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Amor de Ayer, Amor de Mentiras, Amor Real

Por María Elena Venant

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Chile, Sábado 27 de Septiembre de 2003

AMOR DE AYER, AMOR DE MENTIRAS, AMOR REAL

Megavisión decidió iniciar su programación primavera-verano colocando en horario estelar a la telenovela estrella de Televisa del 2003 y la que marca el retorno de los dramas de época a esa empresa. Amor Real, lujosa, emotiva y entretenida es un ejemplo vivo de por qué este subgénero siempre se las arregla para atrapar la imaginación del público.

Antes de analizar trama y estilo, vale la pena revisar la génesis de Amor Real ya que se descubren a través de ella procesos y políticas de Televisa en lo que respecta a la manufactura de telenovelas y principalmente respecto al género de época.

Caridad Bravo Adams una de las “madres de la telenovela” fue también novelista y es una de sus obras, Bodas de Odio, la que provee el armazón de Amor Real. Una característica del trabajo de la Srta. Bravo Adams eran sus héroes góticos y Bodas de Odio no se quedó atrás. Situada en la Rusia Imperial, narra la historia de la hija de un general enamorada de un oficial sin fortuna. La familia arruinada de la niña la “vende” a un rico terrateniente, pero el día de la boda, novia y oficial intentan fugarse. El esposo ultrajado secuestra a su mujer en su casa de campo, donde la somete a todo tipo de vejaciones que de alguna forma provocan amor en la torturada.

A mediados de los 80’s, Televisa trasladó esta poco edificante historia a la pantalla chica y María Zarattini, una verdadera artista de la adaptación, logró humanizar trama y personajes. Bodas de Odio, producida por Ernesto Alonso, gozó de todo el cuidado del Señor Telenovelas para rescatar un periodo histórico, en este caso el México porfiriano. Vestuario, mobiliario y accesorios fueron sacados de casas de antigüedades o copias fieles de los genuinos. Bodas de Odio goza del privilegio de haber sido una de las telenovelas de época más famosas de todos los tiempos.

A fines de los 90’s, Televisa ya tenía claro su rumbo. El énfasis era en refritos de guiones de éxito y en crear telenovelas diversas dirigidas a públicos variados y que incluían como mínimo una novela de época al año. Para ese entonces, novelas como Yo Compro esa Mujer, Corazón Salvaje y Alondra, demostraban que los viajes al pasado gustaban tanto a audiencia como a productores. Fue por 1997 que Televisa decidió refritear Bodas con Paulina Rubio en el estelar, en los tiempos en que la Chica Dorada todavía hacía telenovelas.

Un año más tarde, se pensó en Edith González, quien ya había capturado la imaginación de los televidentes como la Santa Mónica de Corazón Salvaje. Sergio Goyri sería el oficial y Jorge Salinas representaría al celoso marido. La producción pasó a manos de Carla Estrada a quien le gusta de trabajar con actrices determinadas y prefirió a Lucero. Se Compra una Esposa, iba a comenzar a producirse en el 2000, pero ocurrió una semi-catástrofe que hizo que el proyecto se fuese a las pailas.

Varios proyectos desastrosos habían obligado a la empresa a reducir gastos y la producción histórica es más cara que una telenovela normal. Aparte de que los últimos intentos de hacer novelas sobre tiempos pasados habían sido fracasos: La excelente Pueblo Chico/Infierno Grande había sucumbido ante el realismo de Mirada de Mujer. Amor Gitano, que en realidad pertenecía al terreno de la fantasía, había tenido bajísimo rating y Ramona salió al aire desahuciada de inmediato. En un pésimo horario y con promoción mediocre, incluso una mala prensa injusta, daba la impresión de que la misma Televisa boicoteaba su producto en un afán de crear una excusa para vetar el género de época. El éxito que Ramona ha obtenido en el extranjero parece reafirmar esa presunción.

No obstante, Televisa decidió no volver a hacer novelas de ese tipo, cancelando varios proyectos interesantes que tenía en la mira. Su excusa fe que al público no le gustaba ese subgénero. Carla Estrada se consoló produciendo su primer fracaso, Mi Destino Eres Tu que, irónicamente, llevaba en los estelares a Lucero y a Salinas. Bodas de Odio no fue olvidada y un año más tarde se habló incluso de una adaptación... ¡Pero a un marco conteporaneo! Afortunadamente, esa abominación nunca se llevó a cabo.

A comienzos del 2002 estando Carla Estrada ocupada en preparar una posible versión de Una Muchacha Llamada Milagros, Televisa levanto el veto y la primera luz verde fue para una nueva versión de Bodas de Odio que si trascurriría en siglos pasados. Jorge Salinas estaba involucrado en las desastrosas Vías del Amor y a pesar de sus protestas fue reemplazado por Fernando Colunga. Su rival sería Mauricio Islas y el papel de Magdalena, ahora llamada Matilde recaería en Adela Noriega, otra de las actrices fetiche de la Sra. Estrada. Sólo que en Televisa no les gusta repetir parejas y Noriega e Islas venían emergiendo del tremendo éxito de El Manantial. Adelita vacacionaba en Europa y parecía estar reacia a hacer otra telenovela tan pronto. Lucerito se puso sus moños, mandó a decir que no hacía refritos y que prefería debutar en el teatro con la obra Regina.

De pronto se suscitó una búsqueda de la protagonista que recordaba la que Hollywood emprendió en los 30’s por Scarlett O’Hara. Todas las actrices jóvenes de Televisa hicieron casting para Matilde, promoviendo una tremenda campaña de publicidad que beneficiaba desde ya a Bodas de Odio, rebautizada como Amor Real. Adela Noriega regresó a México, pero astutamente solicitó un sueldo millonario o como dicen los mexicanos “las perlas de la Virgen”.

Las reuniones se sucedían casi tanto como los comunicados de los medios que anunciaban que Lucero se había interesado en el papel o que una modista ya estaba tomando las medidas de la Noriega para sus miriñaques. Tal como ocurrió con Lo Que El Viento Se Llevó, Amor Real inició grabaciones sin protagonista. Finalmente, Adela se integró al elenco y el resto es historia.

Mirada superficialmente, el defecto más notable de Amor Real (aparte de su horripilante tema musical, defecto recurrente en las telenovelas de la Estrada) es que esta historia no es “histórica”. En un afán de desligarse del feo membrete de “refrito”, la nueva versión de Bodas de Odio se situó en un pasado más remoto, a mediados del Siglo XIX. María Zarattini rescribió completamente su adaptación, de forma tal que de la novela de C. Bravo Adams sólo quedó el triangulo pasional y el cuento de la esposa comprada.

El gran problema era que aunque los 1860’s fueron una era movida en la historia de México, con guerras civiles, intervenciones extranjeras y un emperador sentado en un trono de cactus, los sucesos históricos no correspondían cronológicamente a las situaciones que presentaba el libreto. Estrada y Zarattini decidieron, como se dice en chileno, “irse al chancho” y reinventaron la historia del México de hace 150 años.

Aunque nunca se nombra el país donde transcurre la novela, se sabe por su ubicación geográfica (cercanía con Cuba, frontera norte con los Estados Unidos) que se trata de México y en su abigarrada colección de ciudades ficticias (Ciudad Malta, Ciudad Santiago, Maravillas y Trinidad) surge algun que otro nombre real, como la Península de Yucatán y la fortaleza de San Juan de Ulúa, en el puerto de Veracruz, donde Mauricio Islas es injustamente encarcelado.

En este México fabuloso, donde Manuel compra una esposa, tiene lugar una guerra civil entre el Partido del Pueblo liderado por el humilde Juan Álvarez y las huestes del General Baranda, que protege los intereses de la aristocracia. Es fácil reconocer tras estos nombres a los personajes históricos de Benito Juárez, el abogado de origen zapoteca, despreciado por la oligarquía y la iglesia como un indio hereje, y el desdichado Emperador Maximiliano de Habsburgo. Amor Real presenta situaciones históricas tales como un país dividido entre dos presidentes electos semi-legalmente (tal como ocurrió con Juárez y el Gen. Miramón antecesor del Imperio); efectivamente existieron el bandidaje y guerrillas y los americanos salidos de una Guerra Civil (también mencionada en la novela) auxiliaron con armas a las fuerzas juaristas o “alvaristas” como se llaman aquí.

Superado el shock histórico, se puede apreciar la validez y autenticidad de la trama en lo que se refiere a la visión social. Amor Real no está exenta de anacronismos. El héroe en su noche de bodas se baja la cremallera de sus pantalones para abusar de su esposa, cuando este aditamento fue inventado en la segunda década del siglo XX, Maya Mishalska anda vestida a la moda de 1880 con polizones desconocidos en el período en que transcurre este cuento, y se utilizan términos modernos como “divorcio” y “telegramas” para referirse a anulaciones eclesiásticas y cables telegráficos. No obstante, pocas novelas han examinado con tanta minuciosidad y precisión la sociedad femenina decimonónica.

Amor Real enfatiza un mundo de mujeres sometidas por esposos, hermanos y padres. En vez de hacer hincapié en la condición de víctimas del sexo femenino, el guión nos indica cómo el sometimiento y la falta de instrucción convierte a estas mujeres en una jauría de ignorantes, cobardes, débiles, hipócritas, chismosas y embusteras. De hecho, Matilde Peñalvert de Fuentes Guerra tiene el triste privilegio de ser la heroína más mentirosa de las telenovelas. Su gran refugio son las lágrimas y los ataques histéricos ya que se le ha inculcado que ésa es un arma con la que una señorita de familia puede protegerse. Para esta heroína tan poco heroica era necesario un compañero de igual ambigüedad moral.

El Dr. Manuel, sin apellidos ya que es ilegitimo (nos imaginamos que usaría Aranda el apellido de la madre que lo abandonó al nacer) es un médico de pobres altruista y de ideas avanzadas que milita en el partido de Juan Álvarez. La novela nos presentará su lado más oscuro, su misoginia producto del rencor que siente por la mujer que lo tuvo gracias una violación; sus celos patológicos nacidos de una oculta desconfianza que experimenta hacia el género humano y su resentimiento social motivado por su padre, un poderoso terrateniente que nunca lo quiso y que sólo lo reconoce en su lecho de muerte. Esa legitimación convierte a Manuel en un Fuentes Guerra, un millonario dueño de haciendas y propiedades, pero también parte de una sociedad que él desprecia pero con la que tiene obligaciones.

Lo normal sería que un ser desclasado como Manuel uniera su vida a una mujer en circunstancias parecidas. Esa mujer existe y se llama Antonia Morales (Chantal Andere) y es la hija del administrador de las haciendas de los Fuentes Guerra. En un tiempo en que las mujeres eran semi-analfabetas, Antonia es tan instruida que puede desempeñarse como administradora tras la muerte de su padre. Pero su misma inteligencia, aunada a su falta de fortuna y orfandad, le tiende una trampa. Sin dote que atraiga un esposo rico y muy alto para un peón el destino de Antonia será muy desdichado. Amará con locura y sin esperanzas a su patrón ya que a Manuel lo tiene hechizado la escuálida figura de Matilde a quien ha visto un par de veces en la calle.

Matilde Peñalvert y Beristain sabe apalear el piano, bordar pañuelos, regar las plantas, y obedecer Su ignorancia es abismante, un escalón arriba del analfabetismo, y sus faltas de ortografía horrorizaran hasta a su marido. No sabe nada de historia, ni de política y, por supuesto, cree que las guagüitas las trae la cigüeña. Todos estos atributos la convierten en un ejemplo de lo que debe ser una señorita fina de su época. Sólo que Matilde aparentemente sumisa, y sabedora de que sus padres no aceptarán un yerno sin fortuna, ha iniciado un romance clandestino con el Teniente Adolfo Solís (Mauricio Islas).

Manuel, como todos, ignora estos amores, pero sí se entera de que los Peñalvert están arruinados, que Humberto (Ernesto Laguardia), el hermano de Matilde, es un jugador vicioso y que Augusta (Helena Rojo), su madre, está dispuesta a vender a su hija al mejor postor. Mientras Matilde se da calugazos con su soldadito en kioscos floridos, Manuel y los Peñalvert tienden, cada uno por su lado, una telaraña que la atrapa. Augusta, con la ayuda de un general amigo, consigue que arresten sin cargos ni juicio a Solís y lo sepulten en la temible prisión de San Juan de Ulua.

Como es de pocas luces, es fácil convencer a Matilde de que su novio la traicionó y huyó. Despechada, acobardada ante la posibilidad de desobedecer a su madre, y de enfrentar una confesión, Matilde acepta casarse con el Dr. Fuentes Guerra. Sólo que Solís huye de su prisión y se presenta en el banquete de bodas. La fresca de Matilde se dispone a huir con él, cuando su marido a chalchazo limpio le demuestra quien es el amo. Manuel se lleva a Matilde inmediatamente a su hacienda, sólo deteniendose en el camino para gozar a la fuerza de las primicias de su mujercita. Este primer encuentro con el sexo le descubre a Matilde que debajo de su corset y miriñaque existe una dama muy calentucha, aunque aparente lo contrario.

Las primeras semanas en la hacienda son una batalla campal de los flamantes novios que se agreden verbal y físicamente y buscan por todos los medios fastidiarse. Mientras Matilde intenta infructuosamente huir, Manuel se consuela en los brazos de Antonia. No obstante, Matilde a regañadientes comienza a descubrir virtudes en su ogro-marido, tales como su obsesión por proveer educación y cuidados médicos gratuitos a los pobres, su justicia al tratar con peones y humildes, y su sincera convicción de que las mujeres deben educarse.

Para cuando Adolfo aparece, fingiendo ser el nuevo administrador, Matilde está casi enamorada de Manuel y se niega a huir con su ex novio. Lamentablemente, ella es una enamorada del embuste y consigue construir tal laberinto de falsedades que su aparente felicidad matrimonial vive tambaleándose. Aunque Adolfo se marcha, e incluso se casa con la hija de un hacendado vecino, el derrumbe de la torre de mentiras de la Señora Fuentes Guerra causa una hecatombe que casi la separa para siempre de Manuel, quien la saca a empujones de su vida.

Ahora Matilde tendrá que enfrentarse al repudio de parientes y amistades, y a encontrar el modo de mantenerse ella y su hijo y de reconquistar a su marido. Esto a grandes rasgos es la primera etapa de una historia que en su período final involucra a Manuel en luchas políticas y las intrigas de parientes ambiciosos. Amor Real, precisamente por ser muy breve (solo cuenta con 95 capítulos), es muy dinámica.

La mayor grandeza de esta novela radica en la potencia de sus personajes muy bien delineados. De manera relajada se logra a través de los diálogos y los pensamientos de los personajes conocer su intimidad. Hay evoluciones constantes. Los personajes fluctúan entre el bien y el mal. Por mero capricho, los villanos pueden ser capaces de actos de infinita generosidad y los buenos pueden caer en pecado obligados por la pasión o la codicia. En este mundo destacan los personajes femeninos fuertes en comparación con los flojos e incompetentes. La anciana Doña Juana Domínguez Viuda de Palafox; la adolescente tísica Catalina Heredia; Josefina de Icaza candidata a ostentar el título de Miss Betty La Fea 1860, y Rosario, la india ex costurera, ex prostituta y eventualmente ex sirvienta, son los pilares donde se apoyan y aprenden los injustos, los moralmente frágiles y los que temen a la verdad. La tesis de la historia es que la ignorancia y la mentira causan todas las desgracias.

Carla Estrada ha reunido un excelente elenco para representar a este microcosmos. Figuras clave de la era dorada de la telenovela, ahora convertidos en actores de carácter, como Helena Rojo, Ricardo Blume, Jorge Vargas y Ana Martín alternan con la mejor cosecha de actores de hoy como Colunga, Noriega, Islas y Ernesto Laguardia. Amor Real es el regreso a las telenovelas de Leticia Calderón, saca partido a actrices juveniles como Ingrid Martz y. Kika Edgard y ofreció el mejor papel hasta la fecha al actor y tenor Mario Iván Martínez , quien da vida al simpático sinvergüenza Renato Piquet.

Como ocurriera con Xica, el hecho de transcurrir en tiempos pasados permite que se hable de temas que usualmente son tabú en las telenovelas. Algunos diálogos llegan a ser atrevidos por la franqueza con que describen la dinámica de la sexualidad humana. Ernesto Laguardia encarna el sufrimiento de un libertino que súbitamente queda impotente. En este mundo femenino, las mujeres van al baño, sufren de reglas incomodas, se les seca la leche y en un capitulo entre Manuel y su madre le dan a la sorprendida Matilde un curso relámpago sobre anticonceptivos.

Amor Real no sólo destaca por su argumento y actores. Su vestuario es esplendido y la escenografía no se queda atrás. Cuatro haciendas coloniales fueron usadas para representar a San Cayetano, la hacienda de Manuel, incluyendo la de Tetlapayac en Hidalgo donde Antonio Banderas y Catherine Zeta Jones grabaran La Marca del Zorro. El pueblo de Barranquillas y Ciudad Trinidad fueron construidos especialmente para la telenovela y se ha hecho uso de mansiones reales para que vivan Peñalvert y Fuentes Guerras. La trama saca partido de los sucesos importantes de la vida humana como funerales, bodas y bautizos y los directores los convierten en sucesos épicos. Amor Real visita todos los espacios desde los salones más lujosos hasta mazmorras y salas de tortura, las calles de Trinidad serán estrechas y la plaza tendrá cuatro arbustos locos, pero compensa a esas faltas, la cantidad de personajes pintorescos que la pululan; ladrones, gitanos, buhoneros y actores callejeros sirven de trasfondo para las escenas callejeras. Hay escenas increíbles como la huida de Mauricio Islas de San Juan de Ulúa, con tiburones y todo. Otra más reciente en que los Fuentes Guerra encadenados son arrastrados por Trinidad hasta la cárcel, puede compararse sin rubor con las de telenovelas brasileñas.

Quizás sea prematuro decir que con Amor Real, México se coloca a la par de Brasil en lo que se refiere a producciones de época, pero no es temerario considerar que es un primer paso para llegar a un nivel de excelencia similar al de Globo o a las telenovelas del difunto Walter Avancini. Desafortunadamente, la versión que estamos viendo en Chile sufre de algunas fallas, aparte del absurdo de haberla puesto a competir con Machos. Su calidad de grabación parece haber afectado el audio y el color. Algunos capítulos son muy pálidos, otros muy oscuros, haciendo que se pierdan el tono rojizo y los soberbios claroscuros de la versión original. Otra falla es que ya metió mano el censor rebanando una escena en que Humberto (Neto Laguardia) fornicaba sonoramente con una corista. En realidad, en un apuro por terminarla rápido (¿Para qué la dieron entonces?) Mega esta aplicandole tijeras a destajo.

Amor Real, es un placer imperdible para los amantes del género de época. Aconsejamos que en lo que acabe Machos, la graben para poder disfrutar de lo que se espera siente pautas en Televisa para producciones históricas futuras.

Por María Elena Venant

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