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¿POR QUÉ VINO JESUCRISTO AL MUNDO?

 

(Juan 3:16-17)

 

Para responder a esta pregunta es bueno recordar algunas cosas desde el comienzo de la Creación. En principio sabemos que Dios hizo todo perfecto (Gn. 1: 10b, 25b, 31ª) y que todo era en realidad un paraíso, pero que a partir de la desobediencia de Adán y Eva todo se arruinó, y la maldad se multiplicó en gran manera. Ante este hecho Dios se arrepiente de haber creado al ser humano y decidió desaparecer todo lo creado (Gn. 6: 1-7). Sin embargo, había un hombre llamado Noé que sí permanecía fiel y a Dios le agradó mucho y reconsideró su decisión. El resto de la historia la sabemos bien, lo importante de todo esto es destacar que Dios hizo un pacto con Noé (Gn. 9) y más adelante lo haría con Abraham para conformar un pueblo que diera testimonio a todas la naciones del amor de Dios (Gn. 12: 1-3; 17: 4-10). Es a partir de ese pacto que el amor de Dios por la humanidad es constante y exige del ser humano fidelidad y obediencia. No obstante, el ser humano tiene sus momentos contradictorios en lo que se refiere a la fidelidad y obediencia para con Dios. En ciertos momentos es fiel y en otros momentos es infiel; unas veces obediente, otras veces en rebeldía. Y así la relación con Dios es precaria, no hay una constante de fidelidad y obediencia;  a pesar de ello Dios sigue siendo fiel y procurando el bienestar de su creación.

 

A través de la historia salvífica podemos ver como Dios no se cansa de anunciar al ser humano que esta situación ya no puede seguir así. Para ello envía a profetas para que comuniquen cuál es Su voluntad. Que cambien de actitud y se vuelvan a Dios, de lo contrario él se apartará y los castigará. Sin embargo, Israel, el pueblo de Dios, no quiere escuchar a los profetas del Señor, más bien hacen oídos sordos y se entregan a la corrupción y a la injusticia. Como consecuencia de esta rebeldía, Dios los somete a esclavitud y en ella vive por largos años. Aún en medio de ese sufrimiento y dolor, Dios mismo anuncia buenas nuevas a su pueblo. El Señor enviará un Salvador, un Mesías, para dar libertad a su pueblo y haya el gozo de la liberación. Estas profecías anunciadas mucho antes de la venida de Jesucristo, son la esperanza de aquellos que han decidido permanecer fieles al Señor; es el remanente fiel y obediente.

 

En el tiempo de Dios, el kairós, el Mesías prometido, Jesucristo, viene al mundo para cumplir las promesas que Dios ha hecho a su pueblo. El contexto de su venida no es nada buena, ya que existe dominación por parte de los imperios de turno, injusticias de parte de los gobernantes, la religión es utilizada para explotar más al pueblo. El panorama es bastante desesperanzador y el pueblo sufre las consecuencias. No hay esperanza alguna de algo bueno. Es en esta realidad es cuando hace su aparición Jesús, el Mesías, trayendo buenas nuevas de gran gozo, para que se cumpliera la profecía: El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año agradable del Señor” (Luc. 4:18-19). Es en base a este gran amor de Dios por su creación que envía a su Hijo para que por medio de él seamos salvos y vivamos una vida plena: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Jn. 3:16-17). Esta es la principal razón por la cual vino Jesucristo al mundo. Es el Plan de Salvación para toda la humanidad. Esta salvación está expresada en la redención de todo ser humano, aún para la creación misma; la liberación de toda esclavitud y atadura social y espiritual. Dios quiere por medio de Jesucristo que seamos restaurados y vivamos con alegría la salvación y la vida eterna, pero desde ahora. La única condición para gozar de esta promesa y sus beneficios es creer en Jesucristo y obedecerle.

 

De ahí que la iglesia está llamada a proclamar este evangelio redentor en todo tiempo y lugar. No puede claudicar en su tarea santa. Quiera el Señor nos encuentre trabajando a todos sus hijos e hijas en este propósito santo. Amén.

 

Rev. Lic. Jorge Bravo C.

     


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