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El Fin del Milenio

El Fin del Milenio

Por Ricardo E. Polo


Mientras permanezco entre las cuatro paredes rojas con adorrnos encarnados y realizo mis cotidianos trabajos, recorriendo de Norte a Sur y de Oriente a Mediodía los mosaicos del Taller, procuro devastar la piedra de granito que me ha sido confiada.

No han sido vanos los esfuerzos. El cincel y el mallete son de un hierro, que proviene de arcanos tiempos en los que nuestros ancestros descubrieron cómo fabricar el metal. Las tradiciones hablan de cuán ignorantes éramos los Hombres y cuánta superstición campeaba en nuestras tribus.

Ha pasado mucho tiempo. Si es que su decurso pudiera ser mensurable por nuestros precarios mecanismos espirituales. Sin embargo, cuando procedo a al descanso luego de la dura jornada en la que debo aguzar los sentidos para dar el golpe preciso, reflexiono y medito. Entre las huecas columnas comienzo a leer algunos textos y nuevas luces se encienden en mi cerebro.

Ayer mismo tomaba conocimiento de los increíbles sucesos ocurridos el final del Primer Milenio, cuando según palabras del monje Raoul Gabler, existían "terrores que inspiraba en el pueblo el fin del primer milenio".

Concordando con el Apocalipsis, Gabler decía en sus escritos que "Satanás será pronto soltado, porque los mil años se han cumplido". E investigando sobre tales sucesos se ha sabido que las relaciones políticas y sociales, en el período inmediatamente anterior y posterior al año de los tres primeros ceros, entraron en estado de conmoción.

Georges Duby dice al respecto que "Era un mundo salvaje, una naturaleza casi virgen, hombres muy poco numerosos, provistos de herramientas elementales y luchando a brazo partido contra las fuerzas vegetales y las potencias de la tierra, incapaces de dominarlas, penando por arrancarles un paupérrimo alimento, arruinados por la intemperie, acosados periódicamente por la escasez y la enfermedad, atenazados constantemente por el hambre. Era una sociedad extremadamente jerarquizada, con tropas de esclavos, un pueblo campesino trágicamente careciente, sometido al poder de unas pocas familias sólidamente reunidas en torno de un tronco único por la fuerza de los lazos de parentesco".

Sin duda alguna, la sola lectura de esta descripción hecha por Duby en su libro "El año Mil" hace estremecer el corazón del Aprendiz, que ha puesto sus ojos en la esperanza de la Luz y ha hecho juramento de fidelidad a los principios de la Orden.

Las crónicas de la época señalan el estado de angustia en que vivía el pueblo. Pueblo que tenía presente a través de la tradición oral la descripción apocalíptica que señala "Vi un ángel que descendía del cielo, trayendo la llave del abismo y una gran cadena en la mano. Tomó al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo, Satanás y lo encadenó por mil años......... Cuando se hubieran cumplido los mil años, será Satanás soltado de su prisión..."

Hermanos míos, żimagináis las razones o sinrazones que promovieron hace mil años la ola de suicidios en masa, ocurridos en la sociedad europea aterrada por el fin del milenio? La población mundial en ese tiempo (año 999) se calcula en 250 millones de seres. La religión los dominaba. Creían que la Tierra era el centro del universo. Se comunicaban a través del Latín, idioma universal de occidente cristiano y hasta el comercio apenas se practicaba por los peligros en las vías de comunicación.

La iglesia consideraba que ganar dinero era una práctica de la avaricia. Y las hambrunas, canibalismo, guerras y epidemias -como la peste- hicieron presagiar un horizonte negro.

Tal era la zozobra en ese tiempo, que Otón III restableció en Roma la sede del Imperio y "advertido en sus sueños que debía exhumar el cuerpo de Carlomagno, que tenían olvidado y desconocían hasta el sitio exacto en que reposaba, después de un ayuno de tres días, fue hallado en el mismo sitio en el que Otón lo había visto en sueños, fue exhumado y puesto a la vista del pueblo". Otón tomó la cruz de oro de entre los restos de Carlomagno, signo de victoria para llevarla él mismo. A partir de ese momento, Otón dedicó sus esfuerzos a espiritualizar y practicar la penitencia, lo que da cuenta de la zozobra en que se vivían esos tiempos.

Mientras el papel de obispos y reyes declinaba a fines del siglo X, crecía el rol de los monjes que predicaban con el ejemplo. Se hablaba del fin del mundo a toda hora. Las abadías albergaban a los hijos de los nobles y los señores se retiraban en ellas para morir.

Los textos del Apocalipsis y de los Evangelios daban fe de que realmente se acercaba el fin del mundo y del surgimiento del Anticristo, que reduciría a todos los pueblos de la Tierra. Luego, los cielos se abrirían para el retorno de Cristo en gloria, para juzgar a los vivos y a los muertos.

En el 975 el Abate Abbón testimonia lo siguiente: "Oí predicar en una Iglesia de París que el Anticristo llegaría al final del año 1000 y que en poco tiempo le sucedería un juicio general. Yo combatí vigorosamente ese parecer, basándome en los Evangelios, el Apocalipsis y el Libro de Daniel".

La Cristiandad se preparó entonces para la inminencia del Fin de los Tiempos. Al sur de las Galias se crearon Asambleas, en unión de las cuales los atribulados creyentes participaban. Según señala el monje Glaber "....todo el mundo convino en santificar... el viernes de cada semana absteniéndose de vino y el sábado privarse de carne... si en algo se debilitaba la regla, entonces debíase dar de comer a tres pobres.." También hicieron peregrinaciones a lugares santos, buscando escapar de las iras del Señor.

Sin embargo, los temerosos y supersticiosos creyentes vieron que el año 1000 llegó sin mas tragedias que las que ya tenían en esa Europa desquiciada no solo en la Galia y en especial en Francia, en Lorena y en Turingia y en los estados sometidos al orden cristiano. No obstante, algunas dudas surgen sobre la magnitud del fenómeno, pues las bulas papales alrededor de ese año no dan indicios de tales circunstancias o al menos de previsiones de la Iglesia al respecto.

Pero restaba aún el temor al año 1033, en cuya Semana Santa se temía el cumplimiento de la profecía. Nada ocurrió, sin embargo y así lo hace saber el monje Glaber cuando dice "El año milésimo de la pasión del Señor, sucediendo al hambre desastrosa, las lluvias de las nubes se aplacaron obedeciendo a la bondad y la misericordia divinas. El cielo comenzó a reír, a iluminarse y se animó con vientos favorables. Unos años después del 1000, el mundo se revistió de la blanca y pura vestidura de las iglesias."

Los tres ceros del 2000

Han transcurrido 999 años desde aquellos acontecimientos que no han sido olvidados en el inconsciente colectivo. Ríos de tinta se han utilizado para referenciarlo o para refrescarlo de tiempo en tiempo, tejiendo una trama que poco a poco se acrecienta ante la inminencia del advenimiento al siglo XXI.

La mediática ha instalado infinidad de films relacionados con el Apocalipsis, y tomando ciertos pasajes de la Sagradas Escrituras, se preanuncia el fin del Universo o el Fin de los Tiempos.

En momentos en que la Historia y la Tecnología catapultan al Hombre a la Conquista del Espacio y revolucionariamente va adquiriendo nuevas nociones sobre el Universo del que es parte, el arribo del 2000 y los tres fatídicos ceros conforman la imagen de un mundo en el que todavía persisten las supersticiones y por consiguiente, el acecho de la Hidra de Tres Cabezas: la Ignorancia, el Fanatismo y la Incomprensión, a la que con mis trabajos cubicando el granito que me ha sido confiado, debo combatir.

Luego del Apocalipsis profético, durante el Renacimiento surgió un nuevo profeta, ahora laico, que conmocionó y conmociona aún el pensamiento supersticioso del Hombre.

Michael de Notre Dame, nacido en Saint Remy en 1503, nieto de un celebre alquimista y astrólogo, estudio medicina en la universidad de Montpellier. Latinizando su apellido, tal como hicieron Paracelsus, Tritemus y otros, Nostradamus combatió La Peste en Francia aún sin poseer título de médico. La Peste se llevó a su mujer Maure Auberlinge y a sus dos hijas. Luego de esta tragedia, durante 10 años escribió sus famosas Centurias, oyendo "las voces extrañas que en su interior le hacían revelaciones".

Según las interpretaciones, que "con posterioridad" a los hechos reivindican sus profecías, Nostradamus habría anunciado en sus Centurias, muchos hechos ocurridos posteriormente a su muerte en 1594.

Aun cuando esta globalizada sociedad tan laicizada y secularizada descree de un Fin del Mundo apocalíptico y tome el tema sin el temor y seriedad con que se hizo durante el fin del primer milenio, buena parte de occidente reza por las dudas. Otros, imbuidos del new agge se aprestan a contactar con potencias extraterrestres y asumen lo inevitable de la Centuria X-72, profetizada por Nostradamus para septiembre de 1999.

"El año 1999, nueve meses, vendrá del cielo un Gran Rey del Espanto; resucitar al gran rey de Angoulmois antes después de Marte reinará por mejores horas."

Para un H.´. M.´. que comienza a dar sus primeros pasos sobre los mosaicos del Taller, tales circunstancias ameritan reflexión, sobre todo si tiene conciencia, como lo dice Shakespeare por boca de Hamlet: "Entre el cielo y la Tierra, Horacio, hay muchas más cosas que las que tu imaginas". De manera que su racionalismo debe exigirle precaución y análisis al igual que reflexión sobre los acontecimientos que le son contemporáneos.

Curiosamente, Jean-Charles de Fontbrune, autor del "Nostradamus, historien et prophete", en tal exégesis sostiene haber interpretado Centurias en las que se haría referencia a 1999. Allí menciona una alianza ruso-musulmana, una invasión a Europa incluyendo una derrota de las fuerzas de la OTAN, un incendio en Paris para septiembre y el traslado como capital a Aviñon. Dice que ciertas fuerzas arrasarán la costa mediterránea desde Mónaco a Sicilia. También incluye la profecía, el triunfo de Occidente y que habrá una guerra contra China.

Venerable Maestro, he querido referiros estas reflexiones, para que los hermanos de ambas columnas mediten sobre los hechos que nos ofrece la Historia y con su análisis tender los puentes para alcanzar la Verdad en su interpretación y con la Luz de nuestros principios, poder mensurarlos.

Así como Hamlet exalta su convicción de la existencia de los misterios que existen entre el Cielo y la Tierra, que en síntesis significa señalar cuánto ignoramos de lo real y lo virtual, este Aprendiz menciona que si ubicados desde un punto Alto mirásemos el contexto de la actual situación Mundial, no hace falta que ni el Apocalipsis con sus profecías ni Nostradamus con sus Centurias nos atemoricen o arredren.

La sola lectura de los periódicos o la información de la mediática, nos llevan minuciosamente a pensar en la desproporción que existe entre los avances de la ciencia y la tecnología y la humanización de nuestro superpoblado planeta.

También nos indican que la barbarie y la ignorancia, al tiempo que la mediocridad y la deshumanización de nuestras sociedades, no transita el mejor camino.

Y que no necesariamente la Fuerza de las Profecías, pudiera ser la causa del Fin de los Tiempos.

En pie y al Orden, dirijo mi mirada hacia el Oriente, pues la Luz que me fuera conferida entre columnas en Occidente, me lleva a confiar en que entre todas las Fuerzas del Bien que aún transitan por la Tierra, la M.´. y sus integrantes mucho podemos hacer para impedir que la maldad triunfe sobre la bondad. Y refirmar una vez más la constante lucha contra la Hidra de Tres Cabezas que hoy impera.

Email: polo@favanet.com.ar