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Graham Green no te abandona

 

 

 

 

Carlos Roberto Morán

 

      Uno espera que la traición venga de cualquier lado, menos del lado de Graham Greene.

     El que nunca te va a defraudar es el viejo Graham, le decía a un amigo. Aún en sus libros más débiles estará escondido a la vuelta de cualquier página para darte una sorpresa. Una buena sorpresa. Es así, agregaba, el gran Graham Greene nunca te va a defraudar, es de los que no traicionan.

     Y, al parecer, el viejo Graham me esperaba en la vidriera de la librería por la que pasé esa tarde para ver las novedades cuando la pena de vivir se me estaba haciendo insoportable. Aunque ellas, las novedades, me resultaran cada vez con menos sabor. Lo de siempre, las modas y las costumbres que cambian constantemente. Pero esa vez estaba el propio Graham Greene en la portada del libro, una nueva edición de sus imperecederas novelas. Parecía mirarme, serio y al mismo tiempo sonriéndome como si fuera la Mona Lisa.

Yo presumía de haber leído todo lo que escribió a lo largo de sus fecundos años, pero al título, que aludía a un puente, no lo terminaba de ubicar. Deduje que podría tratarse de una traducción nueva que le hubiese dado otra interpretación a un viejo título. Viejo o nuevo daba lo mismo. Con su whisky en la mano el inglés me estaba invitando y de inmediato acepté la invitación.

     Tardecita otoñal, nublada y con un poco de viento. Especial para meterse en un café, tomar algo caliente y dejarse llevar mansamente por la lectura. Los cibernéticos e informáticos no saben lo que se pierden, pero así también es la vida.

     El déjà-vu se hizo presente no bien leí las primeras líneas sobre el hombre que miraba el puente desde una ventana. Debí haber leído esta novela hace años y por eso vuelve a mí como entre nieblas, pensé aplicando una figura literaria, apropiada para el momento.

     Lo había leído o lo había vivido, tiempo ha. El puente, que no era el de Brighton, se parecía más a los puentes de mi ciudad y también el edificio que describía, pero eso no podía llamarme demasiado la atención porque a lo largo de su vida Greene recorrió las geografías del mundo y sus novelas habían transcurrido en distintos ambientes. Quizás hablara del Paraguay o de mi país. El ambiente elegido, la geografía pero también cultura y costumbres lugareñas, le servían de base para contar otras cosas, más humanas, más profundas.

     Pedí un segundo café, que no me iba a caer bien, y miré, sin mirar, a la gente que estaba en el bar. En una esquina, puntual, Stella parecía observarme. Volví apresuradamente al libro. La imaginación es un desastre cuando se envejece, el mundo se puebla de fantasmas.

     Casi le hago caer la bandeja al mozo cuando me servía el segundo café.  Porque terminaba de leer en el libro de Greene y en la boca de su personaje las exactas palabras que alguna vez, en otro mundo, le había dicho a Stella. El mozo me miró con cierto aire de preocupación y yo hice un gesto ambiguo buscando tranquilizarlo. Volví al libro mientras continuaba sintiendo sobre mí su mirada acusatoria.

     Pero la línea ya no estaba allí. Debía encontrarse en la página anterior, me dije, quizás el marcador que era mi dedo había dejado escapar una hoja. Sin embargo, ni en la anterior ni en la siguiente volví a encontrar esas palabras tan claras que alguna vez, como un reproche absurdo, le había dicho a Stella. Otra vez el déjà-vu, pero no tan impreciso y vagaroso como la primera vez, sino ahora concreto y relacionado con mi propia vida.

     Suspiré porque la penosa sensación me había hecho faltar el aire. En la tapa el viejo Graham parecía haber acentuado su sonrisa. En la novela el hombre, el personaje, era el típico de Greene, vale decir el pobre tipo que no sabe qué es lo que está ocurriendo, un llevado y traído por fuerzas y hechos que no domina, como el personaje de “El ministerio del miedo”, o como los protagonistas de las películas de Hitchcock que, distraídos, ajenos al debate del mundo, se ven sorprendidos por situaciones que no pueden controlar y cuyo sentido desconocen. Una de espías, una de misterios. Pero era Greene, su estilo se deslizaba aquí y allá, como gato experimentado y a  pesar de la traducción.

     El protagonista andaba tratando de esconderse por los derruidos galpones del puerto en estado de abandono. Como no terminaba de concentrarme desconocía cómo y por qué el personaje de Greene había llegado a ese lugar, qué se proponía hacer.

     Las poderosas imágenes de la novela recordaban a “El astillero” de Onetti. El puerto de la novela del uruguayo siempre me había parecido el de mi ciudad, que cuando yo era joven vibraba, por la miríada de estibadores, camiones y buques que cargaban cereales las 24 horas del día el verano tórrido y que más tarde (yo ya vuelto hombre maduro) cayó en el olvido y la destrucción. Galpones abandonados y ratas que comían los recuerdos que estaban tirados en su amplia geografía. Ahora se lo ha remozado, shopping y casino, pero esa es otra historia.

     Otra vez. La tercera, la cuarta, había perdido la cuenta, pero de nuevo Greene me sorprendía por la afinidad que había en la novela con cuestiones referidas a mi persona, a mi pasado, aunque ahora no se trataba de la línea inexistente (la busqué varias veces pero continué sin encontrarla) En ese momento Graham no me llevaba al déjà-vu ni tampoco me hacía recordar parte del pasado. No, ahora se había metido nada menos que con mi personal imaginación.

     Porque yo había pensado, con múltiples detalles, el relato del hombre que trata de esconderse en los vagones abandonados de un puerto en demolición. En la vida real pese a su abandono el puerto era controlado por la Prefectura, pero en mi relato esos guardias se habían retirado o entrado en una etapa de degradación que los volvía inútiles.

     Por supuesto, no hay certezas. Por supuesto, Gödel llegó para embromarnos la vida y para que supiéramos que todo es terreno resbaladizo. Las coincidencias entre el libro y mi vida serían, me dije, producto de la simple casualidad, lo que uno quiere –sencillamente- ver. Quería ver, era posible, analogías entre el mundo del querido escritor y mi propio y provisorio mundo. En fin, coincidencias hay todo el tiempo.

     Por supuesto, me estaba engañando porque ante el asombro uno retrocede. Era una situación difícil la que llegamos a vivir Stella y yo, esa dependencia de la que no podía desprenderse, esa dificultad objetiva que yo tenía (un compromiso que juntaba lo peor, negocios no demasiados claros y una confusa y confundida militancia política), demasiados problemas que no podían resolverse y que yo en cambio, patético, solucionaba en una novela que escribía exclusivamente en mi mente. El comienzo de la huida empezaba en el puerto abandonado, en un galpón donde encontrábamos provisorio refugio. Después continuaba la fuga, en un vagón del ferrocarril por entonces existente si me ubicaba en el plano de la realidad, en una puerta mágica que se abría y nos tragaba, en el plano de la desenfrenada imaginación.

     A mí no me estaba haciendo patinar Gödel sino el rotundo Graham Greene en su precisa novela. Iba ya por el tercer café y el corazón hacía notar su existencia.  Cuando concretamente el personaje se dijo que debía encontrarse con Stella cerré el libro de golpe. Sí, golpeé, hice un ruido inusitado que generó una suerte de campana de silencio en el bar. De eso me di cuenta con cierta tardanza, cuando el mozo estuvo a mi lado y me preguntó si me sentía bien y ponía mansamente su mano en mi hombro.

     Como si no hubiera para mí otra cosa que la compasión. No podía seguir leyendo ni quedarme en el café, demasiadas miradas y actitudes hostiles eran dirigidas hacia mí o al menos así me parecía. Para mí era lo mismo. Busqué dinero para pagar y mientras revisaba mis bolsillos, en alguna parte había puesto la billetera, volví a mirar la tapa del libro. Greene parecía volver a invitarme, su mirada de viejo conocido, su sonrisa amistosa.

     Esta vez pedí una gaseosa. Hice como si nada hubiera pasado. Quizás pudiera ubicar a Raúl. Lo que menos deseaba era encontrarme con él. Menos aún pedirle dinero. Pero ambas cosas iban a ser necesarias porque, lo comprendí, había perdido o me habían robado la billetera. No tenía un centavo y odiaba pasar por la humillación de semejante derrota. Pero el celular de Raúl no estaba prendido. “Llamame”, le dije al contestador automático. “Llamame”, repetí el mensaje que le envié por el correo del teléfono.

    Era una situación sin salida, escribió Graham. Exactamente, me dije.

      Y eso que no habla de la vergüenza que siento. Las letras no siempre se quedan quietas. El protagonista tiene extremas dificultades para continuar vivo, está pisando en terreno resbaladizo y aún no sabe de qué se trata esta historia. Desea, necesita salir, pero no encuentra el camino. Hay una confusión básica, lo que no se entiende, lo que no se puede entender. Llamame, dice el tipo. “Llamame”, repito. Como quien en un sueño comprende lo que ocurre vislumbro que el libro me tiene agarrado, que la magia de Greene ha vuelto a atraparme.

     Envuelto en su telaraña.

     Un golpe seco del corazón.

     ¿La muerte? Por ahora no, me digo. Llega Ricardo con el dinero (no he tenido que darle explicaciones) Pago y salgo sin mirar la mesa donde está sentada Stella. “Señor, señor…”, llama el mozo. “Se olvida el libro”. Niego con un gesto.

     “No es mío”, le digo.

 

“Cuando la pena de vivir se me estaba haciendo insoportable”, es de Luigi Pirandello

 

 Santa Fe,  2009

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Ha publicado los libros de cuentos:

“Territorio posible”, (Editorial Amate, Xalapa, México, 1980); “Noticias desde el sur” (Editorial de la Universidad Veracruzana, Xalapa, México, 1986);“Noticias de Sergio Oberti” (Puntosur Editores, Buenos Aires, Argentina, 1990) y el relato largo “Ella hablaba sobre el mar” en “Octopus”, (Centro de Publicaciones, Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, Argentina, 1998).

Sus cuentos han aparecido en diversas publicaciones de la Argentina y México, así como en Uruguay, Venezuela, Estados Unidos, España, Francia y Alemania.

Ha sido incluido, entre otras, en las antologías:

“Antología del nuevo cuento argentino”, (Widawnictwo Literackie, Varsovia, Polonia, 1988)

“La otra realidad”, (Desde la Gente, Buenos Aires, Argentina, 1994)

“Cuento argentino contemporáneo”, (Editorial de la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, México, 1996)

“Padre río”, (Desde la Gente, Buenos Aires, Argentina, 1997)

“Narradores argentinos”, (Cultura de Veracruz, Xalapa, México, 1998).

“No hay dos sin tres. Historias de adulterio” , (Editorial Páginas de Espuma, Madrid, España, 2000).

“Hazañas bélicas”, (Editorial Páginas de Espuma, Madrid, España, 2001)

Molto Vivace”, (Editorial Páginas de Espuma, Madrid, España, 2002)

“El cuento latinoamericano actual”, antología seleccionada por Reni Marchevska, (Editorial Lik, Sofía, Bulgaria, 2002)

Octopus II” (Centro de Publicaciones, Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, Argentina, 2002).

Han aparecido cuentos suyos en las revistas y suplementos: “San Quintín 106”, Monterrey, México, (Nº 13, julio-agosto 1998); “Albatros viajero”, Tabasco, México (Nº 12, octubre-diciembre 1998 y Nº 13, enero-marzo 1999); “Cantera Verde”, Oaxaca, México (N° 28, octubre-diciembre 1998)Caravelle”, Toulouse, Francia (Nº 71, diciembre 1998)  “Tranvía”, Huelva, España (Nº 1, abril 1999)  “Sábado”, suplemento del periódico “Unomásuno”, México D.F., México, (21 abril 2001) “Gaceta literaria de Santa Fe”, Santa Fe, Argentina (N° 111, junio 2001) “Hoy y mañana”, Santa Fe, Argentina (N° 24, junio 2002) “Cantera Verde”, Oaxaca, México (N° 39, enero-junio 2003)  “Prima Littera”, Madrid, España (N° 13, otoño-invierno 2003/2004).

Por sus trabajos recibió distintos premios y menciones, entre ellos el 2º Premio Regional acordado por la Secretaría de Cultura de la Nación de Argentina y Diploma de Honor, Municipalidad de Santa Fe, R.Argentina, en 1993. Como periodista cultural publica en la Argentina y México (En “Sábado” de Unomasuno (México D.F.) han aparecido durante los años 2001 y 2002 notas sobre Adolfo Bioy Casares, Jorge Luis Borges-Vladimir Nabokov, Witold Gombrowicz, Mempo Giardinelli, Reinaldo Arenas y Raymond Carver, entre otros) Participó en distintos encuentros y paneles, los últimos de los cuales fueron: 2º Encuentro Internacional de Escritores, “La literatura en el cambio de milenio”, Monterrey, México, setiembre de 1997; 2º Foro Internacional por el Fomento del Libro y la Lectura, Resistencia, Chaco, R. Argentina, setiembre de 1997; “En la búsqueda del Mercosur cultural”, panel internacional, XXIV Feria Internacional del Libro, Buenos Aires, mayo 1998; “Integración y diversidad”, panel argentino-paraguayo, XXV Feria Internacional del Libro, Buenos Aires, abril 1999; 5º Foro Internacional por el Fomento del Libro y la Lectura, Resistencia, Chaco, R.Argentina, agosto de 2000.

 

En Internet:

-Revista “Agulha”, Fortaleza, San Pablo, Brasil, N° 21/2 (febrero/marzo 2002)

“En el país de Witold Gombrowicz” (nota)

www.revista.agulha.nom.br/ag21gombrowicz.htm

-Revista “El arco de la rosa”, Cádiz, España, N° 1 (mayo 2002)

Dos cuentos

http//es.geocities.com/josemanuelpoeta/moran.htm

-Primera Vista Libros, Madrid, España

Cuento incluido en la antología “Hazañas bélicas”

www.primeravistalibros.com/fichaLibro.jsp?codigo=293

-Primera Vista Libros, Madrid, España

Cuento incluido en la antología “Molto vivace”

www.primeravistalibros.com/fichaLibro.jsp?codigo=564

 -Revista “Cantera Verde”, Oaxaca, México

 Cuento “Ella cuenta sobre el mar”

 http://oaxaca.com/canteraverde (cliquear en N° 28)

-Ficticia, México

Tres cuentos

www.ficticia.com/indicePorAutor.html

 -Revista “Cantera Verde”, Oaxaca, México

 Cuento “Ella cuenta sobre el mar”

 http://oaxaca.com/canteraverde (cliquear en N° 39)

 

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Este registro se añadió el 28 de octubre 2009

 

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Escritor argentino

Carlos Roberto Morán nació en Santa Fe, República Argentina, el 17 de agosto de 1942, ciudad en la que reside y trabaja como periodista y escritor. Es casado y tiene dos hijos.


 

Dirección particular: Padilla 1717 – S3002CVE Santa Fe – República Argentina. E mail: cmoran24@gmail.com

 

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