Conspiración
Mediática
Filosofía de la Exclusión o Súper Estructura
Candelario Reina
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El debate sobre la urgente necesidad de generar una nueva visión
de la razón del ser social, superable sólo a la condición
de fundamentar una nueva democracia en Venezuela, es una condición
no negociable.
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La consideración
de la verdad, en el análisis de la información, junto
a otras variables de naturaleza delictiva, constituye un aliento de
referencia imprescindible para despejar las imposiciones que impone
la globalización a través de las ideas que imputan los
medios.
Referirnos a los mecanismos de retroalimentación, relacionados
a la subjetividad entre el pensamiento y la verdad, implica algo más
que la simple identificación de la unidad básica de nuestra
vida política, social y económica. Desarrollada, sobre
la base de un concepto que forma parte de un Estado, relacionado con
la construcción que define las maneras de comportarse y de ser
del colectivo. Conducido por acciones educativas inductivas. Los roles
que esta cultura política reserva a la multitud, están
adheridos a una super estructura lucrativa donde se establecen normas
de comportamiento societalmente entrampadas, sobre las cuales, los valores
financieros y los mercados transaccionales no ofrecen una base suficiente
de cohesión social a los colectivos yermos de privilegios. Es
por ello, que las evaluaciones sobre las relaciones del sistema de poder
con nuestro pueblo, las perspectivas de análisis, las necesidades
prácticas, las necesidades estratégicas posibles para
disponer la revisión de los mecanismos operativos y la filosofía
de los métodos de incorporación del excluido, son una
necesidad revolucionaria contraria a la asfixia que ofrece nuestra cultura
política en materia de democratización.
Conspirar para instaurar un régimen de facto en todas y cada
una de las ocasiones que ha acontecido, produce una gran miseria política
y social, además de la inmisericorde violación de los
derechos humanos y, es ahí, en la intolerancia, donde la democracia
se nos convierte un sistema opresivo, torpe, estéril y dañino.
Pasar de este tipo de trapisonda virtual a un punto de equilibrio justo
y honesto es una necesidad revolucionaria contraria al golpe de Estado
del 11 de abril y al golpe Petrolero de 2002. La revisión de
la cultura puntofijista es también una necesidad impostergable.
A decir verdad, configurar un trabajo en red que propicie las disposiciones
conceptuales y operacionales desde las múltiples perspectivas
y actores institucionales, tanto en el sentido horizontal, distintos
actores institucionales, como en el sentido vertical, desde lo local
hacia lo nacional y desde lo nacional hacia lo internacional. Señalando
que gobernar es conducir sin miedos y que, para ello, nuestro Presidente
habrá de ser efectivo para decidir y valeroso para actuar entre
sectores institucionales o no, con vista a recuperar las perspectivas
en la conformación de una Venezuela justa para todos sus habitantes.
Así, practicando la justicia social hemos de escoger entre lo
mejor de cada uno de los actores involucrados y la práctica de
la verdad en relación a las estrategias que rescatan la esperanza
y le dan sentido a las interpretaciones que debemos divulgar para detener
el desastre en el que yerta nuestra cultura política y sus desquiciadas
anomalías.
El principal compromiso social de los organismos que representan al
Estado es la producción de un sistema de seguridad social que
permita la transmisión de un propósito donde se salvaguarde
la integridad del país en todos sus aspectos. Este proceso se
produce a través de la igualdad social y de la libertad en cualesquiera
de sus manifestaciones. El debate sobre la urgente necesidad de generar
una nueva visión de la razón del ser social, superable
solo a la condición de fundamentar una nueva democracia en Venezuela,
es una condición no negociable. Es también imprescindible
el reconocimiento de los perfiles socioeconómicos que ciegan
las asimetrías impuestas por los medios que subordinan la condición
de los excluidos al estigma socio-cultural del ciudadano. Unir como
se une irresponsablemente la pobreza al estereotipo que se le asigna
a una condición social pre -determinada por los medios de comunicación,
permite tergiversar el uso de la justicia en la evaluación de
la eficiencia, la responsabilidad y la equidad en las acciones de gobierno.
La identificación por parte del Estado de situaciones conspiradoras
inter e intra aparatos institucionales y la posibilidad de generar cambios
en la actitud de las instituciones públicas y privadas autodenominadas
“sociedad civil” debe constituirse, no sólo en un
objetivo de la política de seguridad ciudadana, sino en una excelente
oportunidad para reflexionar los contenidos de las visiones prácticas,
teóricas, técnicas y conspirativas de la sociedad civil
a la hora de diagnosticar situaciones y proponer acciones políticas
desesperadas.
Utilizar la realidad y la historia, contenida en la inmisericorde violación
de los derechos humanos aplicada sistemáticamente al ciudadano
común como herramienta de represión conceptual; y técnica
de ordenamiento cultural de nuestra azarosa cultura política
desde el año 1958, enriquece los marcos explicativos del proceso
de descomposición socio-cultural y la aberrante estatura política
de los hombres y las mujeres que conspiraron contra el gobierno legítimo
del Presidente Hugo Rafael Chávez en los golpes de Estado 2002.
Tales prácticas todavía existen en una Venezuela que modificó
sus perfiles éticos, morales y políticos, condicionando
los esquemas de sus necesidades y demandas democráticas a un
sistema de poder que les compró conscientemente sus derechos
políticos. Posibilitando, limitando e impidiendo sus responsabilidades
ciudadanas en virtud del, ¿cuánto hay pa‘ eso?
Lo acontecido es solo un rasgo de los suburbios de la cultura de clases.
Esta edificación lacera la manera de comprender, razonar e incorporar
una perspectiva de contingencia a la sociedad civil y sus mediáticas
miserias. Los problemas que padece la región los debe desafiar
la ciudadanía entre la lógica de nuestras necesidades
y la lógica de nuestro futuro; jamás debe conspirar, nunca
más debe prestarse a intereses sediciosos.
Las modificaciones radicales de procesos que se atribuyen cambios que
afectan al sistema de poder, sólo son posibles si se desmontan
las mafias y las alcabalas que sostienen el ordenamiento de la desinformación
que aún gobierna nuestros colectivos públicos y privados.
Posicionarnos desde el enfoque crítico del respeto que merecemos
como colectivo es una lucha ardua; ésta nos permitirá
hilvanar un proyecto político que favorezca nuestro desarrollo
social e impulse la paz ciudadana.
Retomando el tema de las mafias, éstas hacen creer que la situación
se caracteriza por la provisoriedad de la mala planificación
y la inercia en cuanto a la ejecución de metas relativas a los
planes que se le asignan al actual proceso. Esta precariedad afecta
los atributos que se le asignan a cualquier proceso revolucionario,
a su buena fe y a la verdad. Para explicarnos este entramado debemos
partir del reconocimiento de su complejidad. Pero si, además,
queremos proteger el sistema de cambios iniciados recientemente debemos
indagar, ¿Cómo y quiénes se empeñan y pagan
por desbaratarlo? Permitiendo al mundo de fuera y de dentro percibir
la verdad y la realidad de este complicado proceso; resultado de la
opresión y la desigualdad como muesca de un sistema de poder
expoliador.
Por lo antes expuesto, es necesario ubicarnos sobre los estatutos financieros,
políticos e informativos que esta escoria determina con el dinero
que robó durante décadas. Esta identificación es
imprescindible para evitar la falsa confrontación que están
determinando e imponiendo malintencionadamente en los medios que ellos
controlan. Estos conspiradores de oficio reducen el ordenamiento de
los análisis de la información al cuido de los intereses
de sus empleadores. Por eso, es necesario un ejercicio teórico
y metodológico que nos permita aproximarnos empírica y
conceptualmente a los sujetos de la conspiración en sus diversas
dimensiones. La desigualdad social es un condicionante de esta valoración
estructural y la búsqueda de soluciones es el verdadero rostro
de una realidad dialéctica que podemos identificar en tres niveles:
uno metodológico (el descarado proyecto mediático que
mantiene envenenados a una parte significativa de los venezolanos) y
dos sociales: el individual (Venezuela para la oligarquía) y
el colectivo (Venezuela para todos los venezolanos) Dado, que estos
niveles son diferentes en cuanto a su relación con el actual
proceso, la consistencia entre sus relaciones internas, sólo
pueden ser interpretadas como una realidad si se aplican sin prejuicios.
Desde los tres niveles mencionados, podemos dimensionar y construir
políticas sociales encaminadas al progreso de nuestra nación.
Por ello deberíamos preguntarnos, ¿de qué y por
qué cada uno de estos niveles está conservado, suprimido
y superado en el siguiente? Habría que preguntarse, ¿qué
es en definitiva lo que más oprime y de qué es imprescindible
liberarse? ¿de la miseria económica y social? ¿del
actual sistema educativo o de las aterradoras subjetividades que generadas
por los medios de comunicación, enlodan la mente y desquician
la razón de ser de un sector de nuestra sociedad?
El actual proceso es revolucionario, es la posibilidad de soñar
en un país justo y honesto, parte de un todo individual y social
que no puede ser vestido para atrapar el conjunto de prácticas
sociales que reiteran la condición social de iniquidad endosada
a la comunidad por los partidos políticos y sus consortes. Nuestra
cultura política, la de los partidos políticos tradicionales:
Acción Democrática, Copei, Primero Justicia, sociedad
civil y los medios de comunicación, erigiendo el autoritarismo
y la corrupción adversan al actual gobierno. Por eso, el concepto
de ciudadano y sus pertenencias cohabita con la opresión del
hombre y la mujer: relación basada en la existencia de jerarquías
que desintegran las políticas de desarrollo social al privilegiar
las relaciones de poder que generan los conflictos sociales, la violencia
y la criminalidad. En el vinculo entre el político y el ciudadano
se reconoce al primero como fuente de autoritarismo, poder y corrupción;
genuino representante de la anomia del Estado y la deformación
de nuestro sistema de valores. El segundo es la simplicidad adherida
a una comparsa que se expresa sólo a través del voto.
La clase acaudalada en Venezuela, asociándose a los partidos
políticos, incorporó un nefasto ejemplo a la sociedad
civil. Estas empresas no formaron ciudadanos libres, sino labrantines
de intereses financieros que se acuerdan entre mafias lideradas por
delincuentes paridos en nuestro estamento político. Entender
que nuestro colectivo varía según sus características
subjetivas y sus conflictos prototípicos y que éstas son
ordenadas inductivamente para poseer la conciencia del ciudadano, reduciéndolo
sobre la base de la certeza de la existencia de procedimientos específicos
que controlan los derechos de elección del ser humano para así
convertirlo en un acompañamiento mediático, inodoro e
incoloro, donde la libertad es un comportamiento social limitado sin
ninguna equidad, ni correspondencia con la verdad. Reconociendo que
existe un sistema de poder que se considera a sí mismo intermediario
entre la multitud y las mafias que pagan los salarios de los opinadores,
mercenarios y cagatintas, encubiertos como chacales que lamen el subsuelo
de los engendros que los originan. Esto es vivir en torno a la más
depurada esquizofrenia social, reglamentada por los medios de comunicación
antisocial.
De seguro existe una sicopatología en la cultura de la información
que abarca desde la mentira, hasta trastornos delictivos derivados por
lo medios generosamente llamados de comunicación social. Los
trastornos inherentes a la anomia y la conducta iniquidante de la muchedumbre
son generados, ex profeso, por los medios. Éstos constituyen
con su programación y su descarada parcialización un problema
de seguridad nacional. Habría que considerar los aspectos nocivos
de la engañifa, en la cual los medios deforman todo testimonio
que a sus antenas llega, sustituyendo los problemas de fondo por la
forma y manipulando las intervenciones de sus malintencionados acólitos,
a través de los cuales, pretenden ser el marco de referencia
obligatorio del proceso político venezolano. Querer, como piensan
algunos actores del proceso político venezolano, con cinismo
y frialdad, que con sólo destruir la estructura que lidera el
Presidente y su posterior derrocamiento, se obtendrá un cambio
satisfactorio, es no comprender lo peligroso que es en algunos casos,
el someter una decisión tan trascendental a una sociedad civil
que no esta capacitada, aún, para ejercer la democracia más
allá del afán de lucro que la caracteriza.
Con las premisas de este infortunado discurso se constituyen los exponentes
de los perjuicios que causan con la mutación de sus sociopatías.
La revelación de sus malandanzas se justifican como un Yago decimonónico.
Personaje shakesperiano donde residen los actuales aportes que se integran
al discurso de la tribulación de la mentira, y de las teorías
conspirativas que proponen la fractura del orden institucional del actual
régimen. Llama la atención el hecho de que la aparición
del periodismo como opinador omnímodo de la oposición
se impone según los partidos políticos. se convierten
en maquinas electorales y pierden su función de mediación
entre el ciudadano y el Estado. Muy pocas veces, como está demostrando
la televisión, la radio y la prensa, se asume sin venir a cuento,
un plan desestabilizador exclusivista, prevaricado bajo la sombra del
engaño y el infundio que incrementa una matriz de opinión;
fundamental para que surja una situación contradictoria para
nuestro futuro como nación. Solo los sectores más tradicionales
y coercitivos de la sociedad venezolana son capaces de prefigurar la
imagen de una Venezuela- objeto de la noticia. Esta patraña se
hace posible por la inhumana naturaleza política del venezolano:
sobre la politización del colectivo se crea y a través
de la memoria de la concurrencia se recrea la malaventura que los medios
adelantan.
Dicho en otros términos, es evidente que a ciertas alturas de
nuestras propias reflexiones, la perfidia que genera la ruinosa alternancia
de esta crónica siamesa, liderada por el sistema de poder que
controla los partidos políticos, la iglesia, los grupos económicos
y los medios, debe ser desenmascarada. El hambre de la falacia parte
de los intereses dispares; y las leyes que operan las mismas, son comunes
en el saqueo que todas estas hordas han ejecutado y pretenden seguir
ejecutando en nombre de la libertad. Y es obvio, pues, que ellos se
creen los dueños del sistema político venezolano. Sin
embargo, debemos mantener una estricta supervisión sobre los
límites de la intolerancia que globaliza la vida, la economía
y la conciencia de todas las actividades que sufragan los medios mal
llamados de comunicación. Fausto caprichoso del zurcido que hilvanan
los adulterados dueños de la economía.
Venezuela debe escoger lo mejor para su futuro, lo útil, lo que
educa positivamente, para que la libertad alcance su dimensión
propia y no se nos vuelva una fiesta de cuarenta y cuatro años
de libertinaje, regimentado arbitrariamente por un sistema de poder
sin autoridad ni legitimidad.
El político que no asume su responsabilidad, el periodista que
manipula el contenido de la información y la sociedad civil que
pretende menguar el actual orden constitucional no ejercen legítimamente
su libertad, porque la están asumiendo como seres que por naturaleza
son manipulados. Y es esto así, en suma, una conspiración
de actores externos que gerencian a los internos, como parte de un sistema
de poder que sólo reconoce el afán de lucro para que la
libertad que ellos sostienen siga manteniéndose a través
de la explotación. Retroceder a este tipo de opresión,
como sucedió con el reinado de Carmona Estanga “El Breve”,
es inhumano, además, no resolvió absolutamente nada y
demostró ser una mala elección. Nosotros somos un pueblo
que desea engendrar sueños más allá de la actitud
despótica tejida por nuestra sociedad civil y sus acólitos.
Hoy, vivimos un dramático desenlace donde no basta cambiar la
filosofía de la exclusión para que, supuestamente, con
la quiebra del gobierno vigente lleguemos a la liberación de
nuestra naturaleza.
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