Negociación,
esencia de la lucha por lograr el cambio estructural
Un artículo del Dr Xavier Gamboa Villafranca
Referencia Bibliográfica:
Gamboa Villafranca, Xavier: “Negociación, Esencia de la Lucha por lograr
el Cambio Estructural”, Excelsior, Sección Metropolitana. 2 de julio de 1987. México, DF. México.
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La
estrategia de cambio estructural contenida en el plan nacional de desarrollo
1983-1988 expresa la convicción, del grupo recién llegado al poder, de que
sería necesario luchar a fondo, si la sociedad mexicana habría de transformarse
cualitativamente. Este convencimiento no fue en rigor, producto exclusivo de la
inventiva del presidente y sus colaboradores cercanos. Se nutre de experiencias
anteriores, de la compleja realidad económica-político-ideológica, de esos
momentos y de la tendencia al agravamiento de algunas de las manifestaciones de
la crisis.
Como
resultado de la evaluación del intento de instrumentar el plan global de
desarrollo 1980-1982 en el sexenio inmediato anterior, desde mediados de 1983
(cuando se publica el PND) los servidores públicos de alto nivel jerárquico
tenían algunas conclusiones acerca de los caminos políticos que no deberían
transitar. Además su percepción de lo que internamente se esperaba del nuevo
régimen, se enriqueció notablemente en el transcurso de la campaña del
candidato presidencial Miguel de la Madrid en la cual se logró articular un
cuadro coherente de los puntos de vista, en muchos casos tremendamente
contradictorios de las principales fuerzas de la sociedad mexicana. Así mismo,
contaban ya con la experiencia de seis meses de ejercicio de la autoridad
gubernamental que les había permitido afinar instrumentos e incluso poner
algunos de ellos en marcha, entre otras razones porque se puso en práctica un
intenso proceso de consultas populares que sustentó al sistema nacional de
planeación democrática.
Con
esta información y esta praxis a la mano, los dirigentes del gobierno estaban seguros pues, de saber cómo iniciar el proceso de cambio
estructural del país. También tenían bases para estar convencidos de que la
médula de la problemática nacional –y de sus tendencias de agravamiento- no
cambiaría por sí sola; habría que incidir fuertemente sobre ella, tanto en el
frente interno cuanto en el externo. Tal y como se presentaban los
acontecimientos, no existía alternativa. Habría que actuar, luchando, y de ya.
Pero ¿Qué tipo de lucha es la que sustenta la acción que debería emprenderse,
para modificar, desde el gobierno, la esencia misma de las principales
dificultades económicas y sociales? No podría ser, desde luego, el tipo de
lucha que se da para aniquilar políticamente al enemigo; para suprimirlo
totalmente del escenario. Se trataba más bien de una lucha política basada en
el permanente contacto con el adversario, para llegar a estadios
progresivamente superiores de negociación y cada vez a acuerdos sustanciales que
permitieran salvar –así fuera transitoriamente- contradicciones... y
eventualmente sortear conflictos. La lucha a entablar cobraría vida en el
empleo, a fondo, del talento del diálogo y la negociación. El uso de la fuerza
pública como mecanismo permanente, estaba vedado de antemano.
¿Hacia
dónde encaminar –y en dónde efectuar- esta lucha sustentada en la conciliación
y en la concesión de las partes, para superar los problemas de fondo de la
sociedad mexicana? A partir del propio texto del PND, es posible identificar
tres direcciones globales y tres grandes planos:
a)
En el plano intragubernamental, la lucha por lograr que cada oficina, cada
instancia, cada dependencia...
1) El esfuerzo interno de ajuste debía evitar
sacrificar, más allá de lo socialmente posible, a las clases populares y,
2)
El país cumpliría con
sus compromisos a cambio de que sus acreedores aceptaran su responsabilidad en
el endeudamiento y que la problemática de éste, superaba el ámbito
estrictamente financiero. Es decir, tendría que abordarse desde una perspectiva
integral, fundamentalmente política.
En
el plano interno, la política de ajuste y de cambio estructural tuvo avances:
se aumentaron los ingresos públicos; se diversificaron las exportaciones; se
amplió la apertura comercial; se aceleró el redimensionamiento del sector
público; se incrementó la reserva de divisas y retornaron capitales. Además, se
pusieron en marcha importantes programas como el Pronafice, el de Cobertura de
Riesgos Cambiarios Derivados de Endeudamientos Externos, entre otros. Asimismo,
se idearon novedosos mecanismos como el de intercambio de acciones de empresas
mexicanas por su deuda.
...¿Cómo
lograr intereses tan opuestos como, por ejemplo, los de la banca privada con
los de las clases populares? De no resolverse o, por lo menos, de no encauzar
satisfactoriamente este antagonismo, las presiones para el régimen podrían
ocasionar serias distorsiones a su proyecto. Peor aún: desde la perspectiva
gubernamental, asumir una posición radical agravaría la crisis. La conciliación
era obligada aunque, ¿era posible?
Por
un lado, el gobierno tuvo que soportar intensas y permanentes presiones del
gran capital financiero, de organismos multilaterales de gobiernos de naciones
acreedoras y de algunos sectores internos vinculados a ellos. La comunidad de
las finanzas exigía el pago puntual y arreglos exclusivamente financieros e
individuales. Los organismos multilaterales y las autoridades hacendarias de
las potencias industrializadas condicionaban su mediación, entre México y la
banca comercial, y su colaboración, a la aplicación de reformas
“estructurales”, de tinte neoliberal.
...Al
interior generó la idea de que cualquier medida extremista –el gobierno se
presentara como el “justo medio”- perjudicaría más que beneficiar. La
estrategia parecía la correcta, porque
resultaba congruente con las asumidas en política internacional y las de
negociación entre los sectores productivos , bajo los siguientes principios: el
diálogo y la concertación. Por si fuera poco, obtuvo otra victoria: la polémica
sobre la deuda subordinó un aspecto, quizás de mayor trascendencia; ¿Cuál es el
modelo de mayor desarrollo que necesitamos? Es decir, la cuestión de la deuda encubrió transformaciones
económicas más de fondo que se estaban realizando y, que no se discutieron.
Pero,
el balance no es positivo: aunque el endeudamiento no se agudizó más de lo que
se creyó originalmente, el problema está lejos de resolverse. Sigue
permaneciendo como factor de vulnerabilidad económica y política. El régimen
debe estar preparado.
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