Paul Verlaine |
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Breve Biografía
Nació el 30 de marzo de 1844, en Metz, Francia. Cursó estudios en el liceo Bonaparte de París. Se relaciona con poetas parnasianos aprovechando los cafés para escribir versos. Aparece en la Revue du progrès moral el primer poema augurando una obra, con un toque dirigido a la época moderna vagabundea en el umbral de la modernidad. Sus primeras obras como, Poemas saturnianos (1866) y Fiestas galantes (1869), exponen el rechazo al romanticismo parnasiano. El 11 de agosto de 1870 se casa con Mathilde Mauté de Fleurville -que apenas tenía dieciséis años-, a bandonando a su esposa dos años después para viajar y vivir con el poeta de 17 años Arthur Rimbaud. Estando ebrio, hirió a Rimbaud de un disparo, por lo que pasa dos años en prisión. Su colección Romanzas sin palabras (1874), escrita durante el tiempo que paso en la cárcel, esta basada principalmente en la relación con Rimbaud. Su reconversión le inspiró un volumen de poesía religiosa titulado Sabiduría (1881). En Inglaterra fue profesor de francés regresando a Francia después donde dio clases de inglés. Dedicó muchas de las elegías de Amor (1888) a su alumno Lucien Létinois. Falleció el 8 de enero de 1896 en París |
Algunos de sus mejores poemas:
Id Pon Tu Frente Sobre Mi Frente Primavera En el Balcón Pensionistas Lasitud Aria de Antaño Mi Sueño Mujer y Gata Te Ofrezco Soñé Contigo Esta Noche El Hogar Tu Crees Canción de Otoño ID Id, pues, vagabundos, sin tregua, errad, funestos y malditos a lo largo de los abismos y las playas bajo el ojo cerrado de los paraísos. Y nosotros que la derrota nos ha hecho, ay, sobrevivir, los pies magullados, los ojos turbios, la cabeza pesada, sangrantes, flojos, deshonrados, cansados, vamos, penosamente ahogando un lamento sordo. PON TU FRENTE SOBRE MI FRENTE Pon tu frente sobre mi frente y tu mano en mi mano. Y hazme los juramentos que romperás mañana. Y lloremos hasta que amanezca, mi pequeña fogosa. PRIMAVERA Tiernamente la joven mujer de cabello rojizo Conmovida ante tanta inocencia Le dijo a la rubia muchacha Estas palabras en suave voz Savia que se eleva; flores que se abren tu juventud es una glorieta permite a mis dedos vagar por la hierba donde se estremece el capullo de la rosa Déjame por entre el herbaje puro Beber las gotas del rocío Que humedece a la tierna rosa,.. De modo que el placer, mi cariño Avive tu rostro Como el amanecer el azul del cielo. Su adorado cuerpo bello, armonioso Perfumado, blanco como el blanco Rosa, emblanquecido con pura leche, rosado Como un lirio bajo un cielo púrpura Bellos los muslos, enhiestos los pechos Tu espalda, hombros, vientre, un banquete Para los ojos y para las curiosas manos Para los labios y todos los sentidos Pequeña niña, deja ver si tu lecho tiene aún debajo de la roja cortina la hermosa almohada que lleva y las salvajes sábanas. Oh a tu lecho. EN EL BALCON En el balcón las amigas miraban ambas como huían las golondrinas Una pálida sus cabellos negros como el azabache, la otra rubia Y sonrosada, su vestido ligero, pálido de desgastado amarillo Vagamente serpenteaban las nubes en el cielo Y todos los días, ambas con languideces de asfódelos Mientras que al cielo se le ensamblaba la luna suave y redonda Saboreaban a grandes bocanadas la emoción profunda De la tarde y la felicidad triste de los corazones fieles Tales sus acuciantes brazos, húmedos, sus talles flexibles Extraña pareja que arranca la piedad de otras parejas De tal modo en el balcón soñaban las jóvenes mujeres Tras ellas al fondo de la habitación rica y sombría Enfática como un trono de melodramas Y llena de perfumes la cama vencida se abría entre las sombras PENSIONISTAS Una tenía quince años, la otra dieciséis Y ambas dormían en la misma pequeña habitación Esto sucedió una sofocante noche de Septiembre Quebrantables asuntos! Ojiazules y con mejillas de marfil Para refrescar sus delicados cuerpos, se despojaron De las exquisitas camisas perfumadas de ámbar La más joven levantó sus manos inclinándose hacia atrás Y su amiga, con sus manos en sus pechos, la besó. Entonces bajó a sus rodillas, y, en un arrebato Pegó a la pierna de la otra su mejilla, y su boca Acarició el dorado oro entre las grises sombras Y durante todo ese tiempo la mas joven contaba Con sus queridos dedos los prometidos valses Y sonrojándose, inocentemente sonreía. LASITUD Encantadora mía, ten dulzura, dulzura... calma un poco, oh fogosa, tu fiebre pasional; la amante, a veces, debe tener una hora pura y amarnos con un suave cariño fraternal. Sé lánguida, acaricia con tu mano mimosa; yo prefiero al espasmo de la hora violenta el suspiro y la ingenua mirada luminosa y una boca que me sepa besar aunque me mienta. Dices que se desborda tu loco corazón y que grita en tu sangre la más loca pasión; deja que clarinee la fiera voluptuosa. En mi pecho reclina tu cabeza galana; júrame dulces cosas que olvidarás mañana Y hasta el alba lloremos, mi pequeña fogosa. ARIA DE ANTAÑO Lucen vagamente las teclas del piano a la luz del suave crepúsculo rosa, y bajo los finos dedos de su mano un aire de antaño canta y se querella en la diminuta cámara suntuosa en donde palpitan los perfumes de Ella. Un plácido ensueño mi espíritu mece mientras que el teclado sus notas desgrana; ¿por qué me acaricia, por qué me enternece esa canción dulce, llorosa e incierta que apaciblemente muere en la ventana a las tibias auras del jardín abierta...? MI SUEÑO Sueño a menudo el sueño sencillo y penetrante de una mujer ignota que adoro y que me adora, que, siendo igual, es siempre distinta a cada hora y que las huellas sigue de mi existencia errante. Se vuelve transparente mi corazón sangrante para ella, que comprende lo que mi mente añora; ella me enjuga el llanto del alma cuando llora y lo perdona todo con su sonrisa amante. ¿Es morena ardorosa? ¿Frágil rubia? Lo ignoro. ¿Su nombre? Lo imagino por lo blando y sonoro, el de virgen de aquellas que adorando murieron. Como el de las estatuas es su mirar de suave y tienen los acordes de su voz, lenta y grave, un eco de las voces queridas que se fueron... MUJER Y GATA La sorprendí jugando con su gata, y contemplar causóme maravilla la mano blanca con la blanca pata, de la tarde a la luz que apenas brilla. ¡Como supo esconder la mojigata, del mitón tras la negra redecilla, la punta de marfil que juega y mata, con acerados tintes de cuchilla! Melindrosa a la par por su compañera ocultaba también la garra fiera; y al rodar (abrazadas) por la alfombra, un sonoro reír cruzó el ambiente del salón... y brillaron de repente ¡cuatro puntos de fósforo en la sombra! TE OFREZCO Te ofrezco entre racimos, verdes gajos y rosas, mi corazón ingenuo que a tu bondad se humilla; no quieran destrozarlo tus manos cariñosas, tus ojos regocije mi dádiva sencilla. en el jardín umbroso mi cuerpo fatigado las auras matinales cubrieron de rocío; como en la paz de un sueño se deslice a tu lado el fugitivo instante que reposar ansío. Cuando en mis sienes calme la divina tormenta, reclinaré, jugando con tus bucles espesos, sobre tu núbil seno mi frente soñolienta, sonora con el ritmo de tus últimos besos. SOÑÉ CONTIGO ESTA NOCHE Soñé contigo esta noche: Te desfallecías de mil maneras Y murmurabas tantas cosas... Y yo, así como se saborea una fruta Te besaba con toda la boca Un poco por todas partes, monte, valle, llanura. Era de una elasticidad, De un resorte verdaderamente admirable: Dios... ¡Qué aliento y qué cintura! Y tú, querida, por tu parte, Qué cintura, qué aliento y Qué elasticidad de gacela... Al despertar fue, en tus brazos, Pero más aguda y más perfecta, ¡Exactamente la misma fiesta! EL HOGAR El hogar y la lámpara de resplandor pequeño; la frente entre las manos en busca del ensueño; y los ojos perdidos en los ojos amados; la hora del té humeante y los libros cerrados; el dulzor de sentir fenecer la velada, la adorable fatiga y la espera adorada de la sombra nupcial y el ensueño amoroso. ¡Oh! ¡Todo esto, mi ensueño lo ha perseguido ansioso, sin descanso, a través de mil demoras vanas, impaciente de meses, furioso de semanas! TÚ CREES Tú crees en el ron del café, en los presagios, y crees en el juego; yo no creo más que en tus ojos azulados. Tú crees en los cuentos de hadas, en los días nefastos y en los sueños; yo creo solamente en tus bellas mentiras. Tú crees en un vago y quimérico Dios, o en un santo especial, y, para curar males, en alguna oración. Mas yo creo en las horas azules y rosadas que tú a mí me procuras y en voluptuosidades de hermosas noches blancas. Y tan profunda es mi fe y tanto eres para mí, que en todo lo que yo creo sólo vivo para ti. CANCIÓN DE OTOÑO Los sollozos más hondos del violín del otoño son igual que una herida en el alma de congojas extrañas sin final. Tembloroso recuerdo esta huida del tiempo que se fue. Evocando el pasado y los días lejanos lloraré. Este viento se lleva el ayer de tiniebla que pasó, una mala borrasca que levanta hojarasca como yo. |