La
Estatua del Almirante
Columbus Circle y el Blasón del Genocida
Candelario Reina
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Genocidas sueltos en Irak tratan de emular al padre de la peor masacre
ocultada por la historia... la añeja barbarie trasmisora de muertes
y empalamientos.
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Ahora podemos ver que ésta estatua erigida para conmemorar los
asesinatos del almirante no es lo que suponemos. Muchas fueron las muertes.
Demasiada la tortura y la exhalación de un mundo llamado nuevo.
Nuevo mundo sumido en el desacato y la barbarie. Tierra libre golpeada
por la historia y por los manifiestos contrahechos al transmitir los
acontecimientos como el reposadero de gentuza transmisora de fiebres
tifoideas, tifus, difteria, viruela y venéreas. Viejo mundo,
portador de la muerte y la ilustración. Raza “civilizada”,
asesina de la gente que poblaba América sin armaduras ni lanzas,
sin picas ni rifles, sin ballestas ni horcas, menos con empalamientos.
¡Vénganos a tu reino! El del éxito de un mundo viejo
y explotador, sumergido en una borrachera de sangre nada amena.
¡Hágase tu voluntad! Sobre culturas y sociedades deshumanizadas;
denigradas en su vida social, juzgadas atrasadas.
¡Santificado sea tu nombre! Conocida es la estatua develada en
una esquina del Central Park en la ciudad de Nueva York muchos años
atrás, exactamente en 1892. Conocida es la súper mortandad
de ese infame período de la historia llamado conquista. Tiene
usted derecho de erigir sexmos sobre la tierra de los vencidos.
¡Así en la tierra como en el cielo! En efecto, años
después, hoy... esa esquina es conocida como Columbus Circle.
Ella, la esquina, representa a un almirante, ¡asesino! Que está
en los cielos espurios que presuponen la celebración del más
grande genocidio confesado por la historia.
Este marino no es de esos que se mueren. Sólo hay que mirarlo.
Es... un símbolo irracional de la cultura de las preferencias
y de las cobardías. La última vez que el viejo Candelario
lo vio fue en uno de los tantos amaneceres que preñaron nuestros
ríos de muerte: sus aristócratas maneras estaban salpicadas
de vísceras, sangre y vómitos. Sostenía su espada
con la vida de un nativo, lo degollaba, arremangando el estupor genocidio
hasta levantar y construir una ciudad nueva y cortesana, para la reina
Isabel... esa que llamaban, “La Católica”.
Esto explica la cátedra de mentiras ungidas sobre aquel perseverante
marino bautizado como Cristóbal Colón en honor a la conquista.
El todavía reposa como un semidiós en el imaginario colectivo.
Quizá sea igual a tantos otros héroes organizados para
influenciar y modificar los patrones de racionalización impuestos
a nuestros pueblos como proceso civilizatorio.
En Latinoamérica las tardes siempre son muy cálidas, y
en ella, nuestra historia escancia vagidos silenciosos cuando revisa
la verdad de los acontecimientos desde el punto de vista de nuestros
ancestros.