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Interrogantes

Interrogantes

Podemos decir que la verdad es, como la define el diccionario, la condición de lo que es cierto. La conformidad de lo que se dice, con lo que se piensa y se siente.

Desde los albores del pensamiento reflexivo, la verdad ha sido una búsqueda.

Vidas enteras entregadas al fuego y la pasión del conocimiento, han dejado su huella en la Historia del Hombre.

Ríos de tinta para iluminar sobre el Biblo y ríos de sangre para acallarla, tergiversarla o someterla.

Parece ser que ha sido una constante, pujar por hallarla mas allá del conocimiento precario y circunstancial, que la evolución de ese mismo conocimiento suplanta cuando más se ahonda y se investiga.

Pero no cabe duda que la Verdad, suma naturalmente de todas las pequeñas verdades a las que accede el Hombre, es meta y objetivo, razón trascendente un poco mas acá de la Revelación.

Fuera del alcance de los meandros filosóficos, el ciudadano funda su contrato social en la seguridad de que todo lo que le es propio en deber y en derecho, se funda en la verdad.

Y es condición fundamental en sus vivencias participativas, que el entorno del Derecho, el Estado, el Gobierno, la Representatividad o sus relaciones económicas y sociales, estén fundadas en la Verdad.

Si ella es manipulada, tergiversada, subestimada, bastardeada y sometida a los designios ajenos al bien público, la República se extingue.

El solo hecho de relativizar el contenido definitorio de la Verdad, constituye la peor amenaza a la soberanía volitiva del ciudadano.

En pocas palabras: si la mentira es la herramienta mediante la cual se intenta consolidar el ejercicio del mandato en las Instituciones; si la mentira fundamenta las propuestas y descalifica los opuestos; si la mentira intenta remediar los efectos de la acción y las conductas, el ciudadano está perdido.

Sin ciudadanos, no hay República.

 

 

Ricardo E. Polo

 

Email: polo@favanet.com.ar