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   Ni son perros ni están ladrando...
Es el Pueblo que está llorando

El mexicano común y corriente, el que se tiene que esforzar para llevar el alimento a la mesa de su casa, el que forma parte de ese 61% de una recién encuesta que determina que no ha habido ninguna mejora en nuestra economía en lo que va del actual sexenio, o de la inmensa mayoría de mexicanos que nos levantamos todos los días con la sensación de vivir en un país donde las instituciones van perdiendo la batalla, donde un día sí y el otro también despertamos con la noticia de más asaltos, asesinatos, atentados como el que acaba de ocurrir en el estado de Sinaloa en un salón de fiestas infantil, o aquel a instalaciones de la mismísima policía, o robo de evidencias periciales en las propias oficinas del ministerio público, o de malos manejos en las oficinas de la nueva y flamante Policía Federal Preventiva.

Nos estremecemos al saber de las muertes de muchos de nuestros paisanos, jóvenes, mujeres y hombres que buscan en otras naciones lo que las autoridades de la nuestra les han prometido en costosísimas campañas electorales y no les han podido cumplir: un trabajo.

Al contrario; de aquellos 700 mil empleos prometidos, más de 200 mil empleos se han perdido, y es importante porque atrás de un desempleado hay una familia que sufre, una esposa angustiada y niños y jóvenes cuya perspectiva es dejar la escuela para contribuir al ingreso familiar, ya sea en la economía informal o trasladándose a la frontera y jugarse la vida.

¿Cuál será el sentimiento que embarga a aquella mujer o ciudadano que tiene que levantarse todos los días en la madrugada para trasladarse a su trabajo y saber que parte de sus impuestos servirán para juntar los 102 mil millones de pesos que costarán al IPAB sanear a Bancrecer?

¿Y aquellos miles de ciudadanos y ciudadanas que se entusiasmaron ante el anuncio en diciembre de un "Programa" que impulsaría la creación y el fortalecimiento de changarros en todo el país y que ahora se entera de que el pomposamente llamado Programa Nacional de Financiamiento al Microempresario y Microempresaria resultó que ni es Programa ni es Nacional. No es Programa porque no reúne los requisitos metodológicos mínimos indispensables que todo "programa" debe de tener, tales como criterios de medición y plazos de evaluación, y no es nacional porque no van para todo el territorio y mucho menos es para el microempresario, ya que será administrado a discreción por 25 sociedades financieras y por si fuera poco, según registros del INEGI, los simbólicos 200 millones del programa a duras penas alcanzaran sólo para uno de cada 100 de las microempresas registradas en el INEGI, esto es, serían como 40 mil los créditos que se aplicarían a las "considerables" cifras de 500 a 5 mil pesos. Con toda seguridad, Fox y su equipazo nunca han puesto un changarro. Suena a burla.

¿Qué dirán aquellos que votaron el 2 de julio por el cambio? Según porque ahora sí iban a "limpiar la casa" y se dejaron llevar por las palabras del Sr. Fox en el sentido de que "...actuaría contra el que haya corrompido, trátese de tiburones, tiburoncitos o pescaditos". La verdad es que ahora escuchamos palabras de que no quieren hacer cacería de brujas. ¿Y su cruzada contra las tepocatas, chinches y alimañas, contra la impunidad y la corrupción, donde quedó? Las verdaderas listas del FOBAPROA aún no se dan a conocer y en esa acción está la posibilidad de recuperar cerca de 90 mil millones de pesos en lugar de aumentar el IVA a alimentos, medicinas, transporte y colegiatura.

¿Y qué hay de nuestro campo? Resulta, amigo lector, que en lo que va de este sexenio, el Sr. Fox y su gabinetazo -quizá por la organización de sus viajes al extranjero y sus afanes por unir a las 2 Coreas, o preocuparse por el texto en inglés que tenía que escribir en el libro de visitantes distinguidos de la Muralla China, o por preparar su traje de superhéroe y practicar sus chistes en la visita a Centroamérica, o por supervisar las costosa remodelación que se está haciendo a los Pinos, o por preparar el Mitin de Apoyo al Buen Gobierno de más de 30 mil personas en la entrada de su rancho (por cierto, sólo llegaron 5 mil)-, no han aplicado un sólo peso de los tres mil 800 millones autorizados por el Congreso para el Programa Alianza para el Campo; peor aún, de acuerdo a datos proporcionados por diputados federales, se recortaron 450 millones de pesos a la Alianza para el Campo, afectando a más de 4 millones de campesinos. Eso sí, con bombo y platillo se anunció a los medios de comunicación la conversación telefónica que se había tenido con el Presidente Bush para lamentar la trágica muerte de los veracruzanos en el desierto de Yuma, Arizona.

Qué más quisiéramos que compartir la venda que cubren los ojos de quienes no quieren ver -como si eso ayudara a resolver nuestra cruda realidad-. Desde la perspectiva presidencial, las preguntas positivas o inteligentes son las que no se cuestionan, las que adulan o festinan, las que apoyan incondicionalmente las acciones o chistes presidenciales.

Por eso estamos como estamos, nunca más. Hoy, se reconozca o no, hay una multiplicidad de luces rojas a lo largo y ancho de nuestro territorio, ahí sigue, y para nada durmiendo el EZLN, miles de árboles de nuestros bosques se siguen talando diariamente, impunemente; la corrupción y el narcotráfico siguen permeando las capas más sólidas de nuestras instituciones; los conflictos por el agua, apenas empiezan, mañana serán devastadores; miles de nuestros jóvenes, estudiantes universitarios, próximos a terminar su carrera contemplan ante sí, nulas o escasas posibilidades de empleo, muchas fábricas están cerrando por la injusta e indiscriminada apertura a los mercados trasnacionales en menoscabo directo de nuestra producción interna, cada vez es mayor la variedad de alimentos que tenemos que comprar al extranjero, el número de chiquillas y chiquillos que están en las esquinas y que viven en la calle aumenta, pareciera que inexorablemente.

Quisiéramos estar equivocados, en verdad, pero ese 61% de ciudadanos mexicanos y mexicanas que coincidieron en señalar que no observan ninguna mejoría en nuestra economía en lo que va de este sexenio, apenas reflejan la verdadera situación. Hay más, muchos más que difícilmente serán encuestados, que viven allá, arriba de la montaña, que no conocen ni siquiera su cabecera municipal, mucho menos la capital de su estado, o tal vez radican en nuestros desiertos, o en nuestras costas, o viven en las alcantarillas de las grandes ciudades, o forman parte de ejidos sin esperanza, o son estudiantes que con el sacrificio de sus padres se están formando, o son mujeres que libran la buena batalla por sus hijos y por su familia, día a día, sin dar ni pedir cuartel. Seguramente algunos de ellos votaron y creyeron y no son perros ni están ladrando, son personas que están llorando de rabia e impotencia... o simplemente decepción.

Derecho a réplica y comentarios: Salvador Ordaz Montes de Oca




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