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Horacio Ferrer nació en 1933, conocerdor avezado del tango llega como letrista con una importante intelectiva poco frecuente. No es de extrañar que Balada para un loco, marque hito dentro de las aalternativas de la letra ciudadana.   Ausente Manzi, él se adueña con recursos propios y legítimos del toque contemporáneo que desde el plano verbal estaba reclamando la canción ciudadana. La balada alcanza una popularidad que supera todo vaticinio. Su letra inaugura metáforas, recrea situaciones, urde una inédita psicología, creo un tono jocundo que nuestro melancólico tango desconocía. La última grela es un homenaje a las que,  una vez,  fueron las románticas proletarias del amor. La noche de Buenos Aires les puso su nombre con seducción de insulto: paicas, milongas, percantas, grelas... Era frecuente verlas desayunando chocolate con churros en la confitería "Vesuvio" de la calle Corrientes. Las grelas se jugaron la vida a los tangos y acaso se fueron, un día,  todas juntas.

 

hol_br.gif (889 bytes) BALADA PARA UN LOCO
hol_br.gif (889 bytes) LA ÚLTIMA GRELA

 

hol_br.gif (889 bytes) BALADA PARA UN LOCO

Las tardecitas de Buenos Aires, tienen ese qué sé yo,¿Viste?
Salgo de casa, por Arenales. Lo de siempre: en la calle y en mí. . .
Cuando, de repente, de atrás de ese árbol, se aparece él.
Mezcla rara de penúltimo linyera y de primer polizón en el viaje
a Venus: medio melón en la cabeza, las rayas de la camisa pintadas
en la piel, dos medias suelas clavadas en los pies y una banderita de
taxi libre levantada en cada mano. ¡Ja, Ja! Parece que sólo yo lo
veo. Porque él pasa entre la gente, y los maniquíes le guiñan; los
semáforos le dan tres luces celestes y las naranjas del frutero de la
esquina le tiran azahares. Y, así, medio bailando y medio
volando, se saca el melón, me saluda, me regala una banderita y
me dice. . .

Ya se que estoy piantao, piantao, piantao. . .
No ves que va la luna rodando por Callao;
que un corso de asutronautas y niños, con un vals,
me baila alrededor. . .¡Bailá! ¡Vení! ¡Volá!
Ya se que estoy piantao, piantao, piantao. . .
Yo miro a Buenos Aires del nido de un gorrión;
y a vos te vi tan triste. . .¡Vení!; ¡Volá!; ¡Sentí!
¡Loco! ¡Loco! ¡Loco!
Cuando anochezca en tu porteña soledad,
por la ribera de tu sábana vendré
con un poema y un trombón
a desvelarte el corazón.

¡Loco! ¡Loco! ¡Loco!
Como un acróbata demente saltaré
sobre el abismo de tu escote hasta sentir
que enloquecí tu corazón de libertad. . .
¡Ya vas a ver!

Y así diciendo, el loco me convida
a andar en su ilusión supersport,
y vamos a correr por las cornisas
¡con una golondrina en el motor!

De Vieytes nos aplauden: "¡Viva! ¡Viva!"
los locos que inventaron el amor;
y un ángel y un soldado y una niña
nos dan un valsecito bailador.

Nos sale a saludar la gente linda. . .
Y EL Loco, loco mio, ¡qué se yo!,
provoca campanarios con su risa
y al fin, me mira, y canta a media voz:

Quereme así, piantao, piantao, piantao. . .
Trepate a esta ternura de locos que hay en mi,
ponete esta peluca de alondras, ¡y volá!
¡volá conmigo ya! ¡Vení, volá, vení!

Quereme así, piantao, paintao, piantao. . .
abrite a los amores que vamos a intentar
la mágica locura total de revivir. . .
¡Vení, volá, vení! ¡trai-lai-lailarará!!!

 

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hol_br.gif (889 bytes) LA ULTIMA GRELA

El poema aparecio en el Romancero Canyengue publicado por el letrista en
Montevideo, en 1967.

Del fondo de las cosas y envuelta en una estola
de frío, con el gesto de quién se ha muerto mucho,
vendrá la última grela, fatal, canyengue y sola,
taqueando entre la pampa tiniebla de los puchos.

Con vino y pan del tango tristisimo que Arolas
callará junto al barro cansado de su frente,
le harán su misa rea los fueyes y las violas,
zapando a la sordina, tan misteriosamente.

Despedirán su hastío, su voz, su melodrama,
las pálidas rubionas de un cuento de Tuñon,
y atrás de los portales sin sueño, las madamas,
de trágicas melenas, dirán su extremaución.

Y un sordo carraspeo de esplín y de macanas,
tangueandole en el alma le quemará la voz,
y muda y de rodillas se venderá sin ganas,
sin vida, y por dos pesos, a la bondad de Dios.

Traerá el olvido puesto; y allá en los trascartones
del alba el mal, de luto, con cuatro besos pardos,
le hara una cruz de risas y un coro de ladrones
muy viejos sus extrañas novenas en lunfardo.

Que sola irá la grela, tan última y tan rara,
sus grandes ojos grises trampeados por la suerte,
serán sobre el tapete raído de su cara
los dos fúnebres ases cargados de la muerte.
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