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   La jugada de Marcos: una jugada tranquila
Posicional: jugada, maniobra o estilo de juego regido por consideraciones estratégicas y no tácticas; puede ser, por tanto, una jugada tranquila.

Jugada Tranquila: jugada que no da jaque, no mata ni supone una amenaza directa... concede a las negras mayor libertad de acción.

"An Ilustrated Dictionary of Chess"

El sábado 24 de febrero, dio inicio la marcha zapatista que recorrerá 12 estados del país y concluirá a mediados del mes de marzo con la presencia del Subcomandante Marcos en la ciudad de México.

Ninguna otra coyuntura referente al problema chiapaneco ha evidenciado con mayor claridad los verdaderos alcances y limitaciones de las estrategias diseñadas por los actores políticos en pugna.

Con la visión general del juego político reiniciado tras meses de letargo y silencio, podemos decir que el zapatismo, con Marcos a la cabeza, ha tomado la iniciativa y ha hecho, lo que en ajedrez se llama “una jugada tranquila”

Con una nueva estrategia de acercamiento al problema, el Gobierno de Vicente Fox trató de desempantanar el problema chiapaneco, forzando a Marcos a definir una posición con respecto a la postura asumida por el nuevo gobierno.

El antecedente inmediato fue la estrategia de silencio e inmovilismo implantada por la administración Zedillo, la cual buscaba desviar la atención de la opinión pública del escenario chiapaneco y colocar la solución de las demandas zapatistas en un lugar secundario de la agenda política nacional para tratar de resolverlo de modo indirecto y a través de “aproximaciones sucesivas” impulsadas desde programas de política social y desde la construcción de un nuevo escenario electoral en el estado para recomponer el sistema político local.

Mas allá de estar de acuerdo o no con ella, en esa lógica, la lógica de Zedillo, el problema zapatista era más un problema político que un problema militar. La presencia del ejército en el estado no era sino una forma de evitar que el zapatismo, en tanto dinámica política y eje de movilización y de articulación de demandas sociales en la región, “contaminara” otros estados del sureste y ampliara las fricciones entre los actores del sistema político nacional, en lo general.

El ejército era una parte relativamente “pasiva” en el conflicto y operaba indirectamente como mediador de las fuerzas violentas desatadas en el estado tras el levantamiento de 1994; fuerzas entre las que –irónicamente- los zapatistas no eran ni las más violenta ni la más fuerte.

La administración foxista por el contrario, trató de asumir una nueva visión del problema; Ignorando las advertencias de analistas políticos, definió un nuevo enfoque del problema zapatista a partir de considerar que este era una cuestión fundamentalmente militar. Supuso -por ejemplo-, que con redefinir la participación del ejército mexicano en la zona del conflicto, retirándolo de las zonas de influencia zapatista, sería suficiente para modificar la actitud del EZLN y convocar a una nueva mesa de diálogo.

Incluso el “slogan” diseñado por el gobierno federal para posicionar su enfoque del problema ante la opinión pública -“Paz en Chiapas”-, parte de aceptar implícitamente que la solución del problema es lograr la suspensión definitiva de un conflicto que se supone militar y que se acepta como “activo”, cuando en realidad lo que se tiene es un conflicto de baja intensidad cuya prolongación se ha debido mas bien a diferencias de apreciación política e ideológica sobre cuestiones jurídicas tales como la autonomía indígena y la disponibilidad amplia de recursos para el desarrollo social del estado.

La debilidad de la posición gubernamental se hizo evidente tan pronto como fue implantada. La referencia inmediata al problema de Chipas en la agenda presidencial despertó al zapatismo de su letargo político y mediático. Los repliegues militares ordenados por Fox le dieron a la comandancia del EZLN un nuevo espacio de acción y movilización y ampliaron su margen de maniobra en su política reivindicativa con los grupos indígenas de la región; les inyectaron una nueva legitimidad entre sus propias bases y revitalizaron su posición en el contexto de las inacabadas negociaciones por el fin del conflicto.

El frente jurídico y legal fue abordado por Fox reviviendo la iniciativa que para la atención del problema habían diseñado los legisladores que integraban la Comisión de Concordia y Pacificación la legislatura pasada y que presentaron al Congreso de la Unión –sin éxito- en Diciembre de 1996.

Esto representaba, en términos concretos, que la administración foxista, no sólo no definía una aproximación propia del problema desde el punto de vista legal, sino que apostaba a que las libres fuerzas del “mercado” político – entre ellas, la omnipresente y mediatizada opinión pública- serían suficientes para impulsar una solución al conflicto.

Con esta estrategia tan débil e insuficiente en lo político, el EZLN tomó la iniciativa y ante el espacio concedido, decidió que la mejor forma de ganar más terreno era.... tomándolo. Así, determinó iniciar una marcha que llevará a la comandancia guerrillera por 12 estados del país y a la capital de la república donde podrán intercambiar puntos de vista sobre la iniciativa de ley, revivida por Fox, directamente con los legisladores.

Con una jugada “posicional” -como se conoce en ajedrez a la adecuación de los movimientos desde una perspectiva estratégica para ganar control del tablero y aumentar la movilidad de piezas sin arriesgar la propia posición-, Marcos ganó en un mes lo que había perdido en casi dos años de silencio mediático y marginación gubernamental.

Con su conocida lucidez e inteligencia, Marcos recuperó su tradicional discurso sarcástico antigubernamental e ironizó fuertemente sobre los esfuerzos foxistas por sentarlo a la mesa de las negociaciones, ridiculizando, por momentos, no solo la posición del propio Fox, sino la de algunos de sus colaboradores más cercanos como la del canciller Jorge Castañeda.

El Subcomandante no tuvo que esforzarse mucho para hacerse ver, de nuevo, como la parte agredida por un gobierno, que si bien ha desarrollado esfuerzos serios y honestos por definir una nuevo perfil del problema chiapaneco, ha carecido de la visión política general y del talento político mas elemental, para definir una posición propia, legítima, sólida y consistente ante los guerrilleros del EZLN.

Así, con una posición fortalecida por parte del zapatismo y con un retroceso táctico por parte del gobierno federal, esta semana verá la continuación de las estrategias de ambos bandos.

Hasta este momento es claramente visible una clara ventaja en la línea de acción del EZLN; con su presencia en casi la mitad de estados del país y con la atención de los medios centrada en la brillante figura del orador-escritor-guerrillero-subcomandante Marcos, el zapatismo tiene su mejor plataforma pública de promoción desde el levantamiento de 1994, y decimos mejor por que ahora ocupa los encabezados de la prensa mundial sin ser caracterizados como guerrilleros en combate, sino como guerrilleros pacifistas, lo cual, dicho sea de paso, seguramente integrará un nuevo tipo de paradigma de luchador social latinoamericano.

De hecho, su consolidación como un movimiento reivindicativo de alcance nacional, parece ser el primer objetivo “informal” ya logrado.

Por su parte, el Gobierno foxista ha perdido la iniciativa y se encuentra, simplemente a la expectativa, lo cual parece ser un problema constante; baste recordar el triste papel del Secretario de Gobernación Santiago Creel en los casos Tabasco y Yucatán, ante las fugas de narcotraficantes y ahora ante la marcha Zapatista.

Mas allá de un esfuerzo mercadológico y de propaganda (¿que otro tipo de esfuerzo podría haber hecho?) por tratar de aprovechar la marcha en su favor, Fox deberá esperar el resultado del movimiento del EZLN para saber cuál es el próximo movimiento político de su adversario.

Marcos ha jugado primero y hasta el momento, mas allá de estar o no de acuerdo con él, ha jugado mejor.

Nos veremos en los siguientes COMENTARIOS.

Carlos Delgadillo Salas




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