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Wednesday, 5 July 2006
Easy Riders en China...
Topic: Aventuras en China
Este domingo Atila y yo decidimos alquilarnos unas motos con sidecar para hacernos una excursión en grupo organizado. Finalmente se juntaron unas 25 motos y la experiencia fue de lo más alucinante...



Con un tiempo espectacular, hicimos unos 300 km por carreteras cercanas a Beijing, descubriendo una forma de vida mucho más rural y unos paisajes fantásticos: montañas, lagos, tierras de cultivo y, sobre todo, la Gran Muralla.

De vuelta a Pekin, la caravana iba desatadada, con las motos rugiendo, Atila adelantando a todo el mundo y los paisanos alucinando con esta manada de "guiris" montados en esas latas de hierro. Pero la verdad es que estas motos son la caña y finalmente mereció la pena el madrugón de esta mañana.

Sin duda, hasta la fecha, una de las mejores experiencias en China.

En fin, ¡seguro que repetiremos!

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Vietnam, un pais amable
Topic: VIAJES
-agosto 2005-

Tras la experiencia de Tailandia, y una vez que nuestra residencia se había trasladado sorprendentemente a China, decidimos que Vietnam era el destino más apetecible para nuestras vacaciones de 2005.

Habíamos oído hablar mucho de Vietnam y de sus maravillosos paisajes, por lo que iniciamos el viaje con muchas ganas.

El país tiene forma alargada, con unos 1.700 Km. de norte a sur y una anchura de sólo 50 Km. en el centro. Por ese motivo decidimos entrar por al sur (Ho Chi Minh) y regresar a China desde el norte (Hanoi). De esa manera podíamos recorrer el país de un extremo a otro en las tres semanas que teníamos.



Llegamos a Ho Chi Minh, la antigua Saigón, y nos alojamos en la zona de Pham Ngu Lao, famosa entre los mochileros por tener alojamientos baratos y multitud de restaurantes, cibercafés, bares, puestos ambulantes, etc.

Lo primero que llama la atención de Saigón es la increíble cantidad de motocicletas que inundan las calles (del orden de 3 millones de motocicletas para una población de unos 5 millones de habitantes). Cruzar la calle en esas condiciones es una autentica aventura, teniendo en cuenta que los semáforos prácticamente no existen. La técnica es sencilla: tomas aire, cuentas hasta tres y empiezas a cruzar despacio y sin hacer movimientos bruscos. Sorprendentemente las motos te van esquivando y consigues llegar al otro lado sano y salvo.

Tras un primer día de turismo por Saigón, con visitas a la catedral de Notre Dame, el Palacio de la Reunificación, el antiguo Ayuntamiento o el museo de la guerra, reservamos en uno de los cafés una excursión de dos días al Delta del Mekong.

El Delta del Mekong es algo que no hay que perderse. En esa zona, surcada por cientos de ramificaciones del rió Mekong, la vida va inexorablemente ligada al agua. Nos llamó mucho la atención ver cómo todas las viviendas se encontraban a lo largo del rió (o más bien sobre el mismo) y el funcionamiento de sus mercados flotantes, donde se compra y se vende sobre barcazas de todos los tamaños. Me imaginaba yo como sería el mercado de Barceló, en Madrid, si tuviéramos que acudir en canoa a comprar la verdura, el pan, el pescado o cualquier otro producto. Aqui loa habitantes hacen lo mismo solo que montados sobre sus barcazas.

La gente es increíble en esta zona de Vietnam. Siempre con una sonrisa para nosotros, a pesar de las molestias, que me imaginaba, debían producirles los miles de turistas que cada año les visitan. A pesar de las invasiones, de las guerras, del turismo cada vez más masivo, la gente transmite una amabilidad como no he visto en ninguna otra parte.

Habíamos decidido aprovechar nuestra estancia en el sur de Vietnam para dar el salto a Camboya y visitar los famosos templos de Angkor, patrimonio de la humanidad y escenario de las aventuras de Tomb Raider. Al llegar a Saigón, nuestro visado de re-entrada a Vietnam, no estaba aún preparado, por lo que tuvimos que partir hacia Camboya con la incertidumbre de la vuelta…

En Siem Reap (Camboya) nos alojamos en un estupendo “mini resort”, parecido al de Sukhothai, en Tailandia, con cabañas de madera y piscina, y situado a unos 3 Km. de la zona. Se llama Palm Village y nos pareció como un oasis en el desierto.

Angkor es sencillamente impresionante. Merece la pena dedicarle tres días para poder disfrutar de la gran variedad de templos y tumbas que contiene y que datan desde el siglo IX hasta el XIII. Cuando Angkor fue descubierta a finales del siglo XIX, la selva había engullido casi todo, por lo que los primeros esfuerzos se centraron en "sacar a la superficie" los templos, algunos de los cuales siguen hoy cubiertos por las raíces de árboles inmensos.

La gente de la zona nos pareció muy diferente a la que encontramos en el sur de Vietnam, y es que algunos te miraban con desconfianza y cierta antipatía, y en algunos casos nos llegaron a transmitir cierta sensación de inseguridad.

Nuestro visado de entrada finalmente no llegó a tiempo, por lo que tuvimos que alargar un día más nuestra estancia en Camboya, lo que aprovechamos para visitar una población flotante que, con más de 2.500 personas, vive sumida en la pobreza y subsistiendo principalmente de la pesca. Es muy curioso ver como la escuela, la sala de billar, la tienda de ultramarinos, la iglesia o el dentista se encuentra edificadas sobre balsas en el agua y como los niños, desde muy pequeños, juegan bañándose en el río (o “navegando” en barreños de plástico) sin ninguna vigilancia por parte de sus padres y sin importarles, aparentemente, el peligro que puede suponer el agua.

A la vuelta a Saigón, tomamos el tren directamente a Hoi An, una preciosa ciudad cuyo centro histórico es Patrimonio de la Humanidad y que es donde se rodó la película de “El Americano Impasible”, de Michael Caine. Esta pequeña ciudad tiene un encanto increíble, fundamentalmente por sus preciosas casas de estilo colonial, la vida tan animada que hay en las calles, el paseo a lo largo de río con su famoso puente cubierto japonés o la maravillosa playa de arena blanca que hay a menos de 5 Km. del centro. En este lugar estuvimos tres días y nos sirvió de descanso antes de continuar hacia el norte. Es muy recomendable cenar en Cafe les Amis (como un Ferrán Adriá version Vietnam y con precios vietnamitas) o en Tam Tam Cafe, con su cocina internacional.

El siguiente destino fue Hué, que llegó a ser la capital del sur del país entre los siglos XVIII y XIX, en la época de la dinastía Nguyen. En 1885, Hué sufrió duras represalias del ejercito de ocupación francés y ya en el siglo XX fue escenario de las batallas más sangrientas en la famosa Ofensiva del Tet, durante la guerra de Vietnam, donde su población sufrió durante tres semanas de ocupación, las represalias del Vietcong por su apoyo al ejercito survietnamita. Las batallas posteriores para recuperar este enclave destruyeron casi por completo su preciosa ciudad amurallada (Citadel), quedando hoy muy pocos restos interesantes.

La ciudad no nos impresionó demasiado, pero sus alrededores tienen muchísimo interés. Allí visitamos algunas de las tumbas de los emperadores Nguyen, que se encuentran a lo largo del Río Perfume. La parte más interesante de la visita no estuvo sin embargo relacionada con restos históricos, sino con la vida cotidiana de la gente del campo. Montados en las motocicletas con conductor que habíamos alquilado nos adentramos por la zona rural para conocer cómo era la vida de los campesinos durante la cosecha del arroz. Vimos cómo recolectaban en el campo las espigas de arroz, cómo lo transportaban, bien en carros o en barcazas por el río, cómo separaban la paja y cómo lo secaban al sol esparcido en el arcén de la carretera.

A los tres días de llegar a Hué seguimos en tren hasta Hanoi, desde donde iniciamos una excursión a la Bahía de Halong, famosa por sus impresionantes formaciones cársticas que surgen del agua azul turquesa, creando un paisaje precioso. Es una panorámica similar a la que se puede encontrar en Krabi, en Tailandia. Aunque teníamos planeado pasar tres días en la isla de Cat Ba para hacer un trekking por su parque natural y disfrutar de sus fantásticas playas, la climatología nos jugó una mala pasada y amanecimos en el barco con una tormenta increíble y con previsión de que durara al menos una semana. Así que decidimos volver a Hanoi y pasar más días allí.

Hanoi nos sorprendió con su tráfico caótico, peor incluso que Saigón, y sus millones de motocicletas haciéndote la vida imposible. Caminar por las calles del centro era un infierno de ruido de claxon, aceras bloqueadas por todo tipo de obstáculos, fortísimos olores a comida o basura, etc.

Nos pareció una ciudad bastante incómoda, pero muy interesante, con edificios de estilo colonial muy bonitos, aunque en muy malas condiciones, calles organizadas por oficios, como por ejemplo los talladores de lápidas, el lago con su precioso templo del siglo XVII, infinidad de alojamientos de bajo presupuesto o los innumerables cafés que organizan todo tipo de excursiones.

Desde Hanoi nos organizamos una excursión a Tam Coc, conocido como el “Halong Bay de los campos de arroz” donde hicimos un recorrido alucinante en canoa por el río Ngo Dong viendo las formaciones cársticas que también existen en esa zona a semejanza de lo que se puede encontrar en Guilin (China).

La principal actividad que tuvimos en Hanoi fue pasear por la ciudad para descubrir nuevos rincones. Uno de los días me pegué un madrugón impresionante para ver la vida que se desarrolla en los parques a primera hora de la mañana. Fue muy curioso ver cómo, a partir de las 5:00, los vietnamitas inician el día practicando Taichi, jugando al bádminton o el fútbol, bailando en grupo o haciendo aeróbic guiados por una especie de Eva Nasarre vietnamita, pescando o simplemente charlando mientras se dan un paseo alrededor del lago. A esa hora de la mañana encontrabas la misma vida que puede haber en el Parque del Retiro de Madrid un sábado por la tarde. ¡Impresionante!

Los últimos días en Hanoi ya se nos hicieron un poco pesados y matamos el tiempo con algunas actividades extra, como la visita al museo etnológico, que resultó bastante interesante por ver los tipos de construcciones de diferentes pueblos de Vietnam. También vimos el famoso teatro de marionetas de agua, único en el mundo, y cuyo origen se encuentra en los campos de arroz, donde los campesinos representaban escenas de la vida popular en aquellos terrenos encharcados de agua.

Y finalmente, tras tres intensas semanas, volvimos a Pekín con la sensación de que volvíamos de nuevo a la civilización y, sobre todo, a nuestra casa.

Posted by parranda at 7:09 PM JST | Post Comment | Permalink | Share This Post
Tailandia con Mochila
Topic: VIAJES

-julio-agosto 2004-

Si hay algo que diferencia a Tailandia del resto de países del Sueste Asiático, es que nuca fue colonizada por una potencia europea.

Sin duda se trata de un destino alucinante, para el que no hay necesidad de ir en viaje organizado y que se disfruta mucho cargando con una mochila y dejándose llevar por la intuición y las ganas de descubrir...




Nuestro recorrido en Tailandia comenzó al salir del aeropuerto de Bangkok, desde donde tomamos el tren para subir al norte hasta Chiang Mai, haciendo paradas en sitios intermedios recomendados por nuestra fantástica “Guía Azul”. Esta travesía incluyó:

  • Ayuthaya, capital del reino de Siam durante 4 siglos y donde encontramos impresionantes templos (Wat), muchos de ellos con influencia de la cultura Jemer.
  • Lopburi, donde destacan algunos templos habitados por cientos de monos que se mueven además impunemente por toda la ciudad y que incluso son agasajados con fruta en un festival organizado para ellos.
  • Parque Histórico Sukhothai: la que fuera primera capital del pueblo Thai, es un lugar de ensueño donde disfrutamos de tres días en un “pseudo-resort” llamado Orchid Hibiscus, regentado por Paolo, un italiano muy amable, y su mujer tailandesa. Recorrimos en bicicleta el parque histórico en compañía de Jordi y Laura, una pareja que conocimos en el tren. El parque es un entorno maravilloso repleto de infinidad de templos de los siglos XII y XIII, algunos de ellos con gran influencia Jemer. Sin duda fue uno de los grandes “descubrimientos” del viaje y altamente recomendable si se viaja a Tailandia.
  • Lampang, allí visitamos el Wat Prathat Lampang Luang, un interesante templo del siglo XI de una gran belleza.

Llegados a Chiang Mai la vida cambió radicalmente. Nos adentramos en una gran ciudad y dejamos atrás la paz y simpatía que habíamos ido encontrando por el camino. La ciudad no nos cautivó demasiado, a pesar de su concurrido mercado nocturno y de los templos que se pueden visitar allí. En Chiang Mai tuvimos nuestra primera experiencia real con la técnica del “regateo” y sufrimos el primer “seudo-timo” de nuestro viaje, por el cual nos vimos, sin comerlo ni beberlo, equipados con dos trajes de chachemir que no teniamos ninguna intención de comprar. ¡Novatadas!

El caso es que allí nos organizaron un trekking para nosotros solitos, que nos permitió adentrarnos en lo más profundo de las tierras de las tribus LAHU y AKHA y visitar dos de sus aldeas, compartiendo además alojamiento con ellos. ¡Eso sí que lo disfrutamos! Hicimos de todo, desde descender durante tres horas en canoa por el río Kok, embravecido por la tormenta, hasta trepar a una colina a lomos de un elefante, que, por cierto, demostró una habilidad y una delicadeza que jamás nos podríamos haber imaginado. Caminar por las montañas en aquella zona fue una experiencia que recomendaría a cualquiera, por la sensación de paz que transmitía y por la perdida de ese sentimiento materialista que tenemos quienes vivimos en países “desarrollados (?)”. Los tres días de trekking nos llevaron también al llamado Triangulo de Oro, donde convergen Tailandia, Laos y Myanmar y que antiguamente era uno de los principales puntos para el trafico del opio.

La siguiente fase del viaje era en plan relax, para lo que decidimos bajar hacia el sur en busca de las playas de las que tan bien nos habían hablado. Finalmente encontramos una buena combinación que nos permitía disfrutar unos días en la costa oeste (Golfo deTailandia) y otros en la costa este (el Mar de Andamán), para finalmente regresar a Bangkok antes de volver a “nuestra civilización”.

Los 8 días de islas y playas fueron también alucinantes. Llegamos a un aeropuerto casi de juguete en la isla de Ko Samui, la cual recorrimos en motocicleta disfrutando de sus maravillosas playas. Fue al cruzar a la vecina Ko Phangan cuando descubrimos una auténtica playa hippy, de arena blanca y aguas cristalinas, con un modesto resort de bungalows de madera en el que nos despertábamos sobre la misma arena y nos "duchábamos" directamente en el mar.

Pero sin duda lo que nos esperaba al otro lado del país, en el mar de Andamán, era también digno del paraíso: las islas Phi Phi, el escenario donde se rodó la película “La Playa”. Nos alojamos en un resort alucinante, a pie de playa, el PP Princess, con una piscina prácticamente sobre el mar, y dispuestos a relajarnos lo suficiente como para volver a España con las pilas cargadas. Disfrutamos de una excursión de un día para descubrir las numerosas mini-islas que las rodean. El buceo que hicimos por allí fue memorable y tuvimos ocasión de ver por primera vez a Nemo, infinidad de corales, anémonas y otras muchas especies. Sin duda las mejores inmersiones que he disfrutado hasta la fecha.

Tras Phi Phi y su vida bohemia, hicimos una breve escala en Railey Beach antes de volar de vuelta a Bangkok para pasar nuestros últimos días en Tailandia.

Recién llegados de la paz de Phi Phi, Bangkok nos golpeó con un tráfico infernal, calles atestadas y una vida demasiado acelerada. Aunque disfrutamos mucho de sus templos y palacios, sus mercados y el regateo, los viajes por el rio o la vida en las calles, tanta “civilización” nos dejó abrumados y, tras cuatro días de stress, con ganas de regresar por fin a casa.

En resumen, Tailandia nos dejó un fabuloso sabor de boca, con la amabilidad de sus gentes, los maravillosos paisajes y los increíbles restos arqueológicos como principales atractivos de este país.

Sin duda un destino altamente recomendable.


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Updated: Wednesday, 5 July 2006 8:31 PM JST

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