UNA PASION DE MILLONES DE KILOMETROS

Todo comenzó un día por la mañana. Desperté, me alisté para salir a realizar mis actividades diarias y en el primer puesto de periódicos me encontré con la gran noticia: Real Madrid vs Pumas. Me quede sorprendido y rápidamente decidí adquirir un ejemplar del periódico para leer la nota completa. Efectivamente, el campeón del fútbol mexicano había sido invitado por la directiva merengue para disputar el Trofeo Santiago Bernabeu el martes 31 de agosto en la capital española. Inmediatamente mi cabeza comenzó a soñar.

Al comentar con mis amigos la posibilidad de ir a ver a Pumas a Madrid descubrí que todos tenían el mismo sueño y entonces sí, decidimos comenzar a planear la manera de conseguir el dinero suficiente para estar presente en tan histórica fecha no sólo para el Club Universidad, sino para el fútbol mexicano.

No es la primera vez que la Rebel viaja al extranjero siguiendo a Pumas, ya habían sido dos las ocasiones que sin importar distancias ni costos, esta gente que tanto quiere al equipo, hizo hasta lo imposible para viajar a tierras sudamericanas. El Peñaron de Uruguay y el Cobreloa de Chile, los rivales entonces por la Copa Libertadores 2003. Así que la posibilidad de ir a tierras europeas no parecía tan descabellada.

La proximidad de la fecha y la escasez de tiempo, hicieron que la misión titánica de conseguir dinero suficiente fuera cada vez más complicada y difícil, pero teníamos la certeza de que alguna u otra forma estaríamos presentes para alimentar esta bendita pasión que ha superado la barrera de los miles, a la de millones de kilómetros y continuar con la gran historia que en este año los Pumas nos han brindado.

Todo estaba listo, el boleto de avión estaba pagado y habíamos logrado recaudar un poco de dinero para sobrevivir una semana en tierras españolas, algunos vendieron sus cosas, otros trabajando horas extras y la mayoría pidiendo prestado. Así que ahora sólo nos quedaba esperar el ansiado 27 de agosto en que pudiéramos partir rumbo a la madre patria, misma que resultó, lógicamente, desesperante. Las horas transcurrían demasiado largas y ni que hablar de los días, parecía que el tiempo se había detenido he iniciado un retroceso. Pero afortunadamente, el día llegó.

Por razones económicas, el vuelo que nos llevaría a Madrid, salió de la ciudad de Guadalajara, por lo que nos tuvimos que trasladar al aeropuerto de dicha ciudad. Fueron las diez horas más largas de mi vida, pero me sentía muy contento de estar rodeado de toda esa gente que ha compartido conmigo tantas experiencias inolvidables, y que ahora, escribirían una página más de la historia de esta gloriosa hinchada que después de cruzar la cordillera, ahora se preparaba, con el corazón en la mano, para cruzar el gran charco y cumplir con el objetivo de ver saltar al “auriazul” en tan importante cancha.

Al fin llegamos al aeropuerto de Barajas Madrid, aunque incompletos. Desgraciadamente la policía xenofóbica de Guadalajara, sorprendida de la alegría de esta banda, impidió que diez compañeros abordaran el avión, excusándose en la sencilla razón, de que no querían que causaran conflictos en el trayecto y que tenían que resguardar la seguridad de los pasajeros. Pero cómo iban a crear conflictos, si lo que nos había llevado a ese lugar era, precisamente, un sentimiento honesto y una gran ilusión de trascender. En fin, fueron sus razones y tuvimos que acatarlas. No importaba, sabíamos que de alguna forma se las arreglarían para estar con nosotros y con gusto los esperaríamos.

Que gran alegría pisar tierras madrileñas. La espera había sido demasiado larga, pero faltaban escasas setenta y ocho horas para el partido, y ochenta horas para la gloria, así que, mientras, no nos quedó mas que disfrutar el museo al aire libre que es la ciudad de Madrid.

Sorprendentemente, a nuestro grupo de setenta y cinco rebeldes, se nos fueron uniendo otros más, que en el transcurso de los días, fueron arribando a la capital española para conquistar el mismo objetivo. La tribuna del Santiago Bernabeu y el corazón de nuestros once guerreros. Fueron noches de insomnio e intensa fiesta, faltaba menos, había que celebrar la gran hazaña de estar ahí, pasando la comida y el descanso a segundo término y concentrándonos, por el día, a conocer, y por las noches a reunirnos en la plaza Santa Ana, lugar de grandes amigos que supo cobijar todos nuestros anhelos y sueños de salir victoriosos de la casa del Real Madrid.

La sorpresa de los españoles de saber que habíamos viajado desde México hasta allá exclusivamente para ver el partido era bastante evidente, no podían comprender que en el mundo existieran personas capaces de realizar locuras de ese tipo. Efectivamente, una locura es la que creó la Rebel, una locura es la que domingo a domingo tenemos en la cancha y una locura fue la que nos llevó a España. Adoramos esa locura. Al fin la fecha. Martes 31 de agosto del 2004. El día en que los sueños se hicieron realidad. Cómo imaginar lo que sucedería. Sabíamos que era difícil, pero nadie pensó que era imposible y por eso estábamos ahí, para hacerles ver a los jugadores que no importan en que cancha jueguen, siempre vamos a estar con ellos. Bailar y contagiar al frío pueblo español, de un poco de alegría mexicana, pintando inmediatamente el cielo con los colores azul y oro y nuestros corazones con el orgullo de pertenecer a la gran hinchada Puma.

Con la misma alegría nos subimos al metro y con la misma alegría llegamos al Bernabeu. Que importa si nos veían con malos ojos, que importa si la Ultra Sur maneja ideas fascistas, nosotros manejamos un sentimiento inexplicable y una pasión incontenible. Le dimos una vuelta al estadio, cantando de felicidad por estar ahí. Necesitábamos hacerle saber a la gente del Madrid que tendría competencia no sólo en la cancha, sino también en la tribuna, y que estábamos dispuestos a convertir el Santiago Bernabeu en la mismísima cancha de Ciudad Universitaria, o al menos lo intentaríamos.

Pasaron las horas y entramos al estadio. Que motivación pisar esa tribuna, que sentimiento aventarnos el primer goya, que alegría recibir al equipo como se merece, saltando y con una lluvia de papeles y que alegría cantar el glorioso himno universitario. Nadie en esa cancha lo podía creer, ni los mismos jugadores que uno a uno recibieron nuestro saludo y nuestro aliento, y había que, porque no, cantarle al culpable de que estuviéramos ahí y al responsable de que Pumas pasara a la historia: Hugo Sánchez. ¡Venga Pichichi! ¡Venga Pichichi! Y Hugo feliz, nos levantaba la mano en señal de agradecimiento. Salió el Real Madrid y la gente merengue hizo lo propio con sus jugadores.

Comenzó el partido y una cuenta regresiva hacia la gloria. Fue un partido cerrado, los denominados “galácticos” se vieron sorprendidos por la velocidad y la dinámica de los jóvenes Pumas y trataban de contrarrestarlo con buen fútbol y juego aéreo. Nosotros por nuestra parte jugamos nuestro juego desde la tribuna, haciendo estallar las gargantas con cantos cada vez que el equipo se iba al frente y presionando de la misma forma al rival cuando se decidía a atacar. Las paredes del inmueble se estremecían cada vez que se escuchaba un goya, los españoles seguramente no entendían qué gritábamos, pero los jugadores sí, y por ellos lo hacíamos y por ellos nos desgarrábamos. Somos locales otra vez, le cantábamos a la fría afición madridista, que no mostró ni un solo síntoma de pasión por su equipo durante todo el partido. Qué carnaval en la parcialidad rebelde. Los directivos y los familiares de los jugadores felinos, trataban de acompañar nuestros ritmos del corazón con palmas y bailes.

Había que alegrar ese amargo escenario y demostrar a Madrid y al mundo que cuando la pasión se convierte en sentimiento, se obtienen resultados grandes como los de aquella noche. Pasó el primer tiempo, y el cero a cero continuaba en el marcador. Teníamos la confianza de hacer un gol y soñábamos con dar la vuelta, pero el camino se hacía más complicado. Ni Beckham, ni el recién contratado Owen pudieron atravesar en la primera parte la muralla felina comandada por Verón y Beltrán ¡Dale Capitán!, y como se venía anticipando, el ingreso de Figo y Zidane daría más profundidad al Madrid y más juego ofensivo.

Comenzó el segundo tiempo y la ilusión se hizo más grande, ahora cantábamos con más entusiasmo por tener el equipo atacando hacia la portería detrás de la que estábamos colocados. Y tal pareció que a ellos también les motivó tenernos de frente, porque empezaron a crear jugadas de más peligro, exigiendo la participación del portero César.

Y al fin, todo el esfuerzo realizado por directiva, jugadores y afición, se vio coronado al minuto 69, cuando Israel Castro nos regaló la gloria con ese gol. Qué gol además, hizo que despegáramos de nuestro sitio con un salto rumbo a las estrellas, y sintiéramos tocar el cielo con las manos. ¡Gracias Pumas!, porque supiste vencer con inteligencia cuando todos te daban por muerto; ¡Gracias Pumas! Por trascender como lo hiciste esa noche que peleaste como un verdadero felino; ¡Gracias Pumas! Por darle una gran alegría a esta gente que tanto te quiere y se siente completamente entregada a ti; ¡Gracias Castro!, por meter el gol que todos soñamos hacer; y ¡Gracias Hugo! Porque sin ti, no estaríamos en donde actualmente nos encontramos. Fuimos parte de esa historia y nos sentimos orgullosos de haberlo hecho.

Y entonces sí, el baile comenzó....

Fuente: Revista Goya