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   El campo mexicano: decapitado

El Ejecutivo Federal, en su Proyecto de Egresos de la Federación para el ejercicio fiscal del 2004, plantea reducir el gasto para el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) en poco más de mil millones de pesos. La propuesta enviada al congreso durante el mes de noviembre incluye, además, en su Artículo Segundo Transitorio, la desincorporación, e incluso posible desaparición, de varias instituciones del gobierno federal encargadas de la generación de conocimiento y desarrollo tecnológico del sector agropecuario, forestal y del manejo del agua. Se trata de un desafortunado intento de ahorrar donde menos se debe.

La noticia revela que el gobierno del cambio resultó no solamente un gobierno de bisoños aparentemente bien intencionados, sino desconocedor de la importancia del desarrollo científico y tecnológico en general, y el del medio rural en particular, en la construcción de un México moderno que pueda aspirar a ingresar al primer mundo. El ejemplo de España y de los países asiáticos parece haberse traspapelado entre las neuronas de los que parecen asesorar a un presidente abrumado por sus intensas lecturas cotidianas.

Será creíble que no exista, entre el grupo elite de circunspectos y eruditos asesores presidenciales, alguno que le recuerde al presidente que los países con mayor grado de desarrollo, y aquellos cuya economía crece con mayor celeridad, son aquellos que más invierten -esa es la palabra- en educación, ciencia y tecnología. Si lo hay, ¿por qué el presidente no le escucha? Es importante reconocer que gran parte de esa inversión, en esos países, proviene de la iniciativa privada, pero ésta no se ha dado de manera espontánea ni altruista, sino a partir de la instrumentación políticas públicas que la facilitan y la promueven. Desafortunadamente, en México poco se hace al respecto. Peor aún, ahora hay evidencia de que se retiran recursos al quehacer científico y de desarrollo tecnológico sin antes propiciar la inversión de los sectores privados en ésta importante actividad.

Disminuir los recursos particularmente destinados a la investigación de los asuntos agropecuarios, forestales y del agua hace al caso más delicado aún. Revela, para empezar, que el compromiso que el gobierno federal estableció con los productores agropecuarios no será respetado. Tenemos pues, un gobierno que miente. Le miente por lo menos ahora a los productores agropecuarios, porque no hay congruencia entre lo que se firma para respaldarles y lo que se hace con su futuro cuando se abandona y decapita al sector agropecuario al golpear con propuestas, como la enviada al Congreso, a las instituciones como el Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias y Forestales (INIFAP), el Colegio de Posgraduados (CP, la institución del país con mayor número de doctores en ciencias relacionadas al quehacer agropecuario miembros del Sistema Nacional de Investigadores), la Comisión Nacional de Zonas Aridas (CONAZA), el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA) y el Instituto Nacional para el Desarrollo de Capacidades del Sector Rural (INCA RURAL).

Los argumentos esgrimidos ante la opinión pública por el presidente Vicente Fox, y los presentados por el director del Conacyt, el Ing. Jaime Parada, ante los diputados de la Comisión de Ciencia y Tecnología de esa cámara son los mismos. Mencionan que se trata de organismos ineficientes y de poca relevancia estratégica para el desarrollo del país. Concuerda su opinión con la visión de la Sagarpa de que en el campo mexicano sobra mucha gente. La investigación científica y el desarrollo tecnológico para el campo podremos exportarlos, se piensa en el "gabinetazo", y no parece indispensable, para estos hombres y mujeres, desarrollar nuestras propias tecnologías para nuestros problemas particulares. Los argumentos dejan claro que el gobierno del cambio desconoce lo que estas instituciones, a las que golpea con su propuesta, han realizado y realizan en el y para el país y con muy pocos apoyos gubernamentales, por cierto. No se trata, como se dice en algunos foros, que estos resbalones ocurran por tratarse de un gobierno de empresarios. Ocurren porque se trata de un gobierno de empresarios ignorantes.

Estas instituciones, que el gobierno pretende desincorporar o desaparecer, han contribuido al desarrollo rural integral y con ello al desarrollo social de México. Lo han hecho generando conocimientos y tecnología para los diversos esquemas de producción de agricultura tradicional y empresarial. Para citar algunos ejemplos, la industria cervecera mexicana usa las variedades de cebada que ha desarrollado el INIFAP y la prevención de muchas enfermedades de los animales de granja se debe al desarrollo de vacunas y productos biológicos desarrollados por investigadores de estas instituciones. Poco se hace por proteger nuestros bosques, y el agua es la principal limitante para el desarrollo del país como para pensar en ahorrar olvidándonos de esos problemas "mandando a estos investigadores por las coca colas", para que vengan otros, si tenemos suerte y quién sabe de donde, a proponer opciones para los mexicanos.

La iniciativa federal atenta contra el desarrollo del sistema de generación-transferencia de tecnología en el medio rural, indispensable para elevar los ingresos de los que menos tienen, pero también fundamental para mantener una industria agropecuaria competitiva en los tiempos actuales.

El campo mexicano corre peligro. Todos le miran de soslayo. Hasta el día 29 de noviembre, los investigadores de estas instituciones en peligro no habían sido recibidos por los diputados de ningún partido, con el argumento de que están muy ocupados. Seguramente.

Van por lana y regresan trasquilados: El jefe de gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), respetando la antigua tradición priísta, otrora nombrada demagogia, ha decidido que el nuevo distribuidor vial de Zaragoza lleve el nombre del Ing. Heberto Castillo Martínez. Durante su administración, AMLO no ha utilizado nunca los sistemas de construcción que el ingeniero Castillo desarrollara y que ahorran aproximadamente un 60% de concreto y 40% de acero. Ahorrar no es buen negocio, opinan las empresas favorecidas con estos distribuidores. Heberto dedicó gran parte de su vida para que no se desperdiciara acero y concreto y desarrolló un sistema de construcción reconocido mundialmente. Gracias a este sistema, el Hotel de México (ahora WTC) pudo aumentar su altura original. Hay además puentes de concreto armado con algunos de los claros más grandes del mundo en la república mexicana calculados por él mismo. ¿Qué pensaría el destacado ingeniero de que se construyeran estos distribuidores con el sistema de construcción al que se opuso tanto y les dieran su nombre?

Réplica y comentarios al autor: trasquila@hotmail.com




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