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De cómo el dinero de la ayuda española se queda en Madrid

 

GUINEA, LA GRAN JUERGA NEGRA

 

ACTUAL  No. 67, Madrid 1 de julio de 1983. Páginas 56-63 (Gonzalo Lara)

 

Eran las 17.30 de una tarde de mayo de 1979 cuando el DC-10 procedente de Roma tomaba tierra en el aeropuerto de Libreville. De su interior descendieron dos hombres de negocios de Madrid con fuertes intereses en Guinea Ecuatorial. Tras cumplimentar los trámites de aduana fueron detenidos y conducidos a un campo de concentración militar.

 

Horas después, cuando ya el nerviosismo era patente en los dos españoles, fueron visitados por un comandante y un capitán del Ejército francés asesores del presidente Omar Bongo, y tras pedir disculpas condujeron a los sorprendidos viajeros a una lujosa mansión situada a las afueras de Libreville habitada por un altísimo dignatario gabonés.

 

Tras una ardua y enjundiosa negociación, la autoridad gabonesa dio su brazo a torcer: por 20 millones de pesetas, la gendarmería del Gabón haría la vista gorda y dejaría partir de la localidad fronteriza de Oyem una expedición mercenaria comandada por un teniente coronel de la Guardia Civil cuya misión sería derrocar a Macías.

 

Los dos hombres suspiraron satisfechos: habian sido diez largos años de espera y frustraciones desde su expulsión del paraíso guineano, de búsqueda afanosa de contactos, apoyos y reuniones celebradas en un entresuelo húmedo y mal iluminado de la calle Cochabamba, en Madrid, propiedad de los hermanos Amilivia. Durante todo ese tiempo, desfilaron por aquella oficina todos los líderes guineanos en el exilio mezclados con mercenarios de poca monta, estafadores, misioneros del CMF, hombres de negocios y políticos de la ultraderecha española, que veían con buenos ojos cualquier tipo de acción encaminada a derrocar al filo-comunista y antiespañol, Macías.

 

Poco a poco, casi todos los líderes guineanos habian quedado descartados. El último gran descarte fue Samuel Ebuka, ex embajador de Guinea en Lagos, a quien apoyaron en su día el líder de Fuerza Nueva, Blas Piñar, y el ex secretario nacional del Movimiento Luis Valero Bermejo, pero que no consiguió el beneplácito final de Arias Navarro cuando la operación „Peces tropicales“ se encontraba en marcha en 1975. El pacto sellado en Libreville significaba el final de un largo camino.

 

Bonifacio Biyang Andeme, ex embajador guineano en España, era el hombre elegido por los ex colonos españoles para sustituir a Macías cuando hacia finales de agosto de 1979 cayese fulminado el dictador. Todo estaba preparado en la calle Cochabamba, los mercenarios listos, los 60 millones para la operación y hasta una proclama de apoyo al golpe del arzobispo Nsé Abuy, exiliado en Roma. Contra las paredes de la oficina rebotaba una y otra vez la advertencia del dignatario gabonés: „No bastá que acabéis con Macías. Para conseguir algo positivo en Guinea, tendréis que eliminar a todos los que le rodean“.

 

Pero si de algo pecaron siempre los hombres de la calle Cochabamba, tan acostumbrados a la molicie de la vida colonial, fue de ingenuidad: en diez años no habian conseguido aprender apenas nada a cerca de cómo se mueven las piezas del complicado ajedrez de un mundo en el que el cacao y el café poca sombra podían hacer a valores tan contundentes como el petróleo o los intereses estratégicos. El 3 de agosto de 1979 fue el día más amargo que se recuerda en las oficinas donde los hermanos Amilivia disimulaban sus actividades progolpistas con la venta de estufas de calor negro marca Butatel.

 

BONGO, EL ZORRO DEL GOLFO

 

¿Qué habia ocurrido? ¿Quién habia tomado la delantera a los hombres de la calle Cochabamba? ¿Por qué tantas coincidencias? ¿Habia sido cosa de Suárez utilizándo fondos secretos? ¿Por qué Teodoro Obiang y no Biyang Andeme?

 

La fulminante reacción de Adolfo Suárez, al que el golpe de Obiang pilló, aunque jamás sorprendió, de viaje por Sudamérica, hizo pensar a más de uno que el derrocamiento de Macías habia sido preparado y financiado por la Moncloa con dinero salido de la siempre sospechosas arcas de Prado del Rey. Nada más incierto. España, Suárez, estaba en el ajo, pero sencillamente porque fue avisado tres dias antes por el coronel Obiang, pero no intervino en un golpe barato, fácil y aséptico cuyas riendas definitivas estuvieron siempre en las manos de ese zorro africano llamado El Hadj Omar Bongo.

 

Los contactos entre Libreville y la calle Cochabamba se remontaban a noviembre de 1977, cuando el presidente del Gabón visitó España. Fue en Madrid donde quedó concertada el rende-vous en Libreville entre ex colonos y militares franceses, pero el hombre más listo y ambicioso del golfo de Guinea tenia sus propios planes. Por ejemplo, atraer Guinea a la órbita gabonesa (incluida dentro de la zona del franco CFA) y conseguir hacerse con las riendas de su economía. Omar Bogó, hombre de baja estatura y mujeriego empedernido, sufre también de grandeur.

 

La voracidad de Bongó es cosa conocida por sus vecinos, quienes han venido observando, entre escandalizados y alarmados, los solapados intentos anexionistas del presidente gabonés. Endeudado e hipotecado hasta las cejas y con sus reservas petrolíferas al límite, la República de Gabón comenzó hace aproximadamente diez años una frenética huida hacia adelante en un intento por conseguir huir de la miseria que le espera a la vuelta de la esquina. Esa huida fue la que llevó a su moderado presidente a enfrentarse con el irascible Macías en 1972. Dos insignificantes islas situadas en los estuarios del Muni fueron las culpables de un choque áspero y definitivo entre Macías y Bongó.

 

LA CLAVE ESTÀ EN COCOTEROS Y MBAÑE

 

Fue el 12 de septiembre de 1972 cuando el embajador de Guinea en la ONU pedía una reunión urgente del Consejo de Seguridad para tratar de la invasión de algunas de sus islas por el vecino Gabón. El embajador incluía en su carta al presidente del Consejo un telegrama en el que se decía que Gabón, tras haber ampliado sus aguas jurisdiccionales de forma unilateral hasta las 170 millas, invadió Cocoteros y Mbañe.

 

Aquello resultaba increíble. En las capitales del Àfrica negra los gobiernos se preguntaban extrañados cómo uno de los paises relativamente más ricos de este continente habia sentido la necesidad de provocar un conflicto para anexionarse unos islotes que no podian aportarle ninguna riqueza. Macías movilizó la opinión africana, pero al final prevaleció la situación creada con la ocupación „manu militari“ de Cocoteros y Mbañe. El presidente guineano tuvo que callarse y esperar mejor ocasión para replantear sus reivindicaciones.

 

¿Pero a qué tanto follón por dos islitas perdidas en los médanos del Río Muni? Pues simplemente por el maldito petróleo. Ni al norte ni al sur de Bioko. Los únicos yacimientos de oro negro que hay en Guinea y que ofrencen garantías de calidad y explotación están en Cocoteros y Mbañe. Allí reside la clave de todo. Bongo lo sabe. Macías lo sabía. La compañía americana Chevron, que inició prospecciones por toda Guinea en 1967 y luego disimuló sus hallazgos, fue la primera en tener datos sobre los ricos yacimientos que existen en torno a Elobey Grande, Elobey Chico, Corisco, Cocoteros y Mbañe.

 

Cuando Macías se decantó hacia la órbita soviética, la Chevrom se retiró de forma discreta de Guinea, pero por si las moscas la compañía americana siguió sobornando y pagando facturas a funcionarios de la embajada de Guinea en Madrid mientras duró la dictadura de Macías. Los últimos en enterarse fueron Teodoro Obiang y la compañía Hispanoil y tamaño despiste le ha llevado a gastarse, por ahora, más de 4.000 millones de pesetas en rastrear falsas pistas. Cuando Hispanoil, alertado por Graullera, se dió cuenta de que quien realmente tenía las llaves del petróleo guineano eran los gaboneses, envió los mejores juristas españoles sobre el tema a Obiang, pero Bongó no quiso ni oir hablar del tema porque el futuro de su país se juega en Cocoteros y Mbañe, y si es necesario se llevará por delante a Guinea, con Teodoro y todo.

 

BONGO DIO EL GOLPE DE LA LIBERTAD

 

Petróleo aparte, la CIA se la tenia jurada al KGB en Guinea desde que Macías pegó el espectacular viraje hacia Este, y además no olvidaba que desde Guinea los rusos habian apoyado todas sus acciones en Angola, Mozambique y Etiopía. De modo que cuando la CIA se enteró por medio de los servicios secretos franceses de lo que se preparaba en Guinea, jugó a fondo sus bazas y apoyó sin reservas al candidato de Bongó a la sucesión de Macías. Desde el primer momento Biyang Andeme habia quedado descartado.

 

¿Pero por qué Obiang y no Biyang? El candidato de la calle Cochabamba era para Bongó toda una incógnita. Sí, sabia de él que era un fang moderado y con cierta experiencia política, ¿pero se plegaría a sus oscuros designios? Cuando se enterase de lo de Cocoteros y Mbañe, ¿no iba a poner el grito en el cielo exigiendo la devolución de las islas? Y para colmo sería proespañol. No, Biyang, no. Bongó necesitaba alguien dúctil y maleable, un tipo manejable sin excesivos escrúpulos y de voluntad débil como aquel chico que estaba concitando las iras de Macías desde la isla de Bioko. Teodoro Obiang reunía todas las características ideales que requería Bongó.

 

De modo que el presidente del Gabón envió emisarios a Malabo. En marcha estaba ya prácticamente el golpe de los ex colonos, y si Obiang quería salvar el pellejo no le quedaba más remedio que ponerse bajo el paraguas abierto por Bongó. El precio que puso el astuto presidente del Gabón a cambio de su apoyo a Obiang fue las islas Cocoteros y Mbañe y su incondicional vasallaje a la zona del franco. Nada más acabar las escaramuzas del golpe de la libertad, Obiang acudió a rendir pleitesía a Omar Bongó. Corrieron el champán, las mujeres y el Whisky. Cuando al dia siguiente se despertó entre vapores, burbujas y sonrisas de prostitutas perfumadas en Chanel, Obiang ni siquiera se acordaba que habia firmado las cesiones de las dos islitas más ricas de Guinea y que su pais ya era casi miembro de la UDEAC y que el ekuele, si quería sobrevivir, tenia que pasar por la reválida del Banco de Estados del Àfrica Central (BEAC). Bongó rió: todavía no intuía, ni de lejos, los disgustos que le iba a deparar la peculiar situación guineana.

 

BIENVENIDO, MISTER MARSHALL

 

Desde el primer momento reinó el despiste en la Moncloa. Suárez no disponía de mayores conocimientos sobre Guinea que los que tenia cualquier ciudadano bien informado. Todo eso, sin embargo, le importaba muy poco, decidido como estaba en aquel momento en conseguir una imágen de estadista de proyección internacional. Sin pararse a estudiarse las inmensas contradicciones que se daban en Guinea, el presidente Suárez montó una especie de Plan Marshall que, en la práctica, no era más que un monumento a su megalomanía. El Duque pensaba que iba a luchar contra los gabachos, pero se encontró con Bongó. Se creía que iba a encontrarse con negros cimarrones fáciles de contentar con fruslerías y miriñaques y se topó con la insaciable voracidad del clan de Macías y Obiang perfectamente apoyado por una mafia blanca, con ramificaciones en los ministerios de Madrid, que se tragó los 15.000 millones de ayuda española a Guinea en un abrir y cerrar de ojos y lo devolvió a Madrid y Canarias colocándolo a buen recaudo.

 

Para empezar, Suárez sustituyó a Juan de Andrade, un viejo diplomático a punto de jubilarse, por su íntimo amigo y asesor financiero José Luis Graullera. Para frenar lo que Suárez creía el impulso francés, precisaba en Malabo un hombre con gran capacidad de decisión y que careciese de los escrúpulos de un diplomático de carrera. La defenestración de Andrade supuso el stop de Marcelino Oreja sobre todo lo concerniente con Guinea, que pasaba a depender directamente de Presidencia, y por consiguiente de un fontanero, Alberto Recarte. Graullera y Recarte hicieron y deshicieron en Guinea mientras los chicos del palacio de Santa Cruz quedaban absolutamente relegados a meros espectadores en un proceso apasionante y hasta lúdico.

 

Para epatar y deslumbrar a los negritos del Àfrica tropical, Recarte y Graullera se sacaron de la manga un invento, al que llamaron eufemísticamente Cooperación Hispano-guineana, que en un para de años se tragó nada más que en sueldos a profesores, enfermeras, médicos y asesores civiles y militares españoles la nada despreciable cantidad de 7.000 millones de pesetas. Dinamitado, desprovisto de base desde el principio y sin aparato administrativo guineano para apoyarla, para colmo de los males (y esto no se ha dicho hasta ahora) la Cooperación sirvió para llevar en poco tiempo la inflación a Guinea. Como resulta que los cooperantes españoles cobraban en pesestas, en pocos dias invadieron el mercado de cambios y hndieron al frágil ekuele en la miseria, llegándose a cotizar al diez por uno en relación con la peseta.

 

Más adelante, tras vencer múltiples trabas que nacían del desmadre que habia en Madrid (como es el caso del duque del Infantado, quien comisionado por las Cámaras de Comercio de España se presentó, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, en Malabo dispuesto a conseguir la exclusiva de la comercialización del cacao guineano), las empresas mixtas, verdaderas piedras de toque de la política económica española en Guinea, se establecieron allí. Hispanoil pasó a llamarse Gepsa y Adaro recibió en Malabo el pomposo nombre de Gemsa, y Graullera se dispuso a practicar su juego favorito.

 

COBRAR DE ESPAÑA: UNA OBSESIÒN

 

Para ofrecerle un estatus digno de un jefe de Estado, Graullera le pasó a Obiang cierta cantidad de dinero, bastante. Pero con Teodoro en manos gabonesas, el único hombre que ofrecía garantías era el segundo de a bordo, el teniente de navío Florencio Maye (Graullera le llamaba en confianza Floro), y para asegurarlo el embajador de España le colocó en la presidencia de Gepsa con un excelente sueldo, piso en Madrid y colegio para sus múltiples hijos (el abultado sueldo de Mayé, que sigue cobrando de Hispanoil a pesar de que ya no es presidente de Gepsa, puede leerse fácilmente con rastrear el capítulo de gastos extraordinarios de los balances que anualmente rinde Hispanoil). Al tercero de a bordo, Policarpo Monsuy, Granullera le puso a regir los destinos de Gemsa, no tenía sueldo pero era recompensado con coches lujosos, hoteles caros, videos y todos los gastos extraordinarios imaginables. Para que el peligroso coronel Fructuoso Mba Oñana no abriese la boca y se saliese de madre, fue recompensado con la presidencia de Oficar, monopolista del transporte colectivo en Guinea, que aunque no era oficialmente empresa mixta, gozaba de la exclusiva de la compra y reparación de los vehículos de la Cooperación. Oficar es propiedad de Manuel Moreno, presidente de la poderosa Anetra, la patronal de los transportes en autobuses de España.

 

Pero como las grandes empresas mixtas no daban para cerrar la boca a todo el clan esangui, Graullera todavía tuvo tiempo de potenciar empresas mixtas privadas entre guineanos y españoles que acapararon totalmente los créditos que dio el Banco Exterior de España, tanto al comprador como al vendedor, para comerciar con Guinea. Todo se fue en alcohol y coches lujosos. El amigo de Graullera Paco Roig se puso en seguida al frente de aquellos negocios fáciles, fundando Suguisa en sociedad con Obiang y otros miembros del clan. Tras la empresa de Roig aparecieron otros mil más con Esteller o Ferrys (el grupo del litoral) manejando la barca. „La isla es mía“, decía Roig a sus rivales, Esteller y Ferrys. En un país hundido en la miseria, era un lujo y un espectáculo ver cómo toneladas enteras de alimentos que llevaba Roig a Guinea (y que jamás colocaría en España), tenian que arrojarse a los barrancos del puente Kope. Roig cobraba los créditos y declaraba productos que jamás se ponían a la venta, pero además tenían la exclusiva del mercado de alimentación con Guinea.

 

No era el único que tenía exclusivas. La naviera García Miñaur (la misma del Harrier y del contrabando de armas), gracias a su amistad con Lorenzo González, subdirector del Ministerio de Transportes, consiguió la exclusiva de los fletes con Guinea. Como resulta que, además, García Miñaur absorbió a Vuida de Besora (empresa también española, única consignatoria de aduanas que opera en Guinea), esa naviera impone su ley en Guinea: cobra el doble y hasta el triple de lo estipulado internacionalmente y por eso cuando, por ejemplo, un saco de cemento llega a Malabo, ya llega costando casi 1.000 pesetas. Además, la Naviera del Harrier chulea a cualquier español que quiera exportar productos de Guinea si no se plega a sus leoninas condiciones.

 

UN CURIOSO LOBBY

 

Tras la espantá de los españoles de Guinea, en 1969, quedó allá un pequeño contingente de individuos y empresas de poca monta que se adaptaron pronto a la situación. En estos años, ese insignificante grupo se dedicó a realizar pequeñas obras, comercializar cacao, tráfico de divisas y, principalmente, servir de enlace entre Macías y España. Una de esas empresas fue la encargada de construir el flamante puente Kope, obra que hipotecó en diez años el presupuesto de Obras Públicas de Guinea y que sólo con haberse construido unos metros más arriba hubiese supuesto un considerable ahorro. Otra de las empresas de tan curioso lobby se encargó de comprarle a Macías una espectacular finca en Córdoba, Argentina, que tras la muerte del dictador ha pasado a propiedad del dueño de dicha empresa.

 

Pero a pesar de su insignificancia, tanto Escuder y Galiana (COESGA), como Mora y Mallo (TRADIMPEX), Drumen, Construcciones Marín, Ebana, Vuida de Besora, Bruno Veretta, Alcaide y el canario Juan Cabrera iban a jugar un rol fundamental en la nueva situación guineana tras el golpe de Obiang. Entre ellos existian disputas, pero antes que nada eran guineanos de piel blanca que habian resistido sin rechistar el acoso del tsetsé, el chicharro soviético y las arremetidas venales de Macías. Eran al fin y al cabo otro clan, más inteligente y depredador que los esangui de Macías y Obiang, y sus conexiones con los ministerios en Madrid y Malabo iban a posibilitar que convirtiesen los 15.000 millones de la ayuda española en un dinero de ida y vuelta, situado ya a buen recaudo en cuentas de Madrid y sobre todo en la sucursal del Banco Exterior de España en Canarias.

 

El primer bocado a la ayuda española consistió en colocar las medicinas y otros materiales en los mercados de Gabón y Camerún. Sólo ellos disponían de camiones e infraestructura para llevar a cabo la operación, contando por supuestom con el apoyo del clan en el poder. Más tarde, mientras el pueblo guineano reventaba materialmente de hambre, la mafia hispano-guineana especulaba con la ayuda alimentaria (595 millones), para luego repartirse las obras (pagas en pesetas y en Madrid) a realizar en Guinea por los distintos ministerios. Como la mafia controlaba a los hombres claves de los ministerios, no existían concursos de ningún tipo y las obras iban a parar invariablemente a Escudero y Galiana y sus compinches.

 

En pleno desmadre, sin control ni inspección de ningún tipo, la mafia hispano-guineana descubrió cómo hacerse también con los créditos FAD: se contrataba una obra fantasma en Malabo y cuando llegaba el enviado de Obras Públicas o Agricultura a Guinea, se le sobornaba convenientemente y, con la firma del director general guineano correspondiente, se autorizaba la chapuza. En Madrid se cobraba la obra como realizada y ese dinero se ingresaba en cuentas particulares, sobre todo en Canarias, donde existe una adecuada de apoyo a la mafia hispano-guineana, que encabezan BERGASA ( ex director de la Feria del Atlántico e intermediario en la compra de coches de lujo para Obiang y sus ministros) y el cónsul de Guinea en Canarias.

 

El lobby no sólo actúa en materia económica: aconseja, veta, boicotea los proyectos que se elaboran en Madrid y que no son de su agrado o que suponen un peligro para sus existencia y sus monopolios, y a pesar del cambio socialista (Escuder y Galiana mantienen buenas amistades con Gregorio Morán, ministro de Asuntos Exteriores), todavía mantienen sus privilegiados contactos en todos los ministerios que tienen que ver con el asunto de Guinea.

 

Siguen controlando la embajada de Guinea en España (un choque de Escuder y Galiana sirvió para hacer el primer pago, de cinco millones, tras el golpe del 3-A), y fueron los que aconsejaron a guineanos y españoles para que en la Cooperación no tomasen parte guineanos educados en España ni españoles que conociesen a fondo la situación de Guinea.

 

UN BOTÌN DE 40 MILLONES DE DÒLARES

 

El último capítulo de las relaciones económicas con Guinea se cerró en enero de 1980, cuando las autoridades de Malabo recibieron la noticia de boca de José Luis Leal de que, por el momento, España no estaba dispuesta a respaldar el ekuele, la moneda guineana, en el mercado internacional.

 

La verdad de todo ese asunto estriba en las rápidas y misteriosas desapariciones de las reservas exteriores guineanas. A la muerte de Macías, según evaluaciones practicadas en Madrid por las autoridades del Banco Exterior en presencia del gobernador del Banco de Guinea y Bruno Veretta (elemento del lobby que viajaba con pasaporte diplomático), Guinea tenía 20 millones de dólares repartidos en los bancos de Europa y América. Un mes después de la primera evaluación desaparecían misteriosamente siete millones y nadie se explicaba de dónde habian partido las órdenes de pago, aunque sólo habia dos o, como más, tres personas con posibilidad de ordenar tales pagos. Uno de esos era Danielito Oyono, sobrino del dictador, que habia birlado a su tío antes de dejarle abandonado en la selva, y el embajador de Guinea en España, Pedro Nsué Elá, en estos momentos uno de los hombres más poderosos e influyentes de Malabo, empedernido vicioso del bingo y poseedor de secretos de Estado que harían temblar a más de un ministro y que utiliza para obstruir cualquier iniciativa española en Guinea.

 

Pedro Nsué Elá se hizo rico en España trafcando con el whisky que compraba a granel y a bajo precio en las tiendas reservadas para diplomáticos en Madrid, y durante su mandato como encargado de negocios se desviaron importantes partidas del tesoro guineano y desaparecieron además 2.500 monedas de oro acuñadas con motivo del Mundial de Argentina y que se empeñaron en Madrid y sirvieron para pagar juergas y deudas de la simbólica misión diplomática guineana en Madrid durante la dictadura de Macías. Durante su mandato y con el asesoramiento de la mafia hispano-guineana, se hicieron suculentos negocios inmobilarios, así tanto el chalet de Conde de Orgaz, residencia del embajador de Guinea en España, como otras viviendas de diplomáticos guineanos fueron inflados en su precio (el chalet de Conde de Orgaz, propiedad de un piloto de Iberia que hacía vuelos a Malabo, no costaba más de 20 millones de pesetas y fue vendido en 45) y pagados por el Banco Exterior de España con cargo al crédito abierto con Guinea.

 

No fue sólo en Madrid; en Paris, Nueva York y Suiza comenzaron a aparecer órdenes de pago a cuenta de las reservas de Guinea, y cuando también comenzaron a desaparecer las reservas del FMI destinadas a Guinea, ya nadie quiso saber nada con el ekuele. •