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JULIO VERNE SOLITARIO VIAJERO DEL TIEMPO

 

 

JULIO VERNE

SOLITARIO VIAJERO DEL TIEMPO

 

Por Ricardo E. Polo

 

 

Julio Verne nació en Francia en 1828 y falleció en 1905. Ese lapso y su época, agigantan lo genial de su percepción imaginativa.

Nació cuando la navegación era aún a vela. Conoció el asombro de los aeróstatos y concibió sus Cinco semanas en Globo describiendo las fuentes del Nilo en el Lago Victoria, como lo hicieran Stanley y Livingston. Murió en el año en que los hermanos Wright volaron con un artefacto propulsado, mas pesado que el aire.

Verne vivió un Siglo de acontecimientos singulares. La ciencia daba sus pasos más significativos y grandes avances filosóficos y científicos podían vislumbrarse a través de la acción y la libertad de pensamiento.

Tal vez el primer hombre de la modernidad, René Descartes (1), no obstante haber nacido al final del gran siglo renacentista (2) que marcó una nueva era en la historia del pensamiento y la filosofía, influyó de manera fundamental en el desarrollo de la ciencia del Siglo XIX, en especial con su Discurso del Método.

Pequeños atisbos del gran salto que el hombre daría en el siglo XX.

Allí, inmerso en una era de cambios, revolución y aceleración en los descubrimientos, habitó un hombre dotado de una imaginación y talento. Como Emilio Salgari (1863-1911) o Mayne Reid, se constituye en uno de los más populares escritores de su tiempo.

Verne fue un visionario; él más prolífico e imaginativo y cuando no, misteriosamente profético. A través de sus obras, ayudó al Hombre a subir un escalón mas en el progreso intelectual.

Así como Leonardo Da Vinci ejerció una ciencia premonitoria, como si hubiese mirado en el Aleph de Borges, también Julio Verne tuvo, necesariamente, que haber entrevisto el futuro en aquella ventana dimensional.

En 20.000 leguas de viaje submarino o en La Isla Misteriosa describe un submarino de metal, ingenio movido por energía que sin duda era atómica, aún cuando algunos sostienen la aplicación de la electricidad a la propulsión del navío.

Recordemos que recién los buques reemplazaban al velamen y comenzaban a funcionar con la caldera a vapor. Avizoró la navegación submarina, la inmersión a las profundidades a través de buzos autónomos y la posibilidad de instalar complejos habitables en el fondo del mar.

Las construcciones del Capitán Nemo en La Isla Misteriosa, se asemejan a los bunkers alemanes de la Segunda Guerra Mundial.

Los batiscafos del tipo Piccard, con sus grandes ojos de buey para las profundidades abismales, se parecen al Nautilus del Capitán Nemo. Pero en el solo hecho de haber anticipado navegar 20.000 leguas bajo los mares, lo elevan a lo genial. Fue en su homenaje que el submarino atómico Nautilus de la Armada norteamericana, repitió la epopeya y logró emerger desde las profundidades del mar, por sobre los hielos del Ártico. Y además, demostrando que todo ello era posible.

 

Dice don Rafael Heliodoro Valle sobre Julio Verne, al prologar sus obras completas editadas en México en 1955, que "sus imágenes están hechas en eso que Shakespeare llamó la esencia sutil de los sueños."

Verne nació en el siglo que concibió los inventos más fascinantes de la historia, desde el telégrafo y el avión, hasta el automóvil y la radio, como tantos otros previstos por su fértil imaginación, incluyendo el teléfono, la televisión, el rayo LASER, la telefoto y el Fax.

Mas leído en su tiempo que Alejandro Dumas, Verne se transforma en algo distinto a un novelista de ciencia-ficción. Fue nada menos que un escritor de anticipación científica.

La descripción que el visitador don Tello de Sandoval hizo al llegar a Veracruz durante la Conquista, sobre las luces de San Telmo, inspiró a Verne en su obra El Rayo Verde, lo que hoy conocemos como LASER. Tello de Sandoval había narrado sus múltiples aventuras y observaciones en América y seguramente en aquella anécdota el escritor halló la inspiración...

En El diario de un periodista americano en el año 2089, imagina un "Heraldo de la Tierra", diario leído nada menos que por 80 millones de ciudadanos, suponiendo ya el advenimiento de los multimedia...

Predijo el vuelo de los hermanos Wright; el submarino que hizo funcionar Simón Lake; descendió a las profundidades abismales de los océanos, que como hemos dicho, luego realizaron el suizo Piccard y el norteamericano Beebe; imaginó con fértil certidumbre, las llamadas inalámbricas que Marconi emitió y las que captó quien sabe de donde, dentro del misterio de su suicidio y sin revelar los secretos que prometió al Papa romano; Previó la construcción del ferrocarril transiberiano; llegó al Polo Sur antes que Amundsen; desde su biblioteca descendió al centro de la Tierra e intuyó la existencia de mares interiores, grandes reservorios de lagos y ríos intraterrestres que hoy confirman los espeleólogos y las investigaciones geológicas y satelitales; también un mar en el Sahara, que hoy se sabe existente y sumergido bajo las ardientes arenas del desierto; fue precursor de los vuelos del Graff Zepelin; describió los rascacielos en su correcta versión, en Centrópolis; también la artillería pesada; el helicóptero; describió el Viaje a la Luna, el lugar casi exacto para su salida al espacio, el ángulo y la velocidad necesaria para salir de la atracción terrestre y curiosamente donde hoy existe Cabo Kennedy; concibió la desintegración del átomo, la energía nuclear, cuando apenas se estudiaban los fenómenos de la electricidad; una ciudad flotante sobre una isla artificial; un pueblo aéreo, anticipo de las estaciones espaciales; una casa alimentada a vapor y otras predicciones de la ciencia que no solo hoy existen, como este ordenador en el que escribo, sino muchas otras alternativas que aún no se han cumplido...

Verne era uno de esos hombres con principios morales y éticos. En cada una de sus obras existe el asombro de su inventiva, pero también el reflejo de sus convicciones. Fundamentalmente, era un humanista.

Si pretendemos reflexionar sobre su personalidad, debemos primero decir que su obra está hoy acorralada por la ignorancia, el olvido y hasta la indiferencia. Como ocurre en nuestros días con hombres como José Ingenieros, la extraordinaria mediocridad que campea los ubica como desactualizados. Las fuerzas morales que tales hombres ejemplifican, causan escozor en algunas instancias del poder, sea cual fuere.

Frente a la violencia emergente de las actuales novelas de ciencia-ficción, que a falta de mayor imaginación se las nutre de alliens homicidas, robots justicieros, monarquías espaciales y otras sandeces, también se las grafica con trasfondos de luchas entre el bien y el mal -sin que quede claro cuál es el uno y cuál es el otro - la figura del escritor francés predispone al más enfático elogio, tanto por su versatilidad, como por su ingenio.

Cada conquista lograda por el Hombre, revela secretos que ignoraban sus predecesores. En esta escala universal que podríamos denominar el progreso, nada es imposible, salvo los límites precarios de cada escalón. Un día fue Leonardo Da Vinci el que asombró por su genialidad técnica. Otro día fue Cyrano de Bergerac, con su Historia Cómica de los Estados e Imperios de la Luna y el Sol, el que sorprende con su idea de la pluralidad de los mundos habitados. Y nada menos que en 1649. El Viaje a la Luna de Bergerac, se inspiró seguramente en los astrónomos y filósofos de su tiempo, que buscaban habitantes en otros planetas a través de los telescopios... Con Copérnico o Galileo superado el tiempo en que las fuerzas oscurantistas sacrificaban a Giordano Bruno y a tantos otros que la ignorancia condenaba...

Bergerac relata en ese libro (3) que la idea de escribirlo se le ocurrió al leer en Subtitulate, un tratado del filósofo Cardan (muerto en Roma en 1576) que "...estudiando una noche a la luz de una vela, vio entrar en su gabinete y a través de las puertas cerradas, a dos viejos muy altos, los cuales, después de muchas preguntas que él les hizo, le respondieron que ellos eran habitantes de la Luna: en el mismo instante desaparecieron..."

Como podemos advertir, el tema de los encuentros cercanos del tercer tipo no parece ser tan solo el de gente afiebrada del siglo XX. La presencia y contacto con humanoides, por lo menos resulta curioso para un filósofo católico como Cardan. Y en el siglo XVII.

Sin duda podemos repetir que nada nuevo hay bajo el sol. Al menos en algunos temas, como el de la posibilidad de no estar solos en el Universo.

¿Cómo debemos entender todas estas cosas y relacionarlas con Julio Verne?... Por el hecho cierto de vivir un tiempo en el que la tecnología avanza con mayor rapidez que la comprensión humana.

En nuestros días convivimos con mentes cuyas elucubraciones superan lo simplemente imaginable y es cierto que existe una direccionalidad tecnológica que las respalda. No era tal en el Siglo XIX. Como que no existían las computadoras, ni sus efectos y posibilidades para contribuir al desarrollo de la creatividad. Y cuando no para suplirla.

La dimensión de los peligros que encarna el progreso, en lo que hace a la ciencia y la tecnología, era precaria para los hombres del siglo XIX. Los límites o landmarks para la imaginación, estaban circunscriptos a la influencia del oscurantismo. Afortunadamente liberado de esa influencia, el genio de Verne pudo alcanzar alturas para nosotros asombrosas.

El peligro es hoy otro. Por aquello de que la tecnología avanza con mucha mayor rapidez de la que el hombre está en condiciones de comprender, ciertas sombras se ciernen sobre el desarrollo de la condición humana. La concentración del poder, cualquiera sea su signo; la globalización; la mediocridad; la corrupción y algunos síntomas de pauperización en la formación intelectual de las masas, debieran advertirnos de los peligros que nos acechan.

Pero ninguno tan trascendente, como perder la imaginación y someterse a la mediocridad.

Para quienes han leído sus obras, Verne adquiere una dimensión increíble y misteriosa. Nos asombra su versatilidad e imaginación, al mismo tiempo que su talentosa premonición, sobre el advenimiento de tiempos en los que precisamente la ciencia habría de alcanzar alturas inimaginables.

OTROS RUMBOS

Sin embargo, Verne no solo incursionó en anticipos científicos y tecnológicos. También lo hizo con el Descubrimiento del Globo, en el que relató la historia de los grandes viajes y viajeros, desde Hamon (505 AdC), Herodoto, Piteas o Estrabon, hasta los conquistadores de América. Realizó un pormenorizado relato del Primer Viaje alrededor del mundo de Hernando de Magallanes; de las expediciones polares y las investigaciones en busca del Paso del Noroeste, con alternativas, heroísmo y miserias, pero grandeza al fin, en el entorno de la aventura humana. También escribió sobre las guerras de Corso, los filibusteros, y piratas de todos los mares...

Una de sus obras más exquisitas en el relato, la descripción, la exactitud y la erudición, ha sido Los Grandes Navegantes del Siglo XVIII, en la que resplandecen astrónomos, cartógrafos y marinos como el ingles Cook o el francés Bouganville en todas sus circunnavegaciones. Culmina su relato con los descubrimientos, aventuras y padecimientos de todos los navegantes de la historia Su descripción de los nuevos mundos descubiertos, es de antología. En la obra exalta los valores que llevaron a aquellos hombres a emprender tales entonces prodigiosas empresas, como una constante en la temática del autor. Pero aún es mas claro, su sentido de la necesidad de divulgar aquellos acontecimientos para la memoria de la humanidad. Precisamente el objeto final de su talento de imaginero.

A través de mi modesta opinión de lector consuetudinario de Verne como autor significativo en mi formación intelectual (como lo fueron Daniel Defoe, Edmundo de Amiccis, Lisandro de la Torre, José Ingenieros o Alejandro Korn; en su temática Emilio Salgari o el contemporáneo Ridder Haggard) frente a las alternativas de un tiempo en el que la lectura ha dejado de ser una sana costumbre, me resulta imperioso dejar constancia de lo que ellos han significado en el advenimiento de este siglo XX que culmina.

Apenas tres años nos separan del comienzo del Siglo XXI. Tal vez Isaac Asimov, Ray Bradbury o Arthur Clarke trasciendan al próximo Siglo como habiendo cabalgado la esencia misma de la imaginación creativa, en la era de la investigación espacial o era del espacio. Pero no olvidemos que ellos han sido contemporáneos de la prodigiosa celeridad con que los conocimientos y descubrimientos de la ciencia y la tecnología, permitieron vislumbrar el futuro cercano.

Ese que tal vez vivamos cada día en esta década.

Y aún cuando la próxima etapa del Hombre sea la incursión interplanetaria no ya con los ingenios que hemos lanzado al espacio, sino ahora con nuestra propia presencia, iniciada por Neill Amstrong al pisar la Luna por primera vez en la Historia, nada será tan significativo y asombroso como la extraordinaria visión del futuro que tuvo en su tiempo Julio Verne, cuyas predicciones, reitero, aún no se han cumplido en su totalidad.

Como Leonardo Da Vinci, solitario navegante del tiempo, Verne vivió negándole límites al pensamiento. Aquellos que obnubilan cuando se incurre en groseras medianías, la superstición o el new agge que exalta el advenimiento de un nuevo irracionalismo. Quizá, como un remedo de la Edad Media, que emerge en las postrimerías del Siglo XX. Y tema que amerita otra nota.

Por encima de estas incógnitas de fin de Siglo, vale hoy incentivar en los adolescentes y los jóvenes, el intento de abrevar en la obra del genial Julio Verne. Tal vez para ofrecerles alcanzar la chispa que los incite a incursionar en nuevos horizontes, otros mundos, tal como lo realizó a través de sus aventuras intelectuales, aquel increíble francés.

 

(1) Descartes, René -Discurso del Método y Reglas para la Dirección de la Mente -ediciones Orbis SA - Barcelona -España, 1980.

(2) Nació el 31 de marzo de 1596.

(3) Bergerac, Cyrano - Historia Cómica de los Estados e Imperios de la Luna y el Sol - versión de Nicolas Estevanez - Paris - edición de los hermanos Garnier, libreros - 1902