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   La espada de la humildad

Tenía rato que había sido invitada a participar en "Tiempos de Reflexión", lo cual me ha llenado de alegría. Pero había algo que me detenía a colaborar, pues me encontraba en un momento de introspección, dirigido a buscar mi propia verdad. Eso toma tiempo, mucho tiempo, sin embargo existen momentos determinados en que se nos da la oportunidad de dar un paso gigantesco hacia delante: sólo tenemos que poner en nuestra mente la idea que queremos conocer, el origen de la creación y la raíz del todo; sólo tenemos que pedirlo, y si nos mantenemos entusiasmados al respecto, llega poco a poco. Pero hay que abrir la totalidad de nuestros sentidos. Una de las razones que me frenaban a escribir, era la de imponer inconscientemente pensamientos e ideas a los demás. Al mismo tiempo que la lectura y las comunicaciones en general nos han ayudado a tener una gran gama de conocimientos en todas sus áreas, también es un arma poderosa de ideas y valores que crean ilusiones y que se expanden de forma impresionantemente poderosa. Simplemente, no me sentía preparada para tal responsabilidad.

En la búsqueda de lo Divino y lo que nos da razón de ser, se encuentran aquellos que se sienten atraídos por lo religioso y por la observación de las leyes de Dios; otros se van por el lado de lo oculto, de los secretos perdidos en la historia de la humanidad; buscan en la filosofía y en las formas de vida de otras culturas, en otros tiempos... Muchos son muy complicados, otros demasiado ligeros; en fin, existen una y mil formas de expresiones divinas. Entre tantas representaciones y colores expresivos de la Divinidad, ¿en dónde debemos buscar? ¿Cuál es la verdadera? La respuesta más clara y directa que tengo es: dentro de nosotros mismos. Debemos comenzar por escucharnos y dejarnos ser guiados por lo que sentimos en la profundidad de nuestro corazón. Normalmente conocemos de antemano lo que es negativo en nuestras vidas y lo que es positivo, pero raramente nos hacemos caso. El egoísmo, los miedos, el orgullo y demás, son mucho más fuertes que nosotros. Al escuchar lo que el corazón nos tiene que decir, pero al realmente ponerle atención, encontramos muchas virtudes, que al mismo tiempo que cambian nuestra escala de valores, comienzan a germinar en nuestro interior. Cuando uno llega a la comprensión de ellas, el sentimiento es maravilloso. Es como cuando se lee un libro donde el autor explica algo, que aunque nunca lo habíamos leído antes en otros libros, dentro de nosotros decimos: ¡Esto ya lo sabía! ¡Sí, así es! ¡Es cierto! ¡Ahora comprendo! La vida cotidiana comienza a verse diferente, llena de bellos tesoros por descubrir. Los Grandes Enviados de todos los tiempos sabían muy bien que para que alguien pudiera alcanzar el conocimiento oculto de la espiritualidad, se tenía que comprender primero lo esencial de la vida cotidiana, las virtudes y valores eternos, los que nos dan la tan necesitada sabiduría. Estas virtudes y valores se pueden resumir en una Ley Divina: "Quiere para los demás lo que quieres para ti mismo". Varios demonios se destruyen con esta idea: el egoísmo, la arrogancia y la impaciencia son algunos de ellos. Todos conocemos muy bien lo que estos males fueron capaces de hacer a lo largo de los siglos que conforman la historia de la humanidad.

Una de las formas que nos pueden ayudar a combatir a estos demonios, es empuñando la Espada Divina de la Humildad. La humildad nos da la capacidad de escuchar y aprender, es el principio de todas las virtudes a seguir. Realmente nunca lo sabemos todo, y esta realidad nos ayuda a emprender el camino que conduce a la humildad. Pero en ningún momento debe de ser confundida con baja auto estima. De la misma manera que no buscamos controlar a nadie, tampoco dejemos que nadie nos controle. La humildad vista desde esta óptica, como un Poder Eterno, nos permite reforzar el Respeto en Nosotros Mismos. Tampoco debemos de dejar que esta humildad se convierta en ego; procuremos tener mucho cuidado con eso. Para desarrollar el poder de la humildad y respeto hacia nuestras personas, tenemos que conocernos y comprendernos profunda y claramente. Al alcanzar nuestra verdad interna, desarrollaremos nuestro carácter en base a ella. Pero para eso tendremos que encontrar lo más puro en nosotros, la raíz misma de lo Divino, producto de la honestidad y la paciencia. Cuando se comienza a sentir en nuestro interior que la humildad nace naturalmente en todo lo que hacemos, que casi ni nos damos cuenta; cuando la comprendemos en el fondo de nuestro ser; cuando podemos entender a los demás bajo las verdades que la humildad nos presenta, es entonces cuando sabremos que ya estamos más cerca de la Divinidad y el camino recto será más claro.

Réplica y comentarios al autor: otila8@hotmail.com




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