17 de marzo

23 de marzo de 2003

¿Es que no podemos cambiar nada?

Osar Grácia
Especial para La Haine

Con sólo unos días para organizar nuevas protestas, millones de personas vuelven a salir a la calle en todo el estado español, Europa o el mundo. Aún sabiendo todos que es un gesto inútil que no hará parar la matanza que en nombre de la supremacía del capitalismo americano se está realizando en Irak, la población acude mayoritariamente a cualquier convocatoria que muestre su disconformidad y un creciente enfado.

¿Somos entonces idiotas? ¿Insistiríamos una y otra vez en intentar vaciar el mar con cubos de agua si no fuéramos completamente imbéciles?

No necesariamente. En el engaño de las sociedades democráticas hay disponibles diferentes válvulas de escape para dejar escapar los excesos de tensión social provocados por las injusticias creadas por un sistema económico basado en la desigualdad y un poder político dominado por éste. Estas válvulas se activan según el grado de descontento popular.

Si tu entorno cercano no te gusta, la culpa es del partido gobernante, no de nadie más. Puedes entonces castigarle votando a otro partido en las próximas elecciones quien seguro arreglará los problemas que te preocupan. Si éste tampoco lo hace o la situación es grave puedes mostrar tu descontento acudiendo a una manifestación debidamente organizada y controlada. En caso de ser muchos los que participen es seguro que habrá concesiones que serán vendidas como grandes triunfos.

Ese es el último espacio donde los disconformes tienen la oportunidad de volver tranquilos a casa después del necesario desahogo. En este sentido una Huelga General cada cierto tiempo, donde después se consigan 'resultados', es en cierta forma imprescindible para poder ir manteniendo un ritmo continuado de avances neoliberales con la situación completamente bajo control.

Pero, ¿y cuando la apuesta es fuerte pase lo que pase?. Las sociedades quedan desconcertadas, recurren una y otra vez al nivel más alto permitido de protestas aunque estas quedan ya vacías de su poder narcotizante al no obtener absolutamente nada a cambio. Se prueba de todo, huelgas, manifestaciones históricas, colapsos circulatorios en grandes ciudades, boicots... prácticamente no hay nuevas opciones así que se repiten las conocidas tozudamente ante la posibilidad de rendirse, resignarse y no hacer nada.

¿Puede ser esta repetición indefinida en el tiempo? Imposible. A cada nuevo fracaso, a cada frustración, se da un golpe en el muro de contención mental instalado en cada individuo. Ya no vemos un culpable, un partido, un país... la imagen del dinero aparece detrás de todos ellos cada vez más nítida, los engaños tan burdos y patéticos hacen que la desconfianza levante las máscaras de otros más subliminales que nos mantenían a todos tan felices, tan dormidos.

Un activista tiene que haber sido antes, necesariamente, un idealista. Una vez comprobada la inutilidad de los espacios de expresión de las democracias capitalistas, grupos de personas cruzarán la línea inevitablemente para conseguir sus deseos por otros caminos a los marcados por el Poder. En este sentido, la militarización de la respuesta estatal bajo la forma de intimidaciones y agresiones policiales a las manifestaciones de protesta únicamente acelerarán ese proceso al marcar claramente la posición del estado frente a las exigencias.

Las acciones a realizar por esos grupos desengañados, militantes y avanzados serán definidas por ellos según lo que consideren debe ser su estrategia social y política, pero en todo caso es seguro que sobrepasarán el corral de los chivos expiatorios de los partidos políticos para llamar a la puerta de los que realmente deciden, de los que realmente tienen el Poder y sacarles de esa discreción desde la que dirigen y explotan nuestras vidas o el medio ambiente.

A partir de este punto, sólo quedaría como penúltimo muro defensivo el policía bueno que intentaría convencer a la mayoría que esa forma de actuar cambiará, que todo tiene solución y que él, una vez más, realmente sí les representa: la socialdemocracia.

Pero quizás lleguen demasiado tarde, quizás lleguen demasiado tarde...

Tomado de La Haine

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