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   El agua y el nuevo Darwinismo

En días recientes se llevó a cabo la conferencia mundial sobre el agua en la Ciudad de México. Durante la misma se fijaron distintas posturas sobre su uso y explotación, así como en lo que respecta a la gratuidad o no de su empleo. Esta última situación me lleva a pensar en un nuevo aspecto que podría modificar por completo la teoría de la evolución: el poder del dinero como factor de supervivencia.

En efecto, sorprende que cada día más y más voces llamen a imponer altos costos al vital líquido, lo que generaría (y ya ha provocado, como en Bolivia hace unos años) fuertes reacciones sociales entre los sectores más desfavorecidos que difícilmente tienen acceso a él. El problema tiene mucho más fondo, allende de la problemática social: está en juego el respeto de la Carta Universal de los Derechos Humanos, cuyo artículo tercero dice que "Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona"1. Negar el acceso a un ser humano a aquello que requiere para vivir es violar principios básicos de la convivencia universal.

Pero, ¿cuál es la relación entre el dilema del agua y la teoría de la evolución?

Desde el punto de vista de este redactor, ambas cosas irán de la mano en un futuro: a medida que el costo de extracción y utilización del agua se eleve, menos gentes tendrán acceso a ella, lo que creará un nuevo puente evolutivo, pues si antes sobrevivía el animal que era más apto entre los de su género, para entonces lo hará ya no quien sea capaz de sobrevivir al medio, sino que saldrá triunfante quien tenga la capacidad de pagar por el bien.

Se dice que en cuarenta o cincuenta años el agua será un recurso escasísimo e incluso podría llegarse a agotar. En lo personal lo dudo, pues tres cuartas partes del planeta están hechas de agua; lo que sí creo es que su obtención será más complicada.

Es cierto que al agua se le está contaminando y que estamos agotando los mantos acuíferos explotables; es decir, los que están disponibles y accesibles con sólo extraerse y meterse en el sistema de reparto de agua, y los que en realidad no tienen un costo más alto que lo que cuesta hacer un sistema de drenaje. También es cierto que en la medida en que se crea conciencia de su inaccesibilidad, el humano busca medios de "crearla" o "potabilizarla", y se sabe ahora que existen plantas desalinizadoras que la toman del mar y le eliminan el exceso de sales haciéndola apta para el consumo humano. El único problema es que todos estos sistemas son excesivamente caros.

Esto último podría causar, en la escala internacional, que los países poco favorecidos económicamente tengan menores posibilidades de acceder a la nueva tecnología, lo que continuará ampliando el margen de diferencias entre los países que menos tienen y los que más tienen: los índices de mortandad se dispararían en las naciones pobres.

El caso del agua representa sólo una de las puntas del iceberg. De acuerdo con estas apreciaciones, en la medida que el tiempo pase, las condiciones para mantener la vida serán más complejas, la explosión demográfica se enlistará como primera causa de agotamiento de los recursos naturales, y la contaminación de estos últimos como la segunda.

En la medida que la capa de ozono se haga más delgada, surgirán otros problemas. Aquí me permito hacer un pequeño cuadro de ciencia-ficción: los rayos solares llegarán con mayor violencia a la superficie terrestre y entonces necesitaremos vestir ciertos materiales especiales o utilizar filtros que contrarresten la afectación de nuestra piel. Con seguridad se inventarán prendas y productos especiales que habrá que pagar a precio de un vaso de agua del futuro.

Después, la contaminación de las ciudades nos obligará a buscar aire más puro y vendrá un nuevo consorcio que provea al humano de mascarillas y tanques de gas que mezclen o purifiquen el aire que respiramos, creando un nuevo nicho de mercado: los productos para vivir. No dudemos que se levanten voces pidiendo la privatización del aire.

Sé que estas ideas de ficción parecen lejanas y catastróficas, un cuadro apocalíptico tal vez, pero independientemente de su factibilidad en el mediano plazo muestran nuestro mal entendimiento del cuadro evolutivo darwiniano: esa idea de justificar que unos hombres mueran y otros sobrevivan como algo "natural", y que "así será, porque no todos pueden subsistir", nos hace cada vez más insensibles al humano derecho a la vida.

El hombre con frecuencia lucra con los males de la humanidad y, lejos de arreglar el fondo del problema -la necesidad de reducción del crecimiento demográfico y la concientización del uso de los recursos-, va sobre la parte superficial, la cual sin lugar a dudas genera utilidades y hace que este mundo gire al ritmo del dinero. Se trata del sistema capitalista: quien avanza lo hace porque tiene el capital para comprar los benefactores.

Hoy en día, el peculio no sólo se usa para obtener comodidades sino para comprar la vida. Parecemos olvidar el principio inalienable de que todos los hombres tenemos derecho a existir. Por ello, el proponer un costo es violatorio de las garantías individuales, porque precisamente en ese momento dejamos de estar en igualdad de circunstancias con el resto de la sociedad. No todos tenemos las mismas posibilidades económicas.

Si permitimos que el agua sea vista como un bien más al que se puede someter a las leyes del mercado, después vendrá una cotización de los demás elementos básicos y elementales a la perduración de la especie.

El agua es un líquido muy preciado y es necesario crear conciencia de su correcto uso y aprovechamiento, pero no creamos que la solución a todos nuestros males estará siempre regida por las leyes de oferta y demanda. La educación, la instrucción y la creación de raciocinio son factores que aún pueden lograr frenar un poco la marcha. Es necesario detenernos a reflexionar: hace unos años, quienes utilizaban el concepto darwiniano de la evolución de las especies para explicar el porqué determinadas sociedades estaban en desventaja de otras, fueron tildados de inhumanos. No cerremos los ojos ante esta nueva forma de ver la evolución, mucho más simple, y creada por un sistema monetario que quiere convertirse en el método de selección de los seres humanos, a través del cual se decida quien puede sobrevivir y quien no.

La solución no está en pagar. Nuestros ancestros respetaban a la madre tierra y a sus elementos sin tener que hacer erogación alguna por sus frutos. Ante nosotros está hoy el reto de encontrar el equilibrio entre esta nueva visión mundial de "selección material" que sucede a la "selección natural" darwiniana, y el entendimiento de que estamos en un ecosistema y, como tal, nuestras acciones afectan el orden del todo.

1 Declaración Universal de los Derechos del Hombre, 1948.

Visita el blog del autor en:
http://spaces.msn.com/members/andariego/

(*) Trovador d’époque

Réplica y comentarios al autor: samorales@hotmail.com




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