Necrología.
Siervo de Dios R. P. Juan Busquet Lluciá.
Nació en Montbuy de Barcelona a 11 de enero de 1868.
Profesó en Barbastro el 25 marzo de 1884.
Se ordenó en Lérida el 15 agosto de 1891.
Murió martirizado en Lérida el 25 agosto de 1936.
Hubo tiempo en que el apellido Busquet infundía respeto en la Congregación. El M. R. P. José Busquet fue Consultor General y Superior de la Curia Generalicia, profesor eximio, escritor conspicuo, predicador solicitadísimo, inolvidable primer Rector del seminario de Sigüenza, gran formador de Misioneros en la Provincia Bética, hombre de talentos superiores y de acrisoladas virtudes al servicio integral del instituto. Su hermano Juan, de menor edad que él, si no llegó a las excelsitudes de la fama rivalizó con él en lo enardecido de su celo apostólico y en el desempeño de cargos de gobierno. Y lo que es más: le superó por lo heroico de su martirio. Los dos fueron confesores de la fe con dichos y con hechos pero sólo Juan adquirió el título de mártir, toda vez que por Dios perdió la vida, con sacrificio cruento.
Vio la primera luz en santa Margarita de Montbuy, provincia de Barcelona y diócesis de Vic. Sus años infantiles deslizáronse en ambiente saturado de religiosidad. Su familia fue modelo de honradez. En el taller de carpintería de su padre, asociábanse los afanes del trabajo con la práctica de la más acendrada piedad.
Tenía sólo 11 años cuando ingresó[1] en el Postulantado de Barbastro. Consta positivamente que durante su carrera sacerdotal gozó siempre la fama de muy aventajado tanto en ciencia como en virtud.
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El último de sus cursos hubo de simultanear la docencia con la discencia. Dejando a sus condiscípulos en el Colegio Teologado de Santo Domingo de la Calzada pasó al de Cervera, y mientras recibía lecciones de Teología y de Liturgia, enseñaba públicamente varias asignaturas a los alumnos de cursos inferiores[2].
Fue muy aficionado a las bellas letras y dedicó su tiempo libre a la composicion literaria. Así es como adquirió tanta soltura para expresar sus pensamientos, y aun para escribirlos con elegante estilo. El Boletín del año 1891 publicó algunas de sus producciones poéticas en forma de canto oriental endechado a la Congregación[3].
El día 15 de agosto de 1891, festividad de la Asunción, contaba sólo 23 años de edad, recibió el presbiterado en la capilla episcopal de Lérida.
Su vida presbiterial en los primeros diez años discurrió sin mayores relieves, primero como Profesor y Coadjutor en Barbastro. Como Coadjutor y predicador en Vic. Y ya sólo como predicador en Solsona y Lérida. Debió de ser entonces cuando publicó un opusculito con la Novena de N. Sra. del Blau, notable policromada escultura -ungida con óleo de historia y leyenda- que recibía pública veneración en nuestra Iglesia de San Pablo.
Donde adquiere bulto y personalidad el P. Juan Busquet es en Barbastro durante su superiorato de 1901 a 1907. Era ya ventajosamente conocido en la Ciudad por esporádicas intervenciones oratorias durante los años de su novatada sacerdotal. Llegó aureolado con fama de literato y de filósofo. No le costó esfuerzo alguno ganarse las simpatías de las gentes devotas que frecuentaban nuestro templo. Mantuvo incólumes las tradicionales buenas relaciones con el clero diocesano. Y lo que es más trabó nuevas y sinceras amistades con las personas más conspicuas de la localidad. En el Salón de Buenas lecturas en cuya fundación tanta mano tuvieron los nuestros, aprecióse su presencia algo así como la primavera después del riguroso invierno. Canónigos, Catedráticos, religiosos y autorizados ca-
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balleros encontraron allí el templado clima para aquilatar conocimientos, fijar conceptos, discutir sistemas y más que todo aproximar voluntades en orden principalmente al mejor servicio de Dios y de su iglesia. Las sabias conferencias del P. Busquet y sus frecuentes charlas fueron aglutinante poderoso entre los socios de la institución.
Surgió entonces la idea de lanzar al público una publicación periódica que fuera como el eco de los afanes culturales de la casa, resonador potente de las efemérides locales y vocero de legítimas aspiraciones de la región. Y salió a la palestra el batallador semanario El Cruzado Aragonés de tan limpia y larga historia. El P. Busquet fue tenido siempre por uno de su primogenitores. Y por eso año tras año era compelido amorosamente a tomar parte en al fiesta del aniversario celebrada en el monasterio benedictino de N. Sra. del Pueyo. Nuestros Misioneros cuidaron muchos años después de redactar la crónica semanal. Y en la portería de nuestro Colegio era donde se ponían las fajas y direcciones para los suscriptores de fuera.
Durante los seis años de su mandato se hicieron obras muy notables en la casa e iglesia, la azotea por ejemplo, mejora de primer orden para una comunidad numerosa y privada de expansión por falta de patios de recreo, la torre campanario, el majestuoso retablo mayor y el no menos espléndido del sagrado Corazón de Jesús. Adquirió un artístico Viacrucis y el sonoro mediófono. Y logró dar témino a la decoración total del elegante primer templo erigido en España al Inmaculado Corazón de María.
Tres muy respetable Padres que con él convivieron o le trataron muy de cerca; uno, profesor entonces de Retórica P. Silvino del Cura; otro el P. Pedro Tura que por aquellas calendas estudiaba en el Postulantado; y el P. Bernabé Rami, inquieto monaguillo de nuestra Iglesia por aquellos tiempos, escriben diciendo que conservan excelentísima memoria del P. Busquet; y convienen en aseverar, que era muy digno, muy afable y bondadoso. Le querían de consuno la Comunidad, el Postulantado, la Clerecía y el pueblo. Particularmente los niños de nuestra catequesis magníficamente llevada por los HH. Garcés y Delgado bajo la inmediata dirección del mismo P. Busquet.
Terminado el período de su gobierno en Barbastro, el capítulo provincial según legislación de aquellos tiempos le nombró Superior para nuevo sexenio de nuestra Comunidad de Calatayud.
Allí el aura popular no le fue tan propicia. Vivía en aquellos tiempos la ciudad bilbilitana tremendamente dividida por bandos políticos irreconciliables. Se publicaban los periódicos diarios El regional y La Justicia; con ideal íntegramente católico el primero, y rabiosamente anticlerical el segundo. Los dos se atacaban con saña y virulencia supina, despertando sus campañas cotidianas hasta en los últimos sectores de la población el contagio de su apasionamiento.No era fácil sustraerse al ambiente de lucha. Hasta entre los niños surgían frecuentemente grupos callejeros que con el nombre de carlistas y republicanos discutían acaloradamente y se sacudían con denuedo. Naturalmente que los sacerdotes presididos por el Vicario General en su noble misión de apaciguar los ánimos sobresaltados, tenían que proceder con exquisita cautela. Al propio P. Busquet por sólo haber leído desde el púlpito de nuestra iglesia, con intrascendente comentario, la comunicación del Sr. Obispo condenando uno de los peores engendros teatrales del tristemente célebre Pérez Galdós que a la sazón iba a ser representado, recibió una feroz diatriba
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del diario La Justicia, abundando inclemente en insultos groseros y en amenazas detonantes.
Desde el confesionario de nuestra concurridísima iglesia y desde le púlpito de la misma, explayó su celo apostólico según aconsejaban las circunstancias, las diez comunidades de monjas , claustrales y de beneficos establecimientos se aprovecharon en grande de su ciencia teológica y de su gran bondad. Eso sin descuidar la predicación tradicional por los pueblos del extenso Arceniadado. Para mí es motivo de eterna gratitud, el haberse llegado un día a casa de mis buenos padres (q. e. p. d.) para que me facilitaran el permiso de ingresar en la Congregación.
En 1913, el Gobierno provincial del M. R. P. Mariano Fernández le destinó a Lérida como Consultor primero. Allí con diferentes cargos domésticos pasó los últimos 23 años de su vida.
Tengo ante la vista informes del R. P. José Soler Pol, que durante varios lustros fue su compañero y Superior; del R. P. Luis Massana, testigo presencial de sus fatigas; y del R. P. Ramón Bota, quien pudo recoger del ambiente, poco después de la liberación, frescas impresiones de su vida y de su martirio. Los tres coinciden en decir sintéticamente que el R. P. Juan Busquet eea tenido por buen religioso, ejemplar sacerdote y celoso misionero. Y que cuantos le trataron dentro y fuera de la ciudad participaron de tan ventajosos conceptos.
Así por ejemplo escribe el P. Soler Pol: es difícil en el P. Busquet destacar una virtud sobre las otras como para definir su carácter. Sin embargo si tuviese que escoger una diría que fue la piedad, orlada de profunda humildad, singular modestia y ardoroso celo de las salvación de las almas. Las frecuentes visitas que hacía a Jesús sacramentado, su paciencia invicta en bajar al confesionario siempre que era llamado, siendo por muchos años el número uno entre los confesores a quien acudían toda clase de personas, sin distinción alguna de clases, aunque se tratara de notorios e importunos escrupulosos, hablan muy alto en su favor. ¡Que de veces al tener que ir a su celda le encontré orando. Y nada digo del rezo del breviario que a causa de su corta vista le ocupaba mucho tiempo; sin intentar nunca conmutarlo por el rezo del santo Rosario que era su devoción favorita.
Tuvo -añade-, superiores, relativamente a su edad, muy jóvenes; pero nadie más adicto a la persona del superior. Fue el más decidido y entusiasta apoyo del que hubo de enfrentarse con las obras extraordinarias de ornamentación de nuestro templo, aportando para ellas numerosos recursos, recolectados de personas amigas.
Con el mismo celo con que durante su juventud se había dedicado a predicar toda clase de sermones, se consagró por entero a enseñar el catecismo, cuando ya se iniciaban en él los achaques de la vejez. ¡Con qué cariño tomó sobre sí el cargo de aquella catequesis que tan floreciente dejara el R. P. Julio Moreno! ¡Y cómo se desvivía en reunir limosnas para organizar fiestas de primera comunión y de reparto de premios!
El papel importantísimo que desempeñaba cotidianamente con su dirección espiritual movió a los superiores a retenerle todo lo más posible en casa, mas si alguna vez era menester salir para algún pueblo, el P. Juan no ponía dificultad alguna, a pesar de las molestias producidas por una hernia que le daba mucho que sufrir.
Por aquellos tiempos las Esclavas del Corazón de María tenían una granja en Butcenit, distante cinco kilómetros de la capital donde se hallaban recogidas unas chicas extraviadas. El santo P. Busquet era su confesor y director. Y con bueno o mal
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[tie]mpo, sólo o acompañado, todas las semanas allí se trasladaba indefectiblemente para cumplir su santo ministerio.
Era en fin el hombre bueno, el hombre de confianza de toda la comunidad, el [co]nsejero prudente y ecuánime, siempre pronto a escuchar y a dar consejo.
Termina su informe el R. P. José Soler Pol diciendo por tener una pronunciación excesivamente rápida se saltaba alguna que otra vez palabras de oraciones públicas. Y añade que al ser avisado de ello, reconocía la falta, pro[m]etiendo rezar, por quien le avisó, un Avemaría.
A su vez el P. Luis Massana , al querer justipreciar la valía del R. P. Busquet como sacerdote y religioso, certifica con sobrio estilo que se mostró siempre ejemplar y edificante para los de dentro y los de fuera.
El R. P. Ramón Bota confiesa por su parte haber recogido de personas que con él convivieron algún tiempo que era muy mortificado y valiente. Lo prueban casos anecdóticos como este: una mañana de agosto, siendo ya anciano, y acaso habiendo permanecido casi toda la noche insomne por efecto de un fuerte trastorno físico, al principio de la meditación estaba puntual en el coro, permaneció toda la hora de rodillas y en pie sin sentarse. Recuerda también con oportunidad el suceso que fue consignado en la sección Colligite fragmenta del Boletín interno cuando el P. Busquet sin otro anestésico que la mirada puesta en su crucifijo de misionero aguantó impávido la intervención quirúrgica larga y dolorosa a que hubo de someterle el Dr. Dionisio Arrugaeta, médico cirujano de Lérida, muy amigo de los Claretianos.
Sí. Esforzado y valiente fue durante toda su vida llevando con ánimo generosos su cruz en calidad de discípulo de Jesucristo. Pero más esforzado aún y valiente en la hora de la muerte, vertiendo generosamente su sangre en testimonio de su fe en el divino maestro.
El 21 de julio del infausto 1936, entre terrores y angustias de muerte, los ocho sacerdotes integrantes de la Comunidad de Lérida, fueron apresados en el domicilio contiguo al nuestro. Seis de ellos fueron conducidos como partida de facinerosos a los antros de la cárcel provincial. El P. Superior Federico Codina y su Consultor primero P. Busquet fuero obligados a personarse en el Gobierno Rojo para prestar declaraciones. Estimando allí que nuestro P. Juan, seguramente por su avanzada edad y su vista casi perdida no era sujeto peligroso, declaráronle libre con facultad para escogerse residencia. Por cierto que no quiso otra que aquella precisamente en que momentos antes había sido apresado. Un mes exacto permaneció allí orando de continuo y haciendo el bien que le era factible. Y cuando un sentimiento de delicadeza le movió a salir de aquella casa comprendiendo por las amenazas de la radio que su presencia constituía un peligro para su bienhechores, fue detenido en el momento en que se disponía a tomar un autobús para desplazarse a la montaña.
Los milicianos celebraron la nueva captura con estrépito de denuestos blasfemias y le condujeron ignominiosamente a la cárcel. Era esta lóbrega e infecta super habitada hasta lo inverosímil en aquellos históricos días. Los héroes y los santos de la comarca preparábanse en aquel lugar para su próximo martirio. Eso fue también el tiempo de cárcel para el P. Busquet: entrenamiento para su último acto de servicio. Allí no más llegar enteróse de que pocas horas antes habían salido para el fusilamiento cinco de su compañeros de Comunidad los denodados Padres
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Albi, Lloses y Morell con los HH. Dolcet y Garriga. Por fortuna quedaba todavía el H. Luis Grau el cual pudo testimoniar de él que aparte su fervor característico, exaltado por fuerza de las circunstancias, demostró fortaleza de ánimo en aguantar los malos tratos y en hacerse a aquella terrible situación: Si nos matan ahora, decía muchas veces ¡Bendito sea Dios! porque seremos verdaderos mártires!
El día 25 de agosto cubierto el cielo de la ciudad de una pesada humareda anuncio del horrible sacrilegio que se estaba perpetrando con el incendio de la santa Iglesia Catedral, nuestro Padre, viejo y cecuciente, en compañía de veinte sentenciados más caía en el próximo Campo de Marte bajo la metralla asesina. Su alma volaba al cielo blandiendo el laurel de la victoria.
¡Que desde las alturas vele amorosamente por nosotros y por cuantos invoquen su valimiento!
Los primeros trámites canónicos en orden a su exaltación, completáronse oportunamente en la curia diocesana. Falta ahora que el proceso apostólico sea favorable. Y que el Señor quiera acreditar con ostensibles milagros la gloria inmarchitable de su Siervo.
Ángel M. Fandos, C. M. F.
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