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San Josemaría Escrivá, el Opus y los PP. Claretianos. Formación del Santo y Principios del Opus Dei.

 

Nació el Fundador en Barbastro. La Providencia le proporcionó unos formadores excepcionales en los PP. Claretianos de la iglesia del Corazón de María, la primera erigida en España bajo esta advocación.

Allí encontró un gran director de espíritus  en su admirado P. Prudencio Cancer, de rica savia claretiana y, por lo tanto, auténtico apóstol viviendo una intensa vida mariana. La semilla, de la mejor clase, que sembrada en el campo de buena tierra y bien abonado de su dirigido, a la fuerza había de dar fruto del 100 por 100.

Sin duda le hablaría de la Academia de San Miguel fundada por el P. Claret con la finalidad principal de organizar a los intelectuales católicos con miras al apostolado. No sería raro que un apóstol tan celoso e inteligente se sintiese inspirado a hacer algo parecido y más completo, ya que el P. Claret, que fundó la Academia en 1858, al año siguiente tuvo que dedicarse de lleno a la restauración del Monasterio del Escorial; en 1868 era desterrado y en 1870 moría en el exilio en el Monasterio Cisterciense de Fontfroide, después de ser Padre del Concilio Vaticano I en su última etapa.

El P. Escrivá pudo dedicarse a su OBRA desde el 2 de octubre de 1928 hasta su ida a la Patria el 26 de junioi de 1975.

Evidentemente, Barbastro no era la ciudad indicada para una obra de la envergadura ideada por el Santo por ilustración divina, sobre todo pensando en el mundo estudiantil.

 

EN MADRID

Madrid llamaba a las puertas de su alma. Pero no era fácil, ya que su Prelado era opuesto al “deseado” traslado de sacerdotes de provincias a la capital. Pero era preciso que allí fuera. Fue a Madrid a pedir su apoyo ante el obispo, D. Leopoldo Eijo y Garay, y al amigo P. Cancer, de la Comunidad de Buen Suceso. Este le acogió con la amistad de siempre y, si bien nada podía hacer él personalmente, pero contaba con Padres claretianos que podían intentarlo eficazmente. Don Josemaría practicó ejercicios espirituales en el seminario madrileño bajo la dirección del P. Cancer, al que se abrió totalmente y conquistó. La solución estaba al alcance de la mano: el P. Juan Postius –un hombre para la Iglesia-  muy relacionado con el seminario y además abogado del Sr. Obispo, con éxito impensable en el pleito sobre la catedral, cuya propiedad reclamaban los jesuitas. Gracias a la “presión” del P. Postius ante el Prelado, fue admitido  en la diócesis madrileña el sacerdote aragonés, asignándosele como adscrito a la iglesia de San Miguel.

De allí se inició el OPUS el 12 de octubre de 1928. Los claretianos siguieron a su lado. Poniendo el obispo de Segovia cierta reticencia a la admisión de la Obra en su diócesis, el superior general claretiano, P. Nicolás García, acompaño al P. Escrivá al Prelado segoviano, obteniendo el permiso deseado.

El P. Escrivá llamaba al P. García “mi Padre General”, escribiéndole con mucha frecuencia y llamándose “pecador”. Esta confianza con el P. General le abrió las puertas de la del P. Postius, el “factotum” en aquel entonces, en la Iglesia de España, y la de los PP. Felipe Maroto, Arcadio Larraona y Siervo Goyeneche en los Dicasterios romanos.

En noviembre de 1931 el P. Maroto pidió al P. Postius su juicio sobre un tal “Sr. Escrivá”, del que hablaba un escrito de D. Francisco Moreno Monforte. Postius le contesta desde Madrid:

“El Sr. Escrivá es D. José Mª Escrivá, buen sacerdote, que dejó el Foro por la Iglesia y trata de doctorarse en esta universidad; su testimonio me parece de mucho peso para el caso”.

Los claretianos conocían a fondo a Mons. Escrivá y su Obra. Pidió éste a su “Padre General” que le cediera un Padre claretiano de Madrid para que diera clases de Filosofía a tres o cuatro de sus socios –de alguna edad-. EL P. Fernando Rodríguez Permuy, destacado periodista, fue uno de los profesores.

En 1946 el P. José Mª dedicó un ejemplar de su obra “La Abadesa de las Huelgas” al P. Postius, que quedó encantado del libro, hasta llegar a escribirle, el 31 de agosto del mismo mes y año: “Si no estuviera Vd. empeñado y comprometido con Dios para una Obra mejor, le hubiera pedido que continuase ese linaje de estudios con alguna monografía. No dude que en todo caso le acompaña el afecto fraternal de este s.s.q.b.s.m. Juan Postius, C.M.F.”.

 

EN ROMA, - “LA PROVIDA MATER”.

 Al recibir el volumen del Dr. Escrivá, hacía ya varios años que el P. Postius residía, al menos de derecho, en Roma, pudiendo transmitir el aprecio por el Opus y su fundador a los juristas de la curia claretiana generalicia. Destacaban los citados PP. Siervo Goyeneche y Arcadio Larraona, situados precisamente en los puntos clave para la posibilidad de la aprobación del OPUS. El P. Larraona, subsecretario de la Sagrada Congregación de Religiosos en 1945, secretario de la misma en 1950 y cardenal desde el 14 de diciembre de 1959, tenía el porvenir de la Obra en sus manos. Para su existencia se necesitaba la constitución “Provida Mater”, su estupenda realización. Es preciso recordar las palabras pronunciadas por el Papa Pablo VI ante el cadáver del humilde purpurado claretiano:

“Lo recuerdo particularmente cuando era Secretario de Estado y él venía a verme, empeñado como estaba en el importante documento “Provida Mater”. Yo le animaba y él me venía siempre con gran desinterés personal, con su lealtad para triunfar, cosa nada fácil, pero que él consiguió, de integrar a los Institutos Seculares en las formas de la vida de consagración”.

En la alocución del 2 de febrero de 1972, su veinticinco aniversario, el mismo Sumo Pontífice, dirigiéndose a los representantes de los Institutos Seculares les dijo, leyendo el texto escrito de su discurso:

“Nos sentimos también contentos de este encuentro con vosotros porque recordamos bien las circunstancias durante las cuales maduró ese histórico documento, verdadera Carta Magna de los Institutos Seculares, los cuales vieron en él su acogida oficial de la Autoridad Suprema, por obra especialmente del cardenal Larraona”.  Aquí Pablo VI interrumpió su lectura y añadió improvisando:

“Al cual nosotros, entonces humildes servidores de la Secretaría de Estado, tuvimos la ocasión de recibirle muchas veces, de conferenciar con él acerca de la aprobación de este gran documento”.

Lo más importante es que mientras con una mano preparaba la aprobación pontificia del decreto, con la otra ultimaba el Decretum laudis paara la fundación del Dr. Escrivá. La correlación entre ambos documentos es evidente: La “Provida Mater Ecclesia” fue promulgada, como hemos dicho, el 2 de febrero de 1947, y ya el 24 del mismo mes salía el Decretum laudis a favor del OPUS.

Téngase en cuenta que la Compañía de San Pablo, fundada ocho años antes que el OPUS, en 1920, no alcanzaría el Decretum laudis hasta el 30 de junio de 1950, es decir, quince días después de la aprobación definitiva del OPUS.

 

EL P. SIERVO GOYENECHE. – LA CURIA CLARETIANA DE ROMA

 

Para que el proyecto de instituto del P. Escrivá pudiera alcanzar su meta era preciso la aprobación de sus Constituciones. Providencialmente también este punto trascendental estaba en manos de un claretiano, el P. Siervo Goyeneche, catedrático romano en distintas ramas del Derecho y que en aquel tiempo ocupaba la presidencia de la comisión de la Congregación de Religiosos para la revisión y aprobación de las constituciones de los institutos religiosos. Los Institutos Seculares representaban una nueva forma jurídica, por lo que sus Constituciones exigían algo más, como una nueva creación de vida consagrada.

El P. Escrivá encontró en él al hombre que necesitaba. El y sus compañeros entraban en Via Giulia, 131, domicilio del P. Goyeneche, como si fuera su casa. Allí se iban incubando las Constituciones de la Obra con conversaciones frecuentes y prolijas. El P. Siervo compartía sus preocupaciones y alegrías, sus laboriosos trabajos jurídicos, como compartía sus fiestas “comunitarias”, sus comidas y excursiones “familiares” y también sus ratos de oración y convivencia.

 

Superado felizmente este difícil trámite de las Constituciones, gracias al interés, conocimientos jurídicos y peso del P. Goyeneche en la Congregación de Religiosos, en que trabajaba junto con el P. Larraona, San Josemaría y sus hijos pudieron acudir confiadamente a estos sabios amigos y consejeros, hasta la plena madurez de la obra.

Dado el corazón bondadoso y agradecido de San Josemaria Escrivá, estamos en que más de una vez en su vida se acordaría cariñosamente de la Casa claretiana de Barbastro, de los ejercicios del P. Cancer, y del trasiego de los PP. Postius, Goyeneche y Larraona por los Dicasterios romanos. Y nos imaginamos que a sus “hijos” les pasará lo mismo. Recordar es de agradecidos.


Tomás Luis Pujadas, C.M.F.