana y Católica; la cual si bien incorpora algunos elementos tomados de Oriente, como podrían ser ciertas ideas y ritos egipcios - pues como decía San Agustín, el Cristianismo es anterior a Cristo- éstos, un buen estudioso del esoterismo lo descubrirá sin sonrojarse, en nada contradicen los Evangelios, y por el contrario sirven como Claves a la interpretación de esta religión.

Luego la dura mano del alquimista de Savignies cae contra la clásica distinción guénoniana de las dos iniciaciones: la sacerdotal (más perfecta, según RG) y la heroica (la de los Kshatriyas). La primera se quiere de Oriente, la segunda de Occidente. Esto para Cansèliet no es correcto. Tal distingo es inevitablemente peligroso, pues degenera en conceptualizaciones en las que no cabe matices. El alquimista no es ni lo uno ni lo otro: ni sacerdote ni rey. ¡Es ambas cosas! Además: ¿por qué buscar en Oriente lo que se encuentra aquí, en Occidente, a través de la Alquimia, Ciencia o Arte seguido por cristianos como Santo Tomás, Basilio Valentín, Alberto Magno, Nicolás Flamel, Dom Pernety, Raimundo Lulio, y poseedora de un conocimiento más valioso que las especulaciones extremo-orientales?, nos parece decir el ferviente impulsor del resurgimiento de la Alquimia en el pasado siglo.

Ésta es la crítica que también alcanza a Julius Evola y su Tradición Hermética.

 

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Guénon y Evola, nos señala Cansèliet, se han acercado a la Alquimia sólo desde un punto de vista libresco, literario y especulativo; pero jamás han pisado el templo del Artista, que es su Laboratorio, y menos aun contemplado las etapas que se hacen explícitas con el cambio de los colores en el matraz, y que los Filósofos llaman "Regímenes". Tales autores - sentencia el amigo del surrealista Breton - difícilmente podrían haber entendido lo que realmente es Alquimia, y conocer sus efectos tan verídicos.

Interroga Cansèliet: "Más ¿quién pues podría bien comprender, por la lectura sin parcialidad ni partido tomado, que un tratado clásico de alquimia no apunta, de lejos o de cerca, al laboratorio y sus positivas experiencias?" (La Alquimia explicada sobre sus textos clásicos, op.cit., p.71).

 

 

En efecto, si la Alquimia sólo fuera mental o espiritual, ¿por qué los alquimistas crearon matraces, laboratorios, crisoles? ¿Por qué los tratados de los Sabios nos hablan de la estibina, el antimonio, el cinabrio, a los cuales ocultan con nombres alegóricos o simplemente sin escondite alguno? ¿Y por qué las condiciones exigidas como ciertos pesos, ciertas medidas, o ciertos días en los cuales se ha de trabajar? Por último: ¿Cuál es el operar de esa alquimia interna, que parece ser la defendida por Guénon y Evola, y...¡oh, contradicción!, también por los ocultistas y best-selleristas de los últimos años?

Quien quiera verificar la fortaleza de los fundamentos de Cansèliet, que revise uno de los más clásicos tratados de Alquimia: El compuesto de los compuestos, de Alberto Magno, del cual hay edición castellana en Siete Textos de Alquimia (Anónimo, Editorial Kier, Buenos Aires, 1978), y ¡busque donde se encuentra ese operar especulativo!

Pero que no se nos mal interprete: no estamos arguyendo que la Alquimia nada tenga que ver con procesos mentales o con algo espiritual. ¡Todo lo contrario! Somos enfáticos en decir que el Arte de los Filósofos no hace distinción y requiere tanto de oración como de laboratorio. Lo dicen los Sabios; a nosotros, más humildes en nuestros propósitos, basta con mostrar este enunciado a quienes tengan alma sincera y deseen conocer la Verdad respecto a la Ciencia de Hermes.

Pero continuemos.

Otra crítica hecha por Canséliet, es el rechazo de Guénon hacia "la Cábala, en único provecho de la Kábbala". Nos explicamos. Para los seguidores de Fulcanelli existe un lenguaje providencial, que es el conocido como "lengua de los pájaros" (Guénon también habla de este tema; quizás Cansèliet no lo supo. Recordemos el breve y sólido artículo del metafísico francés que devino musulmán, denominado precisamente "El lenguaje de los pájaros", y que los lectores castellanos podemos encontrar en ese maravilloso libro Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada, que publicara la Editorial Universitaria de Buenos Aires en los años 80). La Cábala, o Gaya Ciencia, es la interpretación de dicho lenguaje oculto y velado para la mayoría. Nos permite entender esotéricamente las cosas. ¡Pocos son los que han recibido el Don que implica poseer tan glorioso conocimiento! Entre ellos, Fulcanelli, y su predecesor, Grasset d´Orcet, el célebre criptógrafo que habría rescatado esta "lengua perdida" para los tiempos modernos.

Escritores como Jonathan Swift, Miguel de Cervantes, Rabelais o Bergerac, dominaban la Gaya Ciencia, de lo cual dan prueba sus escritos.

Una acotación, obvia pero necesaria: Esta Cábala no debe confundirse con la Kábbala, la cual es propia de los judíos, y por tanto no universal.

Sin embargo, la crítica de Cansèliet a Guénon que maneja mayores fundamentos es otra: el desprecio de Guénon por el Hermetismo, al cual no lo reconoce como una "doctrina tradicional completa", lo que parece llevarlo a deducir que "el hermetismo, que fue la vida misma de la humanidad occidental, no hubiese sido nunca la tradición de ella".

Aquí reside una de las fallas de la arquitectura guénoniana. ¿Por qué negar el valor del Hermetismo? ¿Por qué relegarlo a la esfera de las ciencias cosmológicas, cuando Alquimia es ante todo una ciencia integral?

Tal ataque de Guénon hacia el Hermetismo, muy semejante a su desprecio por el misticismo cristiano, demuestra su mala comprensión frente a conocimientos y experiencias que le eran ajenas, dada su rigidez mental, y que sin embargo tuvo la osadía de tratar.

El Hermetismo - que por cierto, nada tiene que ver con esa triste creación de aquel chileno que huyó de su nombre real para cubrirlo con el "mejor" de John Baines (sí, ¡un caso de esa anglofilia que a Cansèliet tanto disgustaba!) -, es un saber que incluye herramientas (símbolos, rituales, experiencias, energías) y ciertamente una Doctrina, que representa uno de los esoterismos aun vivos, más nutrido y dotado de fuentes simbólicas insospechadas. (El solo Mutus Liber es materia suficiente para dedicar toda la vida a su estudio).

 

Quien quiera entender lo que verídicamente es el Hermetismo que lea, lea y relea la Tabla Esmeraldina - tan breve como perfecta - o que se apoye de la magistral obra de uno de los más serios candidatos a ser Fulcanelli: el estudioso del viejo Egipto, Schwaller de Lubicz, de quien en próximos estudios hablaremos, cuya obra The Temple of Man, otorga pautas sobre este importante asunto, que es del todo serio, y que por lo mismo no puede guardar relación con las imposturas cimentadas por la New-Age.

Ni tampoco con los juicios, en este caso particular, poco consistentes de la escuela de Guénon...

©Sergio Fritz Roa

(Santiago de Chile, Enero de 2002)

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