En nuestro reciente viaje a Uruguay, se nos volvió a plantear, de fuentes religiosas, la seria
preocupación por la existencia de sectas que de alguna manera vinculan su
actividad a la idea OVNI. Ya en 2005 el tema fue objeto de extensas
conversaciones con un Profesor de Teología uruguayo.
A lo largo del tiempo, y en función de un imprescindible pragmatismo, hemos decidido deliberadamente abandonar la sigla OVNI, y pasar a hablar de Fenómenos Observacionales Anómalos (designación adoptada por Carl Sagan y Thornton Page).
Como ya lo hemos explicado,
lamentablemente la “idea-OVNI” ha sido deliberadamente asociada desde su origen
en la inteligencia militar, a la existencia de inteligencias extraterrestres. Y
si bien el concepto se trabajó de manera bi-polar, creando también
deliberadamente opiniones que se han categorizado livianamente como
pertenecientes al sector de “los que creen” y “los escépticos”, no cabe duda
que –por un uso machacón de todos los medios de comunicación posible— para el común de las personas, decir “OVNI”
evoca inmediatamente la idea de lo extraterrestre.
Desde un punto de vista
científico, hay que quebrar ese absurdo corsé mítico, para afirmar que al
presente, no existe evidencia alguna de que una inteligencia extraterrestre
haya llegado y esté operando diariamente en nuestro planeta. Una afirmación en contrario responde a un
absurdo que del punto de vista pragmático, no soporta el mínimo análisis lógico.
Esto no significa que en la
inmensa vastedad del Cosmos no puedan existir otras expresiones de vida
inteligentes, que no debamos estar abiertos a una posibilidad de contacto, y
que cuidemos no perder nuestra capacidad de asombrarnos.
También cabe pensar que de
existir una civilización inteligente que de alguna manera se esté vinculando
con nuestro planeta, lo haría sobre la base de un desarrollo tecnológico que en
la actualidad excedería nuestras capacidades de asimilación y comprensión. Y en
ese caso, su influencia sobre nuestra humanidad podría ser tal, de la cual sin
embargo no tendríamos siquiera conciencia.
Esta perspectiva no puede dejarse científicamente de lado, y de ahí que
hemos expuesto también públicamente, la necesidad de cambiar el paradigma
científico de la investigación en nuestro campo.
La falta de evidencias
físicas y elementos tangibles de la presencia de artefactos pertenecientes a
una tecnología no-humana, ha dado pie para el desarrollo de iniciativas que
justamente no demandan tales requisitos físicos. Las percepciones extrasensoriales, las comunicaciones
telepáticas, los éxtasis místicos, pasan a sustituir el vacío de los elementos
físicos, y a constituirse para algunas personas, en la “prueba” de la
existencia de los extraterrestres.
Esas personas que terminan
aceptando este tipo de situaciones, no disciernen o desconocen todo el trabajo
de Carl Gustav Jung sobre el inconsciente colectivo, tampoco son conscientes de
los intereses económicos que en general persiguen los iniciadores o fundadores
de las sectas, y lo que es peor, no se
dan cuenta que son manipuladas y que pueden correr el riesgo de ser objeto de
verdaderos lavados se cerebro.
Es de mundial conocimiento
cómo culminaron sus días los integrantes de algunas de esas sectas que
supuestamente comparten “conocimientos” esotéricos o extraterrestres.
Sin duda que la existencia de
esas sectas, su surgimiento, desarrollo y funcionamiento, merecen ser objeto de
estudios de psicología social, sociológicos y hasta criminológicos, porque sus
actividades lindan directamente con la figura delictiva de estafa.
Amparadas en el justo
principio de la libertad religiosa, estas sectas incluso procuran el
reconocimiento de las autoridades de los países como entidades religiosas, para
verse beneficiadas con exenciones impositivas y otros privilegios económicos.
Pero resulta obvio, que del
punto de vista de una labor de investigación y estudios científicos de los
Fenómenos Observacionales Anómalos, la existencia de dichas sectas son un
acontecimiento marginal que no puede en manera alguna mezclarse ni distraer la
atención de lo que realmente importa.
Entendemos sinceramente que
compete a las autoridades religiosas encarar lo que para ellas representa el
desafío de las sectas. Buscar en sus propias fallas, falencias y fracasos (institucionales
y personales) la razón de que la gente acuda a sucedáneos o sustitutos de las
religiones históricas, para desarrollar una experiencia de fe.
En el particular ámbito
judeo-cristiano, tal vez las autoridades religiosas deban dedicar suficiente
tiempo a evaluar y analizar el contenido de la literatura que fundamenta su fe,
a la luz de la más actual modernidad y los conocimientos científicos y
tecnológicos que hoy se poseen. Quizás por ese camino también encuentren una
respuesta a sus inquietudes.
Como información anecdótica y
significativa, culminamos la consideración de este tema con las palabras que
pronunciara el 29 de Julio de 1952, a las 4 de la tarde, en la Sala 3E-869 del
Pentágono, el Mayor General John A. Samford, quien entonces era el Director de
Inteligencia de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos:
“Sabemos que informes de este tipo se remontan a los tiempos bíblicos.....Hay mucho más actividad aérea de fabricación humana hoy que la que había, ciertamente, en tiempos bíblicos.”
Milton W. Hourcade
Virginia, marzo de 2006.