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EN GUINEA SI NO ERES "OPOSITOR", "NO TIENES PROBLEMAS"

Por Joaquín Mbomio Bacheng para La Diáspora


En Guinea muchos dicen que uno puede acostarse con la mujer de un ministro, con la mujer del primer ministro, e incluso con la mujer del presidente y salir incólume de esa arriesgada aventura. Sin gran despecho ni desacato. Esta romántica tolerancia se convierte, por el contrario, en cruenta afrenta cuando un intrépido trasnochado desafía al poder presentando un proyecto alternativo para el pueblo guineano. Eso es intolerable. Se acusa, pues, al infáme traidor de "hablar política (demagogia), con criticas infundadas contra el presidente y su gobierno...y su hijo". Cuando se sabe que, en Guinea, el presidente de la República es el hombre más bueno, el más pacífico, gran demócrata y generoso amigo de todos, se comprende fácilmente la ira que puede provocar el mero hecho de cuestionar su gestión.

 

Sin embargo, el hedonismo político guineano no es un fenómeno reciente. No es de hoy. Se encarnó en el tejido social guineano en tiempos de Macías. Pero, desde la desaparición del "único milagro de la nación" este fenómeno ha alcanzado cotas mayores rebosando fronteras con un nuevo arraigo en los medios guineanos del exilio.

 

Empecé a observar este fenómeno sociopolítico hace unos años, cuando aún me encontraba condenado en la cárcel de Black Beach en Malabo, más concretamente en el año 1978. Un día, el llamado Cayo, entonces miembro de la Milicia Popular (sin ninguna otra graduación), recientemente nombrado Jefe de Cárcel (por ser lo que todos ya saben de él), empezó a golpear furiosamente a un preso que se llamaba Aranda (de Sao Tomé), vino inmediatamente Alée –un cabo de la Guardia Nacional, que era el Jefe de Cárcel saliente que aún estaba por unos dias haciendo la entrega –a decir a Cayo que sólo se maltrataba a los presos políticos, "los que han hablado mal del gobierno". No los que han robado como Aranda.

 

Ya en Europa, durante mis estudios en Francia, pude constatar el mismo fenómeno entre los guineanos en España. Todos los exiliados combaten y maldicen al que precisamente denuncia las causas profundas de nuestro destierro. Todos atacan al que encarna, en el momento, la oposición al régimen de Malabo. Este fue el caso concreto del ex líder de ANRD (Alianza Nacional para la Restauración Democrática de Guinea Ecuatorial), Cruz Melchor Eya Nchama, en la década de los años ochenta. Vituperado y destituido de su movimiento. Sin embargo Eyá Nchama fue el primer opositor en denunciar la dictadura guineana en los foros internacionales, desde los años setenta, y más rigurosamente en las sucesivas sesiones de la Comisión de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas. En Ginebra, sede de la Comisión, Eyá puso al gobierno español por los suelos, desmantelando su política asesina de "Guinea materia reservada". Hoy, Eyá Nchama, después de haber librado un combate homérico en la arena internacional por la causa guineana, ha caido en el olvido. Ningún guineano –en particular los que se declaran "demócratas"- no quieren verle. Tampoco a los jerarcas españoles que se apuntan en el apartado presupuestario de solidaridad democrática con Guinea les interesa conocer los logros que obtuvo en Ginebra el que inició la lucha contra la dictadura guineana en la ONU, cuando la misma España quebraba todavía la losa franquista.

 

Después de Eyá Nchama le llegó el turno a Severo Moto. Poco después de su exilio en Madrid, se acusó a Severo en España de haber sido el escribano de Macías, de haber ostentado también un alto cargo en el gobierno de Teodoro Obiang. En realidad lo que se reprochaba a Severo, y nadie se lo perdonaba, era el hecho de haber pasado a formar parte de la oposición, criticando severamente el comportamiento abusivo del nuevo poder en Guinea. Si Severo fue nombrado jefe de la plataforma de la oposición que se creó entonces en España, fue gracias a la firme determinación de destacadas personalidades como Paco Elá Abeme, habitualmente lúcido, que hizo ver a todos que cada político guineano tiene su pasado, pero que lo más importante para nuestro pueblo es "el proyecto de sociedad que cada uno vehicula para el futuro guineano" y la oferta de Severo, según Elá Abeme (que es Atanacista, muy lejos de la ideología de Severo), era viable. En aquella ocasión, muchos dieron el claro ejemplo de Fraga y Suárez, dos destacados jerarcas franquistas que fueron también dos personajes claves durante la transición democrática española. Más tarde, en 1988, Severo fue el primer gran opositor guineano en llegar al país, con una oferta política concreta en la carpeta, demostrando al pueblo guineano que en nuestro país aún habia gente con agallas, capaz de lanzar un reto democrático al tirano. Yo fuí uno de los pocos periodistas guineanos, quizás el único, que se atrevieron a entrevistar a Severo el mismo día de su llegada a Malabo. La entrevista se desarrolló en el llamado "restaurante Beyrut" de Malabo. Tras lo cual, Maximiliano Mbá Oveng, entonces director general de prensa, radio y televisión, vino a amenazarme con retirar mi credencial de corresponsal y encarcelarme si yo "volvia a hablar política con Severo" durante su estancia en Guinea.

 

Después del caso Severo, observo actualmente la violenta campaña que se ha desencadenado contra la persona de Daniel M. Oyono. Como Severo, hace dos años, o como Eyá Nchama, hace decenios, el presidente de Renage (Resistencia Nacional de Guinea Ecuatorial) ha cometido el error de denunciar el régimen totalitario que impera en Malabo. El pecado capital de Daniel tiene el agravante de que denuncia a un régimen que regala petróleo a troche y moche. Al dictador guineano no sólo lo defienden los guineanos y exiliados de España, sino la misma casta política española, los políticos-empresarios de Francia y las petrolíferas americanas. Cuando el tirano de Malabo llegó a Madrid, este mes de octubre, muchos de los llamados "opositores" y círculos españoles "para la democracia en Guinea" no escatimaron esfuerzos para "entrevistarse" con el hombre fuerte de Malabo. Hombre de poder y fuerza, el héroe guineano anda hoy con sus bolsillos repletos del botín de oro negro guineano, como antaño lo hacia el "Caballero del Leopardo", el mariscal Mobutu, con el oro y los diamantes del Zaire. De esta manera los intereses creados se han estrechado fuertemente entorno a la persona del general-presidente. Incluso se ha hecho un férreo cerco a la oposición guineoecuatoriana con subdivisiones: oposición moderada, oposición aliada a Su Excelencia, oposición radical, antigua oposición radical, oposición externa, oposición legal madrileña, oposición reconocida por la Moncloa, oposición guiada por Letona, oposición orientada desde Paris, etc. Todas estas oposiciones son feudos y territorios señoriales que se barajan en la partida de ajedrez petrolífero protagonizado por el jefe de estado guineano y las tres potencias presentes en Guinea: Estados Unidos, Francia y España.

 

De modo que ya no es "opositor" el que denuncia las condiciones infrahumanas en las que Teodoro Obiang y su familia someten al resto de los guineanos, sino aquel que trae la mejor sonrisa a Clara Lopez de Letona, conoce de memoria los teléfonos de la Moncloa, sabe dónde localizar a Agustín Nze Nfumu, baila el último y exitóso tema de Maele, dedicado a "Patrón" y a las "antorchas", escucha los consejos de "moderación" que le llegan de Paris. En este contexto de "petróleo guineano para todos excepto para el pueblo" el discurso de Daniel Oyono molesta. Su llegada reciente en la arena política del exilio rompe esquemas preestablecidos, dinamita monopolios celosamente guardados y deshace el nuevo diseño oposicional de geometría variable que se recomienda paternal y domésticamente a los miembros de la contestación guineana. Se reprocha a Oyono de mantener posiciones muy "nacionalistas" (sin tutelaje) de disponer, como Severo en su tiempo, de una audiencia real en Guinea y de ser poco maleable, contrario a otros políticos como Jones Ivina, por ejemplo. Entonces, ante este peligro, se mira su pasado. Pero para los guineanos esto ya no nos impresiona. Hace años que estamos sumergidos en la cloaca de la miseria, tomando y tragando los excrementos que dejan caer sobre nosotros todos aquellos que se apoderan de las riquezas de nuestro suelo patrio.

 

Lo que necesitamos en Guinea, lo que necesita nuestro pueblo, desde Bioko hasta Annobón y desde Corisco hasta Ebebiyin, es una persona, un partido o un equipo político serio, capaz de desalojar a Teodoro Obiang de donde está. Sin más ni más. Desplazando la red de corrupción franco-africana que Paris está tejiendo en Malabo desde la llegada de Obiang, limitándo también el círculo madrileño pseudodemocrático que acapara inutilmente el espacio político guineano, poder por fin reglamentar la escandalosa actuación de las empresas petrolíferas que llevan todo el oro de Guinea a América a cambio de una pocas migajas para Obiang y su familia. En suma, necesitamos a un guineano, con intereses en Guinea, capaz de activar un proyecto de sociedad viable para todos los guineanos. En espera de este milagro es preferible (y altamente aconsejable) no "hablar política" en Guinea ni ser "opositor" en el exilio para no tener problemas.

 

Joaquín Mbomio Bacheng es Licenciado en Ciencias de Información y Comunicación por la Universidad Jean Moulin-Lyon III. Francia. Autor de las novelas "El Párroco de Niefang" y recientemente de "Huellas bajo tierra". Actualmente vive y trabaja en Suiza.