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El Eros Psicoterapéutico  

y la relacion 

terapeuta - paciente

Dr. Carlos Alberto Seguín

Psicoterapeuta  

En el estudio del amor y sus formas encontramos al "Eros Psicoterapéutico" y se trata de lo que el psicoterapeuta experimenta, cuando su relación es auténtica, por su paciente.

Ante todo el Eros Psicoterapéutico se halla libre de:

            1- Autoridad o tendencia a la posesión.
            2- Identificación.
            3- Dogma.
            4- Imposición de valores, reglas o conocimientos.
            5- Atracción sexual.

Entonces surge la pregunta de si puede eliminarse la autoridad en la relación terapeuta-paciente. Existen razones de parte del terapeuta y de parte del paciente para pensar que la respuesta a esta interrogante sea negativa. El paciente por su situación de necesidad reviste al terapeuta de autoridad y lo incita a usarla. Todo psicoterapeuta experimentado sabe bien que una de las más difíciles tareas del comienzo es llevar al paciente a obrar libremente, a perder la tendencia a apoyarse en el psicoterapeuta y a obligarlo a colocarse en una posición directiva y autoritaria.

De parte del terapeuta la tentación es poderosísima. Ya los psicoanalistas han descrito la inclinación de los principiantes a "hacer el papel de dios" en su relación con el paciente y tenemos, si que bien es exagerada y fácil de reconocer en el aprendiz, ella existe también, por supuesto mucho más sutil, disfrazada y difícil de desenmascarar, en terapeutas de vasta experiencia.

Por otra parte no se puede ignorar el hecho de que el paciente busca al terapeuta precisamente por su autoridad. El encarna el saber y el poder y es capaz de dispensar salud y la felicidad. No solamente se le coloca en el papel del consejero, sino en el de juez y árbitro. Todo ello, es sin embargo, en la superficie, ya que siempre tiene, como toda ambivalencia, una contraparte negativa en la tendencia a derrotarlo justamente en esa esfera. Si el terapeuta llegara a caer en la trampa, nada más fácil para el paciente que, llevando al absurdo sus consejos o procurando inconscientemente su fracaso en la práctica, obligarlo a reconocer su derrota o, lo que es peor, a ponerse a luchar en el terreno al que, mañosamente, ha sabido conducirlo.

La autoridad debe, pues, ser eliminada y orientarse todo el proceso hacia la conducción del paciente al abandono de su actitud dependiente.

Esto niega la posibilidad de existir a todo sentimiento de posesión de parte del psicoterapeuta. Este sentimiento, tan ligado a los sentimientos paternales o sexuales, se elimina junto con todo intento de autoritarismo.

Hemos dicho que la psicoterapia es una forma de amor. Está basada en el amor, en el Eros Psicoterapéutico, que es distinto del amor paternal, fraternal o pedagógico. Es un amor basado en valores, si, pero no en los valores como tales, sino en los valores de la persona amada y es un movimiento hacia la actualización de los más altos valores del paciente.

Creemos necesario decir algunas palabras sobre la atracción sexual y el Eros Psicoterapéutico. El psicoterapeuta es un ser humano y, como tal, no puede escapar a las reacciones naturales de su humanidad. Una de ellas la de sentir, o no sentir, atracción hacia las personas con quienes se relaciona. 

Por nuestra parte, hace algún tiempo nos hemos referido a las "valencias afectivas". El termino valencia es tomado de la química y nos referimos a su significado más simple. Cuando un átomo tiene sus valencias llenas, es estable, pero, si hay alguna libre, estar preparado para unir esa valencia a la de otro átomo y formar una nueva combinación molecular.

El hombre tiene valencias afectivas, es decir valencias de amor, de amor paternal o filial, amor de amistad, amor sexual, amor pedagógico, etc. Cuando esas valencias se hallan llenas, se halla en un estable equilibrio afectivo, pero cuando no ha llenado alguna o algunas de ellas, cuando las ha mantenido "sueltas", puede tender, más inconsciente que conscientemente a buscar alguien con quien llenarla. En cuanto al psicoterapeuta, ello se ve claramente: si alguna de sus valencias afectivas no ha sido satisfactoriamente saturada, fijará, sin poder evitarlo, ahí a su paciente y hará de él o ella un padre, una madre, un amigo, un amante, un hijo, un discípulo, etc. torciendo de esa manera, su acción.

El psicoterapeuta "maduro" tiene sus valencias afectivas llenas, a excepción de aquellas que corresponden a su Eros Psicoterapéutico y, así, no necesitará "usar" a su paciente por necesidades personales

Sentir o no atracción sexual por él -nos atreveríamos a decir que es preferible que en cierta medida, la sienta- pero no lo necesitará para que llene un vacío en su vida afectiva, convirtiéndose en un objeto sexual. Podemos decir, si queremos emplear términos psicoanalíticos, que "sublimará " esa atracción y la usará como un medio más para ayudar a quien busca su ayuda y en él confía. Amará, pues, a su paciente con su Eros Psicoterapéutico, libre de impulsos sexuales, que torcerían su acción y anularían sus posibilidades de ayuda real.

Entre las características positivas del Eros psicoterapéutico hay una que debe destacarse: como todo verdadero amor, es un amor por el paciente o, mejor aun, por la persona del paciente, como individuo es decir que no se trata de un amor "humanitario" que el terapeuta debería sentir por el paciente, como enfermo, sino de un movimiento erótico autentico hacia el individuo particular que ante él se halla, que es ‚este y no otro y que no es "un enfermo", sino un hombre.

La segunda característica de esta forma de amor es su indestructibilidad y ella se destaca si pensamos que las otras formas de amor pueden ser anuladas por uno de los miembros de la pareja. Puede el paciente mostrar la gama completa de sentimientos negativos: puede ser agresivo, hostil, intrigante, seductor, mentiroso, rebelde, incrédulo o atacante. El psicoterapeuta no dejar de amarlo.

Creemos que precisamente por las características del Eros Psicoterapéutico, hay una manera como si puede ser anulado: su trasformación en cualquiera de las otras formas de amor. Si el psicoterapeuta se convierte en padre, hermano, amigo, maestro o amante, podría quizá desempeñar muy bien su nuevo papel, podrá teóricamente, ofrecer cualquiera de esas otras posibilidades de amor, pero habrá perdido su Eros Psicoterapéutico y, con él su derecho y su capacidad para actuar en su nombre.

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