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Una muestra de Grafitti 2000

 

Saúl Ibargoyen

Saúl Ibargoyen y José Luis Velarde en 1992

 

7.
 Hoy fueron quemados dos magos
/ tres brujas doce sapos dos chivas
/un murciélago dormido/un alacrán de las Indias/ 
cuatro herejes cismáticos
/ un búho de pupilas siempre abiertas./
¡Mira oh Dios tus manos chamuscadas!

 10.
 Hay monjes borrachos caídos en las calles.
/ ¡Pero muchos más beben sin piedad/ en cada celda
/ de cada monasterio!
 

I
 Marcelo aspira a ser concejal
/ aunque mejores funciones ejercería/ 
en su lugar un cerdo:/ es sucio pero no se corrompe.
 

XI
 El divino Octaviano declamó anoche
/ sus nuevas odas en el Coliseo:/ 
¡nunca se escuchó roncar así/ a tanta gente prestigiosa!

 XXII
 Oye Ovidio: al leer/ tus poemas amatorios
/ sólo tuve deseos/ 
de empezar a masturbarme.
 

 

Tomados de "Graffiti 2000", 
Ediciones del Ermitaño/Consejo para la Cultura de Nuevo León,

Col. Minimalia, México, 2001.

 


 

 

No quiero tocar el origen de las cosas

Saúl Ibargoyen

 

El pasado se mueve

como un desierto de plumas

y lagartos y pétalos

fermentando entre mis párpados

—que no puedo cerrar—

y mis rodillas  que empiezan

a quebrarse

y el punto estallante del origen

cuyo susurro traducen los astros

las invencibles cucarachas

y nada más que ciertos pájaros.

Mira el pasado

que se enfrenta a todos nosotros:

¿es un simple río

un turbio rumbo apenas transitado

una espiga blanquísima en los cielos

un rey colgando de un carbol

un capitán en su túnica de hierro

una montaña viajando por el mar

un monstruo de dos cabezas

que se borra en la mugre del espejo

un roto collar de turquesa

con sus discos de oro deslucido

un templo del diablo

incendiándose sin fuego?

¿El pasado es el hambre

que recorrió al gusano

que puso jumiles

y hormigas rojas

y glándulas de iguana

en tu plato de maíz resquebrajándose?

¿El pasado es sólo eso:

nuestra gente que anotaba sus labios y echaba voznadas

y gritos y alaridos y alientos

porque el cántaro se rompía

bajo la solitaria plenitud

de la Luna o porque

en la casa del dios

comenzaron a morir los años

o porque el humo del incienso

se pudría junto al humo

del cañón?

No conoces el presente

no hueles ni percibes

el enredado sabor

de lo que está por venir:

porque no miras

hacia la sombra de tus espaldas

ni buscas dentro de tus axilas

el vuelo sin descanso

del espléndido quetzal.

Por eso es probable

que cruja tu corazón

al encogerse bajo la cifra

sangrienta de lo inevitable.

Y por eso quizá refrescas

tus pies con bálsamos

ungüentos y jugos estelares:

nada borrará el sufrimiento

que empieza a calcinarte.

Se desplaza el pasado

y las luces se alejan

hacia otro presente

hartas de imágenes como un mancha de petróleo

deformada por el vinoso mar.

¿El pasado es nada más

que los dientes extranjeros

inmundos de caries y de sarro

mancillando el albor de la tortilla

la frescura inesperada de la jícama

el verde untuoso del aguacate

las fiebres del mango y el mamey

la ocre humedad de la papaya

la hechura esmeralda del tlacoyo

la extraña propuesta del nopal?

¿Eso es el pasado: hechizos

forjados por un verbo inútil

daños que son solamente

gestos y ademanes que hacen reír

llagas que nadie

pudo trazar en la piel

de aquellos dioses barbados

cuyas lanzas y balas y espadas

y misiles y perros que nadie tampoco

hasta hoy arrancó?

¿El pasado es la pestilencia

el vómito espeso

la pútrida laguna

la milpa fecundada por la mierda

el temor y la sangre?

¿Es la langosta

que las auras devoran

es la mujer ahogada

por el semen brutal

es el niño el escuincle

el pibe el chaval el botija

el gurí destripados

contra los muros de la ciudad

extirpada de raíz?

¿Es el pasado la rueda

que no rodó

las manivelas los pedales

los molinos las manecillas

los ejes

los rodillos las poleas

que la obsidiana  el Sol

y el copal aplastaron?

No mires la sombría

perspectiva de tus espaldas:

podrías ver tus médulas

y el doloroso equipaje de tus ojos

esparcidos como las tripas

de un toro sin alas

en la tarde triunfal

que adornamos también

con nuestra muerte.

 

 

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Este registro se añadió el 28 de octubre 2009

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Escritor uruguayo


Saúl Ibargoyen nació en Montevideo, Uruguay, en 1930. Radica desde hace muchos años en México. Es poeta, narrador, periodista y traductor. Ha publicado más de 50 libros, incluyendo antologías de la poesía latinoamericana, en colaboración con el escritor argentino Jorge Boccanera.

 En su obra destacan Palabra por palabra (Antología poética); Cuento a cuento (relatos completos); Soñar la muerte; La sangre interminable y Noche de espadas (Novelas); Habana 3000; Poeta poeta; Exilios; Fantoche; Basura y más poemas; Amor de todos; El llamado; Poeta en México City; Versos de poco amor, entre otros.

Ha traducido a numerosos escritores portugueses, brasileros y franceses. Es editor de la Revista Mexicana de Literatura Contemporánea. Se ha desempeñado también como coordinador de talleres literarios.