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   Ciudadano honoris causa vs partido ciudadano

La reciente decisión de Jorge Castañeda de contender en el 2006 por la presidencia de México se da en un momento que personalmente le resulta muy favorable, porque aprovecha el descrédito de la clase política mexicana, los escándalos de corrupción, la parálisis legislativa, la caída en la popularidad de López Obrador entre los grupos de intelectuales y de estudiantes universitarios, la ausencia de liderazgo de un gobierno federal que luce torpe, apático y fastidiado, y la urgencia de los ciudadanos de este país que reclaman un verdadero cambio que le permita a México crecer y distribuir mejor su riqueza.

Jorge Castañeda lleva un año impulsando su plataforma política, que ha denominado "Las ideas del cambio". Su grupo de trabajo, donde participan algunos de los que impulsaron el Voto Util foxista, ha considerado que es el momento de iniciar su campaña y están optimistas de poder conducirle a Los Pinos en el 2006.

El nuevo candidato se une a una larga lista de políticos que se han venido autodestapando en los últimos meses de manera abierta, más los que quieren serlo sin negarlo ni reconocerlo. Jorge Castañeda es un hombre sin duda carismático, pero su temperamento arrebatado (suele hacer declaraciones de manera inopinada) y arrogante parece poco compatible con el que se espera en un presidente para un país que se desbarata y en el que es difícil llegar a acuerdos mínimos sobre los asuntos importantes.

En una entrevista que dio a Ciro Gómez Leyva en Canal 40 el día de su autodestape oficial, Castañeda reconoció que piensa puede avanzar, de aquí hacia el 2006, de un 6 a un 12% en la intención de voto; resultado a todas luces insuficiente para ganar una elección que requerirá, cuando menos, un 30 o 35%. Por su propia declaración se puede decir que le queda claro que no podrá conquistar la Presidencia.

Cuando algunos le planteamos a Castañeda, hace casi un año, la posibilidad de aprovechar su figura para construir un nuevo instrumento político de centroizquierda social demócrata, su respuesta fue que no se oponía pero que no le interesaba perder el tiempo. Castañeda no cree en los partidos políticos, pero no sólo en los de México, sino en los partidos en general. Opina que es posible llegar al poder y conquistar la presidencia a través de la acción y del respaldo ciudadano. Sin embargo, no parece comprender que gran parte de lo que le ocurre a Vicente Fox, de cuyo gobierno no se atreve a deslindar, es el resultado de llegar al poder sin el respaldo de un partido, sin una plataforma política clara y definida, y con un Congreso dividido. Su eventual llegada al poder, sin el respaldo institucional, produciría muy probablemente una grave crisis política.

El sentir de muchos mexicanos es que México requiere de un nuevo salvador, un especie de redentor. No importa mucho si éste es de izquierda o de derecha. Nuestra cultura política presidencialista y paternalista nos hace creer (no pensar) que es posible que un hombre, decidido, honesto, trabajador y con agallas, es suficiente para terminar con nuestros males ancestrales. Por ello la candidatura de Fox tuvo tanto respaldo en el 2000 y por ello se ha exagerado y hasta deificado en algunos sectores sociales la figura de López Obrador, aún a pesar de que éste ha demostrado tener una moralidad que no sólo suele colocar por encima de las leyes e instituciones, incluyendo la Suprema Corte de Justicia de la Nación, sino que no se responsabiliza de los actos de corrupción de sus subordinados más cercanos. Por ello, también la figura de Jorge Castañeda le promete a algunos feligreses ciudadanos convertirse en una especie de Mesías ciudadano.

En el otro lado de la acera, hay ciudadanos y ciudadanas que opinan que lo importante es construir, de una manera colectiva, instituciones de largo aliento en lugar de respaldar proyectos personales, por fantásticos que estos parezcan. Construir una opción de centroizquierda que impulse una nueva cultura política, donde la ética no exista sólo en el discurso, que sea capaz de presentar propuestas para el desarrollo, la economía, la educación, la salud, el campo mexicano, los indígenas, y los muy diversos grupos minoritarios, es indudablemente el gran reto.

Réplica y comentarios al autor: trasquila@hotmail.com




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