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LA PASION DE CRISTO, estrenos

HOLLYWOOD. ALFONSO ARMADA

A pesar de tratarse de una de las películas más sangrientas, crueles y explícitas de la historia del cine, con una cámara que se recrea con delectación en la tortura y muerte de Jesucristo, «La pasión de Cristo» de Mel Gibson arrancó aplausos y elogios del público de Hollywood después de haber sido destrozada por la crítica. Casi todos los espectadores entrevistados en un cine de Sunset Boulevard celebraron el Miércoles de Ceniza la versión de las últimas doce horas de la vida de Jesucristo y expresaron su «gratitud» hacia Gibson por haber contado «exactamente lo que ocurrió».

Antes de su estreno, la película de Gibson no sólo ha generado una formidable polémica en EE.UU. y un alud de publicidad gratuita, sino la adquisición por parte de comunidades cristianas de decenas de miles de localidades. No disminuyó la venta de palomitas -«al contrario», indicó una dependienta-, aunque el silencio en la sala de Arclight pronto fue tan denso que los que masticaban lo hacían como si temieran ser reprendidos.

No resulta fácil digerir las dos largas horas en las que con todo lujo de detalles se exhiben los latigazos, golpes y humillaciones a los que es sometido el Galileo, el ensañamiento de los judíos y el de los romanos, cómo la carne del Salvador de los cristianos es torturada hasta no dejar prácticamente un milímetro sin desgarrar, con detalles tan minuciosos cómo los látigos de piedras y hierros de los romanos incrustándose en la espalda del reo, o los clavos que penetran lentamente, atraviesan la mano y la madera, goteando sangre. Es como si Mel Gibson cogiera a sus espectadores por las solapas y les obligara a verlo todo en primer plano, no les diera respiro hasta que confesaran, hasta que admitieran su culpa. No es fácil de digerir esta «Pasión» que es una espeluznante exhibición, sin ahorrar técnicas, de la tortura de un hombre hasta la muerte.

Algunos espectadores de la sesión a la que asistió este corresponsal se salieron a mitad de la proyección, pero la mayoría aguantó el tipo e incluso aplaudió, si bien tímidamente, al final. La encuesta a su término fue aleatoria y asistemática, e interrumpida en tres ocasiones por responsables del cinematógrafo, que no permitían que se preguntara a los espectadores y mucho menos que se tomaran notas, y llegaron a amenazar con la expulsión de las instalaciones. Una vendedora de objetos de regalo dijo que le había «maravillado», pero añadió que no podía entrar en valoraciones religiosas o de índole personal: «Lo tengo prohibido. Si lo hago, me despedirán». John Lonweyland, de 47 años, fue el único que admitió que «tal vez el director ha ido un poco lejos a la hora de mostrar la crueldad de la que fue objeto Jesús», pero lo daba por bien empleado. Se sentía, como todos los entrevistados, «profundamente emocionado». Le había recordado su confirmación, sus lecturas de la Biblia, y aunque durante la primera parte sintió que «podía verse cierto antisemitismo, al final los romanos también son mostrados en toda su impiedad». Para remachar: «Creo que lo que logra Gibson es hacernos ver que todos somos culpables, que nadie está libre de pecado». Gabrielle Crawford, de 74 años, con los ojos velados por las lágrimas, católica prácticante, se sentía «profundamente agradecida» y dijo que planeaba «volver a verla».

El sacerdote católico William Raymond dijo que «el mundo debería sentirse agradecido de contar con alguien como Mel Gibson por haberle proporcionado una obra de arte tan inspirada y tan hermosa como esta Pasión». Raymond, que pensaba recomendar encarecidamente a sus feligreses que la vieran, destacó su «extraordinaria fidelidad a las Escrituras. Así es como fue», insistió, antes de hacer hincapié en «la hermosa piedad del final», que comparó con la «Piedad» de Miguel Ángel del Vaticano, aunque si bien reconoció que «en este caso» era mucho más sangrienta y «literal».

La pareja formada por Marcia, de 27 años, y Mondo, de 24, salió emocionada del cine, con los ojos húmedos. Marcia dijo que no pertenecía a ninguna Iglesia, aunque se manifestó creyente: «Esta película ayuda a comprender el misterio y lo que ocurrió». Mondo hizo más énfasis en sus valores cinematográficos, pero también habló de que le había hecho bien a su fe. Los once miembros de la familia Arce, de Honduras, estaban tan impresionados que se sentaron en uno de los asientos junto a la puerta de la sala en torno a la abrumada abuela, a la que le costaba expresar su emoción. El padre dijo que habían discutido mucho si traer a los pequeños, de entre seis y siete años, y al final optaron por ver primero y decidir después: «Esperaremos a que crezcan, porque les resultaría difícil entender tanta violencia». Pero tanto el hijo de 13 como sus hermanas mayores compartían una suerte de éxtasis. Era más de lo que esperaban. «Esta película lo que hace es fortalecer nuestra fe. Porque así ocurrió. Es la mejor película que nunca se ha hecho sobre la muerte de Cristo», dijo el paterfamilias. Mel Gibson había conseguido reventar Hollywood. Todo parece indicar que antes de que cante el gallo del lunes habrá recuperado con creces los 30 millones de dólares que invirtió en una película con la que dijo quería «llevar al espectador al límite de lo soportable».