17 de marzo

9 de abril de 2003

Doble ataque estadunidense a periodistas; tres mueren

Amplias zonas de Bagdad, bajo control iraquí

Otro día de fuego y muerte en la capital; uranio empobrecido en la metralla de fuerzas invasoras

Robert FISK Enviado especial en Irak
The Independent

Bagdad, 8 de abril. Este martes los estadunidenses dieron muerte al corresponsal de Al Jazeera e hirieron a su camarógrafo. Cuatro horas después atacaron la oficina de Reuters en Bagdad, lesionaron a cuatro miembros del personal y mataron a uno de los camarógrafos de la agencia, padre de un niño de ocho años, así como a otro del canal español Tele 5.

¿Podemos creer que fue un accidente? ¿O será posible que la palabra correcta para describir estas muertes -la primera provocada por un bombardeo aéreo y las otras dos con un tanque M1A1 Abrams- sea asesinato?

Desde luego, estos no son los primeros periodistas que mueren durante la invasión angloestadunidense a Irak. Terry Lloyd, de ITV, fue muerto a tiros en el sur de Irak, a manos de tropas estadunidenses que aparentemente confundieron su automóvil con un vehículo iraquí. Aún se desconoce el paradero de los miembros de su equipo.

Michael Kelly, del Washington Post, se ahogó trágicamente en un canal. Dos reporteros murieron en Kurdistán. Dos periodistas -uno alemán y el otro español- murieron la noche del lunes en una base de Estados Unidos en Bagdad, junto con dos soldados estadunidenses, cuando explotó sobre ellos un misil iraquí.

No debemos olvidar, claro está, a los cientos de civiles iraquíes que a diario mueren y quedan mutilados y quienes, a diferencia de estos periodistas huéspedes, no pueden abandonar la guerra y regresar a casa volando en clase ejecutiva.

Los hechos de este martes hablan por sí mismos. Desafortunadamente para los estadunidenses estos ataques se parecen mucho a asesinatos. El jet estadunidense lanzó un cohete contra la oficina de Al Jazeera a orillas del río Tigris a las 7:45 de la mañana, hora local.

Su principal corresponsal en Bagdad, un jordano-palestino de nombre Tarek Ayoubi, se encontraba en la azotea junto con su camarógrafo, un iraquí de nombre Zuheir. Ambos consignaban una batalla entre tropas estadunidenses e iraquíes que tenía lugar cerca de las oficinas de la cadena.

El colega de Ayoubi, Maher Abdullah, narró luego que ambos periodistas vieron un avión lanzar un cohete que se encaminó hacia el edificio, ubicado cerca del puente Jamouriya, sobre el cual acababan de apostarse dos tanques estadunidenses.

"Estábamos viendo la batalla en el monitor, podíamos ver la balas volando de un lado a otro cuando escuchamos el avión -dijo Maher Abdullah-. El jet volaba tan bajo que los que estaban en los primeros pisos creyeron que iba a aterrizar sobre nuestra azotea, así de cerca estaba. Incluso oímos el ruido del cohete al ser soltado. Fue un blanco directo. El misil impactó sobre nuestro generador eléctrico. Tarek murió en el acto. Zuheir quedó herido".

Estados Unidos tiene dificultades en tratar de explicar esta pequeña saga. En 2001, ese país disparó un misil crucero contra la corresponsalía de Al Jazeera en Kabul, la misma oficina desde la que se habían transmitido hacia todo el mundo cintas con la imagen del líder fundamentalista Osama Bin Laden. Jamás se dieron explicaciones por este extraordinario ataque ocurrido la noche antes de que se declarara la "liberación" de la ciudad.

El corresponsal en Kabul, Taiseer Alouni, resultó ileso. Debido a una extraña coincidencia periodística, este reportero se encontraba este martes en la oficina de Bagdad, donde le tocó vivir también el segundo ataque de la fuerza aérea estadunidense contra Al Jazeera.

Sin embargo, es mucho más perturbador el hecho de que la cadena Al Jazeera -la más libre televisora árabe y que por lo mismo ha provocado la furia de autoridades tanto estadunidenses como iraquíes por su cobertura en vivo de la guerra- dio las coordenadas de su oficina en Bagdad hace dos meses y recibió garantías de que sus instalaciones no serían atacadas.

El lunes, el vocero del Departamento de Estado estadunidense en Doha, un árabe-estadunidense llamado Nabil Khouri, visitó las oficinas de Al Jazeera en la capital qatarí y, según una fuente de la televisora, reiteró que sus instalaciones en Bagdad no se-rían atacadas.

Menos de 24 horas más tarde los militares estadunidenses ya habían lanzado su misil contra la oficina en Bagdad.

El siguiente asalto, esta vez sobre Reuters, ocurrió apenas antes del mediodía, cuando uno de los tanques Abrams que estaban sobre el puente Jamouriya apuntó de pronto su cañón hacia el hotel Palestina, donde se alojan unos 200 periodistas extranjeros para cubrir la guerra de agresión desde el lado iraquí.

David Chater, del canal de televisión Sky, notó el giro del cañón. Los periodistas franceses del canal France 3 estaban en la habitación de junto y filmaron el tanque sobre el puente. Su cinta muestra una burbuja de fuego emergiendo del cañón, y grabó el sonido de una masiva detonación. En ella se ve la pared del hotel desmoronándose mientras la cámara vibra con el impacto.

El proyectil estalló entre el personal de la agencia Reuters, dentro de la oficina ubicada en el piso 15 del hotel. La explosión hirió mortalmente al camarógrafo ucraniano Sasha Protsjuk, quien también estaba filmando los tanques, y falleció poco después.

Asimismo, otro miembro del equipo fue herido gravemente, el británico Paul Pasquale, y otros dos periodistas, incluida la reportera libanesa-palestina de Reuters, Samia Nakhoul.

En el siguiente piso el camarógrafo español José Couso, de la emisora Tele 5, también fue gravemente herido, y horas después murió cuando era intervenido quirúrgicamente en el hospital. Su cámara y una de sus piernas quedaron en la oficina, empapada con la sangre de todo el equipo.

Ante estos hechos, los estadunidenses respondieron con algo que, según toda las evidencias, es una mentira frontal.

El general Buford Blount, de la tercera división de infantería -a la que pertenecían los tanques que estaban sobre el puente- anunció que sus vehículos se vieron de pronto bajo fuego de cohetes y rifles de francotiradores que se encontraban en el hotel Palestina, que el tanque disparó una sola vez contra el edificio y que de inmediato cesó el ataque. La aseveración del general es mentira.

Yo me encontraba en ese momento en mi vehículo, en una avenida ubicada exactamente entre los tanques estadunidenses y el hotel, cuando se lanzó el proyectil. No escuché disparo alguno.

La cinta de video de los periodistas franceses dura más de cuatro minutos y da cuenta de que el silencio era absoluto antes de que el tanque disparara. No había francotiradores en el edificio.

De hecho, las docenas de periodistas y equipos que estamos viviendo en el hotel hemos vigilado como halcones para asegurarnos de que hombres armados no usen el edificio para lanzar un ataque.

Cabe agregar que se trata del mismo general Buford que hace poco más de un mes se jactó de que sus tropas usarían municiones de uranio empobrecido en sus tanques; las mismas que son responsables de un incremento explosivo de casos de cáncer en territorio iraquí tras la Guerra del Golfo, en 1991.

Sugerencias que matan

Que el general Buford sugiera -como claramente lo hace- que el equipo de Reuters está de alguna forma involucrado en ataques contra estadunidenses, vuelve calumniosa una aseveración que es ya de por sí una mentira más.

No obstante, debemos recordar que los tres periodistas muertos y los cinco heridos no son una matanza y ni siquiera es equiparable con los cientos de civiles que están siendo mutilados por la fuerza invasora.

También hay que recordar que el régimen iraquí de Saddam Hussein ha matado a varios periodistas, junto con decenas de miles de sus propios ciudadanos.

Pero algo muy peligroso parecía estar ocurriendo este martes. La explicación de Buford es del mismo estilo que las que usan los militares y oficiales israelíes después de asesinar a inocentes.

¿Supone esto que los periodistas debemos entender algún tipo de mensaje? ¿Existen acaso miembros del ejército estadunidense que han llegado a detestar a la prensa y que quieren eliminar a los periodistas destacados en Bagdad?

¿Habrá algún intento deliberado de lastimar a quienes el secretario británico de la Oficina del Exterior, David Blunkett, ha llamado maliciosamente "los que trabajan tras las líneas enemigas"? ¿Será posible que la acusación de que los corresponsales internacionales estaríamos colaborando con el enemigo del señor Blunkett (puesto que la mayoría de los británicos nunca estuvo a favor de esta guerra) se esté convirtiendo en una especie de sentencia de muerte?

Yo conocí a Tarek Ayoubi. He transmitido en vivo para Doha durante el transcurso de esta guerra desde la misma azotea de Bagdad en la que murió.

Recientemente le había comentado a Ayoubi lo fácil que sería para los militares estadunidenses destruir la oficina de su emisora en Bagdad en caso de que quisieran obstruir su cobertura sobre las víctimas civiles de sus bombardeos, que es vista en todo el mundo árabe.

Sasha Prostjuk, de Reuters, y yo compartíamos con frecuencia el elevador insufriblemente lento del hotel Palestina. Samia, quien tiene 42 años, ha sido mi amiga y colega desde la guerra civil libanesa de 1975 a 1990. Está casada con el corresponsal del Financial Times, David Gardner. La tarde del martes mi amiga yacía cubierta de sangre en un hospital de Bagdad.

Y el general Buford se atrevía a insinuar que esta mujer inocente y sus valientes colegas eran francotiradores. ¿Qué nos dice esto -me pregunto- sobre la guerra en Irak?

© The Independent Gabriela Fonseca


Tomado de La Jornada

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