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   Tres cuartas partes
por Federico Campbell
La hora del lobo

Si queremos que todo siga como está,
es preciso que todo cambie.
No queréis destruirnos a nosotros,
vuestros padres. Queréis sólo ocupar
nuestro puesto. Para que todo quede tal
cual. Tal cual, en el fondo: tan sólo
una imperceptible sustitución de castas.

Giuseppe Tomasi de Lampedusa, El Gatopardo

No debería meterse uno en temas que no domina. Hemingway aconsejaba, a cualquiera que se dispusiera a escribir, que sólo se refiriera a cosas que conociera muy bien. Pero como simple lector de periódicos también uno se da cuenta de que todo mundo, con la gran autoridad de su ronco pecho, de la noche a la mañana se convierte en "analista" de las más complejas materias y "como los intelectuales de tele" se pone a explicarnos cómo está el abarrote.

En una época, hace muchos años, uno se metía en un partido político o actuaba por la libre en otras organizaciones sociales porque le parecía injusta la pobreza. Algo le decía que no podía estar bien que muchísima gente -de bisabuelos a bisnietos, pasando por la etapa de padres a hijos- no pudiera tener acceso a los mínimos de vivienda, alimentación, educación y salud. Por eso se metía uno en política.

Los tiempos han evolucionado y -debe haber alguna excepción, de hecho conozco dos o tres casos- ahora parece ser que no hay diputado o senador que no esté allí por los 100 mil pesos. Unos ganan 80, otros 120, de tal manera que bien puede promediarse un ingreso de unos 100 mil mensuales. Y son 500 diputados que además tienen su partida secreta de 36 millones. Para sus chicles. Lo cual está muy bien. Para que no anden dando lástima. Y también está muy bien que todo mundo opine de lo que le dé la gana.

Lo que se siente es que se trata de una clase política extremadamente costosa. (Una de las coartadas de Fujimori para disolver el Congreso fue que, en un país como el Perú donde mucha gente se muere de hambre, los diputados se ponían salarios de 5 mil dólares mensuales.) No es improbable que la nuestra sea una de las "democracias" más caras del mundo.

Lo cierto es que pagamos impuestos (también los escritores) para cubrir la deuda que nos cobra el IPAB (antes Fobaproa) y para mantener a los partidos políticos grandes y a los partiditos fantasma, aunque no podamos saber cuánto ganan sus dirigentes:

PRI: 720 millones 145 pesos
PAN: 646 millones 497 mil pesos
PRD: 285 millones 219 mil pesos
PVEM: 184 millones 68 mil pesos
PT: 144 millones 64 mil pesos
CD (?): 118 millones 638 mil pesos
PSN (?): 102 millones 512 mil pesos
PAS (?): 102 millones 512 mil pesos

Total: 2 mil 303 millones. Unos 230 millones de dólares. Cada año. Y no hay dinero para comprar los carísimos medicamentos que necesitan los enfermos de SIDA.

El año que entra las elecciones van a costar 11 mil 816 millones de pesos: 6 mil 166 para gastos del IFE y 5 mil 650 para financiar las campañas. Un 3.5 por ciento más que en el año 2000.

La teoría de Woldenberg es que ese sistema de financiamiento es un factor decisivo "para inyectar equidad y certidumbre al escenario de la competencia electoral". Él sí debe saber de estas cosas. El pago con dineros públicos de las campañas (durante las cuales es cuando más se roba, porque su contabilidad es muy loca) resulta un "poderoso dique legal ante condicionamientos de intereses corporativos o frente a la presencia de recursos ilegales".

Para evitar, pues, que haya derramamientos de sangre y todo se vaya por el "sistema de partidos" hay que pagar estas cantidades. Y todos encantados de la vida.

Nos pasamos varias décadas en las que el INEGI maquillaba las cifras de la pobreza, para que no se viera mal el gobierno priísta. Ahora, sin ganas de exagerar las cosas, el gobierno de don Vicente aceptó el 13 de agosto que entre los 100 millones de habitantes que tiene el país, 53.7 millones son pobres. Un poco más de la mitad. De esos casi 54 millones de mexicanos -según las cautelosas cifras oficiales- el 25 por ciento sobrevive en una situación de pobreza extrema. La mayoría de los "nuevos pobres" viven en las ciudades, no en el campo.

Como contraste, o como mera curiosidad, basta anotar que Carlos Slim gana más de un millón y medio de dólares al día: 700 más que en el año 2001, según Forbes (que no es propiedad de Slim); como acumulación personal la revista le atribuye 10 mil 800 millones de dólares en 2002 y 11 mil 500 en el año 2002.

México da para todo. Es un país muy noble. Sólo que las cifras de la pobreza real siguen manipulándose.

El director para México del Banco Mundial asegura que el nivel de pobreza en el país es el mismo que el de antes de la crisis de 1995. Bajó, acaso para dorarle la píldora a Fox, el número de mexicanos pobres a 45 millones y no atendió el cálculo de otros especialistas que lo sitúan entre 60 y 80 millones.

Julio Boltvinik, investigador de El Colegio de México, lleva más de diez años estudiando la pobreza en México y toma en cuenta no sólo la necesidad alimentaria, como lo hacen los representantes del Estado, sino todas las necesidades humanas:

"La proporción de personas pobres a nivel nacional en 2000 resultó de 86.7 por ciento de la población nacional. En el medio rural, localidades de menos de 2 mil 500 habitantes, casi toda la población es pobre (98.1 por ciento), mientras que en las áreas urbanas se encuentran en esta condición 83 por ciento de las personas."

Fácilmente estamos hablado de tres cuartas partes de la sociedad mexicana. Tres cuartas partes. Piense usted en un pastel: sólo una cuarta parte se la puede comer una cuarta parte de la población.

¿De qué sirvió que se llevaran el cañón para Bachimba?

Réplica y comentarios al autor: federicocampbell@yahoo.com.mx

www.paginadeautor.com




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