Historia del Fascismo italiano
Tres han sido las causas expuestas para explicar el triunfo fascista en
Italia: las graves consecuencias de la guerra, la debilidad de sus sistemas
político y económico, y la actividad de grupos revolucionarios de izquierda,
a los que se respondió haciendo gala de una violencia extrema..
El 15 de noviembre de 1918 acabó la Gran Guerra para Italia. Se había
entrado en ella sin el consentimiento parlamentario, oponiéndose a una
opinión pública mayoritaria no intervencionista y con una clara falta de
preparación militar. Tras haber perdido alrededor de 600.000 hombres y con
una deuda exteriro de más de veinte millones de liras-oro, los logros de la
paz fueron una decepción para las aspiraciones itlianas. La gran deuda
exterior desencadenó una creciente inflación que proletarizó a la pequeña y
media burguesía e hizo perder mucho poder adquisitivo de los salarios del
obrero industrial. Este sector se vio muy afectado, lo que unido a la
desmotivación del ejército, generó un paulatino aumento de desempleo.
El espectro político esta configurado por los partidos gubernamentales
(liberal, moderado, radical), gobernantes desde 1919 a 1922. En 1921 el ala
izquierda de los socialistas dio origen al Partido Comunista, dirigido por
Gramsci, Tasca y Togliatti: integrados en la III Internacional, propugnaban
la "conquista violenta del poder por parte de todos los trabajadores".
Ante el desorden politico que experimentaba la Italia los comunistas
intentaron que se estableciera un sistema similar al de Rusia y debido q que
el gobierno no tenia la capacidad de controlar las huelgas organizadas por
estos aprovecharon la oportunidad abierta y lista. El estado del pais era
tan mala que favorecio que se creara , en 1919 , un partido nacionalista,
llamado “Fascista”.
La nueva agrupación la integraban antiguos combatientes, algunos socialistas
y anarquías. Su programa radical trataba de captar el favor de los
trabajadores: jornada de ochos horas, participación obrera en la dirección
empresarial, política de pensiones, escuela laica y gratuita, reforma
fiscal, expropiación de bienes a la Iglesia, etc. No consiguieron el apoyo
esperado y su participación en las elecciones de 1919 fue un fracaso. Los
grandes triunfadores fueron los partidos Socialista y Popular. Una coalición
de todo el arco parlamentario, con la exclusión de los socialistas, gobernó
bajo las presidencias de Nitti y Gliolitti. Su fragmentación, que facilitaba
la parálisis y el dejar hacer, fue le origen de la irresolución de los
numerosos problemas presentados.
La estructura laboral italiana mantenía el 50% de la población activa en el
sector agrario, pero la tierra estaba muy irregularmente repartida, sobre
todo en el sur. En junio de 1919 comenzaron las ocupaciones de fincas en el
valle del Po, extendiéndose por toda Italia. Por su parte, los obreros
industriales decidieron hacer realidad las predicadas "apropiaciones de
los medios de producción, a los cierres masivos empresariales
respondieron mediante huelgas, toma de fábricas y asalto de almacenes; Milán
y Florencia fueron los escenarios más destacados de estas revueltas. Pero
tales hechos no respondían a un plan revolucionario, porloq ue las protestas
se fueron extinguiendo por sí mismas sin intervención del gobierno, fuera de
la legalización de algunas ocupaciones de fincas.
Sin embargo, las burguesías urbana y terrateniente se sintieron inquietas
por la inhibición del gobierno ante los conflictos abiertos y el programa
social anunciado: aumento de impuestos sobre la propiedad, semana laboral de
48 horas... Los propietarios comenzaron a contratar grupos armados. El
partido fascista se vio así subvencionado por la alta burguesía, apoyado
moralmente por buena parte de la pequeña burgusía, y utilizado por los
mismos liberales para combatir la extensión del socialismo.
La violencia fscista se impuso sobre toda Italia. Su uso era la aplicación
de una lógica que no pretendía convencer al contrario sino eliminarlo
mediante cualquier método. Mussolini dispuso, desde el verano de 1920, de
militares en la reserva a sueldo del estado para organizar y preparar
expediciones punitivas. Además de las pérdidas económicas y el terror
desatado entre la población, los fascistas se cobraron la vida de millares
de personas sinq ue la policía interviniera en fusilamientos semipúblicos ni
la justicia investigara cualquier tipo de responsabilidad. La anuencia del
poder hizo que los sectores más deseperados vieran en su triunfo una
posibilidad: a la fundación en 1921 de los sindicatos fascistas acudieron
prioritariamente desempleados que integraron las fuerzas de choque para
romper las huelgas convocadas por sindicatos de izquierda. De ese modo, el
movimiento creció espectacularmente, ya que dos años después ascendía a más
de 300.000.
Las elecciones de mayo de 1921 debilitaron el centro político fortalecieron
las posiciones extremistas; pero los fascistas sólo alcanzaron 35 escaños,
fallando por segunda vez la consecución del poder por medios democráticos.
Aunque la efectividad de los gobiernos sucesivos se fue debilitando, la
balanza comercial, el aumento del turismo y la moderación sindical hacían
descender la conflictividad social, lo que hacía cada vez más prescindible
la actividad fascista. Por esos se estudió un plan de ocupación de la
capital el 27 y 28 de octubre de 1922. El ejército regular podía haber
desbaratado la Marcha sobre Roma, pero presentado por el gobierno el
decreto de estado de sitio, el rey no lo firmó. En su lugar, el 22 de
octubre, Victor Emmanuel III llamó a Mussolini para ofrecerle la formación
de gobierno.
Tomado el poder de hecho, la cúpula fascista quiso ostentarlo por derecho.
Las elecciones celebradas en abril de 1924 otorgaron la mayoría absoluta al
gobierno. Pero la voz de la Cámara de Diputados era demasiado incómoda.
Giacomo Matteoti, líder socialista, fue raptado y asesinado. Como es
natural, gran parte de la oposición anunció su abandono del parlamento
mientra que desde su dirección se daban las explicaciónes más increibles.
Asediado y puesta en peligro su continuidad, Mussolini asumió "la
responsabilidad de todo lo ocurrido, comenzando a partir de entonces la
huida hacia delante del régimen: se persiguió a la prensa de la oposición
encancerlando a los periodistas acusadores y el nuevo secretario general del
partido, Farinacci, instauró un reinado de terror con la complicidad del
Ministro de Justicia, Rocco.
El período comprendido entre enero de 1925 y las eleccione plebiscitarias de
1929 constituye la primera etapa del totalitarismo fascismo. El 3 de enero
de 1925 se porclamó oficialmente el Estado Fascista. Para velar su
cumplimiento se creó una policía política, la OVRA, y un tribunal de
excepción. La base fundamental de la idelogía fascista pasó a ser la
subordinación de cualquier libertad, razón o derecho individual a la
primacía del Estado que, a su vez, estaba personificado en su guía o
caudillo. Esto hizo que Mussolini fuera acaparando paulativamente todo el
poder y los órganos del partido se fueron indentificando con los del Estado.
La política económica fue abandonando el inicial liberalismo económico para
hacerse cada vez más intervencionista. Uno de los objetivos fue la
consecución de la autarquía. Las relaciones con la Iglesia mejoraron
considerablemente sobre todo tras la firma de los Pactos de Letran en
1929, por los que la Iglesia reconocía definitivamente el Estado italiano y
Mussolini daba el beneplácito para la fundación del Stato Citta dil
Vaticano. Entre los intelectuales la implantación del régimen fascistas
contó con simpatías. Los ciudadanos italianos aceptaron el régimen de
Mussolini con unas actitudes que fueron desde la pasividad hasta el
entusiasmo; la pérdida de libertad y la arbitraria represión fueron menos
importantes que el creciente bienestar económico, la quietud pública y el
exacerbado nacionalismo de una política exteriro henchida de orgullo.
Los años treinta supusieron la definitiva fascistización de Italia pero, al
mismo tiempo, la pérdida de una capacidad de dirección de la ultraderecha
internacional en favor del nazismo aleman, al que se acabó siguiendo de
unmod servil. Con más ardor y entusiasmo que preparación, Italia se vio
arrastrada por el fascismo a la entrada en al II Guerra Mundial. Los
sucesivos fracasos militares en Yugoslavia, Grecia y norte de Africa
pusieron en jaque a un régimen que fue herido de muerte con la invasión de
Sicilia. El Gran Consejo destituyó a Mussolini el 23 de julio de 1943. Ya
con soldado aliados en la península, en septiembre de ese año tropas
alemanas liberaron a Mussolini y el 1 de diciembre fue proclamada la
República Social Itliana. El régimen de los Seiscientos días de Saló
fue sustentado por le ejército alemán y desencadenó una guerra civil
italiana. Tras capitular, Mussolini trató de huir, pero fue capturaro y
juzgado sumariamente: ejecutado el 28 de abril de 1945.
La desaparición de Mussolini no acabó con el fascismo; su influencia durante
los años veinte a cuarenta fue extensa por toda Europa y América Latina. Aun
desde posiciones extraparlamentarias y clandestinas, el fascismo permaneció
latente tras su derrota en la II Guerra Mundial. En los años setenta
numerosos grupos filofascistas operaron generalmente desde actuaciones
terroristas mientras que en los años ochenta el fascismo ha resurgido bajo
una serie de denominaciones variada, las más moderadas de las cuales, como
el Movimiento Social Italiano, no excluye su participación parlamentaria.
|