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   Las décadas infames

Similitudes

Durante el siglo XX en la República Argentina hubieron dos décadas infames. La primera comenzó en 1930 con el golpe militar, el primero del siglo y de la historia argentina, que derrocó al presidente Hipólito Yrigoyen y que se caracterizó por "el fraude patriótico" y gobiernos de neto corte conservador y antipopular. La segunda comenzó en 1989 con el acceso al poder de un gobierno que, traicionando las promesas electorales por las que había sido votado, implantó (o profundizó) un modelo de extranjerización de la economía, exclusión social, transferencia de la riqueza hacia pocas manos e instauró una manera mafiosa de hacer política. Analizando ambos nefastos y aciagos períodos de la historia, pueden encontrarse una serie de sorprendentes similitudes: en ambos casos se verificó una diáspora de la riqueza nacional, el dinero se concentró en muy pocas manos, la desigualdad social aumentó a niveles altísimos, los capitales concentrados dominaban tanto el mundo económico como el político y una profunda corrupción se instaló en todos los estamentos del gobierno.

Signos y síntomas

Más allá de alguna que otra burbuja de expansión económica, el signo imperante de los últimos decenios en la economía argentina ha sido la decadencia. Pero esa pauperización siempre tuvo como centro a las grandes mayorías, mientras que unos pocos han visto crecer su patrimonio en forma descomunal. Y el ajuste permanente parece ser la única herramienta que la clase dirigente conoce para resolver un problema que, hasta la fecha, nadie pudo dar con una solución permanente y duradera. Parece que el latiguillo del ajuste de las cuentas fiscales así como el achique del estado ya no está dando los resultados deseados. Pues durante la década menemista el estado usó y abusó de ellas y los resultados están a la vista: más pobreza, más marginación, más estancamiento económico. Más impuestos a los mismos que siempre pagan no parece ser la manera de aumentar la recaudación impositiva. Tal vez cierta audacia impositiva, intentando recolectar tributos entre los que más han ganado últimamente se obtenga algún resultado positivo. A veces la realidad no puede leerse en los fríos números de la macroeconomía.

Ganadores y perdedores

El establishment económico abroquelado en la city porteña, quienes son los que más se han beneficiado con estas políticas de ajuste salvaje y despiadado, ve con buenos ojos cuando la clase dirigente, escasa de ideas, acude constantemente a mecanismos para salir de la crisis que, incluso en los países centrales, han sido abandonados por ser más dañinos que el propio problema en sí mismo. Ahora, los que antes eran los paladines de la crítica al modelo económico y detractores del ajuste inhumano, utilizan las mismas recetas que el anterior gobierno para enfrentar el problema de la recesión, el desempleo, la pobreza y el enorme agujero fiscal. O se gobierna a favor de la gente o se gobierna en contra de la gente. O se gobierna a favor de los que menos tienen o se gobierna a gusto de quienes se vieron y se ven enormemente beneficiados por la coyuntura económica, aún a costa de un país brutalmente empobrecido. Por cada peso que se deje de derrochar en dietas parlamentarias y sueldos públicos disparatados, en medio de economías provinciales ahogadas por la crisis, es un peso menos que va a pagar los mas castigados por este esquema sociopolítico cruel y desalmado que siempre elige a sus víctimas entre los más débiles.

Los sapos

Muchos integrantes del actual gobierno, que llegaron de la mano de la Alianza, están viviendo con desagrado cómo se repite el mismo sistema de desengaño ocurrido en los inicios del gobierno menemista. Muchos dirigentes están viendo que, traicionando promesas o echando mano de recursos fáciles e injustos, no se resuelven los problemas que aquejan al país desde hace ya demasiadas décadas. Otra vez muchos miembros del actual oficialismo se ven obligados a "tragarse sapos", al igual que hace diez años, cuando muchos dirigentes eligieron abandonar un gobierno que se puso a espaldas de los votantes. Toda la dirigencia debe ponerse a la altura de las graves circunstancias que está atravesando la mayoría de la población argentina. Ahora el destino del país esta en manos de quiénes fueron depositarios de nuestras esperanzas, allá en el ultimo y lejano comicio presidencial. Estamos cansados de la desazón y de la desesperanza. Es hora de empezar a trabajar en serio a favor de todos los Argentinos. El tiempo se nos está acabando. Las oportunidades también.

Réplica y comentarios al autor: anikopol@hotmail.com




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