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   Amenazas ignoradas o un alto en el camino

Algo insano se está gestando en el seno de nuestra sociedad; una sombra amenazadora nos está cubriendo lenta pero inexorablemente, casi de manera imperceptible; una amenaza cuya naturaleza y consecuencias todavía no se pueden precisar. Sin embargo, la intensidad de su fuerza se ramifica y se multiplica día a día, semana a semana, mes con mes, y año con año. No es posible definir su naturaleza, pero es evidente que nos está aproximando, como nación, a un punto de quiebre, del que difícilmente podremos salir si no hacemos algo para evitarlo.

La amenaza que percibimos no va en contra de nuestros yacimientos de gas o de petróleo, tampoco contra nuestros destinos turísticos, ni atenta contra nuestra integridad territorial o nuestras reservas internacionales. Vaya, ni siquiera es un riesgo directo contra nuestra soberanía. La amenaza va mucho más allá de todas estas cosas, y tiene que ver con la mayor riqueza de nuestro país: su potencial humano.

Una de esas amenazas es el alto índice de divorcios que se registran a lo largo y ancho de nuestro territorio. Existe actualmente una tasa del 43% frente al 10% de hace una década. Pocas son las familias que salen totalmente ilesas de estos procesos. Y detrás de los fríos números encontramos a niños y a parejas lastimadas emocionalmente. La familia es la unidad básica de la sociedad. Es ahí donde los hijos aprenden acerca del amor, la confianza, la lealtad, la cooperación y el servicio. Sin duda, es en la familia donde se desarrollan los atributos de un buen ciudadano, de un buen hijo o de un buen esposo o esposa.

Otra amenaza es la que encontramos en el hecho de que cada vez la edad en la que los niños tienden a autodestruirse con drogas está disminuyendo dramáticamente. Antes, los jóvenes empezaban a consumir drogas a partir de los 17 y 18 años. Hoy, de acuerdo a las autoridades, nuestros niños las están comenzando a consumir entre los 11 y 13 años de edad. Este dato es proporcional al número de jóvenes que caen en las garras del vicio: cada día son más los jóvenes que a menor edad se inician en el consumo de las drogas.

Una amenaza más que está destrozando a muchas familias mexicanas es el suicidio. La tasa de mortalidad de jóvenes por este flagelo, nada más en el grupo de edad de 11 a 19 años, se ha triplicado desde 1990 a la fecha. Los sociólogos coinciden en señalar que algunas de las causas que lo explican son las nuevas exigencias económicas de un mundo globalizado que obliga a que ambos padres participen financieramente con el sostén de la casa y se tengan que ausentar del hogar.

La otra amenaza, que no por conocida es menos dolorosa, es la desintegración familiar provocada por la emigración. Miles de hombres, y ahora también niños, dejan su núcleo familiar para buscar en otro país lo que el suyo no puede darles. Mas allá de la tragedia que significa jugarse la vida para buscar el sustento, está la dramática realidad de ser un país que se está quedando sin capital humano. Ya no son sólo campesinos los que van en pos de su fortuna. Ahora las grandes ciudades se están convirtiendo en expulsoras sistemáticas de toda clase de personas: técnicos, profesionistas, maestros y artesanos se ven obligados a separarse de su familia por el mismo motivo.

Para terminar, la violencia forma parte de nuestra cotidianidad. Se ha demostrado que por esta causa se registran más pérdidas humanas que en la guerra de Irak.

Mientras tanto, somos testigos de una campaña electoral que pareciera librarse con personas sin ningún vínculo de identidad nacional. Se impone un alto en el camino. En la sociedad mexicana de hoy se presenta un hastío ante las diatribas y ataques, donde campean el fuego verbal y escasean los planes y las propuestas concretas. Ante las graves amenazas señaladas y otras muchas más, se necesita, además, de trazar un camino por el que podamos avanzar.

Por otra parte, es imposible dejar de pensar que si los miles de millones de pesos que gasta el presidente Fox en auto elogios, mediante anuncios en la radio y la televisión, se invirtieran en intensas y profundas campañas preventivas contra el uso de las drogas y enalteciendo los valores familiares, se estarían enfrentando con eficacia y dignidad los flagelos que diariamente nos lastiman. Lástima. Es como pedirle peras al olmo.

Réplica y comentarios al autor: salvadorordaz@mexico.com




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