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Espada de Damocles sobre ruta 100. Excesos en la modernización

 

Un artículo del Dr Xavier Gamboa Villafranca

Referencia Bibliográfica:

Gamboa Villafranca, Xavier:  “Espada de Damocles sobre ruta 100. Excesos en la modernización”, Excelsior, Sección Metropolitana.   5 de noviembre de 1988.    México, DF.  México.    

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Todo lo cubre, la imagen de que se trabaja febrilmente por modernizar al país. La voluntad de los grupos tecnocráticos del gobierno aparece 'como avanzando sobre economía, política e incluso ideología. Las cúpula de importantes fuerzas de la sociedad mexicana colaboran para difundir, con elementos compulsivos, la idea.

 

Líderes de los sectores social: público y privado transmiten a sus respectivas áreas de influencia, el imperativo, de que, o se tornan más eficientes sus modalidades de producción de bienes y servicios, o sucumben. Fenecerían, aseguran, no debido a un castigo divino, sino por algo mucho más terrenal: la presión de la cúspide del gobierno, combinada con la acción del numéricamente reducido pero cualitativamente poderoso grupo de sus aliados.

 

Para todos los débiles, la imagen de modernización es una imagen de asechanza. Los trabajadores y productores directos, dueños o poseedores .de pequeñísimas unidades de producción en el campo o las ciudades. perciben que no tienen nada qué hacer, conforme a este esquema; saben que ya les ha sido asignado un lugar en el cementerio que la tecnocracia destina a recibir los restos de quienes declara incapacitados para servir a lo que ella considera una moderna economía en una moderna nación. Empresas sindicales y cooperativas enfrentan también una disyuntiva: o funcionan exclusivamente con los criterios de explotación, "rentabilidad" y lucro, que son el motor de la gran empresa privada, o ,desaparecen del mapa porque, ni por acción ni por omisión recibirán apoyo y protección del aparato de gobierno. A los pequeños y medianos empresarios privados les llega el mensaje de que van a ser golpeados; pero, también, de que tienen alguna Posibilidad de sobrevivir en el mercado si se transforman, en productores de bienes específicos, en comerciantes dedicados a la importación de ellos.

 

Los partidos políticos, especialmente el PRI, reciben su cuota de amenaza. Saben sus respectivos dirigentes que, o logran que cada partido funcione verdaderamente como tal "democratizándose", "descorporativizándose" afiliando a individuos a través de una sólida estructura territorial o el próximo gobierno se negará a utilizarlo como interlocutor válido para resolver problemas y conflictos sociales, sustituyéndolo por organizaciones populares de efectiva raigambre en el medio urbano y en el agro.

 

Igual ocurre con los sindicatos, objeto predilecto de la imagen de transformarse para modernizarse...o morir. Sobre sus cuadros dirigentes se ejercen presiones (no sólo ideológicas sino también políticas e incluso legales) para que éstos se conviertan en los más activos promotores de un sindicalismo eficientista; un sindicalismo que logre duplicar o triplicar la "productividad" de la fuerza de trabajo cuyos intereses formalmente defiende. Los lideres "sienten" la necesidad de acercarse al ideal tecnocrático de que cada sindicato sea el más fiel \vigilante de que cada trabajador genere el mayor volumen posible de bienes o servicios, por cada hora que transcurra y por cada dólar que invierte el gobierno o el empresario privado. Ello significa desembarar, a la empresa, de la poco gratificante tarea de velar permanentemente por lograr crecientes tasas de explotación de la fuerza de trabajo asalariada y, consecuentemente, permite que el propio sindicato se convierta en el banco de la inconformidad de obreros, empleados y jornaleros, que por este motivo se genere.

 

En el caso de los sindicatos que caen víctimas de esta imagen, hay por lo menos siete hechos sobresalientes:

 

I) Entre más fuerte sea un sindicato, mayor es la envergadura e intensidad de la amenaza que está explícita o implícitamente incluida en la imagen ideológica de modernización necesaria, al aplicarse a su caso específico.

 

II) Tratándose de sindicatos fuertes, de empresas públicas juzgadas como no lo suficientemente modernas (y por ende, susceptibles de liquidación, venta, fusión o transferencia), la tecnocracia exige, como prueba de que éstos colaboran plenamente en la eficientización, que se abandonen realmente –y, preferentemente, de manera formal- los contratos colectivos de trabajo.

 

III) Cuando se trata de sindicatos fuertes, de empresas públicas reconocidas como situadas en la mira de los jóvenes modernizadores, la presión para la transformación de la actividad sindical adopta la forma, no sólo de la amenaza de desarticulación del sindicato, sino del amago con la desaparición de la misma fuente de trabajo.

 

 IV) La posibilidad de  desaparición de la fuente de trabajo constituida por una empresa pública es mayor si existe un sindicato vinculado a ella que además de poderoso, es relativamente independiente del movimiento obrero oficial.

 

V) Si la empresa pública amenaza con su supresión se dedica a brindar un servicio que implique el que los miembros de un sindicato fuerte, independiente, tengan contacto con el público (transporte energía eléctrica, teléfono, por ejemplo) la lucha se complica porque a las variables tradicionales se agrega la perspectiva y posición de los usuarios, cuyo potencial apoyo al sindicato se puede convertir para éste en cuestión de vida o muerte.

 

VI) Un sindicato que reúna las condiciones del anterior punto, que, para sobrevivir en el plano inmediato se vea compelido a modernizarse en sentido tecnocrático, si no toma en cuenta lo suficientemente las necesidades del público usuario, puede estar cometiendo suicidio político para un futuro ubicado en el mediano plazo.

 

Lo anterior es particularmente claro en el caso del Sindicato Único de Trabajadores  de Autobuses Urbanos de Pasajeros de Ruta 100. El poderoso e independiente SUTAUR 100 se percató, desde hace tiempo, de que la empresa ruta 100 sería una de las primeras en desaparecer, de llegar a tener el gobierno próximo la fortaleza necesaria para ejercer el poder en esta dirección. Los indicadores concretos que los líderes del sindicato tienen, de que esta amenaza existe, son muchos. Por un lado la tecnocracia ha anunciado de ipso que empresas públicas más fuertes (Telmex, PEMEX, verbigracia) podrían tener este destino, en tanto que otras (Aeroméxico, Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey, por ejemplo) ya lo tuvieron.

 

Por otra parte, la empresa ruta 100 ha venido disminuyendo progresivamente el número de sus unidades en circulación (a causa de que el mantenimiento preventivo de ellas en existente y –argumenta la administración de la empresa- el presupuesto no alcanza para reparar los camiones que sufren descomposturas menores o mayores) y, por si ello no fuera suficiente, el Departamento del Distrito Federal ha venido auspiciando y estimulando el rápido crecimiento del número de “combis” y “microbuses”, que  sustituye en proporción de 6 a 1, a cada camión que deja de prestar servicio.

 

El SUTAUR 100 decide, entonces, mostrar capacidad para modernizarse;  en particular, probar que es capaz de aumentar la productividad de los operarios de unidades. Implanta una acción de emergencia para cumplir los designios del grupo que maneja la asignación presupuestaria a empresas públicas y tener, así, alguna posibilidad de sobrevivir a la furia modernizante. El sindicato de ruta 100 establece y opera, por estas razones, a partir de septiembre de 1988, 3 rutas de servicio directo (sin paradas intermedias, de terminal a terminal): del metro insurgentes al metro indios verdes; del metro indios verdes a Tlalpan Joya; y, del metro san Lázaro a los reyes. Además, durante  septiembre y octubre de este mismo año, logra que en prácticamente todas las rutas que cubren las unidades de ruta 100 en la ciudad de México, opere el servicio expresso. Esto último significa que, en cada ruta, aproximadamente un autobús en servicio expresso, hace aproximadamente  la tercera parte de paradas, que una que vaya en servicio normal. Por ejemplo entre la base Xochimilco y la base metro Chapultepec, hay alrededor de 30 paradas normales; para el servicio expresso, se reducen a 10 paradas.

 

El SUTAUR 100 logró su propósito. Consultando a los choferes, éstos diseñaron de hecho las modalidades de servicio expresso y servicio directo. La modernización del servicio, la mayor productividad de los operarios... seguramente que por ahora constituyen diques contra la cristalización del propósito de desaparecer de inmediato a la empresa pública que desde 1982 se encarga de transportar masivamente a la fuerza de trabajo de la ciudad de México.

 

Este manto protector, sin embargo, es sólo conyuntural. No elimina la espada de Damocles sobre empresa y sindicato, que muy posiblemente se empleará en un futuro a no más de 6 meses de distancia. El mejor defensor llegado el caso de que el gobierno tuviera la fuerza necesaria para llevar adelante su objetivo de concluir el proceso de reprivatización del transporte colectivo de auto transporte en el DF, lo serían los propios usuarios del servicio. Pero estos, difícilmente se movilizarían políticamente en apoyo del SUTAUR 100. La medida modernizadora productivista mencionada fue efectivamente producto de una decisión democráticamente tomada y colectivamente emprendida del sindicato. El problema es que los usuarios del servicio no fueron considerados, en su real dimensión como interlocutores válidos. Hay indicios de que se ha generado malestar entre los pasajeros que se transportan entre una parada normal y otra, a los que el servicio expresso y el servicio directo no beneficia en lo más mínimo. El SUTAUR 100 está obligado a evaluar el grado en que ello es así, para tomar las medidas correctivas necesarias y darle el toque final a una medida preventiva acertada, contra la desaparición de ruta 100.

 

El SUTAUR 100 no se puede quedar en lo inmediato. No basta con sobrevivir a los embates actuales;  ello tiene que ligarse con su persistencia futura. Tiene que mostrar –como ya lo ha hecho- capacidad para conducir el incremento de la productividad de sus agremiados (medido, por ejemplo, en términos de más kilómetros/ chofer/ hora, o de mayor número de viajes/ unidad/ jornada de trabajo). Pero, además tiene que involucrar grupos de usuarios organizados a su toma de decisiones, con objeto de reducir, todo lo posible, inconformidades respecto a una acción que el sindicato emprende en legítima defensa de la fuente de empleo de sus agremiados. De no hacerlo corre el peligro de que en el futuro mediato, cuando se vea forzado a recurrir al apoyo directo de los usuarios, éstos se lo nieguen, consumándose entonces el propósito gubernamental consumándose en organización de ruta 100 que seguramente no consiguió la tecnocracia por ahora.

 

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