Golpe
de Estado e Intolerancia
¿Sociedad civil democrática?
Candelario Reina
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Manifestación programada por el sistema de poder que controla
la conciencia y el afán de lucro de la sociedad civil en Venezuela
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La sociedad civil es
la reacción primitiva más inspirada y menos acertada que
amenaza la paz social en Venezuela. Reacción diseñada
como una señal inequívoca del sistema de poder que controla
la conciencia y el afán de lucro de la clase weekend. El comportamiento
de este género malintencionado, al cual se identifica con la
aventurada idea de romper el orden institucional, tiene como condición,
la indeseable virtud de no asumir las reacciones que producen con la
histeria de su conducta. Contra la cual ellos mismos intensifican una
gran impotencia. Las infructuosas mentiras emanadas por sus mediáticas
fuentes, exageran los rasgos de carácter impuestos a nuestro
colectivo, como si tejieran una telaraña de síntomas patológicos
que evitan el buen juicio y exacerban los efectos displicentes de la
conspiración cernida sobre el actual gobierno.
Como de momento sólo nos interesa separar la verdad del error
que afecta los órganos respiratorios y el corazón de esa
clase penitente que llamamos weekend; nos bastará con hacer resaltar
algunas de las situaciones análogas a un trauma, representado
como objeto de una irracionalidad desmedida.
La conspiración del 11 de abril pasado fue un hecho calificado
como una necesidad, aunque la clase media no sabe bien cuáles
son las necesidades de los excluidos. Existen, en efecto, necesidades
que experimentan, pasiva y subliminalmente, “los escuálidos”.
Su enfermedad es una tragedia, padecen de un trauma que nos revela los
rasgos de las fobias, determinadas como símbolos de una separación
con nuestra realidad y con la inmensa mayoría del pueblo venezolano.
De esta manera la valoración de las mentiras, desgraciadamente
impuestas por los medios de comunicación durante los últimos
tres años, se oponen irresponsablemente a un proyecto revolucionario
difícilmente aislable.
Es así que, allanado el camino de la animadversión disparada
contra el Presidente Hugo Chávez, apareció como de la
nada una clase weekend, delirando un envalentonamiento que les duro
sólo veinticuatro horas. Estos conspiradores son, por ahora,
la reproducción del estímulo mediático descargado
por vía de lo melodramático que persevera aún en
los medios de comunicación. Lo dispuesto en las cuarenta y ocho
horas de su delirio los confirma como unas marionetas weekend, adictas
al gozo de la intolerancia.
En su carácter específico el golpe de Estado y la imposición
de las mentiras expresadas por los medios conforman un deslave estratégico
contra el actual gobierno. Esta ironía expresada por Fedecámaras,
la Iglesia Católica, los medios de comunicación antisocial,
las geishas de Primero Justicia, Acción Democrática, Copei,
Bandera Roja, la CTV, la clase weekend y tantos otros, dependieron y
van a seguir dependiendo de la manipulación del carácter
de la angustia, construida mediáticamente, como una condición
donde la génesis de una insurrección, controlada por políticos,
empresarios, periodistas y traidores a la patria, repite el proceso
del nacimiento y la ascensión de un asesino de la calaña
de Augusto Pinochet.
Aquel sangriento golpe de Estado, ejecutado en perjuicio del gobierno
democrático del Presidente Salvador Allende, nació como
reacción a la intolerancia política, y se reproduce cuando
surge, de nuevo, un líder que desenmascara la opresión.
Así, veintinueve años después se repite el mismo
ataque, del mismo modo y con los mismos protagonistas del primer episodio:
conspirando están las mismas clases sociales que se hicieron
cómplices de la barbarie y de la muerte de Salvador Allende;
la misma Iglesia que bautizó a los golpistas; el mismo Imperio
que movió las marionetas y los mismos medios de comunicación
que satanizaron el proyecto político de aquel entonces. Paz a
sus restos.
La sociedad civil es la representante más inspirada y menos acertada
de la intolerancia que amenaza la paz social en Venezuela. Reacción
diseñada como una señal inequívoca del sistema
de poder que controla la conciencia y el afán de lucro de la
clase weekend. El comportamiento de este género malintencionado,
identificado con la aventurada idea de romper el orden institucional,
tiene como condición, la indeseable virtud de no asumir las reacciones
que producen con la histeria de su conducta. Contra la cual ellos mismos
intensifican una gran impotencia. Las infructuosas mentiras emanadas
por sus mediáticas fuentes, exageran los rasgos de carácter
impuestos a nuestro colectivo, como si tejieran una telaraña
de síntomas patológicos que evitan el buen juicio y exacerban
los efectos displicentes de la conspiración cernida sobre el
actual gobierno.
Como de momento sólo nos interesa separar la verdad del error
que afecta los órganos respiratorios y el corazón de esa
clase penitente que llamamos weekend; nos bastará con hacer resaltar
algunas de las situaciones análogas a un trauma, representado
como objeto de una irracionalidad desmedida.
El golpe de Estado del 11 de abril de 2002 fue un hecho calificado como
una necesidad, aunque la clase media no sabe bien cuáles son
las necesidades de los excluidos. Existen, en efecto, necesidades que
experimentan, pasiva y subliminalmente, “los escuálidos”.
Su enfermedad es una tragedia, padecen de un trauma que nos revela los
rasgos de las fobias, determinadas como símbolos de una separación
con nuestra realidad y con la inmensa mayoría del pueblo venezolano.
De esta manera la valoración de las mentiras, desgraciadamente
impuestas por los medios de comunicación durante los últimos
tres años, se oponen irresponsablemente a un proyecto revolucionario
difícilmente aislable.
Es así que, allanado el camino de la animadversión disparada
contra el Presidente Hugo Chávez, apareció como de la
nada una clase weekend, delirando un envalentonamiento que les duro
sólo veinticuatro horas. Estos conspiradores son, por ahora,
la reproducción del estímulo mediático descargado
por vía de lo melodramático que persevera aún en
los medios de comunicación. Lo dispuesto en las cuarenta y ocho
horas de su delirio los confirma como unas marionetas weekend, adictas
al gozo de la intolerancia.
En su carácter específico el golpe de Estado y la imposición
de las mentiras expresadas por los medios conforman un deslave estratégico
contra el actual gobierno. Esta ironía expresada por Fedecámaras,
la Iglesia Católica, los medios de comunicación antisocial,
las geishas de Primero Justicia, Acción Democrática, Copei,
Bandera Roja, la CTV, la clase weekend y tantos otros, dependieron y
van a seguir dependiendo de la manipulación del carácter
de la angustia, construida mediáticamente, como una condición
donde la génesis de una insurrección, controlada por políticos,
empresarios, periodistas y traidores a la patria, repite el proceso
del nacimiento y la ascensión de un asesino de la calaña
de Augusto Pinochet.
Aquel sangriento golpe de Estado, ejecutado en perjuicio del gobierno
democrático del Presidente Salvador Allende, nació como
reacción a la intolerancia política, y se reproduce cuando
surge, de nuevo, un líder que desenmascara la opresión.
Así, veintinueve años después se repite el mismo
ataque, del mismo modo y con los mismos protagonistas del primer episodio:
conspirando están las mismas clases sociales que se hicieron
cómplices de la barbarie y de la muerte de Salvador Allende;
la misma Iglesia que bautizó a los golpistas; el mismo Imperio
que movió las marionetas y los mismos medios de comunicación
que satanizaron el proyecto político de aquel entonces. Paz a
sus restos.
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