Quedan atrás viejas prácticas. Profunda transformación política
Un artículo del Dr Xavier
Gamboa Villafranca
Referencia Bibliográfica:
Gamboa Villafranca, Xavier: “Quedan atrás viejas prácticas. Profunda transformación
política”, Excelsior, Sección Metropolitana. 5 de septiembre de 1987.
México, DF. México.
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Xavier Gamboa Villafranca
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Implícitamente,
en el apartado correspondiente a la sexta orientación general de la estrategia
de cambio estructural, el Plan Nacional de Desarrollo establece la necesidad de
que la modernización de la economía se acompañe de una profunda transformación
en la esencia y en la forma del ejercicio de la política. Los colaboradores del
régimen, que en 1983 recibieron la encomienda de formular el PND con la
participación de las principales fuerzas sociales. plantean de hecho un medio
para establecer esta interrelación: hacer al Estado mexicano más vigoroso, pero
a la vez más consensual.
Explícitamente,
en su texto se maneja que un Estado democrático v fuerte -cuya conjunción es
considerada por algunos prestigiados analistas como imposible de: lograr- es
requisito básico, para que el gobierno pudiera guiar el tránsito de la sociedad
mexicana durante el sexenio 1982-1988, en un sentido progresista. Según los
términos del plan, sólo un Estado democráticamente fuerte sería. capaz de regir
una economía bajo contingencias de crisis para garantizar la unidad de la
nación, para que se prestara especial atención al impulso del sector social y
para que se vigilara el permanente estimulo al sector privado.
Al
objetivo de fortalecer al Estado, en una sociedad cada vez más democrática,
entonces, se le otorgó una alta prioridad -desde un principio- en el régimen.
Al menos hasta el día primero de septiembre de 1987. se dio una auténtica
lucha. por su- consecución.
Hubo avances aunque ciertamente no los suficiente en
la modernización, de los sistemas de procuración e impartición de justicia, así
como en los niveles de profesionalización de cuerpos policíacos y servicios
judiciales. Junto al abatimiento en la frecuencia de las intromisiones
violatorias de la soberanía nacional, llevadas a cabo por cuerpos policiales y organismos
paramilitares extranjeros, estos adelantos evitaron que decrecientes niveles de
seguridad pública continuaran
erosionando las bases sociales mismas del estado mexicano.
Representantes de los sectores social y privado son
cada vez menos, invitados formales para pasar cada vez más a ser verdaderos
protagonistas en la toma de decisiones relacionadas con formulación,
implantación y evaluación de la política
económica a nivel nacional, regional, estatal, subregional y municipal.
El poder legislativo –tanto en el plano federal como
en el correspondiente al de entidad
federativa- ha tenido un mayor juego en el escenario político internacional y
nacional. Ello, como producto de su mayor autonomía de ipso (no sólo formal,
como había sido tradicionalmente el caso), del pluralismo acrecentado de las
fuerzas participantes del intenso ejercicio de una crítica legítima y
trascendente de diputados y senadores, así como de la apertura de nuevos y muy importantes espacios en los
cuales la lucha de corte parlamentario puede, en principio, llevarse a cabo.
Al finalizar
el tercer trimestre de 1987, ya no resulta tan fácil afirmar que los procesos
electorales constituyen la parte más
vulnerable del sistema político
mexicano. Ello es resultado de múltiples factores. En general, la oposición la
logrado tener a su disposición cada vez más eficientes medios de comunicación
para transmitir su pensamiento social e ideología. Se ha logrado establecer una
línea divisoria clara y aceptada con
legitimidad por gobierno y empresarios entre la negociación permanente que
emprenden los organismos representantes de los intereses económicos del capital privado ubicado en el país, y la
lucha electoral que emprende la
oposición política de derecha. Especialmente
tras la derrota en las elecciones federales para diputados en 1985 y en
las correspondientes al estado de Chihuahua de 1986, se ha parado en seco la
ofensiva desatada por grupos, fuerzas y corrientes de ultra derecha
norteamericana , que pretendía imponer en México un sistema formalmente
democrático, bipartidista, en el cual se reprodujera fielmente la lucha Partido Republicano versus Partido Demócrata.
La oposición de izquierda se ha fortalecido, al
empezar a abandonar la atomización que la ha caracterizado por décadas. El
partido en el poder se ha visto robustecido: por la incorporación de nuevas
fuerzas sociales a su seno; por la concertación de acuerdos respecto a la
distribución racional y equitativa de espacios políticos a ocupar; por la
solución o el aplazamiento de viejas contradicciones entre –y al interior de-
su estructura sectorial y su estructura
territorial; por el surgimiento de una poderosa corriente democratizadora que
logra calar hondo en los procesos y rutinas seguidos para designar a los
candidatos priístas para ocupar puestos de elección popular; y, por el progreso
denotado en el destierro que viejas, ilegales e ilegítimas prácticas de fraude
y alquimia electoral.
Pero quizá donde más se notan los efectos de la lucha
por fortalecer al estado y democratizar a la sociedad emprendida por el
régimen, es en el rubro correspondiente a la innovación en la función que
desempeña la institución presidencial, precisamente en los procesos de
sucesión. Desde principios de septiembre de 1987, se ha manifestado en la
nominación de seis prominentes miembros del PRI, de los cuales saldrá su
candidato a la presidencia de la república , en el período 1988-1994, así como
en el intercambio de ideas de cada uno de ellos con el máximo nivel formal de
toma de decisiones del partido. La
innovación es aún incipiente; es claro que no se ha hecho aparecer en toda su
magnitud . Sin embargo ha tenido profundos efectos.
Lo más importante: esta innovación permite que el gobierno se sacuda las presiones que
desde el exterior se han hecho sentir, con el propósito de influir en la
designación priísta del sucesor en el sentido que dicten los intereses
estadounidenses. Con este cambio, a primera vista superficial, el Partido
Revolucionario Institucional hace suyas las preocupaciones de corrientes de
opinión que pugnaban por ventilar públicamente las preferencias de sus bases,
cuadros medios de mando y altos niveles de liderazgo, respecto a quién debe ser
el candidato a ocupar la presidencia de la república en el próximo sexenio.
Además , evita así el PRI quedar rezagado en relación al juego abierto de los
precandidatos de la oposición, tanto de izquierda como de derecha. Y, en
general, se elevan enormemente los
niveles de legitimidad de los procesos electorales especialmente del relacionado
con las elecciones de 1988.
De esta manera, el fondo y la forma de la
participación de la institución presidencial, en el proceso de sucesión, se
convierte en efecto y en instrumento del proceso de cambio estructural iniciado
por Miguel de la Madrid y que, casi seguramente, será continuado por su sucesor.
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