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   Adicciones: perdiendo batallas

Dicen los que saben que de diez jóvenes que estudian secundaria, seis empiezan a ser hostigados o persuadidos -generalmente por compañeros o falsos amigos- para entrar al mundo de las drogas, ya sea como consumidores o como distribuidores. Lo primero produce consecuencias necesariamente fatales y lo segundo es potencial y brutalmente peligroso.

Por otra parte, recientes datos facilitados por el Consejo Nacional contra las Adicciones (CONADIC) reflejan que la edad de iniciación en el consumo de tabaco entre la niñez mexicana descendió a los diez años. En el 2002 la edad de iniciación se estimaba entre los 13 años y eran 400 mil jóvenes entre 13 y 15 años los que participaban en el consumo de tabaco. En aquel año se calculaban 16 millones de fumadores. Hoy se estiman 18 millones.

Aproximadamente tres y medio millones de jóvenes de entre 12 a 25 años de edad son habituales consumidores de alcohol en México, cifra que de manera inexorable tiende a crecer y que provoca la muerte diaria de 200 de nuestros jóvenes, ya sea por accidentes de automóvil o por otras causas, pero siempre asociadas al consumo de bebidas alcohólicas. El 35% de nuestros jóvenes hombres entre 12 y 17 años consumen alcohol y el 25% en el caso de mujeres de la misma edad.

Se calcula que de los 105 millones de habitantes de México, 24 millones son jóvenes y la mitad de éstos están desertando de sus estudios. No sólo eso, sino también que muchos de ellos no saben leer ni escribir. Simplemente hay que recordar que en este sexenio aumentó el analfabetismo de 6.2% a un 8.5 %.

De hecho, a la crítica situación política y económica de nuestro país habría que agregarle una grave situación social representada por el creciente consumo de drogas, alcohol y tabaco en nuestros jóvenes que para colmo encuentran pocas o nulas posibilidades de empleo. Cuidado. Se está gestando una perspectiva de nación de pronósticos francamente reservados.

Porque detrás de estas cifras hay seres humanos, personas de carne y hueso, con nombres y apellidos, jóvenes de ambos sexos, incluso niños y niñas que verán afectadas sus vidas por haber caído víctimas de las drogas, el tabaco y el alcohol y que bien pueden ser nuestros hijos. Detrás de estas cifras hay miles de millones de pesos en empresas que fincan sus inmensas ganancias en la destrucción de la vida de nuestros jóvenes. Unas ya sea produciendo, promocionando o edificando verdaderos imperios de violencia para establecer sus territorios, sin dar ni pedir cuartel y desafiando todo y a todos, incluyendo al mismo Estado. Los otros, desde la pirámide del glamour y la frivolidad, las poderosísimas empresas televisivas que diseñan sofisticadas campañas de mercadotecnia que trastocan valores y crean espejismos sociales. De los unos y de los otros sus víctimas favoritas son nuestros hijos, nuestros jóvenes.

Salvo en el caso del tabaco, detrás de esas cifras encontramos un gobierno frívolo que prefirió gastar más de tres mil millones de pesos durante su sexenio en promocionar su imagen a través de miles de spots de radio y TV, en lugar de invertir ese dinero en campañas profundas y extensas que sensibilizaran a nuestros jóvenes de las consecuencias de estos flagelos.

Y lo más doloroso es que detrás de estas cifras nos encontramos nosotros, los padres que no hemos encontrado la palabra de sabiduría que blinde a nuestros hijos y les otorgue la reciedumbre moral y de carácter que les permita enfrentar con éxito la presión social que emana de programas de TV y de los compañeros de escuela que incitan a fumar a tomar alcohol o consumir drogas. No encontramos las palabras de sabiduría que no tienen que ver ni con la actitud consentidora y automática de todas las peticiones de los hijos, ni con castigos y amenazas, sino con una comunicación permanente, profunda y sincera con ellos. Las cifras, finalmente, también nos dicen que estamos fallando como padres, que estamos olvidando lo importante por lo urgente. Ningún éxito en la vida compensaría el fracaso de nuestra familia.

Réplica y comentarios al autor: salvadorordaz@mexico.com




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