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La lucha por una industria de bienes de capital 100% mexicana

 

Un artículo del Dr Xavier Gamboa Villafranca

Referencia Bibliográfica:

Gamboa Villafranca, Xavier:  “La lucha por una industria de Bienes de Capital 100% Mexicana”, Excelsior, Sección Metropolitana.  11 de junio de 1987.  México, DF. México.

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¿Qué características debiera tener la industria de bienes de capital del país, en la sociedad mexicana del futuro? El contenido del Plan Nacional de Desarrollo (PND) brinda elementos, con los cuales es posible construir un escenario.

 

Según el plan de desarrollo en el México del mañana los bienes de capital prácticamente no se importarían. No existirían traslapes disfuncionales ni habrá el peligro de pulverización. Las empresas involucradas en estas actividades operarían con economías de escala y estarían altamente integradas al resto del proceso productivo del país. En virtud de que funcionarían con bajos costos de producción tendrían elevados niveles de productividad con óptima calidad. Constituirían decisivamente al desarrollo tecnológico nacional pues serían difusoras permanentes de innovaciones.

 

Se contaría con una consolidada generación de equipos para la industria de bienes de capital utilizados en la fundición, forja, laminado, extrusión, corte y conformado de metales. Una poderosa industria siderúrgica ejercería una creciente demanda sobre estos equipos. Motores, sistemas neumáticos, sistemas hidráulicos y controles serían confeccionados dentro de nuestras fronteras. Habría una eficiente y competitiva producción de maquinaria que generara otras máquinas, utilizadas en empresas de la industria petrolera, química y petroquímica. Igual acontecería con los equipos necesarios para generar la energía eléctrica que consumiera el país, aunque continuaría a la importación de aquellos ultracomplicados, o que por otras razones no fuera rentable producirlos internamente.

 

Tendríamos minicomputadoras y equipos de telecomunicaciones de salud y educativos, básicamente producidos en el país. La producción electrónica se combinaría con importaciones, cuando no fuera posible su fabricación interna con alta productividad y calidad, aunque se importarían preferentemente partes y componentes, en vez de equipos completos comprados en el exterior. La producción de automóviles, camiones, trolebuses, autotransportes de carga, autobuses, carros del metro, locomotoras, barcos, aviones pequeños y vagones del tren ligero, tendría un alto grado de integración nacional.

 

El PND no se limita a proporcionar esta caracterización global y por ramas, de la industria mexicana de bienes de capital, en una sociedad cualitativamente diferente a la que encuentra MMH seis meses después de acceder al poder en diciembre de 1982. Proporciona también un esquema del quehacer gubernamental, incluido en la estrategia de cambio estructural, para que durante el sexenio 1982-1988 se avance en su consecución.

 

Los funcionarios del régimen dieron  a conocer el plan el 31 de mayo de 1983, presentándolo como producto de una amplia consulta nacional, que como meta básica se sostenga para evitar su descapitalización (que para ese año era ya más de 40%). La manera de lograrlo tiene diferentes vertientes según esta concepción de donde sobresalen las siguientes: sustituir selectivamente la importación de bienes de capital auspiciando la plena utilización de la capacidad ociosa de la industria  como producto de una política que oriente el poder de compra del sector público al fortalecimiento de su demanda interna; estimular la producción de bienes de capital necesarios para, a su vez, generar productos de exportación; promover coinversiones de capital mexicano con socios extranjeros  que entre otros efectos propicie el desarrollo tecnológico de las empresas; proteger selectivamente a las empresas incipientes que producen bienes de capital así como componentes e insumos por lapsos de tiempo claramente delimitados. En suma, trata de alcanzar la máxima eficiencia posible de la industria de bienes de capital de acuerdo al tamaño del mercado externo potencial y de las tendencias que configuren la crisis al respecto.

 

La aplicación real de estos planteamientos sin embargo, ni fue automática, ni trajo siempre los efectos esperados. Al menos durante el lapso que va de la fecha de publicación del PND al 1° de septiembre de 1986, la acción diaria de gobernar se vio permeada de falsos ingredientes de lucha. Con la información a la mano es posible sostener:

 

1) Durante una primera etapa, que podríamos denominar de legitimación, el gobierno de De la Madrid tuvo que contender contra corrientes de opinión que manejaron en esencia el planteamiento de que el estimulo a las coinversiones en materia de bienes de capital representa, de hecho, la entrega de partes vitales de nuestra soberanía como nación. Asimismo tuvieron que vencer a los grupos dentro del propio poder ejecutivo que se negaban a implantar medidas tendientes al cambio estructural en materia de bienes de capital, básicamente por considerar que el régimen carecía del suficiente  espacio de maniobra para liberarse de supuestos compromisos internacionales de añeja tradición: en más de una ocasión, en privado, funcionarios de alto nivel se escudaron en los hoy todavía nebulosos tratados de Bucareli para actuar (u omitir actuar) en la dirección comprometida por el presidente y sus más cercanos colaboradores . Combatieron también una ideología de sólida raigambre en núcleos de empresarios privados y difundida por algunas de las organizaciones que representan sus intereses que blandía como argumento central el que bajo condiciones de crisis era imposible avanzar en las medidas propuestas por el gobierno para ir sentando las bases de la manufactura interna de bienes de capital.

 

2) En una segunda etapa se percibe fue de arreglo intragubernamental, la lucha básica consistió  en encontrar mecanismos idóneos para acumular la experiencia en materia de enlace, fomento, financiamiento y concertación en la medida requerida para impulsar, desde el gobierno, a la industria de bienes de capital. Se tornó necesario el llenar los huecos que al respecto s eformaron, como consecuencia del desplazamiento  de servidores públicos de alta jerarquía que por necesidades políticas del Estado mexicano en su conjunto se vieron rotados para ocupar otros cargos en el mismo gobierno federal o en puestos de elección popular a nivel de entidad federativa que tenían escasa relación directa con el fomento industrial y menos aún con el desarrollo específico de la industria de bienes de capital.

 

3) En la tercera de las etapas que se perciben para los tres años y medio que se analizan la administración delamadridista luchó por evitar que fuera severamente distorsionado su modelo de industria de bienes de capital y su esquema de los medios a utilizar para acercarse lo más posible durante el sexenio a él. Los órganos sectoriales e intersectoriales, rectores del avance científico y tecnológico del país, transitaron  el camino de intentar establecer y operar un verdadero sistema nacional de ciencia y tecnología, orientado con alta prioridad a la resolución de los problemas de las empresas productoras de bienes de capital. Camino en verdad difícil, entre otras razones porque las propias unidades productoras generalmente tendieron a suponer que encontrarían una mayor y más segura redituabilidad económica en el recurso a la importación de tecnología “llave en mano”, que el acudir a centros mexicanos par ala innovación tecnológica, que a sus ojos no tenían todavía la experiencia y la disposición requeridas para hacerlo con decoro.

 

Negociaron, así mismo, con gerentes, dueños, representantes y dirigentes empresariales, que aparecían como potenciales productores internos de bienes de capital, pero que presionaban para que el gobierno les otorgara “más claros” estímulos y protección, como condición para invertir efectivamente en unidades económicas de nueva creación. A su vez, parte importante de la política cambiaria se orientó a vencer la visión inmediatista de conjuntos de empresarios individuales que, dejados a sus tendencias “naturales”, habrían preferido aprovechar la paridad peso/ dólar para especular, en lugar de constituirla en fuerza impulsora de la plena utilización de la capacidad instalada y dela creación de nuevas empresas productoras de bienes de capital. De enorme importancia fue la lid que tuvo que emprender el gobierno para evitar que posibles inversionistas extranjeros en la rama impusieran condiciones inaceptables para el desarrollo de un aspecto que es esencial, para nuestra supervivencia como país independiente y soberano. Y, desde luego, sobre la marcha tuvo que corregir errores de exposición, de funcionarios de primer nivel de toma de decisiones que llevaron a sectores de la opinión pública a estar erróneamente convencidos de que el gobierno utilizaría su poder de compra para fortalecer a la industria privada de bienes de capital, a expensas de poner en peligro el proceso de satisfacción de las necesidades inmediatas de las grandes mayorías nacionales, en el contexto de ingreso de México al GATT.

 

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