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   De marzo a diciembre de 1957

De marzo a diciembre de 1957: La Revolución Cubana comenzaba a perder su cauce.

Tras el Ataque a Palacio, el 13 de marzo de 1957, la reacción inmediata de los sectores dominantes fue manifestar su apoyo al dictador sobreviviente, por haberse escondido en el tercer piso del Palacio Presidencial, al objeto de que fuera más solícito en satisfacer sus intereses.

Mercaderes y hombres de empresa, funcionarios de empresas extranjeras, especialmente norteamericanas, abogados y figuras destacadas de la República de todos los sectores dominantes, fueron de inmediato a ofrecerle respeto y admiración. Lo importante era que estaba en el poder y defendía sus intereses, y en la larga cadena de adherentes no se manifestó el menor repudio a la represión indiscriminada o asesinatos tan estremecedores por lo injustificado, como el del Dr. Pelayo Cuervo Navarro.

Estos mercaderes, empresarios y figuras de nombre en la vieja sociedad, no comprendían que al rendir pleitesía al dictador, que se hacía patente mediante un libro de adhesión que tenían que firmar, publicitado en la prensa nacional e internacional, estaban firmando su suicidio histórico. Mientras que realmente despreciaban a Batista por su origen social, su conducta escondía una doble moral; por una parte muchos de ellos manifestaban el apoyo público a la dictadura y, por otra, comenzaban a dar aportes económicos a los grupos insurreccionales y a comunicarse con funcionarios de la embajada norteamericana manifestando la preocupación de que el gobierno de Batista estaba comenzando a radicalizar a la población e inquietar a las fuerzas armadas.

El Directorio Revolucionario reaccionó a la derrota sufrida en el Palacio Presidencial. Tras el asesinato de José Antonio Echeverría, los sobrevivientes se reunieron breves horas después, reorganizándose, no obstante la brutal persecución. Se designó Secretario General a Fructuoso Rodríguez y como miembros del Ejecutivo a Juan Pedro Carbó y José Machado, acordando que Faure Chomón partiese al extranjero al objeto de buscar recursos y armamentos para continuar la lucha. Pocos días después, se produjo la masacre de Humboldt 7, que comentamos en el anterior artículo.

El fracaso del ataque a Palacio el 13 de marzo, condenado por Fidel Castro y los comunistas, causó más desconcierto en los partidos mayoritarios del país, Auténticos y Ortodoxos. En ambos la confrontación era creciente, planteándose la lucha entre abstencionistas y electoralistas según acataran o no el orden establecido por Batista. Las elecciones de 1958 se anunciaban y los abstencionistas gastaban sus energías en pretender controlar los partidos legales y, sobre todo, preocupados porque los grupos insurreccionales crecían en influencia, organización y radicalización programática.

Esta posición de abstencionistas y electoralistas fue definida en forma muy clara. El expresidente Grau San Martín, presidente de los electoralistas Auténticos, dijo: "Votos o balas. Tenemos los votos y no las balas, usaremos los votos para restablecer la Constitución de 1940".

Manuel Bisbé, que ostentaba la presidencia de uno de los grupos en que se dividió el Partido Ortodoxo, expresó que no aceptaba el dilema grausista de "votos o balas", y que no se identificaba con la insurrección, y resolvía abstenerse y esperar "hasta que existan las condiciones indispensables para el ejercicio de la verdadera democracia".

Habían cinco sectores oposicionistas electoralistas: los Ortodoxos, dirigidos por Millo Ochoa; el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), por José Pardo Llada; Ortodoxia Libre, por Carlos Márquez Sterling; Defensa de la Constitución, por Porfirio Pendás; y Movimiento de Liberación, por Amalio Fiallo. Ellos declararon "que la solución cubana está en las urnas, que a la ofensiva de guerra oponemos la oficina de la paz porque nuestro deber es salvar a la juventud de una muerte que no se está traduciendo en victoria".

Estas posiciones mostraban en el mejor de los casos un divorcio con la realidad; no habían comprendido que ya toda solución pacifica después de los acontecimientos del 30 de noviembre en Santiago de Cuba y Bayamo, el asalto al Palacio Presidencial, el asesinato de Pelayo Cuervo y la masacre de Humboldt 7, habían cerrado todas las posibilidades de solución política electoral pacífica.

Los viejos y nuevos electoralistas intentarían sobrevivir a la marejada insurreccional que se imponía. Los sectores económicos vinculados a la embajada norteamericana le hacían llegar cada vez con más frecuencia sus mensajes de la no viabilidad de continuar apoyando a Batista por parte de los Estados Unidos.

El Partido Socialista Popular (comunista estalinista), en "ilegalidad" aparente, incorporaba cuadros al Bloque Obrero del Partido Acción Unitaria (PAU), y afirmaba la no confiabilidad de los dirigentes obreros de orígenes auténtico y anarquista, y utilizaban ciertas evidencias públicas como la de que Calixto Sánchez, líder de los trabajadores aéreos, estaba implicado en actividades insurreccionales, especialmente en los hechos del Palacio Presidencial.

No obstante las advertencias de lo que llamaban "clases económicas", el embajador Gardner logró en Washington que el general Montague, Jefe del Comando del Caribe de los EEUU, invitara al gobierno a presenciar las maniobras militares que se efectuarían en la Zona del Canal de Panamá. Con gran alarde publicitario, el general Francisco Tabernilla, jefe del Ejército, envió al general Eulogio Cantillo y al teniente coronel Carlos Tabernilla de la Fuerza Aérea a presenciar las maniobras. Días después, el almirante Arleigh Burke, jefe de las Operaciones Navales, con un séquito de oficiales, visita Cuba. Batista condecoró al almirante y brindó con despliegue publicitario grandes agasajos. No obstante ello, la Secretaria de Estado en Washington ya estaba muy preocupada por los mensajes que llegaban y estaban considerando buscar una alternativa a la situación.

Batista, aunque trataba de mostrarse triunfante, estaba preocupado. Nombró a "Masacre" Salas Cañizares (hermano del jefe de la policía que murió en el asalto a la embajada de Haití y autor material de la masacre efectuada en la misma) supervisor general de la policía; al tristemente célebre coronel Julio Sánchez Gómez, jefe de la Cabaña, segunda plaza fuerte militar de Cuba. Otros cambios militares y policíacos se efectuaron tratando de tener en posiciones claves a los que Batista consideraba incondicionales. Su sagacidad le hacía percibir que en Washington se buscaba una alternativa posible a la situación, y consideró que el grupo de la Sierra Maestra podía ser un jugador en el partido que comenzaba.

El primer paso de Batista en el partido que comenzaba a jugar fue en relación a los que se habían mantenido unidos después del desembarco del Granma. A los campesinos que se les habían sumado había que mantenerlos en una zona aislados. Para ello creó una zona de beligerancia a 300 kilómetros de la costa sur, o sea, de Manzanillo a Santiago de Cuba. Como en todo partido, había otro jugador, que estaba indeciso en actuar: el Departamento de Estado de EEUU.

Fidel comenzó a actuar en el área; se movía constantemente e iniciaba una política dirigida a ganarse a los campesinos de la Sierra que tenían un viejo resentimiento contra el ejército, y aunque no le eran simpatizantes, no eran hostiles. Lograba valiosos colaboradores entre arrieros, leñadores, aserradores en una zona habitada por mas de 60,000 personas. Captó a bandidos y les dio objetivos trascendentes que los justificaban; ejecutó a bandidos irredimibles; administró con oportunidad y sabiduría castigos y perdones; y se identificó ante los pobladores con la imagen de los luchadores por la libertad que en historias y leyendas se hablaba de generación a generación en las familias de los que en esa zona combatieron un siglo antes por la independencia de Cuba.

El tema de la unidad contra la dictadura se manifestaba por todos con profusión, pero con amplia desconfianza de una a otra organización. A mediados de 1957 los dirigentes residentes en el extranjero decidieron crear una Junta de Liberación, la cual llegó a constituirse a finales de 1957. Ésta, a pesar de su apariencia de solidez, resultó por los intereses que en ella se movían endeble y de corta existencia.

Los militares no comprendían la estrategia política de Batista con la zona de beligerancia; trataban de evaluarla como estrategia militar y no como una estrategia política. La acusación de que el ataque al Palacio Presidencial fue una alianza concertada por el Dr. Carlos Prío, presidente derrocado el 10 de marzo de 1952, y el Partido Comunista, no era admisible por la conocida confrontación entre ambos; sólo los que no conocían o no querían conocer podían aceptarla.

Los combatientes frente a la dictadura se distanciaban progresivamente. El líder obrero Calixto Sánchez, del Partido Autentico, decidió abrir un frente guerrillero en la costa norte de la Provincia de Oriente. En lo que se llamó la Expedición del Corintia, desembarcó con 27 hombres por Mayarí el 25 de mayo de 1957 y se dirigió sin contratiempos a la Sierra del Cristal.

El Regimiento del Ejército con sede en Holguín, al mando del coronel Cowley, recibió orden inmediata de exterminarlos. Era necesario para el gobierno impedir a toda costa que el frente Auténtico pudiera consolidarse. Calixto Sánchez no recibió asistencia alguna. El ejercito con lo mejor de su equipo y en diferencia de 30 soldados por cada expedicionario, logró cercar próximo al poblado de Cabonico a la mayoría de ellos al mando de Calixto Sánchez. Éste se rindió esperando poder salvar la vida de algunos de sus compañeros. El capitán Pablo Cárdenas Taylor, por órdenes del coronel Cowley, asesinó a los combatientes prisioneros. Este hecho estremeció a la opinión publica, creció la inconformidad en las fuerzas armadas y fue pretexto para otros asesinatos en diferentes ciudades y parajes de la República.

El 12 de julio surge el Manifiesto del Movimiento 26 de Julio, pronunciamiento político, social y económico del movimiento que se había consolidado en la Sierra Maestra, después de amplia discusión en las montañas más altas de Cuba, firmado por Fidel Castro, Felipe Pazos y Raúl Chibás. El documento tuvo un especial impacto al aparecer en la jefatura Raúl Chibás y Felipe Pazos, nombres de especial repercusión en sectores políticos y sociales del país. Al triunfo de la Revolución, ambos tuvieron que salir al exilio pocos meses después de que la fuerza insurreccional, que aparentemente representaban, tomó el poder el 1 de enero de 1959.

En el Manifiesto se llamaba a la formación de un Frente Cívico Revolucionario que se integraría frente al régimen de facto por todos los partidos oposicionistas, instituciones cívicas y todas las fuerzas revolucionarias.

En su acápite número 6 expresaba: "Los militares no tienen nada que temer del pueblo cubano y sí de la camarilla corrompida que los envía a la muerte en una lucha fratricida".

El acápite número 7 dice textualmente: "Declarar, bajo formal promesa, que el gobierno provisional celebrará elecciones generales para todos los cargos del Estado, las provincias y los municipios en el término de un año, bajo las normas de la Constitución de 1940 y el Código Electoral de 1943, y entregará inmediatamente el poder al candidato que resulte electo". Promesa formal no cumplida 44 años después del triunfo insurreccional.

En el acápite 8, inciso J, se aboga por la designación, derrocada la dictadura, de un presidente provisional no partidista designado por las asociaciones cívicas, no políticas, al efecto de brindar absoluta imparcialidad en las próximas elecciones.

Rebelión de la Marina de Guerra en Cienfuegos

El jefe de la Marina de Guerra, el comodoro Rodríguez Calderón, al igual que el general Tabernilla, jefe del ejército (que estaban en sus cargos por su vinculación con Batista, únicos méritos militares que podían ofrecer), realmente no tenían crédito frente a la nueva oficialidad en las fuerzas armadas, ni liderazgo en la tropa. En el ejército había una larga tradición batistiana, en la marina la tradición era Auténtica, lo que no es objeto de este artículo comentar. No obstante crecía en ambos cuerpos una incomodidad en relación a la dictadura, la cual se incrementó especialmente en la marina con el asesinato de Jorge Agostini, antiguo oficial de la marina.

Detectada esta situación, el jefe de la Marina de Guerra dio libertad de acción al capitán Julio Laurent, jefe del Servicio de Inteligencia Naval, responsable del asesinato de Agostini.

El comandante Gonzalo de Miranda, quien fuera amigo de Agostini, recibió el acoso de Laurent desde el primer momento; no obstante, comenzó a colaborar con los proyectos de alzamiento que tomaban cuerpo. Faustino Pérez, coordinador nacional del Movimiento 26 de Julio, al conocer esta situación, intentó canalizarla para su movimiento, lo que resultó infructuoso por la actitud pro-auténtica de la sedición en proceso. No obstante, ofreció su colaboración, y la reunión por él deseada con Dionisio San Román, jefe del alzamiento, se produjo sin que éste alterara el plan ya diseñado.

El proyecto del alzamiento consistía -conforme San Román comunicó a Faustino- en la salida de dos fragatas para cañonear el Campamento de Columbia o el Palacio Presidencial cuando Batista estuviera celebrando el 4 de septiembre. La Fuerza Aérea Naval apoyaría el fuego con un bombardeo al campo de Aviación Militar en Columbia; los auténticos tomarían la Jefatura de la Policía Nacional y el Movimiento 26 de Julio la CMQ -la principal emisora radial del país- en la que el dirigente estudiantil Pedro Luis Boitel tenía buenos contactos. Boitel después, durante el gobierno del 26 de Julio, moriría en presidio en medio de una huelga de hambre.

Esta acción sería sincronizada con la toma de Cayo Loco, lugar en la Bahía de Cienfuegos donde radicaba el Distrito Naval del Sur. Aunque no fue del agrado para el representante del Movimiento 26 de Julio ir de segundones en el proyecto, se ofreció a colaborar. El aviso para iniciar la acción: los cañonazos de las fragatas.

Faustino Pérez contacta en la Fuerza Aérea por intermedio del Dr. Jorge Valdés Miranda al entonces teniente Álvaro Prendes, quien fuera años después héroe de Girón, y luego Jefe de Operaciones de la Fuerza Aérea Rebelde para repeler la esperada invasión norteamericana cuando la posterior Crisis de Octubre. Se entrevistan en Jamaica, pueblo de la Provincia de La Habana cercano a la capital, y Prendes acepta brindar colaboración en un alzamiento de la Marina de Guerra, que estaba organizando el 26 de julio, conforme le informó Faustino Pérez. El golpe se iniciaría cuando una fragata de la Marina de Guerra iniciara el cañoneo contra el Palacio Presidencial o Columbia, y la milicias del Movimiento 26 de Julio en La Habana estaban dispuestas para la acción.

Comprometido con el proyecto, el teniente Prendes comenzó a actuar incorporando al comandante Enrique Carrera, jefe del Escuadrón de Persecución y Combate de la Fuerza Aérea y a otros oficiales, entre ellos los tenientes Rolando Cossío Soto, Martín Klein Chiler, Martínez Leiro y Claudio Rey Moriña.

Dionisio San Román parte la noche anterior al golpe de La Habana para Cienfuegos. Al amanecer había franqueado la entrada del Distrito Naval en Cayo Loco, arresta al oficial a cargo de la base y asume el mando de las operaciones con el apoyo del grueso de la guarnición. Marinos auxiliados por milicias de Auténticos y del 26 de Julio tomaron en fiero combate la Jefatura de la Policía. La ciudad de Cienfuegos y la Base Naval cayeron bajo el mando de los rebeldes. Sólo el cuartel de la Guardia Rural del Ejército no se rindió; quedó cercado simplemente sin combate por los rebeldes. Una de las más importantes ciudades del país se encontraba en poder del pueblo revolucionario.

El 4 de septiembre, en espera de los acontecimientos, Álvaro Prendes cita a las 6:45 de la mañana del día 5 en el Club de Oficiales de la Fuerza Aérea a los oficiales complotados. Cercano al mediodía aterrizan varios bombarderos B-26, uno de ellos con un motor incendiado. Soldados se movilizan y rifle en mano recorren todas la instalaciones de la Fuerza Aérea. El coronel Felipe Catasús y Pazos se manifiesta muy excitado; los pilotos complotados solamente intercambian miradas, no se atreven a intercambiar saludos. Aproximadamente a las 12 del mediodía el capitán Escandón, ayudante del jefe de la Aviación, coronel Tabernilla, comunica a varios oficiales que la base de Cienfuegos se ha sublevado y hay civiles implicados en la acción.

El teniente Prendes tiene noticias de que en La Habana, bajo el mando de René Rodríguez, del Movimiento 26 de Julio y expedicionario del Granma en la Sierra Maestra, hay milicias listas para entrar en acción situadas en las calles Ayestarán y 20 de mayo en el centro de la ciudad. Los oficiales Martín Klein y Rey Molina logran tener discreta comunicación con Prendes. Están desconcertados. El Servicio de Inteligencia Militar (SIM), con docenas de sus agentes con ametralladora en mano, custodian la Jefatura de la Fuerza Aérea. Prendes trata de localizar al comandante Carrera sin lograrlo.

El jefe de la Aviación cita al comandante Carrera para que dirigiera el Escuadrón de Persecución y Combate. Éste se excusa porque "su hijo ha tenido un accidente y tiene que llevarlo al médico", recomendando al teniente Prendes para que dirija la operación; se acepta por el alto mando y se ordena de inmediato que una escuadrilla de F-47 del Escuadrón de Persecución y Combate salga para Cienfuegos. Cada avión iba equipado con 2 bombas de demolición de 500 libras y 8 ametralladoras calibre 50 M-2. Los aviones lanzaron sus potentes bombas y descargaron sus ametralladores en el mar. Prendes convenció a los pilotos de que si se producía el bombardeo morirían cientos de civiles y sus propios compañeros de la Marina de Guerra.

Dos días después los pilotos son hechos presos, con orden de ejecución para Prendes sin proceso legal alguno. El teniente salva la vida por la intervención del Ministro de Gobernación Camacho Covani, el cual era íntimo amigo y compañero de estudios de su padre, y que personalmente responsabilizó al coronel Mariano Faget de su vida.

En La Habana no se escucharon los cañones de las fragatas, y las milicias comprometidas no actuaron. En Oriente las guerrillas al mando de Fidel Castro no hicieron operación alguna para atenuar la presión contra Cienfuegos del ejército de la dictadura antes, durante y después.

El Tercio Táctico de Santa Clara y una columna de tanques enviados desde La Habana se lanzó con todo el poder de sus efectivos a recuperar la ciudad de Cienfuegos. Lo lograron después de dos días de intensos combates. La escuela de Artes y Oficios, baluarte rebelde fue destruida totalmente y fue el reducto que más resistió, así como el Colegio de San Lorenzo, defendido por marinos. Se había efectuado la batalla más importante de la lucha armada contra la dictadura. Más de 100 militares dieron sus vidas en la lucha fratricida; docenas de civiles murieron en combate.

Recuperada la ciudad por el ejército, se realizó una despiadada carnicería de civiles y militares. Docenas perecieron por brutales torturas bajo la dirección y participación personal de Julio Laurent, de la inteligencia naval. El cadáver de Dionisio San Román no pudo recuperarse jamás.

El primer viernes de diciembre de 1957 firman en Miami el Documento de Unidad el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), el Movimiento 26 de Julio, la Federación Estudiantil Universitaria, el Directorio Revolucionario, el Partido Revolucionario Cubano (Auténtico), el Directorio Obrero Revolucionario y la Organización Auténtica.

El Documento de Unidad es aprobado por unanimidad y se hace público. Al recibir Fidel Castro copia del mismo lo repudia en varios de sus puntos, especialmente el que omite "la delicada cuestión del nombramiento del Presidente de la República, después de la Revolución".

Réplica y comentarios al autor: r.simeon@psrdc.org




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