Miguel Rodríguez Lozano

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La diversidad escritural

 

Miguel G. Rodríguez Lozano

     En los últimos años, la literatura escrita en los estados fronterizos del norte de México ha logrado llamar la atención de los lectores. Es una literatura que por diferentes caminos busca un lugar propio con una propuesta estética de calidad. Si los escritores de ese espacio participan de una renovación, las escritoras no se quedan atrás, sobre todo aquellas que nacieron en los años cincuenta, sesenta y setenta...

     Son generaciones que han hecho posible una continuidad en la literatura del norte escrita por mujeres.

     En el ámbito de la narrativa, la presencia de los estados ha dado pie a que se pueda seguir una radiografía de las autoras (novelistas y cuentistas) que nacieron o radican en el norte. Desde Rosina Conde, Patricia Robles Payán, Rosario San Miguel, Yolanda Natera, Olga Fresnillo (de los cincuenta), pasando por Regina Swain, Patricia Laurent, Lucía Manríquez Montoya, Rebecca Bowman (de los sesenta) y hasta Sylvia Aguilar Zéleny (de los setenta), todas con libro publicado (1), la narrativa femenina es ya una presencia que no puede evadirse, ni dejarse a un lado, pues mucha de la obra escrita por estas autoras rebasa la experiencia regional, para convertirse en una literatura que exige considerarse, incluso la que se publica en revistas, suplementos, ya sea oficiales o independientes. Ahí también el/la lector(a) se encuentra sorpresas.

     Las revistas de divulgación como Aquilón, Yubai, La Cábula, San Quintín 106, Desiertomodo, A Quien Corresponda, Umbrales o Fronteras (2), contienen textos que demuestran el proceso vertiginoso por el que pasa en este momento esa literatura, que descubre la percepción del norte desde los intersticios del mundo femenino, desde la práctica social y cotidiana de las escritoras. En este aspecto, las breves antologías dedicadas a la producción más reciente dentro de los estados norfronterizos, como es el caso de El cuento contemporáneo en Baja California (Humberto Félix Berumen, comp., Mexicali, B. C., Universidad Autónoma de Baja California-Instituto de Cultura de Baja California, 1996), Suma arbitraria. Novísimos narradores en Sonora (Hermosillo, Sonora, Oasis, 1998) y En las fronteras del cuento. Jóvenes narradores del norte de Tamaulipas (Orlando Ortiz, ed., México, CNCA, 1998), dejan, muchas veces, en cuanto a los textos publicados por mujeres, un buen sabor de boca. Existe, así, un corpus interesante de obras realizadas por escritoras que ha venido a transformar, de muchas maneras, la percepción no sólo del norte sino de México.

     Como se sabe, la producción del norte pasa por el mismo proceso que en otros lugares, es una literatura mayormente masculina, pero esto no obsta para que lo realizado por las mujeres resurja como opción. Es necesario mirar esa literatura con el mismo entusiasmo con el que ahora se ve toda la creación literaria del norte, pues sólo de ese modo se podrá tener una visión más amplia y menos reduccionista de lo que se hace en el país. Evidentemente, en el caso de las autoras, no es fácil, ya que, por ejemplo, las mismas estudiosas dedicadas a la literatura femenina evaden a las escritoras no canonizadas y fuera de la ciudad de México. Los estudios que hay alrededor de la literatura del norte escrita por mujeres se deben también a lectoras que se desarrollan profesionalmente en alguno de los estados fronterizos, tal es el caso de Socorro Tabuenca con su libro Mujeres y fronteras. Una perspectiva de género (Instituto Chihuahuense de Cultura, 1998), dedicado a la obra de Rosina Conde y Rosario San Miguel, y Mónica Díaz Avilés con Paisaje de Nuevo León en la literatura. Visión de tres mujeres (Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Nuevo León, 1998), libro sobre tres autoras de distintas generaciones (Irma Sabina Sepúlveda, Cris Villarreal Navarro y Patricia Laurent), que permite descubrir una línea de continuidad por lo menos en la ciudad de Monterrey (3).

     Con modos opuestos de acercamiento, Tabuenca y Díaz Avilés nos demuestran, por un lado, las posibilidades de las autoras estudiadas, y por otro que son factibles los estudios alrededor de las escritoras del norte sin recurrir hacia la institución literaria venida de la ciudad de México.

     Estamos ya frente a un doble discurso, el de la creación y el de la crítica, y ante esto, no hay duda que las escritoras del norte apuestan al futuro. En el caso concreto de Tamaulipas, es sintomático que en la última antología dedicada a los jóvenes escritores de ese estado, En las fronteras del cuento. Jóvenes narradores del norte de Tamaulipas, realizada por Orlando Ortiz y publicada en 1998, la cantidad de escritoras sobresaliera sobre los escritores. Una lectura atenta de tal antología nos descubre no sólo cantidad sino calidad en las jóvenes que aparecen ahí. Son escritoras nacidas en los años sesenta y setenta con publicaciones en revistas, ninguna con libro publicado; no obstante, sorprende la madurez de escritoras como Lucía Calderón, Dora Elia Rodríguez y Guadalupe Gómez (ésta última con apenas 23 años). Los cuentos son una sorpresa, pero las escritoras no salen de la nada. Se ubican en esta continuidad de producción de narrativa femenina desarrollada en el norte, y en Tamaulipas en particular, que hasta cierto punto explica la efectividad estética de las jóvenes escritoras, junto con su propia individualidad como creadoras.

     En ese sentido, considero la necesidad de no perder de vista a las autoras que han hecho posible marcas de proyección en cuanto a narrativa se refiere, para entender mejor los aportes, los cambios, la trascendencia, los avances o retrocesos de las escritoras más jóvenes. Un caso de proyección es el de Olga Fresnillo (Nuevo Laredo, Tamaulipas, 1954), con su libro de relatos Distancias de jabón.(4)

     La obra de Olga Fresnillo ejemplifica bien el proceso por el que ha pasado la literatura escrita por mujeres en Tamaulipas, concretamente en el norte de ese estado. El libro es sin duda un modelo de los intereses literarios, temáticos y formales de la autora. Es también, por otra parte, muestra de una diversidad que no estanca a Fresnillo, la coloca entre las autoras con un discurso heterogéneo que rompe con mediatizaciones y esquemas acartonados. Distancias de jabón está compuesto por diecisiete relatos que difieren en extensión, forma y tema.

     La escritora se adentra por igual al relato, al cuento o al cuento breve; incluso a nivel temático existen variantes que diversifican, por obvias razones, el estilo y el lenguaje. Esto lleva a que haya textos íntimamente femeninos, cotidianos, algunos otros hacia lo fantástico, y por ahí, uno de ciencia ficción, pero todos con una intención desmitificadora del mundo habitual de fin siglo, desde la percepción femenina de la autora. Por tal motivo, no sorprenden los variados tonos que el/la lector( lector(a) encuentra a lo largo de todo el libro, tampoco el que los temas se relacionen con la familia, la sexualidad, los deseos, el erotismo, la vida en pareja, entre otros, con una carga lúdica, por momentos, o irónica, sin dejar a un lado la emotividad que se requiere en algunos cuentos.

     El primer relato con el que abre el libro, titulado precisamente Distancias de jabón, marca una de las constantes temáticas que se notará en la mitad de los cuentos: la vida en familia y la tradición. La imagen de la mujer, desde la figura de la madre o la abuela, llena los espacios de sensaciones, añoranzas, nostalgias, y se contrapone al presente de los otros personajes femeninos que observan los sucesos.

     En el aspecto formal, el cuento Distancias de jabón caracteriza también el modo de construcción de las historias de Fresnillo. Aquí, en toda la primera parte se nos narran las cualidades de la mamá frente a la hija Ramona, todo contado desde la perspectiva de una narradora, quien no está completamente cerca, pero participa del mundo descrito:

“Mamá era y seguía siendo sólo una buena mujer, una lavandera experta, ducha en las artes del jabón y el tallador, los blanqueadores y los almidones

[...] Eso es todo lo que Mamá sabe y entiende. Nunca ha sido capaz de ver más allá de las burbujas del detergente” (p. 1).

El carácter del personaje de Ramona es desigual:

[...] Ramona empezó a creer que Mamá era una tonta y ella -una chiquilla de ocho años- lo más cercano a la perfección” (p. 1).

      Estas diferencias se agudizan cuando a la mitad del cuento el/la lector(a) se entera que Ramona, ya grande, ha sido violada. Se acelera la historia con un clímax ágil (en el que se encuentra de por medio la descripción de la violación), el cambio es rápido y la situación es trágica, ya que la madre mantiene la misma actitud sumisa. El cierre del cuento queda acorde con todo lo que se ha desarrollado.

     Este primer relato trasciende porque es la pauta para otros textos donde el núcleo familiar se vuelve el interés de la autora, aspecto que se da en relatos en primera y tercera persona. Si en Distancias de jabón la narración se presenta desde una perspectiva infantil (una niña narradora), lo mismo sucede con el cuento Las hermanas ricas, donde se nos describe una familia de bajos recursos, con una madre sirvienta que trabaja en casa de ricos. Desde el primer párrafo se indica el tipo de lenguaje y la actitud desinhibida de la pequeña narradora:

Mi’amá nos pregunta que si queremos cuidar la casa de Doña Raquel y de volada decimos que sí.

Nos gusta ir porque es una casota pero bien grande.

Tiene la cocina toda pintada de blanco, con muchos aparatos bien raros. Mi’amá no le entiende y mejor hace las cosas ella solita” (p. 7).

El plural de la narración es importante, pues a lo largo de la misma la narradora ha hecho referencia a la otra hermana:

Entonces jugamos a las hermanas ricas y pos ponemos nombres raros. Mientras una se pinta, la otra se viste y luego al revés” (p. 8); sin embargo, el plural, en esta marca implícita de género (nosotras), cumple su efecto en el final inesperado del cuento:

En la mañana, antes de que mi’amá llegue, nos lavamos y limpiamos el tiradero.

-No le vayas a decir a mamá, Juani, porque se enoja y luego no nos deja jugar -me pide Alfredo.

Yo no digo nada porque me gusta mucho tener una hermana. (p. 9)

     Tanto Distancias de jabón como Las hermanas ricas superan lo formal para mantener la tensión en el nivel temático, colocando un elemento que trastoque la experiencia de lectura, la violación en el primer texto y la definición sexual en el segundo, en un estrato social específico, y que a su vez radicalice la propuesta de visión del mundo de la escritora.

     Los otros textos en primera persona se adentran a asuntos como el de la pareja, el amor, los deseos, la cuestión sexual; la elección del modo de narrar los convierte en narraciones más intimistas, tanto como los dos relatos citados arriba, pero desde una perspectiva determinada por la adultez de los personajes y sus circunstancias. En El engaño y Esta noche, al mediodía el mundo familiar gira alrededor de las sensaciones y la costumbre, donde la imagen de la abuela tiene un peso considerable, pues representa el saber, las creencias pasadas, la genealogía, pero sobre todo, la tradición. El personaje de la abuela Amparo de Esta noche, al mediodía sintetiza esas experiencias a partir del eclipse que se narra en el cuento.

     Si las sensaciones son perceptibles en relación con la familia, con otros textos, en cuanto al tema del amor, sucede de diferente manera. En la misma línea de los cuentos en primera persona, en el titulado En la oscuridad estamos frente a un texto en el que el peso de la historia, una mujer que narra su relación con un hombre, todo a partir de las experiencias emotivas que está viviendo, se localiza no en el qué se cuenta, sino en el cómo se cuenta. Desde las primeras líneas y hasta el final del relato, dividido en seis partes breves, todo son imágenes sensitivas, el placer vuelto palabras, con tristeza, alegría y deseos. El texto inicia del siguiente modo:

Me he quedado a oscuras y el recuerdo de la luz hiere mis recuerdos y me llena de amargura, de coraje, de tristeza... Hasta que su voz me ilumina por dentro y lo imagino distinto cada vez que me habla” (p. 19).

     El tono pausado será constante, incluso en los momentos de diálogo entre el personaje y su amante.

     Esto permite resaltar los contrastes y es una forma de explicar los sentimientos de tristeza de ella. El cuento termina con el mismo tono con el que inició:

No más soles ardientes que iluminen mi noche. No más hierros helados que apaguen mis calores. Besos tibios, tibios besos que en la oscuridad paladeo” (p. 21).

     Frente a relatos como los anteriores, resulta sorprendente, aunque no inexplicable en un libro donde se busca la heterogeneidad, leer el cuento Dos cartas de amor. Fresnillo es una autora que no se encierra en los mismos temas o en la utilización de idénticos recursos. Dos cartas de amor es un ejemplo más de la práctica textual de la autora que disfruta al poner en jaque la expectativa del lector(a). El cuento está escrito ágilmente, para leerse rápido y quedar atrapado en el final inesperado que se propone. Con cierta ironía que se cierra al final del cuento, el narrador-personaje, del cual no sabemos su nombre, escribe dos cartas en las que puntualiza su pasión y enamoramiento por un hombre que mira en la pesera en su trayecto diario. Desde la primera carta los deseos están ahí y existen ciertos indicios que el/la lector(a) quiere resolver, por ejemplo, quién escribe la carta, ya que termina con un Quien tú ya sabes. Por supuesto, el interés del relato está en la forma como se conduce el narrador personaje, en su estilo:

Hace tres meses y diez días que nos conocemos; corrijo: que te conozco. Pues he sido yo quien te ha observado y tanto que, en las noches, con sólo cerrar los ojos, puedo dibujarte de cuerpo entero. A veces me entretengo armándote como a un rompecabezas. Empiezo por tu cabello (donde quisiera pasear mis dedos); bajo a la frente (mi vida por esos pensamientos); recreo tu boca (cómeme, tiburón)... y mejor no sigo porque vas a juzgarme loca. (p. 43).

     La primera carta entonces sitúa bien las circunstancias y los anhelos del personaje, su manera de ver el mundo: Las muchachas de la estética me dicen que no sea tonta, que me aviente; o, de plano, que deje de perder el tiempo, que con esta cara y este cuerpo... (p. 44).

     La segunda carta es más breve, precisa, sin rodeos, y con una velocidad narrativa, por el uso de frases cortas, que impacta más, sobre todo, por esa mezcla de ironía y humor negro con el que termina la historia:

Al bajar, viniste tras de mí; el corazón me dio un vuelco (tun-cataplún). Me esmeré en caminar con gracia (como las venezolanas), pero mis nervios no me dejaron concentrarme. Mis pasos no fueron más grandes que los tuyos y pronto me alcanzaste. Sentí una mano fuerte sobre mi hombro y voltee a verme en tus ojos, tan queridos para mí que sólo el puñetazo (mano de piedra) pudo sacarme de mi embeleso. [...]

     Después, cuando te alejaste dejándome en el suelo, un coro de chiquillos crueles me rodeó gritando esa palabra que ofende mis más puros sentimientos femeninos (joto, joto). (p. 45).

     Este relato y el de El último cuento del caballero Zaurel se apartan de las experiencias narradas en primera persona en los otros cuentos. Con ello, Fresnillo logra una estética radical que traspasa lo regional, al profundizar en otros temas que no son exclusivos del mundo de las mujeres.

     Los demás relatos escritos desde una tercera persona no modifican las percepciones de los variados ambientes que se presentan en las narraciones comentadas líneas arriba; sin embargo, hay algunos donde se nota el peso de la técnica, como en el caso de La ventana o Esto era extraño, donde, por momentos, se presiente la sombra de Julio Cortázar.

     En otros, como Al caer el cien o La nieve ardía, resurge esa sensibilidad exteriorizada en otras historias, donde los personajes femeninos sobresalen por su intimista aprehensión, por su forma de concebir el mundo, por la manera de observarlo: Entonces evocó a Martín Arenas, moreno, con el pelo ondulado y los ojos negros. Martín cruzándose con ella al dar vuelta tras vuelta alrededor de la plaza. Martín atrapándola con su sonrisa... Los encuentros se sucedían cada cien pasos. Evelia iniciaba la cuenta a partir del primer cruce. [...] Del uno al quince, casi rozando el veinte, Evelia contaba en éxtasis, con las pupilas todavía llenas de la mirada indefinible de Martín” (“Al caer el cien”, p. 35).

     Los asuntos relacionados con el amor que en este ejemplo aparecen, no son sólo percibidos desde una clase media. En La amante perfecta se desarrolla una mezcla de aquel tema junto a una preocupación social que subyace en el relato y que es hábilmente manejada en la historia. Bonifacia y Emeterio se dedican a vender tacos en la calle, pero ella se da el tiempo para leer historietas semanales. Su mundo se encuentra dividido en la monotonía de su vida y el universo ficcional de esas historietas.

     Los tres párrafos con los que empieza el relato parodian el carácter pomposo de las historias de amor.

     Después, el cambio de discurso hace efectiva cierta ironía sutil. Los dos discursos conjugan el mundo de ambos personajes, produciendo un logrado efecto de recepción hacia el/la lector(a):

Una enorme puerta de ébano se abrió para dar paso a un hombre alto, de raza negra y músculos impresionantes; su cuerpo, semivestido con un pequeño lienzo de algodón, reflejaba la luz matinal.

El Gigante se acercó a la Bella y, extendiendo los brazos, la levantó con suavidad y la acercó a su pecho; entonces, le musitó al oído...

-Bonifacia, deja de leer y apúrale con dos órdenes de naturales y una con todo. ¡Pero muévete, vieja, que los clientes se desesperan!

La mujer cierra la revista y levanta su cara llena.

-Voy, Tello, nomás no me carrerees porque me hago bolas. Enseguida están los tacos. (p. 13).

     A partir del ambiente de estos protagonistas, el estrato social resurge en las rápidas descripciones de los obreros comiendo tacos o en el trayecto que va de la fábrica a la casa de los personajes. El equilibrio entre el discurso y la temática inmersa en lo social, permite observar el otro tipo de interés de Fresnillo: la opción por lo marginal.

     Dentro de esos relatos en tercera persona, el más largo y que destaca por el género seleccionado, la ciencia ficción, y el tema, es el de Feliz advenimiento. Sin duda el cuento más mordaz, lúdico y radical por la visión de la pareja y los roles sociales de los personajes que sustentan la historia propuesta. (5) Es un relato intencional en su contenido, en cuanto busca contraponer una visión a otra, pero con un toque que no caiga en la monotonía, en lo lineal. De entrada, se percibe hasta cierta parodia del género de ciencia ficción, ya que no existe una intención de verosimilitud, sino más bien, ésta se sustituye por las ideas que aparecen en el relato.

     Ubicado en un siglo futuro, se nos cuenta la historia del doctor Jarvis quien es dueño del Centro de Advenimiento Siglo XX. Él es el pretexto para que el narrador nos descubra el mundo cotidiano de esa civilización utópica. Ahí los hombres pueden tener hijos, las mujeres tienen control absoluto sobre las instituciones de poder y por supuesto, se admiten las relaciones entre hombres o mujeres con igual opción sexual. La situación rompe con los temas y el tratamiento de los relatos anteriores. Existe una intención más vinculada a desideologizar formas establecidas de relación humana. La cuestión de la maternidad es el otro vórtice sobre el que se arma la historia. La autora, en efecto, quita toda carga sacralizadora a tal acto, de manera lúdica y antisolemne:

El negocio prosperaba haciendo de Adolfo Jarvis un amoroso amigo de los parturientos que, increíblemente, querían dar a luz con dolor, entre seres humanos y rodeados de un atmósfera ajena a su vida diaria [...] La criatura no era más bella que las ofrecidas en el mercado. Estas podían ser compradas por catálogo o mandadas hacer según las especificaciones de los futuros padres, ventajas logradas a través de la ingeniería genética. En consecuencia, la sociedad estaba poblada por seres cada vez más parecidos. Solían ponerse de moda. [...]

-¡Mi nena, doctor, mi nena! -suspiró el nuevo padre-

Mi esposo estará encantado. (pp. 49, 50, 51).

     Esto conlleva a efectos subversivos, pues el narrador es el mismo medio por el cual se destacan y observan representaciones más radicales, como en la que se quebranta la imagen del poder, asociada siempre al hombre, que en el relato se establece fuera del canon patriarcal:

Resuelto el problema de la maternidad, las mujeres dejaron aun lado la sumisión. Se casaron entre ellas mismas para estar, aún en la recámara, en completa igualdad. Las antes poco comunes bodas entre homosexuales eran, ahora, los aceptados contratos de convivencia firmados por dos personas del mismo sexo. (p. 53).

     Esta posición se lleva a otro extremo, cuando hay un destronamiento de la figura más establecida institucionalmente de una sociedad: la figura del presidente del país. En el relato, las mujeres lo eligen y ellas asumen todo el poder y su control. Resulta irónico, y por demás mordaz, que el presidente quiera tener un hijo que le dé las posibilidades de reelección. Él es sólo un objeto controlado:

[...] todas las personas eran mujeres, en grupos, parejas o solas. Todas muy seguras, observando con magnanimidad al hombre que ellas mismas colocaran en la presidencia [...]

-Hicimos una buena elección -comentó una de las concurrentes-, el muchacho convence.

-Lo que no acaba de gustarme es que siga soltero.

Tiene de donde escoger, tal vez alguno de sus colaboradores...

(pp. 52-53).

     En ése, llamémosle, optimismo beligerante de esa sociedad utópica, el final del relato da un giro que sorprende, ya que acaba paradójicamente con una actitud contraria a lo desarrollado en el cuento. El presidente, Eduardo Daces, tiene relaciones con una mujer, la cual queda embarazada. Jarvis presencia el parto. La historia termina con la imagen de la madre amamantando al hijo. Es, en todo caso, un final desconsolador. Las relaciones de poder y su vinculación con lo sexual-corporal quedan expuestas con la intención de subvertir los espacios que desde nuestro presente están fríamente establecidos. La autora transformó las relaciones de género en su relato, pero con el final no hay posibilidades inmediatas. El humor, lo lúdico, el divertimento quedan y respaldan la beligerancia, pero, de cualquier modo, el final la anula.

     La diversidad escritural de Distancias de jabón llega al extremo en los tres cuentos breves, Danza reveladora, Simbiosis y Siniestro. Con ellos, Fresnillo se atreve a construir historias en un género difícil. Como sabemos, el cuento breve para que funcione debe ser de una exactitud que llene las expectativas de imaginación del lector. La autora lo intenta, pero esos textos, vistos en el conjunto del libro, pierden efectividad, circunstancia que no ocurre en el resto de las historias. Nótese el ejemplo de Danza reveladora: Bailaron y bailaron aún después de caer sobre nuestras cabezas. Sus melódicos zapatazos dejaron al descubierto la verdad: nuestros cráneos estaban huecos” (p. 31). Sí existe la exigencia hacia el/la lector(a), pero son cuentos breves demasiado fríos, estáticos, parecen más una búsqueda experimental en cuanto a forma, y quizás por ello sólo sean tres en todo el libro. De otra manera, en la diversificación conceptual de Fresnillo es explicable la aparición de cuentos breves, ya que si algo distingue la fuerza narrativa del libro es su pluralidad.

     En los diferentes niveles de escritura propuestos en Distancias de jabón el/la lector(a) encuentra momentos que trascienden la primera experiencia receptora, modificando una visión lineal del mundo. En esta apreciación resulta interesante que no haya una referencia literal o inmediata a la frontera; no la necesita la obra de Fresnillo, en cuanto que al pluralizar las expectativas discursivas de su libro, cumple esa posibilidad de la escritura femenina que rebasa los límites. Al final estamos frente a una autora que no se limita, por el contrario, en tal mundo de diversidades se enriquece la propuesta estética, que vale la pena considerar en el desarrollo de la literatura escrita por las mujeres del norte, pues, desde el presente de las nuevas escritoras de Tamaulipas, la obra de Olga Fresnillo se convierte en una referencia imprescindible que englobe la escritura de esas autoras que van de sorpresa en sorpresa. Así, Distancias de jabón es una experiencia que no hay que perderse, pues ya forma parte de esa literatura que trastoca la sensibilidad de los/las lectores(as).

 

Notas del autor

1. Sólo hago referencia a los títulos leídos: R. Conde. Embotellado de origen. México, CNCA, 1994; P. Robles Payán. Azahares al viento. Hermosillo, Sonora, Instituto Sonorense de Cultura, 1997; R. Sanmiguel. Callejón Sucre y otros relatos. Chihuahua, Chih., Ediciones del Azar, 1994; Y. Natera. Corazón sin dueño. Durango, Durango, México, 1993; O. Fresnillo. Distancias de jabón. Reynosa, Tamaulipas, Casa de la Cultura, [s.a.]; R. Swain. La señorita supermán y otras danzas. México, CNCA, 1993. (Tierra adentro 61); P. Laurent. Estas y otras ciudades. México, CNCA, 1991. (Tierra adentro 21); L. Manríquez Montoya. Lipania. Monterrey, Nuevo León, Consejo para la Cultura de Nuevo León-CNCA, 1997; R. Bowman. Los ciclos íntimos. Ciudad Victoria, Tamaulipas, Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Tamaulipas, 1995. (Nuevo Amanecer 10); S. Aguilar Zéleny. Gente menuda. Hermosillo, Sonora, La voz de Sonora, 1999.

2. Siguiendo el orden, las revistas se editan en los siguientes estados: Mexicali, B. C.; Mexicali, B. C.; Hermosillo, Sonora; Monterrey, Nuevo León; Saltillo, Coahuila; Ciudad Victoria, Tamaulipas; Nuevo Laredo, Tamaulipas; México, D. F.

3. Incluso en las dos más recientes antologías dedicadas al cuento escrito por mujeres, las únicas referencias son la de Rosina Conde y la de Alejandra Rangel (Monterrey, Nuevo León). Véase Brianda Domecq, A través de los ojos de ella. Pról. Aralia López González. México, Ediciones Ariadne, 1999. 2 ts.; Mónica Lavín, Atrapadas en la escuela. México, ed. Selector, 1999.

4. Para este estudio, y por el momento, he dejado a un lado otros cuentos de Fresnillo aparecidos en revistas como A quien corresponda y Fronteras.

5. Un(a) lector(a) de la narrativa femenina del norte puede distinguir los procesos temáticos de las autoras. En este caso, esa marginalidad de algunos temas tratados por Fresnillo recuerda la literatura escrita por su contemporánea Rosina Conde, piénsese, por ejemplo, en un cuento como “Sonatina” (Embotellado de origen).

 

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Miguel se desempeña como investigador en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México. En el 2001 trabajaba en las diversas manifestaciones literarias del norte del país.
En el 2003 presentó
El norte: una experiencia contemporánea en la narrativa mexicana.

“La frontera ha terminado por representar muchas cosas para muchas personas; sin embargo, sigue siendo la región menos comprendida”.

Tom Miller