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   El campo, conflicto en puerta

El 2003 está a solamente 60 días y los productores agropecuarios enfrentarán, con su llegada, un duro golpe con la apertura comercial, gracias al el Tratado de Libre Comercio con América del Norte. La protección que brinda el supuesto blindaje agropecuario anunciado por el secretario de la Sagarpa, Javier Usabiaga Arroyo, es comparable con la eficacia de un chaleco de lana contra las balas.

El problema del campo es de gran complejidad, ya que la producción agropecuaria involucra aspectos técnicos, económicos, sociales y políticos. En las actividades agrícolas y ganaderas, por tratarse de actividades productivas que dependen de factores ambientales y biológicos, no es posible conseguir desarrollar -en el mediano plazo- empresas competitivas a nivel internacional. No se trata de una cuestión de querer, de "ponerse las pilas", como dice Josefina Sánchez Mota o de no poder por negligencia. Baste decir, a modo de ejemplo, que a Israel le tomó más de 30 años desarrollar una ganadería lechera a la altura de las mejores del mundo. Pero para lograrlo diseñaron programas de mejoramiento genético y de optimización del manejo de las granjas con un decidido respaldo del gobierno y de las instituciones académicas de ese país. Invirtieron sumas millonarias.

En ese mismo sentido, conviene comentar que algunos estudios demuestran que el 25% inferior de los hatos lecheros de los Estados Unidos se encuentran aproximadamente a 8 años de distancia del 25% superior. Esto quiere decir que los hatos de más bajo nivel productivo alcanzarán la producción actual de los de mayor nivel productivo en ocho años, pero es evidente que para entonces los hatos superiores tendrán rendimientos muy superiores a los actuales. Conviene resaltar que esta situación no es taxativa del subsector pecuario, sino que es más bien la norma para las diversas actividades agrícolas.

La política de subsidios al sector agropecuario que lleva a cabo el gobierno de EUA es de tal magnitud que el incremento autorizado este año al subsidio agrícola para los siguientes 10 años es superior en casi 20 veces al presupuesto total de la Sagarpa y de Sedesol. Gran parte de estos subsidios los dirigen a los productores medios y bajos con el objeto de compensar diferencias y mantener el desarrollo constante del medio rural a lo largo y ancho de EUA. No está de más decir que el excedente actual de la producción de leche de Estados Unidos es mayor que el consumo nacional aparente de nuestro país que está en alrededor de 11 mil millones de litros.

El tema de la asimetría en los subsidios al campo no es para nada un asunto menor si consideramos que muchas de nuestras actividades agropecuarias están hasta 15 años rezagadas con respecto a la media de producción de EUA y Canadá. Y las cosas se complicarán dada la pobre disposición de la actual administración para desarrollar proyectos con respaldo técnico de las instituciones de educación e investigación nacionales.

La subsecretaria de Comercio de los Estados Unidos, Kathleen B. Cooper declaró recientemente que aunque los subsidios distorsionan las actividades económicas, los EUA no retirarían en el corto plazo los subsidios a los sectores agropecuario y de energía, argumentando para ello razones de política interna. O dicho de otra manera, a los estadounidenses les queda claro que la soberanía entra por la boca.

El respaldo que las naciones poderosas del mundo dan al campo vía subsidios no es sólo un asunto que tiene que ver con la importancia de la autosuficiencia alimentaria. Se trata de garantizar también el mercado internacional a los productos agrícolas, porque los subsidios impactan los costos de producción y conducen a una competencia completamente desigual. La asimetría existente entre los mercados agropecuarios de EUA y Canadá con respecto a México garantiza por lo tanto el desplazamiento de los productos nacionales por los norteamericanos. Además favorecerá el desempleo en nuestro medio rural, la migración a Estados Unidos, y aumentará la presión social en el campo y en las zonas suburbanas. Ello afectará la seguridad pública y hará propicio el medio rural a los levantamientos sociales. No se trata de espantar a nadie con el petate del muerto. Recordemos que hoy en día, el 25% de la población mexicana vive en el campo, con un promedio de educación de tres años y medio. En esas circunstancias no tendrá alternativa de empleo.

Es un engaño pensar que la llegada de productos agropecuarios de EUA y Canadá beneficiará al consumidor. En el mediano plazo pondrá en peligro su seguridad y probablemente su salud, ya que lo que exportarán nuestros vecinos no será precisamente carne fresca, sino reservas y excedentes congelados que han mantenido, en muchos casos, por años. Pero aún cuando temporalmente pudieran beneficiarse de estos precios las clases medias y altas, en el mediano y largo plazo el abandono del campo aumentaría la tensión social y pondría en riesgo la estabilidad política del país. Por ello opino que del mismo modo que el gobierno decidió respaldar a la banca con el Fobaproa para evitar el quebranto bancario, debería buscar algún respaldo al agro para impedir la quiebra política de una democracia emergente. El asunto del TLCAN y el campo es indudablemente una bomba de tiempo que el gobierno debe buscar desactivar. El 2003 es un año electoral. La mezcla es incendiaria. Al tiempo.

Réplica y comentarios al autor: drhectorcastillo@hotmail.com




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