Víctor Aquiles Jiménez

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¿Soñar no cuesta nada?

 

 

Víctor Aquiles Jiménez H.

Soñar no cuesta nada, ¿cuántas veces hemos oído esta frase? Pareciera ser así y la aceptamos, sin ambages, como una verdad empírica, como un axioma absoluto, científico e irrefutable, como la roca donde se edifican todas las verdades del mundo. Y esto debe ser porque soñar al dormir, se concibe como parte de los sueños, del mundo onírico e irrealizable, lo que escapa a las leyes de la realidad, física, con sus fenómenos cognoscibles, tangibles y demostrables, en la ambiciosa búsqueda del principio y fin de las cosas; y porque soñar al dormir, es un acto involuntario de nuestra actividad mental que nos trasmite desde el subconsciente los fragmentos de una realidad virtual, hecho que consideramos gratis y que por lo mismo creemos que no cuesta nada.

Soñar pareciera ser entonces parte del inconsciente, del universo de los desterrados de la realidad, de esta realidad que nos consume como una esponja las pocas energías que tenemos para entender la dimensión en que vivimos.

Por encima de todas las apreciaciones que tengamos del sueño y de los soñadores, acabaremos finalmente aceptando que soñar es caro, quizás lo más caro que hay, porque hacer realidad un sueño es algo que no se consigue ni con todo el dinero del mundo. Porque el que siembra en el mundo de los sueños tendrá que cosechar en los sueños sus frutos. Todo un paradigma; sin embargo, los soñadores desean que sus sueños germinen en la realidad, para mejorarla, para embellecerla y humanizarla.

   ¿Por qué es tan caro soñar, hacer realidad un sueño? Porque vivimos en una sociedad que por cultura se empeña es hacernos creer en la realidad y a demostrárnosla. La realidad es aquella parte que percibimos con los sentidos básicos que tenemos, en una sola dimensión, en una sola verdad, en una sola dirección. Nos enseñan, nos adiestran a ser realistas, a memorizar conocimientos, a realizar combinaciones con números y a solucionar obstáculos inmediatos, temporales y futuros. Delegan en nosotros y en los que vendrán conceptos y abstracciones de las que nunca dudaremos y a las que no dedicaremos ni un minuto de nuestras existencias a cuestionar, porque son verdades empíricas, probadas y estas verdades reales no se cuestionan.

   Cuantas veces podemos haber oído: "discúlpame yo soy realista" o "hay que ser realista". Negarse a ser realista es colocarse en el sitio de los pocos realistas, de los ilusos, de los soñadores, y, en el mejor de los casos, de los idealistas. Y la sociedad rechaza y discrimina a los que no son realistas y peyorariza con ellos. Y así funciona la sociedad ajena a la importancia que tiene el polo opuesto a la realidad. Jean-Paul Sartre dijo una vez: "Quien se atreva a decir la verdad será derribado en la vía pública." Con esto se estaba refiriendo a decir aquellas verdades que no han de decirse realmente.

   Si todo tiene dos polos y nadie niega como verdad científica esto, por ejemplo: negro, blanco, positivo, negativo, norte, sur, bueno, malo, sabio, necio, día, noche, etc., la realidad tiene su contrario, pero no aceptamos la irrealidad, por alguna razón poderosa. No aceptar que existe la irrealidad significa que vivimos siempre en un solo polo, quebrantando la ley de la polaridad universal. Obviamente de un polo a otro polo habrá muchos matices que conocer.

Y nuestra realidad vemos que se forja con los mejores hombres y mujeres, con los más capacitados y dotados física e intelectualmente. La realidad se construye con tecnologías, con medios materiales, trabajo, esfuerzo y mucho capital, para pagar toda la tecnología, los medios materiales, el trabajo, el esfuerzo y la más preclara inteligencia humana empleada, pasando a ser el capital el principal recurso para construir y proyectar la sociedad, y su realidad.

Cuando vemos que un soldado, en cualquiera de las guerras del mundo actual, apunta su arma contra un niño que corre detrás de su padre caído en una calle humeante, todos sabemos que esa arma tiene una serie de fábrica, es un arma legal de una fábrica que factura miles de millones de dólares, o de las monedas fuertes que existen. En las fábricas de armas laboran los mejores expertos, ingenieros, proyectistas, diseñadores y trabajadores cualificados de los países desarrollados productores de herramientas de combate. Y los mejores, los más aptos y cualificados ignoran la realidad en que participan, son inocentes de que mueran niños, no tienen conciencia de las escenas pavorosas e infernales que sus mentes privilegiadas crean. Pueden dormir tranquilos, porque solamente tienen una realidad, un solo polo de ella. Sus hijos crecerán y estudiarán y harán vidas tranquilas. Ellos habitan casas, tienen vehículos, enseres domésticos, comen, porque toda una cadena, trabaja para ellos, como para nosotros también. Por eso cuando el soldado apunta bien, seguro de no errar el tiro, porque la extraordinaria mira telescópica y el sofisticado rayo láser hacen imposible fallar, es la sociedad la que aprieta el gatillo con tan buena puntería, es el mundo el que asesina, el soldado sólo cumple órdenes, él no tiene idea por qué aprieta el gatillo. Él está condenado a enloquecer, nada más cuando sus pies aparten las carnes que ellos han deshecho. Cuando el niño cae abatido y destrozado por el disparo sobre el cuerpo de su padre, madre o hermanito ¿quién es el culpable? ¿el soldado, el fabricante de armas? ¿Los que los alimentan, los que ven las noticias impasibles, etcétera? Es la sociedad real y toda su inmensa cadena la que le mata y probablemente nosotros tengamos las manos manchadas de sangre. Y en esta realidad sin polo, posiblemente nos corresponda ser víctimas alguna vez, si no hacemos nada por cambiarla.

La historia está llena de pioneros que soñaron y pagaron con sus vidas por ello. ¡Gloria a los ilustres pioneros, dijo un día el escritor francés Romain Gary! Sin ellos no hubiéramos avanzado ni evolucionado. Cada uno de nosotros conoce a más de algún ilustre pionero.

La realidad sin su otro polo, que es la irrealidad nos lleva a pensar que vivimos siempre las mismas historias, los mismos hechos y sucesos, lo que nos impide hacer grandes cambios y evolucionar porque el lado opuesto de la realidad no está en funciones, porque no hay capital, tecnologías, ni medios, ni esfuerzos ni trabajo para explotarla y obtener de ella beneficios para el género humano, y la naturaleza. Es como si viviéramos en días o noches perpetuas, dependiendo de la luz solar para distinguir el tiempo. Al negar a la irrealidad, impedimos al mismo tiempo el natural equilibrio entre las cosas y el movimiento de rotación que ejercen los polos al atraerse y repelerse.

Pero la irrealidad existe, y a veces la aceptamos a medias como metafísica, algo relacionado con una parte de la filosofía humana que del mundo y universo. Seres irreales también hay y los encontramos en las obras de ficción y entre los soñadores e idealistas y terminan por convivir entre nosotros como si siempre hubieran existido. Los primeros, los seres de ficción terminan por hacerse reales como don Quijote de la Mancha: "Los únicos seres reales son los que nunca han existido", escribió Oscar Wilde, y los idealistas acaban por hacer alguna vez realidad sus ideales, sea el campo que sea que hayan escogido para soñar. Mas, en el momento que les corresponde vivir suelen recibir el duro castigo de la sociedad real, porque pareciera ser incompatible vivir soñando e idealizando.

HABLEMOS DE UNA REALIDAD ESPECÍFICA

Por un momento os invito a pensar en esos niños que son utilizados y adiestrados para las guerras, esas guerras perversas y macabras donde empuñan armas de fuego, bombas y machetes, que en una edad donde debieran jugar, su diversión es cazar personas y matarlas y esconderse para no caer ellos. Ellos son niños del tercer mundo, de la realidad de países sin futuro, porque quienes pierden a sus niños de esa forma no tendrán futuro.

Esos niños no han leído jamás un cuento, nadie les ha hecho dormir con alguna leyenda, con alguna bella y lejana historia. Lo mismo sucede con países del viejo continente donde soldados niños combaten a soldados niños. Tampoco esos soldados jamás han tomado un libro de cuentos, desde temprano aprendieron a conocer una realidad, combaten y matan por ella. Y aquél joven que se inmola por una creencia con un cinturón de explosivos, ignora que hay otra realidad que se puede cambiar sin destruir, sin morir, pero él no cree en eso, lo ignora, porque jamás ha soñado, le han privado del privilegio de soñar y luchar por los sueños, le han puesto la venda de la ignorancia en los ojos. Y los que le han privado de la colosal visión, son ciegos que no ven nada más que un pedazo de la realidad que les toca vivir y por eso se inmola asesinando sin contemplaciones..., es su realidad, y la nuestra, porque les contemplamos desde lejos con apenas un dejo de asombro.

Quienes entrenan a niños para matar, primero les matan la inocencia y la capacidad de soñar, de imaginar, son niños y niñas castrados desde que les arrancan de los brazos maternos. No saben lo que es un cuento, será difícil restablecerle la ilusión de vivir, de tener altos ideales, de creer en algo superior algún día. Y para que aprendan todo lo bello del universo habrá que educarles con libros, libros de cuentos, de historias mágicas, de leyendas fantásticas, llenas de contenido, enseñanzas... tendrán que conocer el mundo de los ideales, de las leyendas, de la fantasía y de la irrealidad.

Sabemos que desde la realidad misma mientras no hagamos algo aunque parezca estúpido para acabar la cultura de las guerras, las seguiremos teniendo entre nosotros, porque forman parte de nuestro sistema de ver las cosas y de solucionarlas. Y, aunque nos produzcan ascos, temor, dolor, angustia y llanto, las guerras seguirán inalterables. No hay institución, organización humana o poder capaz de acabar con ellas; a menos que las dotemos de un valor añadido como ser utilizar metales nobles en las construcciones de tanques, armas de fuego, etc., balas y proyectiles de oro y platino, granadas llenas de diamantes. Así los pueblos arrasados al recoger los cuerpos y despojos de sus seres queridos podrán al mismo tiempo encontrar algo de valor que compense las pérdidas.

Las naciones se cuidarán de no perder sus blindados de oro, y los soldados cuidarán sus municiones, de las que la patria les dará algunas solamente para que la defiendan, el resto las pagarán de sus propios bolsillos, posiblemente esto encarezca las guerras y las haga finalmente innecesarias.

DATOS Y APUNTES DE UNA REALIDAD

 Unesco, Amnistía Internacional, Unicef

En otras épocas, las principales víctimas de la guerra, en principio, eran los soldados, sin embargo, en la última década, se estima en l'5 millones el número de niños y niñas muertos en conflictos armados. Otros 4 millones han quedado discapacitados, tullidos, ciegos o han sufrido lesiones cerebrales. Al menos 5 millones se han convertido en refugiados y 12 millones más se han visto desarraigados de sus comunidades. Un número mucho más grande ha sufrido un deterioro de su salud, nutrición y educación como resultado de la destrucción de las cosechas, infraestructuras, centros de salud y escuelas a causa de los conflictos.

LA INFANCIA EN EL CAMPO DE BATALLA

El niño palestino Sami Abi Jazar, de doce años, murió como consecuencia de una bala disparada, aparentemente, por un soldado israelí. La misma suerte corrió la niña de trece años que falleció un 16 de octubre cuando una bala la alcanzó. Antes que ellos, el 30 de septiembre del año 2000, nos llegaba la imagen de un pequeño, que sorprendido junto a su padre herido en un tiroteo entre israelíes y palestinos, lloraba y suplicaba que le ayudasen, hasta que otra bala acabó con su vida.

En los estudios realizados sobre la infancia en Palestina, los expertos han llegado a la conclusión de que los niños, cuando nacen, no son considerados seres individuales, sino que ante todo son palestinos, que forman parte de una historia y de una causa común y representan las esperanzas y sufrimiento de su pueblo. Tanto los niños palestinos como los israelíes, no tienen la oportunidad de elegir, han de asumir una situación que les viene dada. A ambos se les educa para combatir a su enemigo, que puede aparecer en cualquier momento.

Muchos son los años de conflicto casi ininterrumpido en la República Democrática del Congo que han conducido a la muerte a más de cinco millones y medios de personas sólo desde 1998, la mayoría de ellos hombres, mujeres y niños civiles. En una guerra en la que la población civil ha sido blanco de los ataques de manera implacable y sin tregua, la muerte y el sufrimiento intenso se han convertido en un elemento cotidiano en la vida de los congoleños. Muchas opiniones autorizadas dicen que no son las luchas tribales como quieren hacer creer a la opinión pública mundial entre hutus y tutsis, los que empapan de sangre las tierras del Congo, sino por la riqueza de minerales preciosos y estratégicos para la industria occidental, lo que está detrás de esta miseria humana artificial, ya que con toda su riqueza este país o continente podría vivir como en el Paraíso.

Pero estamos hablando de niños y el conflicto también se ha visto contaminado por la utilización generalizada y sistemática de niños como combatientes por parte de todas las facciones en lucha. Actualmente, la República Democrática del Congo registra una de las mayores tasas de niños soldados en todo el mundo. Estos menores suelen recibir un trato violento durante su entrenamiento y en algunos campos se han registrado muertes de niños debido a las deplorables condiciones en que vivían. Se los envía a las líneas de combate, donde se los obliga a ir en avanzadilla para detectar a los enemigos. A menudo se les administran drogas y alcohol para contener su emotividad cuando cometen salvajes crímenes. Deben hacer de guardaespaldas de sus jefes militares, o se los convierte en esclavos sexuales. Se utiliza asimismo tanto a niños como a niñas para transportar los pertrechos, el agua y los alimentos, o como cocineros. A algunos se los ha obligado a matar a miembros de sus propias familias, y a otros a participar en actos sexuales y de canibalismo con los cadáveres de los enemigos muertos en los combates.

  La ONG internacional Save the Children dijo en un comunicado fechado en Madrid, España, el 29 de abril del 2005, que 14.000 niños eran empleados como combatientes en Colombia y señaló al país como el cuarto del mundo con más "menores soldados" después de Myanmar, Liberia y la República
Democrática del Congo.

Colombia es el cuarto país del mundo en la vinculación de menores en el conflicto armado, con relación a la violación de derechos de los niños; en cuanto a las vinculaciones a las organizaciones terroristas, estos niños son expuestos a numerosos peligros: explotación, maltrato, desintegración de su núcleo familiar, problemas de salud, falta de educación, torturas y castigos por desobediencia, los cuales dejan marcas físicas y psicológicas que los acompañan hasta la adultez, o incluso pueden llevarlos a la muerte.

Pero también hay niños del primer mundo que ya no sueñan, o no saben soñar, o no los dejan hacerlo..., todo sacrificado por el realismo puro de la supervivencia diaria.

CONCLUSIÓN INTEGRADORA

Queridos lectores, amigos que me siguen en la lectura de esta breve disquisición, con algunos matices, sociológicos, neurológicos, literarios, ciencia-ficción, etc., sobre el sueño (actividad cerebral que nos permite el descanso físico y mental), la realidad y la conciencia de ella que la registramos en el sistema límbico donde se generan nuestras emociones. El dormir es el descanso de nuestra actividad cerebral y locomotora, y el soñar mientras dormimos, una capacidad automática del cerebro, donde se mezclan sin control nuestras emociones, sensaciones, percepciones, etc. en un proceso neuronal sináptico extraordinario, y ahí en esos sueños desbocados, descansa nada menos que la base del psicoanálisis de Freud, quien llama a hacer caso en serio de los sueños, porque podrían ser la llave que abre paso a la verdadera realidad. Hasta ahí, ante la ciencia médica de la salud mental, los sueños tienen importancia científica. Pero el problema es seguir soñando despierto, que es de lo que trata este breve ensayo, porque soñar despierto no encaja en el sistema en que vivimos, hecho para mantenernos despiertos a la fuerza con puros problemas; alienados con realidades artificiales en las que caemos todos; porque hay artificialidad para todos, y hoy más que nunca debido a la informática, al dominio de los medios de comunicación social.

Esa ingente actividad cerebral que funciona cuando estamos dormidos que transforma nuestros miedos en pesadillas, y nuestros anhelos en dulces sueños y evocaciones, al utilizarla en estado de vigilia y controlada nos convierte, si las hacemos públicas, en ilusos, soñadores y sociológicamente en idealistas, y políticamente en revolucionarios, activistas, anarquistas, utópicos, etc. y literariamente en quijotes, seres mitológicos y de ficción. Visto así, todos estos prototipos de seres "marginados" por soñadores, serían psicológicamente personas que no viven la realidad, por lo tanto psicóticas, que se enajenan de la vida común, de las contingencias, de los hechos mundanos, del acontecer político, laboral, familiar, lo que les llevará inexorablemente al caos, al desprecio social, al abandono, a la pobreza y ruina total, lo que en buenas cuentas significa, que tratar de cambiar las cosas, idealizar, desear, luchar o "soñar" un mundo mejor es caro y peligroso.

Ahora, la realidad, la otra realidad, esa con la que tropezamos apenas pisamos el suelo al salir de nuestras tibias camas, aquellos que las tenemos, comenzamos a pisar, a patear cuentas, incluso ajenas, por mantener esta realidad que nos ofrece desigualdades e injusticias, ya que el bien, la solidaridad, la paz, el altruismo (esa capacidad evolucionada del cerebro humano que se ha desarrollado, según los expertos, en el tercer estadio del desarrollo y evolución del cerebro humano), no pertenecen a la realidad, sino al mundo de los ideales, es decir al de los soñadores, el polo contrario de la realidad, que es la irrealidad; que por naturaleza, por ley existe, queramos o no, dentro de la bipolaridad de todo. Y estar en uno u otro lado no depende totalmente de la inteligencia sino de la capacidad emocional de cada cual.

La literatura está realizada en su mejor expresión por idealistas, que imaginan historias, universos, eones inexistentes, que se humanizan de acuerdo a la experiencias y anhelos de los autores, que luego sirven de modelos a las mismas sociedades que los tachan de soñadores a los formadores de valores que invirtieron su tiempo en inyectar a la realidad lo mejor de sus sueños.

La realidad, como ya dijimos, no tiene más que un solo espacio para darse, dentro de su polaridad y es el presente, la realidad se incuba y se proyecta en el presente, no posee pasado ni futuro, pero si no intervenimos hoy se repetirá una y otra vez hasta el infinito. Y las fabricas de realidad no dejan de producir, no hay manera de pararlas, de detenerlas, producen realidades y alguna espantosas.

Sobre esto es posible entenderlo por cifras: hasta 1998, en el Congo, a causa de la guerra habían muertos más de tres millones de seres humanos: jóvenes, niños, mujeres, ancianos, y hoy las cifras se han duplicado, y seguirán aumentando, porque no vemos lo que sucede, no lo entendemos, porque algo nos impide ver esa cruel realidad, algo limita y apaga nuestros sentidos que no nos dejan ver esa feroz realidad de pesadilla en la que mueren millones de seres humanos, sin que nos produzca pavor o la más mínima expresión de compasión.

¿Por qué sucederá eso en nuestras almas, esa indiferencia atroz, ese atrofiamiento de la capacidad límbica? Porque los medios de comunicación no pueden farandulear el infierno, a lo sumo hacer programas de reality show, cine, y si lo intentaran en vivo, la gente preferiría cambiar de canal que despertar y tomar una actitud comprometida con la verdadera realidad.

Millones de muertos, por armas que pagamos nosotros con nuestros impuestos, millones de muertos que son nuestros en el planeta azul y no los vemos, sólo nos duele lo que pagamos en las declaraciones de lo que ganamos, y no vemos las montañas de cadáveres que están ahí porque somos realistas y los realistas nacemos ciego de nacimiento..., no todos.

Por eso desconfíe de algún funcionario, en cualquier sitio, cuando busque empleo o un mejor trato, si le responde: "Mire señor (a) hay que ser realista". Este funcionario (a) es enemigo de la verdad y le niega la posibilidad a usted de cambiar su realidad, la que usted desea, por la que él tiene o conoce como realidad: la nada, la negación de todo, de sus anhelos de cambiar las cosas, su situación de pobreza o miseria obligándole a aceptarla ¿a cambio de qué?, de nada, ya que es esa su realidad burocrática.

Y desconfíe de cualquier persona que le diga: “Mira, yo soy realista”, porque de seguro no sabe dónde está parado.

Respóndame ahora: ¿Es barato soñar? ¿De verdad, que soñar no cuesta nada?

  

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Escritor chileno



Víctor Aquiles Jiménez H. nació en San Antonio, el 17 de junio de 1944 en Chile, pero su padre en un olvido involuntario lo inscribió el día 9 de julio del mismo año.

Comenzó como dibujante, libretista radial, fotógrafo, periodista, director teatral y titiritero. Hizo su servicio militar en 1963, y 10 años más tarde sufrió las consecuencias del derrocamiento del presidente Allende pagando con ello finalmente, luego de muchas adversidades, con el exilio en Suecia.

Como autor ha logrado un especial estilo, intentando humanizar el cuento de ciencia ficción. Sus trabajos en este género circulan en revistas culturales y universidades de las Américas y Europa. Sin embargo siente una gran y natural atracción por el género infantil y juvenil, y ha escrito extraordinarios cuentos y una novela Don Cometa el profeta de los niños; ahora Megalaxia Ciudad Infinita en el 2005, esta obra vio la luz en Chile en dos ediciones 1981/ 1985.

Recientemente ha sacado el Libro de las profecías felices, que es una segunda parte de Megalaxia Ciudad Infinita.

Llegó como refugiado político a Suecia, con su familia, sus libros publicados en Chile, numerosos originales, más un morral con los libros de sus autores favoritos. Varios premios literarios jalonan su trayectoria y en España en 1994 publicó Cuentos ecológicos, cuando esa temática no interesaba mucho a los escritores, siendo entonces uno de los pocos autores concienciado y comprometido con la ecología, el medioambiente y la Tierra. Fue así que al darse comienzo en Francia las pruebas en el Atolón Mururoa, Víctor Aquiles Jiménez H. fue el único intelectual por entonces que se hizo escuchar protestando -a través de un programa emitido por la Radio Nacional de España a todo el mundo el 30 de agosto de 1995- en Claves de América, conducido por Luis Arancibia y Ana Segura, que dieron vida a unos de sus cuentos El sacrificio olvidado del libro citado.

Como ensayista uno de sus trabajos más reconocidos internacionalmente es Conciencia del límite publicado en la Revista Cátedra de Derecho y Genoma Humano de la Universidad de Deusto, en el año 2001. Este mismo trabajo es citado en numerosas revistas científicas, tanto médicas como de derecho de Europa y América.

Es delegado oficial de la Sociedad Científica de Chile en Suecia, desde 1989. Fue propuesto como Miembro Agregado por el Dr. Eduardo Frenk (Premio Doctor Honoris Causa por la Universidad de la Paz 1988), Presidente de la Sociedad Científica entonces.

El reconocido Dr. Alfredo Givré, de nacionalidad argentina, Director de la Fundación Givré le nombró delegado en Suecia en 1989.

Ha sido corresponsal de numerosas revistas culturales y centros educacionales.

Actualmente es socio CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) y se encuentra participando en la lucha por la defensa de los derechos humanos de los escritores a través del respeto de la propiedad intelectual.

Víctor Aquiles Jiménez H. es Doctor of Philosophy en Sociología, por la Pacific Western University de California, USA. Desde 2008 es Técnico Superior de Hipnosis Profesional de la Escuela Técnica de Hipnosis, Valencia, España y Delegado en Suecia. Está en trámite su ingreso a la ACE Asociación Colegial de Escritores de España.