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La danza   puertorriqueña


La danza puertorriqueña pertenece a una gran familia de bailes que se desarrollaron alrededor de la cuenca del Caribe y se deriva, específicamente, de la contradanza habanera que se desarrolló en Cuba, la que a su vez fue hija de la contradanza de figuras; la forma favorita de baile social durante las primeras tres décadas del siglo XIX en Puerto Rico.

Sobre la danza puertorriqueña se han formulado varias teorías que tratan de explicar su origen en formas diversas. La teoría de Tomás Milián que atribuye el nacimiento de la danza a un origen español, la de Fernando Callejo quien le atribuye un origen colonial de tierra firme y finalmente la que comparten Salvador Brau y Amaury Veray quienes afirman que es hija directa de la contradanza cubana.

Históricamente las tres teorías tienen fundamento y bien pueden explicar el fenómeno de la forma boricua y si se examinan las teorías con cuidado se verá que el problema que las separa es uno de cronología y no de genealogía. Pero sea cual fuese el origen de estos bailes, para principios siglo se cultivó la nueva forma con entusiasmo distinguiéndose entre sus compositores: Ramón Santaella y Eulogio Cortés.

Usando ritmos populares y de escaso valor musical, el compositor puertorriqueño se adentrará en el mundo de la poesía romántica para crear un género único: Una forma popular, cultivada por artistas de gran refinamiento.

En 1857 y con la visita a la isla de un pianista y compositor criollo, Louis Moreau Gottschalk, el crecimiento de la música puertorriqueña se ve profundamente afectado. Gottaschalk venía de estudiar en Europa y lo acompañaba una jovencita , la ya considerada la diva del bel canto, Adelina Patti. Con ella ofreció conciertos, se introdujo en los salones elegantes de la cuidad de Ponce, Guayama y las ricas plantaciones del litoral norte.

Gottschalk demostró que las primitivas danzas bailables, picarescas y alegres, también podían ser tratadas con gusto y refinamiento. Siguiendo su costumbre, el pianista inventó varias piezas de ocasión, entre ellas una Marche des Gíbaros en la que usa como tema principal la melodía del viejo aguinaldo "Si me dan pasteles". La elite, que hasta entonces miraba hacia Europa solamente, mira hacia sus raíces con renaciente interés.

El talentoso y joven pianista puertorriqueño Manuel Tavárez quien entonces residía en Ponce, recibió de Gottsschalk el estímulo necesario para que siguiera sus estudios en París. Más tarde regresaría a su patria para dar forma a lo que sería desde entonces "La danza puertorriqueña"

Tavárez es considerado el padre de la danza puertorriqueña pues en sus manos, la tosca habanera cubana se transformó en un vehículo personal de gran figura y exquisita construcción. Las danzas, que anteriormente se tocaban por pequeños conjuntos instrumentales con el propósito de bailar, fueron trasladas por Tavárez al lenguaje fluido del piano. El compositor no sólo crea melodías de amplitud romántica, sino que explora las sonoridades y peculiaridades interpretativas del instrumento. Es Tavárez quien enlaza a la danza con el piano, elevándola a la forma característica del siglo. La danza se vuelve mensajera de emociones profundas e íntimas.

De su escuela surgiría a su vez la figura esencial de la danza puertorriqueña, Juan Morel Campos, considerado la más grande personalidad musical del silo XIX. Es en la danza que Morel Campos encuentra la forma perfecta para expresar todas las necesidades artísticas, personales y políticas. No sólo eso, Morel usa la danza como la gran niveladora social, llevando a la alta sociedad los ritmos picarescos del pueblo y al pueblo la rica concepción armónica de la danza de salón.

Más tarde, en las décadas del 30 y el 40, el dinámico pianista Jesús María Sanromá comenzó la práctica de incluir danzas puertorriqueñas en sus programas como solista en la Orquesta Sinfónica de Boston. Las colocaba en la sección donde la práctica de conciertos normalmente inserta las pequeñas obras pianísticas de los románticos. Su triunfo fue rotundo entre el público norteño haciendo que su ejemplo fuera seguido de inmediato por sus discípulos y otros pianistas. Es el primer artista puertorriqueño que lleva la danza al concierto y la graba en discos para el sello RCA Víctor.


"La Borinqueña"
himno de Puerto Rico.

Una antigua danza, cuyos orígenes coincidieron con la primera gesta revolucionaria puertorriqueña, fue adoptada en 1952, como himno de Puerto Rico. Algunos atribuyen la paternidad de La Borinqueña a Felix Astol Artés, otros a Francisco Ramírez Ortiz, compositor aficionado natural de San Germán.

La letra original de La Borinqueña fue sustituida por la letra de un poema de Lola Rodríguez de Tió. Dice la tradición que la poetisa recibió ayuda de Don Angelino Antongiorgi, gramático de nota y el Dr. Virgilio Biaggi, quien tocó la melodía al piano.

Los versos de Lola Rodríguez de Tió, por su carácter bélico y acentuado patriotismo, sirvieron para que la canción se difundiera rápidamente tocándose en representaciones teatrales, actividades sociales, celebraciones cívicas. Años más tarde y con el fin de introducir La Borinqueña en las escuelas, Manuel Fernández Juncos le pone nueva letra y se publica por la casa Guisti con el título de "Borinquen" según arreglo de Braulio Dueño Colón.

En 1904 Fernández Juncos la incorpora a los Cantos Escolares. A principios de siglo, otros autores tales como Ana Otero y Luis Miranda, incorporan La Borinqueña como parte de otras obras y aún como parte de otras danzas. Rafael Alers, Rafael Hernandez insertan la danza como cita afectiva en sus obras.

La Borinqueña se identifica tan profundamente con el puertorriqueño que aunque jamás hubiese sido escogida como himno nacional de Puerto Rico, el pueblo ya la había proclamado.

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