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La Leyenda de Marte  

En una noche clara, al contemplar el firmamento, nos encontramos con un astro que se destaca en el cielo nocturno por su color rojizo. Marte recibe la luz del Sol, y al reflejarse en sus tierras peculiares, vuelve al espacio convertida en un color rojo. 

Marte mitológico, Dios romano de la Guerra

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Este color singular ha invocado en nuestros ancestros imágenes de batallas sangrientas, razón por la cual lo bautizaron con el nombre de Marte, en homenaje al Dios romano de la guerra.  

         Los ojos de los telescopios siempre lo han buscado como a un espécimen interesante de observación. Aún hoy en día, no ha disminuido nuestra fascinación por él.  

Tres fotos superpuestas de Marte mostrando el cambio observado por efectos estacionales

Hace algún tiempo el aspecto cambiante de su cara a lo largo del año, logró que aficionados y aún profesionales de la ciencia astronómica interpretaran esta variedad de coloración como cambios de follaje, similar al ciclo anual de las plantas terrestres, que pierden sus hojas en otoño y las renuevan en primavera.

 La fértil imaginación del astrónomo italiano Giovanni Schiaparelli, en 1877, le hizo ver sistemas de canales, que supuso artificiales, construidos para riego por seres inteligentes.

De la serie televisiva "Mi marciano favorito"

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Letrados y artistas de nuestra época plasmaron imágenes de marcianos en libros, películas y series de televisión, ya sea como comedia (“Mi marciano favorito”), aventura (“Robinson Crusoe en Marte”), ciencia ficción  (“La guerra de los mundos”, “El vengador del Futuro”), novela (“Crónicas marcianas”), etc. En fin, todo un cuento bañado de fantasías y temores que pudo arraigarse hondamente en la conciencia de la gente.

Pero una vez más triunfó la ciencia. La verdadera, la que se abre paso entre la ignorancia y los prejuicios fundados en creencias prefabricadas. La que pone la fantasía y la imaginación al servicio de la verdad para develarla, y la que deja siempre una puerta abierta para la duda y un margen para lo desconocido, sin que por ello deje de ser menos ciencia.

 

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